Localizan a Marisol Monserrat, la menor desaparecida en Chilpancingo

Texto: Andrea Mendoza

Martes 11 de junio del 2024

Chilpancingo

 

La Fiscalía General del Estado (FGE) informó que la menor Marisol Monserrat Jiménez Bernabé fue localizada hoy por la noche con vida.

La dependencia difundió que después de corroborar el estado físico y mental de la menor, la entregaron a su madre, Brenda Bernabé y, entonces, desactivaron la alerta Ámber de su búsqueda.

La FGE puntualizó que los protocolos de búsqueda para la menor fueron actualizados en todo momento y dieron un acompañamiento de cerca a los familiares. Nunca ofreció detalles de cómo o dónde fue localizada la menor.

Esta misma tarde, durante una protesta para exigir a las autoridades su paradero, la madre de Marisol Monserrat dijo que había indicios, por la señal de su teléfono, que su hija podría estar en Michoacán, pero personas cercanas a la familia, informaron esta noche, una vez que comenzó a circular la versión de que la joven fue localizada, que nunca salió de la ciudad.

Según informaron, Marisol Monserrat se comunicó esta misma tarde con una amiga para decirle que estaba en un lugar de la parte norte de Chilpancingo, cerca de la colonia Galeana, con una persona que conocía.

Marisol Monserrat desapareció ayer a las siete de la mañana, minutos después de que su abuelo la dejara cerca de la secundaria Raymundo Abarca, ubicada en el centro, donde estudia el primer grado.

Al término de clases, su madre fue a recogerla, pero sus amigos y maestros le dijeron que no asistió a clases.

La madre y sus familiares reportaron su desaparición a la FGE, donde se activaron las alertas Ámber y Violeta para su búsqueda.

También el Colectivo de familiares de personas desaparecidas María Herrera dio acompañamiento a los familiares.

Sus familiares, padres y madres de familia de la secundaria bloquearon en dos momentos del día las avenidas del centro para exigir su paradero, y tenían planeada una marcha para mañana.

Hasta el momento ninguno de los familiares ha dado una declaración.

Concluye sin éxito la búsqueda de desaparecido de la guerra sucia en San Miguel Totolapan

Tras cinco días, la Comisión Nacional de Búsqueda y la Fiscalía Especializada en Desaparición Forzada en Guerrero concluyen la búsqueda.


Texto: Jesús Guerrero

Foto: Cortesía del Colectivo de Esposas e Hijos de Desaparecidos y Desplazados de la Guerra Sucia de Atoyac

Domingo 19 de mayo de 2024

Chilpancingo

 

La Comisión Nacional de Búsqueda (CNB) y la Fiscalía Especializada en Desaparición Forzada en Guerrero concluyeron sin éxito, tras cinco días de búsqueda, la localización del campesino de José Santos González Rojas, desaparecido y asesinado por el Ejército en 1974 en el municipio de San Miguel Totolapan, informó el presidente del Colectivo de Esposas e Hijos de Desaparecidos y Desplazados de la Guerra Sucia de Atoyac, Octaviano Gervasio Serrano.

En entrevista para Amapola Periodismo, el activista refirió que la búsqueda de José Santos se realizó del 13 al 17 de este mes de mayo en la comunidad de Palos Altos, región Tierra Caliente.

«Tenemos información de que en la búsqueda de José Santos participaron unas 50 personas, entre servidores públicos y familiares», aseguró el también abogado.

En entrevista por teléfono, Octaviano Gervasio mencionó que en la búsqueda se utilizó un georradar, pero que aun así no se logró ubicar indicios de restos humanos en el sitio.

La Comisión Nacional de Búsqueda y la Fiscalía Especializada en Desaparición Forzada en Guerrero en la búsqueda del desaparecido campesino José Santos González Rojas en el municipio de San Miguel Totolapan, el domingo 19 de mayo del 2024. Foto: Colectivo de Esposas e Hijos de Desaparecidos y Desplazados de la Guerra Sucia de Atoyac

Pero de acuerdo con versiones de los propios familiares, se pudo ubicar un punto donde hay una fosa clandestina, solo que para dar con ella se requiere maquinaria especial.

Octaviano Gervasio señaló que con las búsquedas que el gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador realiza en Guerrero, se demuestra que el Ejército cometió atrocidades contra la población civil, bajo el supuesto de que pertenecían a la guerrilla de Lucio Cabañas Barrientos.

Afirmó que en el caso del campesino José Santos, fue llevado por el Ejército a un punto alto de la Sierra de la comunidad de Palos Altos, municipio de San Miguel Totolapan, para ejecutarlo.

Después de que no hubo resultados de la búsqueda de cuatro días, se está programando emprender otra más, pero esto lo tendrá que programar la Comisión Nacional de Búsqueda y la Fiscalía General del Estado, anticipó Octaviano Gervasio.

Elementos del Ejército, la Guardia Nacional y la policía estatal acompañaron al personal para realizar esta jornada de búsqueda en campo.

Convocan familiares de Juan Díaz Gaspar, desaparecido desde el 17 de abril, a una marcha para exigir su búsqueda

Texto: Andrea Mendoza

23 de abril del 2024

Chilpancingo

 

Familiares de Juan Carlos Díaz Gaspar, de 27 años, desaparecido desde el 17 de abril en Chilpancingo, convocaron a amistades, conocidos y público en general a unirse a una marcha pacífica el próximo viernes, a las ocho de la mañana, para exigir su búsqueda.

 

Galy Díaz Gaspar, la hermana de Juan Carlos, pidió apoyo a la ciudadanía para hacer esta marcha el viernes, a las ocho de la mañana, en el punto conocido como Las Banderas, al sur de la ciudad.

 

Juan Carlos Díaz Gaspar, de 27 años, desapareció el 17 de abril, después de salir de su jornada laboral en el restaurante Vips, ubicado al sur de la ciudad.

Juan Díaz portaba una playera negra con el logo de Vips, pantalón gris con cuadro chico y tenis rojos. Al salir del restaurante, Juan Díaz llevaba consigo una motoneta marca Italika color rojo con negro, que tampoco ha sido localizada.

Juan Díaz es moreno claro, ojos medianos cafés oscuros y cabello castaño oscuro. Como señas particulares, el joven tiene un tatuaje en el hombro derecho con números romanos, otro tatuaje en el pecho del lado izquierdo de un león, en las costillas una frase con la leyenda ‘si después de esta vida volviera a nacer, una sola cosa le pediría a Dios, que mi madre volviera a ser mi madre’, y también un tatuaje en la espalda de letras japonesas.

El joven también tiene dos cicatrices de dos centímetros, una en la frente y otra en el cuello.

Los familiares de Juan Carlos están desesperados por la falta de noticias del joven. Todos los días comparten la ficha de búsqueda en su redes sociales para hacer difusión y encontrarlo.

Galy Gaspar tiene colgado en sus redes sociales el siguiente posteó: «Te vamos a encontrar manito, ¿dónde estás” y pide a todos marcar al número 800 932 7692, si tienen alguna información para localizar a su hermano.

Concluye búsqueda de fosas clandestinas en Tlapa y hallan 11 restos óseos

Texto: Itzel Urieta

Fotografía: Centro de Derechos Humanos de la Montaña Tlachinollan 

23 de junio del 2023

Chilpancingo

 

Durante la octava jornada de búsqueda que realizó el Colectivo Luciérnaga, de familiares de personas desaparecidas, en las inmediaciones de Tlapa de Comonfort, en la Montaña de Guerrero, se hallaron 11 restos óseos que las familias integrantes del Colectivo esperan se identifiquen lo más pronto posible.

El hallazgo de estos 11 restos óseos se dio en paraje al sur de Tlapa, ya en la periferia de la ciudad y de acuerdo con información recabada por el Colectivo Luciérnaga en esa zona hay casas de seguridad donde grupos delictivos retienen a personas secuestradas.

La búsqueda fue los días 21, 22 y 23 de junio y fue ayer, último día, en el que se halló la mayor cantidad de restos.

Se planeó buscar en seis puntos, pero por el hallazgo de varios restos en el punto cuatro se detuvo la búsqueda en los dos lugares restantes.

Ayer, a las 10 de la mañana, el Colectivo, acompañado por un arqueólogo y un antropólogo forense de la Comisión Nacional de Búsqueda de Personas (CNBP), hallaron el primer resto; se trató, de acuerdo con los especialistas, de una costilla humana.

El hallazgo detuvo las labores de búsqueda todo el día porque se tuvo que esperar a la Fiscalía General del Estado (FGE), que acudió desde Chilpancingo, a cinco horas de camino, para realizara el levantamiento y las diligencias de ley correspondientes.

Al siguiente día, la búsqueda se reanudo en el mismo punto y fue que hallaron otros 10 restos óseos de los cuales, hasta el momento, se desconoce a que parte del cuerpo pertenecen.

De acuerdo con Isidoro Vicario Aguilar, integrante del Centro de Derechos Humanos de la Montaña Tlachinollan, quien da acompañamiento al Colectivo Luciérnaga, los peritos de la FGE realizaron las diligencias de ley de estos 11 restos y posteriormente se trasladaron a Chilpancingo para ser identificados.

«Lo que la Fiscalía hizo es; los agrupo, se identificó que fueran humanos y al final les mostró los restos a las familias para ser llevados a laboratorio para sacar algún un perfil genético y hacer un confronta para ver si correspondería con algún integrante del Colectivo Luciérnaga», mencionó Vicario Aguilar.

Por el retraso que generó la tardanza de la FGE el segundo día, quedaron pendientes dos puntos que el Colectivo Luciérnaga espera recorrer pronto con la ayuda de las instituciones, aunque programar un búsqueda, reconocen, es un proceso lento.

Esta octava jornada de búsqueda se programó desde el mes de abril y participó, además de la CNBP, elementos de la Guardia Nacional y del Ejército para brindar seguridad.

La FGE dijo que por cuestiones de agenda no podría asistir, pero debido a los hallazgos tuvo que intervenir y por trasladarse desde Chilpancingo atrasó un día la búsqueda.

«Cuando hay un hallazgo se podría decir que hay una esperanza por parte de los y las integrantes del Colectivo de hallar a sus familiares aún sin vida, pero cuando no se halla nada también puede haber esperanza de encontrarlos con vida y son muchos sentimientos encontrados», dijo Vicario Aguilar.

 

Una aguja en un pajar: Buscar a una persona desaparecida en el Ajusco

#HastaEncontrarles

El pasado 23 y 24 de mayo, la familia de Pamela Gallardo realizó una jornada de búsqueda en la zona del Ajusco. Esta crónica narra los pasos de quienes se adentraron en las entrañas del bosque para buscar a sus desaparecidos.


Texto y fotos de Mariana Maytorena y Santiago Reyes / ZonaDocs 

Cartografía de Alejandro Gaona Dehesa

6 de junio del 2023

 

María del Carmen camina con dificultad por el bosque de pinos que recubre el cerro del Ajusco, al Sur de la Ciudad de México. Trae puesto un delantal blanco con una imagen del rostro de su hija sobre el que se lee: “¿En dónde está Pamela?”

Guadalupe Pamela Gallardo Volante es la única mujer de los tres hijos de María. Es la consentida de su padre Esteban y de sus hermanos mayores Esteban y José.

-Mis hijos siguen buscando a Pame porque dicen que le deben esa deuda. Al verme que yo sufro pues ellos hacen esa búsqueda. –comenta María -Pero los hermanos se cansan, y tienen ese derecho, pero la madre jamás, porque Pame merece vivir en esta tierra.

María recuerda lo mucho que a Pamela le gusta bailar y cantar. Una sonrisa se vislumbra en su rostro cuando menciona que estaba rodeada de amor.

“Esa era Pame, así como ven a esta mamá defectuosa que me enojo, brinco y salto, pero que siempre me ha gustado la justicia, Pamela también buscaba la justicia y la verdad”.

María del Carmen tiene cinco años y ocho meses buscando a su hija Pamela Gallardo Volante. (Foro: Santiago Reyes).

Así es la mamá de Pamela, en un minuto puede estar llorando y a los dos estar bromeando. De esa forma ha aprendido a sobrellevar los cinco años y ocho meses de búsqueda de su hija.

“¿Tengo carácter recio? Sí. No es fácil vivir con una hija en 6 años de desaparición, ¿y me quieren buena y fuerte? Eso no se puede”, relata ella.

Pamela fue vista por última vez cuando tenía 23 años. Desapareció el 5 de noviembre del 2017 cerca del km 13.5 de la carretera Picacho-Ajusco, en la Ciudad de México, cuando salía del festival de música electrónica Soul Tech. Aquel domingo, su familia la esperaba en casa por la tarde, sin embargo, ella no regresó.

BUSCAR EN COLECTIVO

Es el primer día de búsqueda; martes 23 de mayo, Ciudad de México. Son las 7:00 de la mañana cuando las familias buscadoras que esperaban a un costado de la estación del metro Viveros, parten rumbo al Ajusco.

A pesar del terreno agreste, no disminuyó el esfuerzo de los y las voluntarias. (Foto: Mariana Maytorena).

En la parte de atrás van sentadas las personas solidarias, así les dicen a quienes a pesar de no tener un familiar desaparecido, se suman a las labores de búsqueda. Hasta adelante van las y los familiares buscadores; madres, padres, hijos, hermanos, tías y primas. La mayoría trae zapatos de cerro y algunos llevan camisa blanca con la fotografía y el nombre de la persona que buscan. Muchos ya se conocen, han caminado juntos por bosques, calles y barrancos con la misión de encontrar a sus desaparecidos. Hoy, reciben a una nueva compañera.

Inés Enriqueta lleva ropa y calzado de vestir. Es su primera búsqueda en colectivo. Ella busca desde hace cinco años a su hijo Francisco Sandoval Lázaro, desaparecido el 26 de abril del 2018 cuando salía de la colonia Paraje 38 en el Ajusco medio, a menos de 10 km de la zona donde Pamela fue vista por última vez.

“He buscado por mis propios medios. Inclusive llegué a subir al cerro con mis hijos a buscar, pero siempre por medio de nosotros nada más”.

“Después de esta búsqueda me siento más fuerte, con mucho más valor de seguir adelante” – Inés busca a su hijo Francisco Sandoval. (Foto:Santiago Reyes).

Inés platica de su hijo, sobre qué le gusta y qué los une.

“Yo siempre hago unas empanaditas que a él le encantaban, y él siempre me decía “¿mamá cuándo vas a hacer tus empanaditas?” -recuerda. –Un día antes de que desapareciera me dijo “mira mamá, mañana vamos al mercado para que compremos las cosas y hagamos las empanaditas que tanto me gustan”.

“LAS AUTORIDADES NOS QUEDAN A DEBER MUCHÍSIMO”

El fresco de las nueve de la mañana termina de despertar a quienes siguen con sueño. Los medios de comunicación sacan sus cámaras esperando poder entrevistar a María, pero ella corre de un lado a otro con una bolsa llena de paletas, revisando que a nadie le falte una. -No vaya a ser que se les baje el azúcar -dice bromeando.

Ashanti, una de las primas de Pamela, organiza a la gente en tres células de búsqueda que “peinarán” el terreno de interés. Ya todos están reunidos esperando las indicaciones para comenzar: familiares, solidarios, elementos y peritos de la Fiscalía Especializada para la Búsqueda, Localización e Investigación de Personas Desaparecidas (FIEIDEPFP), integrantes de la Comisión de Búsqueda de Personas de la Ciudad de México, el Escuadrón de Rescate y Urgencias Médicas, y el Grupo Policial Zorros.

Todos, excepto la Guardia Nacional que se encargaría de la seguridad perimetral, los dos perros rastreadores que ayudarían a olfatear, y el Cuerpo de Bomberos. “Esto es grave, esto es muy grave para nosotros”,declara ante la prensa María. El director de la Comisión de Búsqueda, Enrique Camargo, se había comprometido a tener todo listo.

La familia de Pamela tardó casi ocho meses en organizar esta jornada. Para ellas, esta zona es fundamental porque está a pocos kilómetros de donde Pamela desapareció. Pero como si se tratara de un juego de adivinanza, las autoridades no habían accedido a realizar búsqueda en esta zona:

“Tardamos siete meses en estar diciendo “ahí no”, “más cerca”, “más abajo”, porque la Fiscalía y la Comisión nos querían llevar siempre a otros lados y nunca a este”, comenta María del Carmen.

Cuarenta minutos después, ya todos están ubicados en el polígono de búsqueda con su herramienta; palas, barretas, varillas, picos y machetes. María está agobiada, pues cada minuto sin buscar es un minuto perdido para encontrar a Pamela, y por si fuera poco, el gris de las nubes amenaza con llover en unas horas.

La búsqueda empieza y los problemas siguen brotando. El terreno agreste, lleno de maleza, árboles caídos y profundos desniveles, dificulta que las personas puedan caminar en línea recta. Al cavar, no pasa de medio metro cuando las palas golpean con un suelo sólido y rocoso; el pasado volcánico del Ajusco se hace presente.

Se ubican los primeros restos óseos. -Este es una falange de perro- dice la perito de la FIEIDEPFP. -Este otro es un metacarpo, también de perro.- Salen otros más, algunos de ave, otros de roedor, e incluso el cráneo de una vaca, pero ninguno es “positivo”; así le dicen a las osamentas encontradas que son humanas.

Varios pasos después hallan las primeras prendas. Una chamarra rosa con negro, un tenis blanco con belcro, un pantalón de mezclilla azul con cierre dorado, dos mochilas grises llenas de tierra, una sudadera blanca con un cabello pegado a la tela, una camisa verde rasgada. Sin embargo, ni la Fiscalía ni la Comisión de Búsqueda recogen los indicios, solo les toman foto: “Yo encontré un casquillo de bala y ni le hicieron caso”,menciona una de las buscadoras solidarias.

La razón por la que nadie levanta la ropa es porque, al ser una búsqueda registrada oficialmente a nombre de Pamela, la Fiscalía se niega a recolectar evidencias que no concuerden con su caso.

“Esa ha sido nuestra lucha con la autoridad, repetirles que “aunque no sea de Pamela, tú lo levantas” –explica María. –No han entendido que tienen que tener sensibilidad con las madres que buscamos. No quiero que nos entiendan, que quede claro, la palabra es sensibilidad”.

Conforme las células avanzan, el terreno se vuelve más complejo. Montículos de piedra, de basura y de cascajo de construcción, se extienden a lo largo de todo el polígono. Si unos metros atrás el suelo volcánico era el problema, ahora lo es también la enorme cantidad de escombros entre los que hay que escarbar para encontrar un minúsculo hueso.

Sin embargo, la familia de Pamela no pierde la esperanza:

“Nuestra hipótesis es que el cuerpo de Pame, o de cualquiera de las personas que buscamos, podría estar debajo de alguno de esos montículos”, indica la prima de Pamela: Es seguir buscando una aguja en un pajar.

Pasado el mediodía, las primeras gotas de lluvia empiezan a caer. Todos se ponen su impermeable y se preparan para regresar al punto de encuentro. De improviso, una de las personas encuentra lo que pareciera ser una osamenta cubierta de tierra. Llaman a los peritos pero tardan en llegar. Un par de metros más adelante, alguien desentierra una prenda negra y los peritos siguen sin llegar.

Se escucha a lo lejos un caballo acercarse, es uno de los ejidatarios –¿Qué están haciendo aquí? –pregunta.

-Estamos buscando restos de personas -le responde alguien.

“Uy aquí no van a encontrarlos, ya los tengo bien enterrados, bien escondidos”, dice riendo.

Después, en un tono más serio, procede a despedirse -No aquí no van a encontrar nada de eso, en estos lugares no pasan esas cosas -sostiene.

Para entonces, los peritos ya están en el sitio. –No es un hueso, solo es un pedazo de ostión- se escucha decir a una de ellas. A la 1:00 de la tarde, la primera jornada de búsqueda concluye.

EN EL AJUSCO, EL CRIMEN ORGANIZADO ES UN SECRETO A VOCES

Es el segundo día de la jornada, 24 de mayo. Ha pasado media hora desde que el camión partió, y apenas pasa por los primeros kilómetros de la carretera Picacho-Ajusco, que recorre cuesta arriba los barrios y colonias del área.

En uno de los asientos va Lorena, una buscadora solidaria que pidió ser nombrada así por cuestiones de seguridad. Ella ha vivido siempre en el Ajusco, pero desde el comienzo de la pandemia no había podido subir a la zona alta del cerro.

Va pegada a la ventana. Mira aterrada los negocios y casas que sobresalen de entre los árboles:

“Todos estos negocios son nuevos, hace cuatro años esto era parte de la reserva ecológica. Se están comiendo más el bosque”.

Lo anterior lo narra Lorena con preocupación:

“Antes había una caseta y hasta ahí llegaba la zona urbana. No era una caseta de cobro, sino una caseta de revisión de autos, que no fueran a subir a talar árboles y que no subieran cuerpos, porque ya sabemos que este es un lugar donde hay mucha muerte”, dice Lorena durante el trayecto.

Se refiere a las más de 3 mil hectáreas de áreas verdes que, de acuerdo a la organización Greenpeace México, han sido perdidas a manos de los talamontes ilegales desde 2007. Alude también a los cuerpos que año con año son encontrados tirados en los terrenos ejidales de la zona montañosa del Ajusco.

De acuerdo con la Comisión Nacional de Búsqueda, en la alcaldía de Tlalpan, donde está ubicado el Ajusco, hay al menos 248 personas desaparecidas y no localizadas. De las cuales, 103 personas están registradas sin una colonia específica de desaparición.

SEGUIR BUSCANDO

Hoy todos llegan más temprano, inclusive la Guardia Nacional y el Cuerpo de Bomberos. A las 9:00 de la mañana la gente ya está haciendo hoyos en el nuevo polígono. Las células avanzan, incluyendo a los elementos armados de la fiscalía, quienes más que cavar, solo miran.

Pasadas las once, a Ashanti le llama la atención una zanja de tres metros de diámetro situada muy cerca de la carretera que rodea uno de los ejidos. Al inspeccionar el terreno, se da cuenta de que la tierra está suelta, parece haber sido removida antes. Llama a José, uno de los hermanos de Pamela, para que él también revise el área. José se apoya en la varilla y la hunde en el suelo con aparente facilidad, después la retira y se acerca la punta a la nariz para olerla. Está buscando el olor fétido que indicaría la presencia de materia en descomposición bajo tierra. A pesar de que esta técnica ha sido útil en muchas ocasiones, esta vez no arroja señales de un posible enterramiento.

Este método, que ahora han adoptado también las autoridades, fue ideado por el buscador Mario Vergara, quien falleció apenas el pasado 19 de mayo. Sus últimos once años de vida los dedicó a la búsqueda de su hermano, Tomás Vergara Hernandez, quien fue secuestrado en julio de 2012 en Huitzuco de los Figueroa, Guerrero, mientras trabajaba como taxista.

Ya en el último polígono, las tres células de búsqueda se vuelven una sola. Esta área, a diferencia de las anteriores, no es tan brusca, aunque no está exenta de irregularidades rocosas. En un desnivel del terreno, dos hombres excavan el suelo frenéticamente hasta que la tierra oscura de la superficie da paso a una más clara, entonces, se detienen. Ahí no hay nada, esa tierra clara es señal de que nunca ha sido removida antes, si lo hubiera sido, estaría mezclada con la anterior. Pero no es el caso. El pequeño círculo que se había reunido con la esperanza de alguna evidencia humana regresa cabizbaja a sus respectivas líneas de trabajo.

Las buscadoras caminan los últimos metros de la zona con la esperanza de no regresar a casa de la misma manera en la que salieron esta mañana, con un familiar desaparecido. Un hombre de barba canosa decide adentrarse en el bosque para seguir buscando más adelante del límite establecido. -¡Don Jesús, no se vaya más para allá!- le gritan los de la Comisión de Búsqueda a Jesús Reyes, quien busca a su hijo Jesús Armando Reyes Escobar, desaparecido el 29 de noviembre de 2019 en la colonia Lindavista junto a sus compañeros de trabajo Leonel Baez Martínez y Ángel Gerardo Ramírez Chaufón. La incertidumbre de pensar que alguien pudiera estar enterrado a unos cuantos metros de donde estás cavando, dificulta la tarea de dar por descartada una zona de búsqueda.

El segundo día de búsqueda termina. A pesar de que fue más exhaustivo, tampoco hubo resultados positivos. No se logró el objetivo: encontrar a Pamela.

Todos están atentos a las palabras de las y los familiares buscadores. Se habla del dolor y la indignación, pero también de los logros.

“Esta comisión de desaparecidos la hicimos todos”, dice fuerte mamá de Pamela, y continúa: “La Comisión de búsqueda no la teníamos en la Ciudad de México, y tristemente, cuando Pame desaparece, al siguiente año tenemos que luchar por tener una comisión respectiva para que busquen a nuestras hijas e hijos”.

Las madres y padres gritan consignas con los nombres de cada hijo o hija desaparecida, -¡Pame, escucha, tu madre está en la lucha!

De repente, otra persona grita –¡Mariela, escucha, tu madre está en la lucha!-. Las caras cambian, como si de repente todos los presentes hubieran recordado de golpe que Herminia Valverde, la madre de Mariela, acababa de fallecer apenas tres días antes.

María del Carmen rompe el silencio y termina la consigna –¡Vuela alto, muy alto!- refiriéndose a su compañera buscadora. La hija de Herminia, Mariela Vanessa Díaz Valverde, desapareció el 27 de abril de 2018 cuando salía de su casa en la alcaldía Iztapalapa.

Oficialmente, Herminia murió de cáncer, pero para María ella murió por la impunidad de las autoridades.

“Si te fijas las autoridades le tiran más a que nos cansemos, nos enfermemos y que nos muramos, que a encontrarlas. O nos mata la delincuencia organizada, o nos siguen revictimizando las autoridades”, narra con coraje.

“Entonces no, no, no se los vamos a permitir. ¿Tú crees que yo voy a dejar de buscar a Pamela? Aunque sea en sillas ruedas he de venir aquí porque tengo que seguirla buscando. Porque ella merece regresar a esta familia”, añade.

María insiste en que, aunque esta búsqueda lleva el nombre de su hija, es para todos los desaparecidos en la zona.

-Yo les dije bien claro (a las autoridades) que si había familias de la comunidad o de otra comunidad, que las invitaran, porque al final se suman –detalla. Para ella es importante que, a pesar de no tener un resultado positivo, los siete meses de planeación de esta búsqueda se hayan aprovechado al máximo por su familia y por las de los demás desaparecidos.

-Yo salgo de esta búsqueda dolida y estresada- admite. –Para la gente es fácil decir “qué bueno que no hubo positivo”, pero para mí ¿qué es? una desilusión más.

A pesar de siempre mostrarse fuerte y energética, hay momentos en que el dolor se hace presente. –Yo la quiero, ya no la pido en vida, ya la pido como Dios me la quiera dar, como el universo me la quiera permitir. -afirma.

El dolor de la madre de Pamela también se acompaña de resiliencia.

“Pero vamos a darle, no nos vamos a cansar. Hoy hice otra comunidad, y esta comunidad es solidaria, y vamos a seguir caminando, ¿verdad que sí?”, concluye sonriendo.


Este texto es propiedad de ZonaDocs y lo reproducimos como parte de la Alianza de Medios de la Red de Periodistas de a Pie. Puedes leer el texto original y ver la galería y la cartografía completa en este enlace.

Continúa búsqueda de presunto feminicida en Ayahualtempa

Texto: Itzel Urieta

Fotografía: Cortesía 

1 de mayo del 2023

Chilpancingo

 

La Policía Comunitaria de la Coordinadora Regional de Autoridades Comunitarias (CRAC), de Ayahualtempa, reanudó el 28 de abril pasado las brigadas de búsqueda para localizar a Israel Morales Velázquez, presunto feminicida de Bonifacia Mendoza Ortiz.

El sistema comunitario ha recabado información de que Morales Velázquez está escondido en un municipio vecino a José Joaquín de Herrera, lugar al que pertenece Ayahualtempa. Los policías comunitarios hacen la búsqueda en los alrededores.

Por precaución y por no alertar al presunto feminicida, el comandante de la CRAC-PC, Antonino Toribio Gaspar, omitió el nombre del municipio donde saben está el presunto feminicida. Además, aclaró, no pueden entrar a él porque ya no es parte de su jurisdicción; dijo que necesitan el apoyo de autoridades federales para localizarlo.

Morales Velázquez habría asesinado a Bonifacia, porque no aceptó ser su novia.

El 18 de abril familiares de Bonifacia reportaron su desaparición a la Policía Comunitaria de la CRAC de Ayahualtempa, quienes dieron parte a la Fiscalía General del Estado (FGE), para que colaborara con su búsqueda.

La versión reportada por el comandante comunitario de la CRAC es que la tarde de ese 18, Bonifacia fue a un punto cercano a la laguna del pueblo para reunirse con Israel; éste le insistió a tener una relación sentimental con él. “Pero como ella le dijo que no, la asesinó a puñaladas”, contó el líder comunitario.

A más de 15 días del feminicidio es desconocido el paradero de Morales Velázquez.

La CRAC sigue en la organización de brigadas de búsqueda, a las que se han sumado pobladores de Ayahualtempa, quienes reprueban este acto.

“Sí se han organizado más búsquedas pero aún no hay nada. Sigue desaparecido el sospechoso”, mencionó Toribio Gaspar.

De acuerdo con Toribio Gaspar la búsqueda no se detendrá y continuará hasta que localicen a Morales Velázquez.

Agregó que la FGE se comprometió a apoyarlos con la búsqueda del feminicida.

“Se sigue interrogando a algunas personas de su familia todavía”.

El 19 de abril, un día después de su desaparición, hallaron el cadáver de Bonifacia a un lado de la laguna de Ayahualtempa.

Primero sospecharon de Misael, el novio de Bonifacia. Toribio Gaspar reportó incluso que Misael fue detenido por la FGE, pero después de varias pruebas periciales se dictaminó que él no era el responsable del feminicidio.

Misael dijo a las autoridades, de acuerdo con el líder comunitario, que Bonifacia le comentó que un hombre llamado Israel Morales Velázquez la pretendía.

Israel huyó después de la detención de Misael y eso levantó más sospechas en su contra. “Él (Israel) la pretendía y le pedía que fuera su novia, pero ella no quería. Lamentablemente cuando Misael dijo eso, el feminicida ya había huido”, contó.

La hipótesis de la CRAC es que Israel fue el responsable del feminicidio de Bonifacia y en caso de comprobarlo decidirán en asamblea si lo entregan a la FGE o juzgan en su sistema comunitario.

 

Rancho Cali: el regreso de una madre en busca de su hija al infierno de Los Zetas en Veracruz

Araceli Salcedo está por cumplir 11 años de buscar a Fernanda Rubí, su hija, a quien Los Zetas desaparecieron en 2012. Hoy, sigue una pista de su posible paradero en un rancho que el grupo delictivo controlaba en Río Blanco, Veracruz.


Texto: Manu Ureste / Animal Político

Fotografía: Manu Ureste 

21 de marzo del 2023

 

Es un caserón grande. Cuatro habitaciones en la planta baja, otras cuatro en la de arriba y un amplio comedor donde antes había puertas y ventanas por las que ahora corre el viento. Los techos son altos, con tragaluces por los que se cuela una luz extraña, rojiza. Un patio interior con forma de cuadrado da acceso a la cocina donde solo quedan los restos de unos platos. Y en el baño, donde yacen desperdigados los restos de azulejos hechos pedazos, manchas que parecen impactos de bala se extienden por las paredes carcomidas por el moho.

Afuera, en el suelo de las amplias terrazas cubiertas por un domo, emerge el bracito sucio de un bebé de entre la hojarasca y la basura. Es un brazo de plástico, de juguete. Tal vez una broma sádica, el macabro preámbulo antes de llegar al sendero que da acceso a la parte de atrás del caserón. Ahí, entre una maraña de sofás abandonados, palmeras y vegetación que brota salvaje, se abren a plena vista dos fosas clandestinas: dos rectángulos profundos y estrechos del tamaño de un ataúd que alguien trató de cubrir torpemente con la rama de una palmera.

De vuelta al interior de la casa, nada más cruzar el hueco donde estaba la puerta principal, se observa a la derecha una habitación oscura sin ventanas. Cuando las autoridades ‘reventaron’ el caserón en 2017, los sicarios de Los Zetas dejaron sobre una mesa de madera machetes, hachas, sierras, cuchillos, vendas, cuerdas y las tablas de castigo con las que torturaban, asesinaban, descuartizaban y desaparecían a la gente. Y en la otra habitación contigua, otro cuarto oscuro en el que ahora solo quedan hojas muertas regadas por el suelo y los restos de los conectores que fueron extirpados de las paredes, estaban las cadenas y los ganchos de carnicería con los que colgaban a las víctimas del techo.

—Esa casa es lo más parecido que he visto en la vida real a la película La masacre de Texas.

Araceli Salcedo, de 50 años, morena, menuda y de pelo recogido en una cola, suelta la frase lapidaria y se ajusta incómoda el pesado chaleco blanco antibalas que viste junto a un pantalón tejano y unas botas. Es la mamá de Fernanda Rubí Salcedo Jiménez, una joven de 21 años de ojos café claro, tez morena y 1.60 de estatura, que fue víctima de desaparición en 2012 a manos de Los Zetas en Orizaba, Veracruz. Desde entonces, la mujer se ha convertido en una férrea activista, fundadora del Colectivo Familia Desaparecidos Orizaba-Córdoba y en una implacable madre buscadora: lo mismo le reclama de frente al exgobernador Javier Duarte por la inoperancia de su fiscalía —que criminalizó a Rubí asegurando que los delincuentes se la llevaron “por bonita”—, que lo mismo alza la voz por las atrocidades del narco. Por eso el chaleco.

La chihuahuense —aunque afincada en Orizaba desde la infancia— ya estuvo hace cinco años en este caserón localizado en un punto remoto del municipio de Río Blanco, al cual se llegó por las declaraciones de la pareja sentimental de un integrante de Los Zetas.

En aquel entonces, luego de que los sicarios huyeron por los cerros, en el inmueble llamado “Rancho Cali” encontraron varias fosas con ocho cuerpos, todos desmembrados y decapitados. Pero el horror no terminó ahí. Pese al cateo de las autoridades, los delincuentes siguieron utilizando el rancho como un narcocementerio: a unos metros de la casa, por donde se extiende un vasto campo de unas 10 hectáreas donde antes pastaban caballos y pavorreales, decenas de banderitas rojas y amarillas clavadas en el suelo dibujan el contorno de lo que podrían ser nuevas fosas. Y en las inmediaciones del caserón, frente a la fachada de ladrillo, se encuentran las otras dos fosas que alguien trató de ocultar con una rama de palmera y que las autoridades deberán analizar para determinar si son positivas.

En los más de 10 años que lleva su hija desaparecida, Araceli ya ha visto de todo. No es alguien que se espante fácilmente. En septiembre del año pasado, estuvo haciendo búsquedas con el colectivo en otra “casa de los martirios” a no muchos kilómetros de este rancho de Los Zetas. Ahí, en un caserón igual de tétrico, donde había una habitación oscura en la que el Cártel Jalisco Nueva Generación —el grupo que ahora domina la entidad tras la casi desaparición de Los Zetas— mantenía cautivas a sus víctimas para luego asesinarlas, desmembrarlas y desaparecerlas en fosas, encontraron los cadáveres quirúrgicamente desmembrados y cubiertos en cal viva de 15 personas. Y en agosto de 2021, luego de un año de búsqueda, hallaron 53 fosas en otro narcocementerio en la comunidad de Campo Grande, a escasos kilómetros de Orizaba. Mientras, en Los Arenales, también en Río Blanco, se recuperaron 23 cuerpos más.

Araceli tiene miedo, confiesa al fin sin dejar de mirar la casa en ruinas de la que, a lo lejos, sale el inquietante ruido de la motosierra con la que un trabajador municipal corta ramas y maleza para facilitar el trabajo de búsqueda.

Tiene pánico de que su hija aparezca en una fosa, de encontrarla en el infierno que Los Zetas dejaron en el “Racho Cali”.

 

*** 

 

Son las 10:00 de la mañana del lunes 6 de marzo. El sol aún está lejos de alcanzar el cenit, pero ya quema la piel. La veintena de madres del colectivo que participa en esta búsqueda, junto con otros ocho hombres, comienza a distribuirse por el predio.

“Porque la lucha por un hijo no termina y una madre nunca olvida”, gritan el lema con el que siempre inician, y de inmediato todos comienzan su trabajo: los soldados y policías se distribuyen por los alrededores del rancho para proteger el perímetro; la fiscal de búsqueda, el equipo forense y los integrantes de la Comisión Estatal de Búsqueda pasan un aparato por los puntos donde hay indicios de tumbas; las madres rascan la tierra con rastrillos, palas, azadones y machetes para segar la maleza.

Araceli se queda un poco atrás del grupo, a unos discretos metros de distancia, aunque siempre está escoltada por la mirada de policías federales ministeriales que portan rifles de asalto.

—Veo este rancho, esa casa abandonada, estas caballerizas, y no puedo evitar que mi mente se eche a volar.

La mujer, aún brazos en jarra, observa ahora a los dos peritos que excavan la tierra arcillosa.

—Me pregunto… ¿habrán metido por aquí a mi hija? —alza el brazo derecho para señalar con la mano la puerta herrumbrosa del rancho—. ¿La lastimaron? ¿Estuvo en esa casa horrible? ¿Había alguien más con ella? ¿En qué cuarto la tuvieron esos cabrones? ¿¡¡Qué le hicieron!!?

El rostro de Araceli, habitualmente relajado y sonriente, se contrae por el dolor que le generan las imágenes que proyecta en su mente.

Aquí mismo, dice ahora apuntando hacia el suelo que pisa, era donde ‘el Picoreta’ —que fue detenido y encarcelado a finales de 2015—, ‘el Duende’ y ‘el Muerto’, líderes e integrantes zetas de aquel entonces, tenían su base y hacían reuniones y fiestas. Y donde los sicarios les traían a las jóvenes que secuestraban. Además, se sospecha que era el lugar donde los gatilleros ‘cocinaban’ a las víctimas para que fuera más fácil desaparecerlas en hoyos y no en tumbas, una hipótesis que las autoridades ministeriales no descartan, aunque a una semana de que iniciaran los trabajos no habían encontrado indicios concluyentes que la confirmen.

—A veces, a pesar de que haya pasado el tiempo, me doy cuenta de que no estoy preparada para encontrar lo que no quiero encontrar, lo que ninguna madre quisiera encontrar jamás. Porque… sí, una cosa es hacer un trabajo. Buscar. Ayudar a los demás. Que te echen bendiciones cuando regresas una persona desaparecida a su familia. Pero otra muy distinta es estar aquí parada. Estar de este lado de la historia.

Araceli traga saliva. Deja correr un silencio. Sus ojos están al borde del colapso, pero no llora. No quiere hacerlo, no puede. Tiene que mantenerse serena y firme, se repite testaruda.

—Es algo que no puedo explicar, un sentimiento muy cabrón —recobra el aire—. Llevo días con el estómago revuelto. Con dolor en el pecho. Días que llego a casa y me tumbo en la cama como una pesadez muy rara.

Acto seguido, con los ojos negros clavados otra vez en el caserón, Araceli musita que cuando volvió a entrar a las habitaciones del rancho no pudo evitar que en su mente retumbara una y otra vez “la voz fea” del “hombre alto, gordo, feo y malo” que contestó el celular de Fernanda Rubí al mediodía del sábado 8 de septiembre de 2012, pocas horas después de que la noche previa Los Zetas se la llevaran cuando salía de una discoteca de Orizaba, el bar Bull Dog.

—Durante toda la noche le estuve marcando al celular, pero nadie contestaba. Hasta que al día siguiente me respondió ese cabrón.

La mujer toma una bocanada de aire.

—Le grité: “¿¡Por qué tienes el teléfono de mi Rubí, hijo de la chingada!? ¡Pásame ahora mismo a mi hija! ¡Pásamela!” —las gruesas venas del cuello se le marcan recordando la escena.

Pero del otro lado de la llamada, el tipo de voz fea, al que la mujer ya le ha puesto rostro a base de imaginarlo tantas veces en estos 10 años, no le comunicó con su hija.

—El maldito solo me contestó: “Yo no tengo a ninguna Rubí, perra”.

Y luego colgó.

 

***

 

En la zona de las caballerizas, los dos peritos forenses llevan un metro y medio de tierra excavada. Por el momento, no se atisba ningún resto humano. Aunque tampoco es extraño. El colectivo ha llegado a encontrar cuerpos a más de dos metros de profundidad. Por eso, y porque previamente agentes caninos hicieron “un comportamiento” señalando una “anomalía”, los peritos continúan trabajando.

Roxie, una joven de pelo recogido y lentes que se mueve por todo el predio con una libretita en la mano para tomar nota de todo el trabajo y de los hallazgos de los peritos y del equipo de la policía ministerial de búsqueda, explica que tan solo en un primer cuadrante han identificado 19 anomalías, de las cuales 16 han resultado de “interés”. Esto, luego de que el equipo forense pasara un aparato, una especie de sonar que lleva dentro de una maleta negra que arrastra por el suelo, y detectara remociones sospechosas de tierra.

—Se me hace muy raro que el agente canino haya podido oler algo —le comenta Araceli a Roxie, que es integrante del colectivo—. Porque este es un rancho que se utilizó años atrás y los cuerpos ya no tienen olor, son esqueletos. Además, aquí llueve mucho, y el agua se filtra y lava la tierra, y cuando se seca se hace de nuevo muy compacta.

Que las fosas y los cadáveres tengan años de antigüedad complica las cosas. Aunque tampoco es imposible encontrar cuerpos en esas circunstancias, matiza Araceli. Así les pasó en Los Arenales, otro narcocementerio. En ese lugar, el equipo forense hizo un pozo de sondeo sin resultado alguno. “Metieron las varillas y no aparecía nada”. Sin embargo, a la mañana siguiente se encontraron con una sorpresa.

—Mero arribita del hoyito de sondeo encontramos una vértebra humana. No sabemos cómo llegó ahí, pero nos hizo excavar mucho, como dos metros 25, que es muy profundo. Excavamos, excavamos y, en efecto, al fondo estaba el esqueleto. Lo más maravilloso es que la vértebra coincidía con el ADN del cuerpo. ¿Cómo salió a flote? No tenemos ni idea. Pero sí fue lo que nos dio el indicio para buscar. Como que ese cuerpo quería ser encontrado. Nos decía: “No me dejen, aquí estoy. Quiero tener paz”.

Tras contar la anécdota, Araceli sonríe cansada. En su rostro fatigado hay una mezcla de satisfacción y de frustración acumulada. No en vano va para 11 años sin respuesta del paradero de su hija, de no saber qué fue lo que le pasó a “la huerca”, como la llaman con cariño sus tres hermanos cuando sentados a la mesa recuerdan las comidas que le gustaban a Fernanda Rubí.

Araceli se encuentra ahora en esa terrible encrucijada por la que atraviesan tantas madres y padres que buscan a sus seres queridos en México, especialmente quienes ya llevan muchos años rastreando respuestas en lugares como el “Rancho Cali”: por un lado, no quieren ni imaginar que su hija, hijo, esposo, hermanos puedan estar enterrados en una “casa del terror” como esta; por otro, la angustia de no saber qué les pasó les va carcomiendo el ánimo y la salud. Y, al mismo tiempo, esa falta de certeza es la que deja abierta una pequeña rendija para la ilusión, y lo que desata un círculo vicioso de dolor y esperanza

Esta mañana, antes de llegar al rancho, Araceli dice que tomó entre sus manos el llaverito rosa de la Virgen de Guadalupe que su hija siempre cargaba en la bolsa.

—Lo agarré y le dije: “Rubí, dame una luz. Si estás aquí, ya déjame encontrarte. Ya quiero tener paz. Voy a hacer 11 años sin ti…”.

En este punto, a la mujer se le resquebraja de nuevo la voz.

—A veces, le digo a Diosito: “Tú sabes cómo te he ayudado. Tú me has iluminado para que ayude a mucha gente que lo necesita. Siempre te estaré agradecida por eso. Pero ahora solo te pido que me ilumines a mí para encontrar a mi hija —ruega—. No voy a abandonar a estas madres, pero dame un poco de luz. Un poco de paz”.

Araceli se quita los viejos guantes de gimnasio que utiliza para remover piedras del suelo donde los peritos forenses pasaran el sonar y se restriega los ojos para evitar que las lágrimas broten delante de sus tres hijos que la acompañan esta mañana en la búsqueda.

—¿Presientes que Rubí puede estar en este rancho? —le pregunta el periodista.

Araceli esboza un largo “Ahhhh” mientras trata, en vano, de contener las lágrimas que se le escapan entre los dedos.

Acto seguido, respira profundo y se toma unos cincos segundos.

—Pues al menos lo tengo que descartar —contesta tratando de esbozar una sonrisa—. Porque ni yo ni mis hijos podremos tener paz hasta encontrarla.

Vista de la fachada del caserón que Los Zetas utilizaban como cementerio clandestino. Foto: Manu Ureste / Animal Político.

Este texto es propiedad de Animal Político y lo reproducimos con su autorización. Puedes leer el original en este enlace.

 

“La búsqueda es lo único que me da fuerza”: Eloisa entró a los prostíbulos del narco para hallar a su hijo

Hace ocho años, Eloisa Campos Castillo inició la búsqueda de su hijo Randy Jesús, desaparecido en Veracruz. En este tiempo, dice, ha aprendido que buscar a una persona es también buscar a las demás cuyo paradero se desconoce.


Texto y fotografía: Manu Ureste / Animal Político 

17 de marzo del 2023

 

A los 52 años, Eloisa Campos Castillo volvió a enfundarse una falda ceñida y corta, se calzó unos tacones altos, se maquilló con rubor las mejillas y se metió muerta de miedo a un prostíbulo donde, sospechaba, el narco tenía secuestrado a su hijo.

Era agosto de 2014. El hijo de Eloisa, Randy Jesús Mendoza Campos, de 22 años, había desaparecido luego de asistir a su trabajo en una óptica de Orizaba, una ciudad de 120 mil habitantes en la zona centro de Veracruz.

Días antes de meterse al prostíbulo, la mujer recibió una misteriosa llamada en su celular.

—Usted no me conoce, pero tengo información sobre su hijo —le soltó una voz femenina sin mayor presentación—. Pero tiene que hacer lo que le digo: un hombre tiene que llamar a este número y decir que quiere mis servicios.

—¿Cómo dice? —respondió desconcertada Eloisa—. Pero oiga…

—Usted haga lo que le digo —la cortó en seco la mujer—. Que un hombre llame y pregunte por mis servicios.

Y colgó.

Ocho años después, Eloisa, ahora de 60 años, se encuentra en un punto remoto del municipio de Río Blanco, cerca de Orizaba. Está parada a unos pocos metros de peritos forenses que excavan la tierra para tratar de confirmar la existencia de una fosa clandestina en las caballerizas abandonadas del “Rancho Cali”, un predio de 10 hectáreas que hace cinco años utilizaban Los Zetas como narcocementerio.

En este mismo lugar, el Colectivo Familias Desaparecidos Córdoba-Orizaba ya encontró en 2017 ocho cuerpos en tumbas clandestinas. Y ahora, cinco años después, las madres del Colectivo —tras completar su ritual gritando al unísono “Porque la lucha por un hijo no termina y una madre nunca olvida”— buscan nuevas evidencias de tumbas clandestinas, en coordinación con las autoridades de la policía ministerial de búsqueda, servicios periciales e integrantes de la Comisión Estatal de Búsqueda.

Amparada bajo la sombra de unas espigadas palmeras, a un costado de un campo de cultivo donde dos campesinos tocados con sombreros labran la tierra sudorosos y ajenos al horror que tienen a tan solo unos metros de sus pies, Eloisa continúa narrando que aquel día que recibió la llamada misteriosa fue a la casa de su hermano a pedirle ayuda.

Ambos marcaron de nuevo al número telefónico y esta vez contestó una voz de hombre.

Como instruyó la mujer, el hermano de Eloisa preguntó por ella. El precio del servicio, le informó una voz contundente, era mil 200 pesos nada más por dejarla salir a domicilio. El hermano de Eloisa aceptó y se la enviaron.

“Ella llegó con mucho miedo; decía que había metida gente muy peligrosa, narcos. Pero accedió a contarme que la dueña de la casa de citas donde trabajaba andaba con un hombre al que apodaban ‘el Conta’, y que vio cómo este fulano llegó un día a la casa y aventó una foto de mi hijo en una mesa y dijo: ‘Ay, si supieran dónde tengo metido a este chamaco’. Y luego se empezó a reír”.

En los días siguientes, Eloisa salió tres veces con la mujer a dar recorridos por prostíbulos en localidades aledañas a Orizaba, hasta que le señaló uno que estaba en Cuautlapan, un pequeño pueblo de unos 8 mil habitantes próximo al municipio de Ixtaczoquitlán. Ahí, en la parte de atrás del local, la mujer le señaló que había una casa de seguridad de Los Zetas.

Poco después, la misteriosa mujer desapareció y no volvió a comunicarse.

Eloisa recurrió entonces a su cuñada. Ambas fueron a las inmediaciones del bar-prostíbulo, donde atestiguaron un movimiento extraño de coches Tsuru de color blanco y sin placas, que entraban y salían del local.

Aguantando los nervios y el miedo, Eloisa observó de cerca uno de los coches.

“Vi que en la parte de atrás traía harta ropa. Y yo hasta saqué los ojos cuando vi eso, porque pensé: ‘¿Y si esa ropa es de todos los muchachos y mujeres que se llevan secuestrados?’”.

La veracruzana fue al día siguiente corriendo al Ministerio Público, con la esperanza de que el fiscal a cargo ordenara un cateo de la casa de seguridad.

“Pero no hizo nada. Nunca hizo nada. No buscó a mi hijo”.

Para terminar de complicar las cosas, su cuñada le dijo que lo sentía mucho, pero que tenía pánico de meterse en broncas con el narco. Máxime en un estado como Veracruz, donde tan solo en los últimos cinco años se contabilizan, según datos oficiales, hasta 6 mil 180 asesinatos —un promedio de mil 200 al año—, y peor aún, en aquel Veracruz que en 2014 aún estaba bajo dominio de Los Zetas, uno de los grupos delictivos más sanguinarios de México que desató un ‘reinado’ de terror en la entidad con cobros de piso al por mayor, tráfico de migrantes, asesinatos, desapariciones y fosas clandestinas. Un ‘reinado’ que ahora ocupa otro grupo delictivo de siglas diferentes: el Cártel Jalisco Nueva Generación.

“Estaba desesperada. El tiempo pasaba, mi hijo no aparecía y no sabía a quién más acudir, ni qué hacer”, recuerda Eloisa.

Así estuvo, hasta que, frente a un espejo, tomó una decisión desesperada.

“Me puse una falda un poco corta, me calcé unos zapatos, me pinté de más y me metí al bar, que era una cantina de mala muerte”, narra la mujer, que vuelve a tirar de memoria para describir la escena:

—¿Qué se le ofrece? —le preguntó una mujer de mediana edad, “muy mal encarada”, que estaba detrás de la barra de la cantina.

—Necesito trabajo.

—Váyase, aquí no tenemos trabajo. Solo contratamos a mujeres jóvenes, señora.

—PUEDO TRABAJAR HACIENDO LA LIMPIEZA.

Las mayúsculas son porque, en este punto de la plática, Eloisa dice que elevó el tono de voz a propósito. Pensaba que, si Randy Jesús estaba en alguna habitación de la casa de seguridad, él podría escucharla si gritaba.

Ante lo raro de la escena de Eloisa gritando cuando tenía a la mesera frente a ella, la mujer de detrás de la barra comenzó a ponerse nerviosa al ver que los comensales se intercambiaban miradas de extrañeza.

—Señora, le he dicho que se vaya de aquí —le advirtió, amenazante.

—Está bien. ¿ME PUEDE SERVIR ENTONCES UNA CERVEZA, POR FAVOR? —gritó de nuevo Eloisa, que trataba de ganar tiempo dentro del local.

—No, no puedo. ¡Lárguese!

Debajo de la sombra de las palmeras al interior del “Narcorrancho Cali”, a unos pocos metros de otra maraña de árboles y arbustos que crecen salvajes y que esconden el viejo caserón abandonado donde Los Zetas torturaban y desmembraban a sus víctimas, la mujer hace una pausa y se quita la gorra con la que se guarda del fuerte sol del mediodía.

A lo lejos, se alcanza a escuchar el ruido de las piedras y de los bloques de concreto que sus compañeras del colectivo quitan del suelo rocoso de las caballerizas en ruinas y las avientan a un costado para que, luego, el equipo de forenses pase por la zona con un aparato que arrastran por el suelo para detectar posibles anomalías y remociones de tierra que pudieran indicar la existencia de fosas clandestinas.

“El amor a mi hijo fue lo que me llevó a no pensar en las posibles consecuencias”, se arranca de nuevo Eloisa, que se vuelve a ajustar la gorra sobre la cabeza, para luego atusarse la blusa de rayas azul marino que viste con unos pantalones de mezclilla y unas botas estilo militar.

“Yo, en ese momento, me decía tontamente: si hablo fuerte, mi hijo me va a escuchar y él va a gritar: ‘¡Mamá, aquí estoy! ¡Ayúdame, por favor! ¡Ayúdame!’”, dice Eloisa, por cuyas mejillas comienza a resbalar un caudal de lágrimas.

“Claro… ahora lo pienso y digo… híjole, fue la desesperación lo que me llevó a hacer algo tan arriesgado. Porque, imagínate, ¿qué hubiera pasado si mi hijo hubiera estado ahí? —se pregunta—. Ni modo que él me gritara, y entonces yo entrara a la fuerza y me lo llevara de la mano en un antro lleno de narcos, ¿verdad?”.

La mujer traga saliva y clava la mirada en el suelo.

El viento, que corre ahora feroz a su alrededor, agita las bandas de plástico que piden “no pasar” y las decenas de banderitas rojas que, clavadas por los peritos en el suelo arcilloso, dibujan la silueta de una posible fosa clandestina.

A continuación, Eloisa esboza una sonrisa cansada.

Con una mueca de tristeza en el rostro, se limpia las lágrimas y se queda en silencio.

“Sentada en la iglesia no voy a encontrar a mi hijo”

Después de que la corrieron de mala forma, Eloisa estuvo varios meses yendo a las inmediaciones de la cantina, “disfrazada” con una gorra y unos lentes de ver que, en realidad, no tenían graduación. En un puesto de memelas cercano al prostíbulo, permanecía horas bajo el sol y las lluvias de la tarde junto a la dueña del changarro callejero a la que le pedía un café tras otro sin dejar de observar los movimientos del local.

Finalmente, al no conseguir pistas de su hijo, la mujer se percató de que era tiempo de cambiar de estrategia; de dejar atrás los disfraces. Y el 14 de agosto de 2015, siete meses después de la desaparición de Randy, decidió asistir a una marcha convocada por el Colectivo Familias Desaparecidos Córdoba-Orizaba. Ahí fue cuando conoció a la señora Araceli Salcedo, férrea activista que lidera el colectivo y madre de Fernanda Rubí, una joven a la que Los Zetas desaparecieron tras salir de una discoteca en Orizaba hace 10 años.

“Araceli me preguntó por mi caso y yo rompí a llorar. Ella solo me abrazó y me dijo: ‘Tranquila, no estás sola’. Así empezó mi unión con el colectivo hasta el día de hoy”, explica la veracruzana, que agrega que, por aquel entonces, el fiscal a cargo del caso de su hijo seguía sin investigar ni dar resultados. “No hicieron nada hasta que lo cambiaron y me pusieron a la fiscal Rosalba, que de inmediato comenzó a hacer todo lo que el otro no había hecho, como pedir la sábana de llamadas del celular de mi hijo”.

Ahora, Eloisa es de las veteranas del colectivo, que agrupa a más de 350 familias de toda la zona centro de Veracruz, entidad donde, según cifras oficiales, en los últimos cinco años se interpusieron 3 mil 651 denuncias por desaparición de jóvenes de cero hasta 29 años —el 55% de estas fueron por desaparición de niños, niñas y adolescentes menores de edad— , de las cuales hasta mil 460 siguen vigentes a la fecha, mientras que en 105 casos los jóvenes ya fueron localizados muertos.

La mujer, como muchas otras del grupo de buscadoras, tuvo que dejar aparcado su trabajo en una tienda naturista y dedicarse al 100% a la búsqueda de Randy Jesús, algo que todavía, dice, hay mucha gente en la sociedad que no lo entiende.

“Hace poco una señora llegó y me dijo: ‘Ay, manita, ¿pero cómo? ¿Todavía andas en eso? Ya mejor déjalo, mujer. Ve a la iglesia, ponlo en manos de Dios y sigue con tu vida’”.

Eloisa niega con la cabeza, observando de reojo a sus compañeras que no dejan de rastrear la tierra en las caballerizas abandonadas.

“Y yo siempre les respondo lo mismo: que tendrían que estar en mis zapatos para entenderme, para entendernos. Y sí, creo en Dios firmemente. Pero sé que por ir a sentarme a la iglesia y rezar, mi hijo no va a aparecer así porque sí. Tengo que seguir buscando”.

De hecho, la veracruzana asegura que en estos años en el colectivo ha aprendido que la búsqueda de un hijo o de una hija es también la búsqueda por los demás.

Y eso la reconforta y le da algo de paz.

“Ya son muchos años en los que hemos ayudado a muchas familias”, dice orgullosa Eloisa, que explica que, a pesar de que existe entre las madres buscadoras un gran temor a encontrar a sus seres queridos en lugares como el “Narcorrancho Cali”, el salir juntas a buscar respuestas es lo que las mantiene de pie en mitad de tanta barbarie.

“Este no es un lugar donde quisiera encontrar a mi hijo, claro. Porque veo esa casa donde torturaban a la gente y ruego que el que aparezca bajo tierra no sea él. Pero, al mismo tiempo, cuando no hay búsquedas yo siento que me consumo metida en casa. Porque esto que hacemos, las búsquedas, la búsqueda de mi hijo, es lo único que me da fuerza para seguir viviendo”, concluye Eloisa.

 

Retazos de ropa, zapatos y bolsas negras, los resultados de las búsquedas en Tlapa

La búsqueda se realizó en el punto conocido como Tres Postes, a un costado de la carretera Tlapa-Metlatonoc, lugar donde el 20 de noviembre del 2021 hallaron el cadáver del activista Arnulfo Cerón Soriano, desaparecido 40 días antes.


Texto: José Miguel Sánchez
Fotografía: Centro de Derechos Humanos de la Montaña Tlachinollan 
15 de julio de 2022
Chilpancingo

 

El Centro de Derechos Humanos de la Montaña Tlachinollan informó que no se halló ningún cadáver durante la jornada de búsqueda en la ciudad de Tlapa.

La jornada comenzó desde el pasado 11 y culminó hoy 15 de julio.

Lo que si hallaron los y las familiares de personas desaparecidas, organizadas en el Colectivo Luciérnaga, fueron retazos de ropa, zapatos, huaraches y bolsas negras carcomidas por la tierra. Ninguno de esos indicios pertenecía a sus familiares.

La búsqueda se realizó en el punto conocido como Tres Postes, a un costado de la carretera Tlapa-Metlatonoc, lugar donde el 20 de noviembre del 2021 hallaron el cadáver del activista Arnulfo Cerón Soriano, desaparecido 40 días antes.

De acuerdo con un comunicado emitido por Tlachinollan, durante los cinco días de búsqueda se utilizaron retroexcavadoras para escarbar seis metros bajo tierra con la esperanza de hallar algún cadáver o algún indicio de desaparecidos.

El cadáver de Arnulfo Cerón fue hallado enterrado a tres metros bajo tierra, el objetivo del Colectivo Luciérnaga era escarbar a seis metros para hallar más cadáveres, tenían la esperanza de que fueran de alguno de sus familiares desaparecidos, pero no se halló nada.

La búsqueda

Los resultados de la búsqueda generaron sentimientos divergentes de parte de las familias; por un lado, les duele no hallar los cadáveres de sus familiares para despedirse; por otra parte, mantienen la esperanza de que puedan ser hallados con vida.

El Colectivo Luciérnaga está conformado por familiares de 30 personas desaparecidas de la región Montaña, que se organizaron después de la desaparición y de Arnulfo Cerón.

El motivo de realizar la búsqueda en el punto conocido como Tres Postes es porque presuntos integrantes del crimen organizado, que opera en la zona señalaron que en ese lugar sepultaron a más personas.

«Estos días fueron de esperanzas, pero más de dolor y de incertidumbre para las familias, en su mayoría mujeres. Cuando escarbaban sus corazones se agitaban cada vez que la pesada máquina rascaba la tierra», se lee en el comunicado de Tlachinollan.

Durante las búsquedas las familias del Colectivo Luciérnaga se tomaron de las manos y en una cadena humana rodearon la retroexcavadora, «pidiendo a la tierra que les diera permiso y a Dios para que les permitiera encontrar a las personas desaparecidas».

Hoy fue el último día de la jornada, y el Colectivo Luciérnaga exigió a las autoridades brindar información y agilizar las investigaciones para dar con las y los desaparecidos de toda la región Montaña.

Durante la jornada de búsqueda, el Colectivo Luciérnaga estuvo acompañado de Tlachinollan, de la Comisión Nacional de Búsqueda, la Fiscalía General del Estado (FGE), la Guardia Nacional y el Ejército.


Amplían un día más de búsqueda para localizar cadáveres en Tlapa

 

Texto: Jesús Guerrero
Fotografía: Centro de Derechos Humanos de la Montaña Tlachinollan
Chilpancingo

La Comisión Nacional de Búsqueda, Guardia Nacional, Fiscalía General del Estado (FGE) y Ejército ampliaron un día más la búsqueda de al menos dos cadáveres en fosas clandestinas en las afueras de Tlapa, informó el Centro de Derechos Humanos de la Montaña Tlachinollan.

«Ya llevan cuatro días de búsqueda y hasta el momento no han localizado cadáveres», señaló el director ejecutivo de este organismo, Abel Barrera Hernández.

Los trabajos que iniciaron el 11 de julio se realizan en el punto conocido como Tres Postes, a la orilla de la carretera Tlapa-Metlatónoc.

En este sitio fue hallado en una fosa clandestina el cadáver del activista y defensor del medio ambiente Arnulfo Cerón Soriano, el 20 de noviembre del 2019, 40 días antes de que hombres armados lo privaron de su libertad en una de las calles de Tlapa.

Varios de los detenidos por el secuestro y asesinato de Cerón Soriano y que pertenecían al grupo criminal de Los Rojos, confesaron que en ese sitio habían sepultado más víctimas.

Fue por ello que un juez ordenó esta diligencia de búsqueda de más cadáveres.

Integrantes del Colectivo Luciérnagas solicitó la búsqueda de más cadáveres en este lugar.
Familiares de desaparecidos están al pendiente de estos trabajos en espera de resultados.

Barrera Hernández afirmó que para agilizar los trabajos se rentó una excavadora más.

La búsqueda concluirá este viernes 15 de julio.

Buscan a Vicente Suástegui en pueblos que tiene bajo control el crimen organizado

Texto: Amílcar Juarez 

Fotografía: Tlachinollan

13 de mayo de 2022

 

Casas baleadas, sin habitantes y con la presunción de fosas clandestinas, fue lo que encontraron a su paso los integrantes de la Comisión Estatal de Búsqueda, Guardia Nacional y Ejército Mexicano en dos comunidades rurales del municipio de Acapulco en donde se buscó al defensor del agua y del territorio Vicente Suástegui Muñoz quien desde el 5 de agosto del 2021 está desaparecido.

Después de dos días de búsqueda por las localidades rurales de Menaditos o “Agua de Perro” y Soyamiche, el Vocero del Consejo de Ejidos y Comunidades Opositoras a la presa la Parota (CECOP) Marco Antonio Suástegui, hermano de Vicente, dijo que concluyeron una jornada más con tristeza porque no han hallado nada.

“Estamos preocupados porque podemos encontrar a Vicente sin vida pero si eso sucede así lo vamos a informar”, expresó Marco Antonio.

Esta fue la sexta jornada de los trabajos de búsqueda en la que también ha participado Marco Antonio Suástegui, hermano de Vicente.

Marco Antonio Suástegui, señaló que en las comunidades de “Agua de Perro” y Soyamiche se han convertido en pueblos fantasmas porque, según él, han sido devastados por integrantes de un grupo delictivo y de la Unión de Pueblos y Organizaciones del Estado de Guerrero (UPOEG).

En entrevista, el Vocero del CECOP, Marco Antonio Suástegui, señala que habitantes de estas comunidades le han dicho que hay fosas clandestinas.

Dice que en esta zona existe una gavilla que desde hace 50 años se ha dedicado a explotar el río Papagayo ahora con la anuencia de la dirigencia de la UPOEG.

Marco Antonio Suástegui quien estuvo los dos días en la búsqueda de su hermano, señala que la gente de esta zona le ha contado que ese grupo delictivo que se ha dedicado a saquear el material pétreo ha utilizado una gravillera para realizar una gigantesca fosa donde los delincuentes entierran a sus víctimas.


En entrevista, Suástegui Muñoz, dijo que en su recorrido que realizaron por la comunidad de Menaditos o “Agua de Perro”, se observó que las fachadas de muchas viviendas están destruidas porque fueron atacadas a balazos.

Dice que la gente le contó que un grupo de delincuentes entra y sale por estas comunidades.
En la sexta jornada de búsqueda de su hermano Vicente, Marco Antonio, dice que nuevamente no pudieron encontra a su hermano.

“Nuevamente nos vamos con las manos vacías”. No aparece Vicente, no regresa Vicente y eso es sumamente grave porque ya después de tantos meses no hayamos podido encontrar algún indicio que nos de una chispa de que Vicente está con vida”, expresó.

En opinión de Marco Antonio, las instituciones que lo acompañan en la búsqueda como la Fiscalía Estatal y la Comisión Estatal de Búsqueda han sido inoperantes.

“No hay una sola pista que ellos (la Fiscalía y la Comisión Estatal de Búsqueda) hayan guiado para encontrar a Vicente, incluso se ve en las búsquedas que ni siquiera caminan, ni siquiera nos acompañan, ni siquiera nos brindan seguridad y es algo que da mucho coraje”, criticó.

Exigió que la Fiscalía debería de tener gente profesional que realice bien su trabajo y sobre todo que tenga un compromiso social con las familias de las personas desaparecidas.

Responsabilizó a las autoridades de los tres niveles de gobierno de no hacer nada para frenar a la delincuencia organizada.

Pidió a la ciudadanía de Guerrero para que se organice y que pierda el miedo.

“Es el momento en que la gente pierda el miedo, que levante la voz y organizarse para terminar con esta situación que se vive en Guerrero”, dijo.

Presentan Repositorio de Documentación sobre Desapariciones en México

El Repositorio de Documentación sobre Desapariciones en México (RDDM) es una iniciativa colaborativa que busca reunir y resguardar la documentación de derechos humanos relativa a las desapariciones de personas en México ocurridas a partir de la guerra contra las drogas; en ella, familiares de víctimas de desaparición, académicos y periodistas han otorgado materiales para crear memoria en torno a las desapariciones ocurrida en el país.


Texto: Darwin Franco / Zona Docs

Fotografía: Zona Docs

24 de marzo de 2022

 

Documentos, notas informativas, audios, fotografías y videos otorgados por familiares de personas desaparecidas, académicos y periodistas ahora forman parte del Repositorio de Documentación sobre Desapariciones en México (RDDM), el cual fue diseñado y elaborado de manera conjunta por El Colegio de México, la Universidad Iberoaméricana y el Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM.

Con 6 mil 395 documentos en línea, el RDDM ofrece una posibilidad para que cualquier persona pueda consultar información clave para comprender qué ha pasado en México en el marco de la crisis de desapariciones en México, las cuales se incrementaron en el país tras la estrategia se seguridad implementada por el expresidente, Felipe Calderón, en 2006.

Esta plataforma, elaborada a lo largo de dos años, permite hacer consultas por tipos de archivos (notas periodísticas, libros, artículos, textos legales y de transparencia), formato (texto, fotografía, audio, video); año y/o lugar de referencia, lo cual facilita el saber cómo se han presentado la desaparición de personas en diversos momentos y zonas geográficas del país.

En el marco de la presentación del RDDM, Karina Ansolabehere del Instituto de Investigaciones Jurídicas (IIJ-UNAM), precisó que el repositorio se trata de una artefacto cultural clave no sólo para consultar información, sino para hacer de ésta un mecanismo que a futuro permita disponer de un archivo en caso de que se realice una comisión de la verdad que investigue las desapariciones en México.

Construido de manera trans e interdisciplinaria, el RDDM permitió no sólo crear una plataforma amigable con las y los ususarios, sino también un repositorio que tuviera claro por qué y para qué se quería resguardar la información sobre las desapariciones en México; por ello, se entrevistó a familias de víctimas, colectivos de búsqueda, académicos y periodistas para obtener información sobre qué era lo relevante colocar. Y así fue como se determinó los criterios de clasificación y filtración de contenidos del proyecto.

Alma Rivera Aguilera de la Universidad Iberoamericana Ciudad de México, compartió que este repositorio tiene un perspectiva de derechos humanos y mantiene como eje central a las víctimas de la violencia y al trabajo colectivo de búsqueda que han impulsado sus familias.

Además agregó que ya se trabaja con medios de comunicación para permitir que en el repositorio puedan compartirse de manera íntegra todas las notas escritas sobre desapariciones, así mismo ya se habló con decenas de colectivos de búsqueda para que también estos puedan integrarse al repositorio incorporando los registros que realizan en cada una de sus búsquedas.

Finalmente, Guadalupe Vega, integrante del Colegio de México (COLMEX), señaló que este repositorio, desde la visión de la bibliotecología, tiene un enfoque de justicia social, pues no sólo es un espacio “de resguardo de documentos o de curaduría digital”; al contrario, busca ser un repositorio que ayude a la exigencia de justicia de las madres buscadoras.

¿Qué dicen las familias buscadoras?

Sobre el RDDM, las familias integradas en colectivos de búsqueda señalaron la importancia de tener un resguardo todo lo que ellas, durante sus búsquedas, han generado.

Josefina de León Mendoza de la Red de Desaparecidos en Tamaulipas (REDETAM), explicó que en su caso, los primeros registros iniciaron en una servilleta, después ya pasaron a libretas y a base de datos de excel:

“este registro ha llevado mucho tiempo y hemos tenido que aprender, ahora hemos logrado tener una base de datos de nuestros desaparecidos, quizá, es una información básica, pero tiene algo que no está en los expedientes legales: la narrativa de qué fue lo que pasó, esa es su riqueza, pues eso nos permite saber qué fue lo pasó y dónde podrían estar”.

Quien busca a su hija Cinthya Mabel Pantoja -quien fue desaparecida en el poblado El Barretal, Padilla, el 22 de abril de 2012-, identificó que el registro de las familias es clave para buscar y generar patrones en las desapariciones que, en su caso, ocurren en Tamaulipas, hasta hace un par de años el estado con mayor número de desaparecidos en México.

Un ejemplo de ello, es la desaparición de operadores de traileres que ha crecido en los dos últimos años, principalmente en los límites entre Tamaulipas y Nuevo León.

Otros de los usos que dan las familias a sus registros tiene que ver con la sistematización de las fosas clandestinas que ellas localizan, así como de aquellos cuerpos de personas fallecidas no identificadas que ven en los Servicios Médicos Forenses.

Además enfatizaron que sus registros, a deferencia de lo que tienen las instituciones públicas, contiene información sobre quiénes buscan a las y los desaparecidos, y de qué manera es que lo hacen. Eso ayuda a entender a qué sectores de la población afectan más las desapariciones y por qué.

Diana Gutiérrez, Colectivo Buscándote con Amor, agregó que muchas veces para las familias es complicado pensar en la construcción de registros, pues lo urgente es buscar a sus seres queridos; sin embargo, con el tiempo han aprendido la importancia que tiene el crear sus propios repositorios de información:

“Las instituciones muchas veces no nos abren las puertas porque no tenemos la información correcta, por eso que ideamos ya un registro básico que se les da a todas las familias para que nunca les falta la información que luego solicitan las autoridades, pero esto sólo lo hacemos si las familias así lo quieren”.

Fernando Ocegueda Flores de la Asociación Unidos por los Desaparecidos de Baja California y padre de Fernando Ocegueda Ruelas -desaparecido desde el 10 de febrero de 2017 en Tijuana, Baja California- indicó que la importancia de todo buen registro es que el hacerlo puede llevar a las familias a armar un buen expediente para llevarlo a organismos internacionales como la Corte Interamericana de Derechos Humanos, tal y como pasó con el caso de Rosendo Radilla.

Finalmente, Irma Orgen del colectivo Uniendo Cristales A.C. y quien busca a su padre Marco Antonio Orgen Maldonado -desaparecido desde el 17 de noviembre de 2013 en Huachinango, Puebla-, añadió que el repositorio será relevante porque no sólo tendrá una mejor sistematización la información que desde su colectivo pueden aportar, sino que la propia plataforma también les podrá dar acceso a lo que se registra en todos lados, lo cual es clave para ampliar las búsquedas de sus seres queridos.

“Cuando iniciamos dimos mucha información a las autoridades esperando que eso ayudará a la búsqueda, pero después se vinieron amenazas o desplazamientos forzados, así que se debe trabajar con responsabilidad con la información que se resguarda, pues la información que dan las familias es privada, así que debe manejarse con sigilo, pues es información privada”.

Por ello, instó a quienes resguardan el RDDM a que la información la traten con un gran compromiso ético para no comprometer la seguridad de las familias.

Las familias coincidieron que es un acierto la creación del RDDM, y sobre todo porque se hizo escuchando las necesidades que tienen respecto al buen resguardo de la información que como colectivos de búsqueda han creado.

El objetivo principal del RDDM, como se explicó en su presentación, consiste en: “desarrollar un sistema para reunir, proteger y preservar información digitalizada para contribuir a la verdad, justicia y memoria histórica de las desapariciones ocurridas en el país”.

El proyecto fue realizado con el apoyo de The Center for Research Libraries y Fundación MacArthur, quienes aportaron los recursos para la elaboración y puesta en línea del RDDM.

 

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