La última ubicación que arrojó el celular de la menor fue de Morelia, Michoacán
Texto y foto: Andrea Mendoza
11 de junio de 2024
Chilpancingo
Familiares de la menor Marisol Monserrat Jiménez Bernabé que está desaparecida desde ayer, madres y padres de familia y amigos protestaron en la entrada de la secundaria Raymundo Abarca, ubicada en el centro de la ciudad, y bloquearon algunas avenidas aledañas, para exigir el paradero de la menor.
Marisol Monserrat desapareció ayer alrededor de las siete de la mañana, camino a esta secundaria, donde estudia. Su abuelo comentó que la dejó a unos metros del portón del plantel, como todos los días; pero nunca ingresó.
A la concentración también se unieron integrantes del Colectivo de familiares de personas desaparecidas María Herrera, encabezados por la representante, Gema Antúnez.
La madre de la menor desaparecida, Brenda Bernabé denunció que la Fiscalía General del Estado (FGE) no ha dado una respuesta sobre el caso de Marisol Monserrat.
Ayer, antes de su desaparición, Marisol Monserrat estaba contenta, acordó con su madre pasar a comprar algunas cosas después de sus clases en la secundaria. Su madre llegó hasta la secundaria Raymundo Abarca a recogerla, pero Marisol Monserrat nunca salió.
Sus familiares la definen como una niña tranquila, un poco introvertida y buena alumna.
Lo que supieron sus familiares es que la menor nunca entró a la secundaria; pidieron a la FGE las grabaciones en video del C4 para saber qué pasó, pero hasta el momento las autoridades no se las han proporcionado.
Los dueños de una propiedad privada les compartieron las grabaciones de su local, donde vieron que la menor caminó en dirección hacia el centro, a la altura de una tienda de conveniencia.
Las únicas pistas de Marisol Monserrat hasta el momento son los de esa única grabación de escasos segundos, y la última ubicación que arrojó su celular en Morelia, Michoacán.
La madre de la menor no ha dormido desde ayer, tampoco comió, contaron los familiares. Para poder estar de pie le suministraron una inyección de B12 y suero.
“Ustedes que son madres, saben lo que se siente cuando un hijo desaparece… Se los pido, se los ruego, ayúdenme a localizar, ya no quiero pasar otro día sin verla”, dijo la madre de Marisol Monserrat, con la voz entrecortada y un temblor en el cuerpo, durante la concentración.
Momentos después, ingresó a la secundaria para hablar con el director y pedir su apoyo. En ese momento las madres y los padres de familia que la acompañaban cerraron las avenidas Ignacio Ramírez y Juan Ruiz.
“Acérquense los papás, recuerden que a cualquiera de nosotros nos puede pasar”, dijo una de las madres para alentar a los demás a bloquear las calles.
Media hora después, dos elementos de la FGE y una policía municipal del escuadrón de género interceptó a uno de los padres y le pidió que no bloquearan las avenidas.
Le expuso que el bloqueo no haría que la menor apareciera más pronto, por el contrario, planteó que la acción entorpecería la búsqueda.
Los padres y las madres de familia realizaron el bloqueo por alrededor de una hora, hasta que la madre de la menor salió del plantel, pero sin mayores noticias.
La madre comentó a reporteros que está desesperada por saber de su hija. “Se los ruego, que mi hija llegue con bien”, comentó.
Los inconformes adelantaron que mañana harán una marcha.
El temor de madres y padres
Alrededor de la una de la tarde, los estudiantes de la secundaria Raymundo Abarca comezaron a salir de clases. Las madres y los padres ya los esperaban en la entrada de la secundaria.
En todo el tiempo de espera nunca despegaron la vista del portón blanco de la secundaria, el acceso principal; algunas madres parecían aliviadas cuando veían a sus hijos salir.
Algunos jóvenes comentaban entre murmullos la situación de su compañera.
“Pero es que dicen que no entró”, «que la vieron pasando un oxxo”, fueron algunos comentarios.
Gema Antúnez, del Colectivo María Herrera, informó que apoyarán a la madre y familiares de Marisol Monserrat hasta hallarla.
También reprochó la situación que vive en Chilpancingo, porque las desapariciones de persons son constantes.
Después hubo una marcha hacia la FGE para exigir información contundente sobre el caso de la menor.
Ahí convocaron a una nueva marcha para mañana a las siete a acudir. El punto de reunión será en la secundaria Raymundo Abarca.
El patrón de casos se inclina hacia mujeres desde hace seis meses
Texto: José Miguel Sánchez Fotografía: Oscar Guerrero 10 de agosto del 2023 Chilpancingo
La tarde del 4 de julio del 2023, Verónica Zúñiga Nava acudió al Panteón Central de Chilpancingo a visitar la tumba de su bebé que falleció dos meses atrás, esa fue la última vez que la vieron, lleva más de un mes sin ser localizada ni por su familia ni por las autoridades ministeriales.
Dos días antes, el 2 de julio, Verónica visitó a su hermana Yesenia; al día siguiente se vio con una persona para realizar unos pagos en el centro de la ciudad.
El 4 de julio pasado Verónica mandó un mensaje a su hermana para avisar que estaba en el Panteón Central, en la tumba de su bebé.
Desde el momento de su desaparición de su hermana, Yesenia emprendió la labor de búsqueda para dar con su paradero.
«Ya de ahí no supimos, no sabemos y nos presentamos a poner la denuncia hasta el jueves porque esperamos las 72 horas que piden, y desde ahí ya no sabemos nada, sólo nos dijeron que esperáramos noticias y hasta la fecha no nos han dicho nada», dice Yesenia en entrevista.
Verónica tiene 42 años, es madre autónoma de cuatro hijos, entre ellos dos menores de edad.
A un mes de la desaparición de Verónica, la Fiscalía General del Estado (FGE) no le presenta avances a la familia de las investigaciones ni de la búsqueda. La petición de Yesenia es que les muestren las camaras de vigilancia cercanas al panteón para tener indicios de la desaparición, pero las autoridades ministeriales tampoco han atendido su petición.
La madre de ambas «cada día está más enferma, ya no come, ya no duerme, porque no sabemos dónde está (Veronica), porque no tenemos noticias», dice Yesenia.
Yesenia y Verónica son jornaleras, durante los meses de agosto a junio acuden a los campos agrícolas de Sinaloa, Sonora y Baja California a cosechar jitomate, chile y uva.
Verónica es la encargada de «enganchar» a los trabajadores, hablar con contratistas y realizar los contratos con las empresas agrícolas de varios grupos de personas.
Por esa razón, a diferencia de su hermana, no acudía toda la jornada a los campos agrícolas, iba por tres meses y regresaba a Chilpancingo a juntar más gente.
Desde el día de su desaparición, la familia de Verónica no tiene ninguna pista de lo que pudo pasarle o el motivo de su desaparición.
De acuerdo con su hermana, Verónica no tenía problemas con nadie, se dedicaba completamente a su trabajo, no tenía novio y sus únicas relaciones sociales eran con su familia.
Verónica es de complexión regular, tez blanca y mide 1.60 metros. La última vez que la vieron vestía pantalón negro en color mezclilla, blusa de tirantes y tenis color negro.
«Buscamos por todos lados, esto ya no es vida, salimos a la calle y sólo volteamos a todos lados para ver si la vemos», dice Yesenia.
En la FGE, la familia de Verónica es revictimizada, los agentes y ministerios públicos les dijeron que «se fue con el novio, como muchas mujeres desaparecidas en la entidad».
Ante los nulos resultados de la FGE, Yesenia se unió a dos colectivos de búsquedas de personas con la esperanza de hallar más pronto a su hermana.
En un primer momento se acercaron al Colectivo de familiares de personas desaparecidas Lupita Rodríguez Narciso, para recibir acompañamiento jurídico y apoyo moral.
Con este colectivo Yesenia se sumó a la exigencia de justicia y aparición con vida de los 43 estudiantes desaparecidos de la Escuela Normal Rural Raúl Isidro Burgos, de Ayotzinapa.
«Antes yo era de las que juzgaba a los que tapaban calles, porque perjudicaban al ciudadano, pero hoy puedo decir que se acabó mi miedo, tenía miedo hablar de exigir a las autoridades hagan su labor, y hoy soy capaz de incendiar medio Chilpancingo para encontrar a mi hermana», dice.
El 28 de julio, Yesenia se sumó al Colectivo Memoria Verdad y Justicia, de familiares de personas desaparecidas para buscar en los cerros de Chilpancingo.
Yesenia reconoce que jamás se imaginó que tuviera que buscar a su hermana en cerros, en terrenos baldíos, en lugares impensables»; bajo los rayos del sol recorrió junto a madres que pasan por el mismo dolor.
Desapariciones de julio
El caso de Yesenia es uno de las 73 personas desaparecidas en julio en Guerrero, de acuerdo con el conteo mensual que realiza Amapola, periodismo transgresor.
La cifras de julio presentaron una disminución en comparación con el mes anterior, junio, donde fueron contabilizadas 99 desapariciones.
Igual que se documentó en el conteo de junio, más del 50 por ciento de personas desaparecidas son mujeres.
En julio de las 73 personas desaparecidas 40 son mujeres y 33 hombres. Y así este patrón durante el primer semestre del 2023
De las 73 personas desaparecidas, cuatro fueron halladas sin vida; uno de los casos que trascendió por la violencia aplicada fue el de la joven de 18 años, Harumi Clerett Montalvo Bernal.
El cadáver de Harumi fue hallado decapitado y en avanzado estado descomposición en una fosa clandestina entre los límites del poblado Carabalí y la colonia Villa Madero, en la zona rural de Acapulco.
Harumi estudiaba la preparatoria 27 de la Universidad Autónoma de Guerrero (Uagro) y, de acuerdo con el testimonio de su madre, hombres armados vestidos de policías irrumpieron en su casa en la colonia La Quebradora y se llevaron a su hija.
Durante julio, 28 menores de edad desaparecieron, de los cuales 22 fueron localizados, uno sin vida y cuatro continúan como no localizados.
Los números de desapariciones del mes por región quedaron así: Acapulco concentró 28 casos; la región Centro 26 casos, distribuidos en Chilpancingo, Tixtla y Eduarno Neri; enseguida región Norte con 5 casos, distribuidos en Iguala y Teloloapan.
Fotografía: Imagen de la Red Guerrerense por los Derechos de la Mujer
15 de mayo del 2023
Chilpancingo
Karen Melissa Peñaloza Martinez, de 21 años, estudiante en la Facultad de Derecho, en Chilpancingo, cumplió 103 días desaparecida sin que alguna autoridad dé con su paradero o informe sobre las investigaciones.
Mientras, las autoridades de la Universidad Autónoma de Guerrero (Uagro), institución donde Karen estudia, está más interesada en su proceso electoral interno que en exigir la aparición con vida de sus estudiantes.
La Red Guerrerense por los Derechos de la Mujer, el viernes pasado publicó en sus redes sociales que se cumplieron 100 días de la desaparición de Karen Melissa.
«Hoy se cumplen 100 días sin saber nada de Karen Melissa. Seguimos buscándola, haciendo esfuerzos para juntar recursos y tratar de obtener una pista. Lo último que se supo de ella es que se dirigía a su casa en Chilpancingo, Gro. Seguimos en búsqueda de respuestas, seguimos esperándola». Para este lunes ya son 103.
Karen es originaria de Cuajinicuilapa, municipio de la Costa Chica de Guerrero, y llegó a Chilpancingo para estudiar su carrera profesional en la Facultad de Derecho de la Uagro.
Al momento de su desaparición cursaba el primer año de su carrera. Desapareció el 31 de enero. La versión que se conoce es que abordó un taxi con dirección al poblado de Petaquillas, ubicado a 10 minutos de la capital.
De acuerdo con la madre de Karen, Gisela Peñaloza Martínez, las autoridades siguen sin informar los avances de la investigación.
En una breve declaración telefónica informó que la Fiscalía General del Estado (FGE) sólo le comenta que investigan el caso, pero sin darle resultados y que sólo se dedican a pegar carteles y preguntar, «pero hasta la fecha no hay nada»
La última comunicación que Gisela tuvo con su hija Karen fue el mismo 31 de enero por teléfono, día de la desaparición. «Más tarde hacemos videollamada», le dijo Karen a su madre, pero eso nunca ocurrió.
El pasado 8 de marzo, en el Día Internacional de la Mujer, la madre de Karen marchó en Chilpancingo para exigir su aparición.
A Gisela, la acompañarin integrantes de la Red Guerrerense y el Colectivo de Familiares en Búsqueda María Herrera, organizaciones que, comentó, la apoyan más que las instituciones del Estado.
En estos más de 100 días las autoridades de la Uagro nunca se pronunciaron para exigir la aparición con vida de la estudiante.
Actualmente la Uagro está en un proceso electoral para elegir a su próximo rector, y el candidato único, que ya ocupo dos veces el cargo, Javier Saldaña Almazán, en su primer semana de campaña no se pronunció por el caso de Karen ni por la violencia de género que sufren las mujeres universitarias.
A tres días de la desaparición de Maricruz García Margarito, en la comunidad de Yoloxóchitl, comunidad de San Luis Acatlán, sus familiares denunciaron inacción de las autoridades para dar con su paradero.
Maricruz García está no localizada desde el 27 de marzo, y existen dos versiones de los hechos en los que fue privada de su libertad.
Una era que regresaba de su trabajo a las 21:30 de la noche en un taxi colectivo, cuando en la comunidad de Yoloxóchitl, sujetos armados la bajaron a la fuerza y la subieron a un Tsuru blanco.
La otra versión, y la que fue confirmada por su madre, Aurelia Margarito Rómulo, es que Maricruz regresaba de su trabajo acompañada de su cuñada en una camioneta que ella conducía rumbo a su casa.
En Yoloxochitl, un Tsuru blanco, en el que viajaban tres hombres armados, se le atravesó y la obligaron a bajar de su vehículo.
«Un carro en el que viajaban tres sujetos se le atravesó a la camioneta que iba manejando mi hija, le preguntaron que cuál era su prisa y ella les dijo que porque ya era tarde. Uno le dijo, pues, vas a tener que acompañarnos, se bajó y la sacó de la camioneta apuntándole por la espalda hasta subirla al Tsuru blanco. Se regresaron a Yolo, dejando abandonada la camioneta y a mi nuera. Esa es la información que me dio mi nuera, porque ella iba acompañándola», contó Aurelia.
Aurelia agregó que después de esto, su nuera le marcó y le avisó lo sucedido. Entonces Aurelia junto con otros familiares se trasladaron a Yoloxóchitl, ahí le avisaron a otros familiares que Maricruz estaba desaparecida.
«Llegando a Yolo, en el camino, mi cuñada le marcó a su hijo que andaba en San Luis, para decirle lo que había ocurrido, a lo cual él le dijo que ya iba en camino, pero que en el trayecto de San Luis a Yolo no vio pasar ningún Tsuru blanco».
Aurelia cree que su hija nunca salió de Yoloxóchitl.
Respecto a las investigaciones, Aurelia comentó que las autoridades son ineficientes, que desde la desaparición de su hija lo reportaron a la Dirección de Seguridad Pública Municipal, pero no quiso buscarla.
Fue la familia quien inició la búsqueda de Maricruz en Yoloxóchitl, y ayer realizaron un bloqueo para exigir que las instituciones realicen la búsqueda y aparición con vida.
«Son familiares y el pueblo de Cuana (Cuanacaxtitlán, pueblo de San Luis Acatlán) los que andan buscando a mi hija en ese rumbo de Yoloxóchitl, porque es allí donde tienen a mi hija».
Quienes se llevaron a Maricruz no se han comunicado con Aurelia, tampoco le han pedido algún rescate.
«Estoy segura que a mi hija no la han sacado de Yolo, estoy muy segura que quienes hicieron esto son gentes de Yoloxóchitl, yo quiero que busquen a mi hija. Le pido a la gobernadora que mande a la Guardia Nacional para que esto sea más rápido».
En el caso de Nancy Salazar Castillo, otra joven desaparecida también en Yoloxóchitl, el 27 de marzo, en circunstancias similares a las de Maricruz, tampoco se tiene información al respecto.
Araceli Salcedo está por cumplir 11 años de buscar a Fernanda Rubí, su hija, a quien Los Zetas desaparecieron en 2012. Hoy, sigue una pista de su posible paradero en un rancho que el grupo delictivo controlaba en Río Blanco, Veracruz.
Texto: Manu Ureste / Animal Político
Fotografía: Manu Ureste
21 de marzo del 2023
Es un caserón grande. Cuatro habitaciones en la planta baja, otras cuatro en la de arriba y un amplio comedor donde antes había puertas y ventanas por las que ahora corre el viento. Los techos son altos, con tragaluces por los que se cuela una luz extraña, rojiza. Un patio interior con forma de cuadrado da acceso a la cocina donde solo quedan los restos de unos platos. Y en el baño, donde yacen desperdigados los restos de azulejos hechos pedazos, manchas que parecen impactos de bala se extienden por las paredes carcomidas por el moho.
Afuera, en el suelo de las amplias terrazas cubiertas por un domo, emerge el bracito sucio de un bebé de entre la hojarasca y la basura. Es un brazo de plástico, de juguete. Tal vez una broma sádica, el macabro preámbulo antes de llegar al sendero que da acceso a la parte de atrás del caserón. Ahí, entre una maraña de sofás abandonados, palmeras y vegetación que brota salvaje, se abren a plena vista dos fosas clandestinas: dos rectángulos profundos y estrechos del tamaño de un ataúd que alguien trató de cubrir torpemente con la rama de una palmera.
De vuelta al interior de la casa, nada más cruzar el hueco donde estaba la puerta principal, se observa a la derecha una habitación oscura sin ventanas. Cuando las autoridades ‘reventaron’ el caserón en 2017, los sicarios de Los Zetas dejaron sobre una mesa de madera machetes, hachas, sierras, cuchillos, vendas, cuerdas y las tablas de castigo con las que torturaban, asesinaban, descuartizaban y desaparecían a la gente. Y en la otra habitación contigua, otro cuarto oscuro en el que ahora solo quedan hojas muertas regadas por el suelo y los restos de los conectores que fueron extirpados de las paredes, estaban las cadenas y los ganchos de carnicería con los que colgaban a las víctimas del techo.
—Esa casa es lo más parecido que he visto en la vida real a la película La masacre de Texas.
Araceli Salcedo, de 50 años, morena, menuda y de pelo recogido en una cola, suelta la frase lapidaria y se ajusta incómoda el pesado chaleco blanco antibalas que viste junto a un pantalón tejano y unas botas. Es la mamá de Fernanda Rubí Salcedo Jiménez, una joven de 21 años de ojos café claro, tez morena y 1.60 de estatura, que fue víctima de desaparición en 2012 a manos de Los Zetas en Orizaba, Veracruz. Desde entonces, la mujer se ha convertido en una férrea activista, fundadora del Colectivo Familia Desaparecidos Orizaba-Córdoba y en una implacable madre buscadora: lo mismo le reclama de frente al exgobernador Javier Duarte por la inoperancia de su fiscalía —que criminalizó a Rubí asegurando que los delincuentes se la llevaron “por bonita”—, que lo mismo alza la voz por las atrocidades del narco. Por eso el chaleco.
La chihuahuense —aunque afincada en Orizaba desde la infancia— ya estuvo hace cinco años en este caserón localizado en un punto remoto del municipio de Río Blanco, al cual se llegó por las declaraciones de la pareja sentimental de un integrante de Los Zetas.
En aquel entonces, luego de que los sicarios huyeron por los cerros, en el inmueble llamado “Rancho Cali” encontraron varias fosas con ocho cuerpos, todos desmembrados y decapitados. Pero el horror no terminó ahí. Pese al cateo de las autoridades, los delincuentes siguieron utilizando el rancho como un narcocementerio: a unos metros de la casa, por donde se extiende un vasto campo de unas 10 hectáreas donde antes pastaban caballos y pavorreales, decenas de banderitas rojas y amarillas clavadas en el suelo dibujan el contorno de lo que podrían ser nuevas fosas. Y en las inmediaciones del caserón, frente a la fachada de ladrillo, se encuentran las otras dos fosas que alguien trató de ocultar con una rama de palmera y que las autoridades deberán analizar para determinar si son positivas.
En los más de 10 años que lleva su hija desaparecida, Araceli ya ha visto de todo. No es alguien que se espante fácilmente. En septiembre del año pasado, estuvo haciendo búsquedas con el colectivo en otra “casa de los martirios” a no muchos kilómetros de este rancho de Los Zetas. Ahí, en un caserón igual de tétrico, donde había una habitación oscura en la que el Cártel Jalisco Nueva Generación —el grupo que ahora domina la entidad tras la casi desaparición de Los Zetas— mantenía cautivas a sus víctimas para luego asesinarlas, desmembrarlas y desaparecerlas en fosas, encontraron los cadáveres quirúrgicamente desmembrados y cubiertos en cal viva de 15 personas. Y en agosto de 2021, luego de un año de búsqueda, hallaron 53 fosas en otro narcocementerio en la comunidad de Campo Grande, a escasos kilómetros de Orizaba. Mientras, en Los Arenales, también en Río Blanco, se recuperaron 23 cuerpos más.
Araceli tiene miedo, confiesa al fin sin dejar de mirar la casa en ruinas de la que, a lo lejos, sale el inquietante ruido de la motosierra con la que un trabajador municipal corta ramas y maleza para facilitar el trabajo de búsqueda.
Tiene pánico de que su hija aparezca en una fosa, de encontrarla en el infierno que Los Zetas dejaron en el “Racho Cali”.
***
Son las 10:00 de la mañana del lunes 6 de marzo. El sol aún está lejos de alcanzar el cenit, pero ya quema la piel. La veintena de madres del colectivo que participa en esta búsqueda, junto con otros ocho hombres, comienza a distribuirse por el predio.
“Porque la lucha por un hijo no termina y una madre nunca olvida”, gritan el lema con el que siempre inician, y de inmediato todos comienzan su trabajo: los soldados y policías se distribuyen por los alrededores del rancho para proteger el perímetro; la fiscal de búsqueda, el equipo forense y los integrantes de la Comisión Estatal de Búsqueda pasan un aparato por los puntos donde hay indicios de tumbas; las madres rascan la tierra con rastrillos, palas, azadones y machetes para segar la maleza.
Araceli se queda un poco atrás del grupo, a unos discretos metros de distancia, aunque siempre está escoltada por la mirada de policías federales ministeriales que portan rifles de asalto.
—Veo este rancho, esa casa abandonada, estas caballerizas, y no puedo evitar que mi mente se eche a volar.
La mujer, aún brazos en jarra, observa ahora a los dos peritos que excavan la tierra arcillosa.
—Me pregunto… ¿habrán metido por aquí a mi hija? —alza el brazo derecho para señalar con la mano la puerta herrumbrosa del rancho—. ¿La lastimaron? ¿Estuvo en esa casa horrible? ¿Había alguien más con ella? ¿En qué cuarto la tuvieron esos cabrones? ¿¡¡Qué le hicieron!!?
El rostro de Araceli, habitualmente relajado y sonriente, se contrae por el dolor que le generan las imágenes que proyecta en su mente.
Aquí mismo, dice ahora apuntando hacia el suelo que pisa, era donde ‘el Picoreta’ —que fue detenido y encarcelado a finales de 2015—, ‘el Duende’ y ‘el Muerto’, líderes e integrantes zetas de aquel entonces, tenían su base y hacían reuniones y fiestas. Y donde los sicarios les traían a las jóvenes que secuestraban. Además, se sospecha que era el lugar donde los gatilleros ‘cocinaban’ a las víctimas para que fuera más fácil desaparecerlas en hoyos y no en tumbas, una hipótesis que las autoridades ministeriales no descartan, aunque a una semana de que iniciaran los trabajos no habían encontrado indicios concluyentes que la confirmen.
—A veces, a pesar de que haya pasado el tiempo, me doy cuenta de que no estoy preparada para encontrar lo que no quiero encontrar, lo que ninguna madre quisiera encontrar jamás. Porque… sí, una cosa es hacer un trabajo. Buscar. Ayudar a los demás. Que te echen bendiciones cuando regresas una persona desaparecida a su familia. Pero otra muy distinta es estar aquí parada. Estar de este lado de la historia.
Araceli traga saliva. Deja correr un silencio. Sus ojos están al borde del colapso, pero no llora. No quiere hacerlo, no puede. Tiene que mantenerse serena y firme, se repite testaruda.
—Es algo que no puedo explicar, un sentimiento muy cabrón —recobra el aire—. Llevo días con el estómago revuelto. Con dolor en el pecho. Días que llego a casa y me tumbo en la cama como una pesadez muy rara.
Acto seguido, con los ojos negros clavados otra vez en el caserón, Araceli musita que cuando volvió a entrar a las habitaciones del rancho no pudo evitar que en su mente retumbara una y otra vez “la voz fea” del “hombre alto, gordo, feo y malo” que contestó el celular de Fernanda Rubí al mediodía del sábado 8 de septiembre de 2012, pocas horas después de que la noche previa Los Zetas se la llevaran cuando salía de una discoteca de Orizaba, el bar Bull Dog.
—Durante toda la noche le estuve marcando al celular, pero nadie contestaba. Hasta que al día siguiente me respondió ese cabrón.
La mujer toma una bocanada de aire.
—Le grité: “¿¡Por qué tienes el teléfono de mi Rubí, hijo de la chingada!? ¡Pásame ahora mismo a mi hija! ¡Pásamela!” —las gruesas venas del cuello se le marcan recordando la escena.
Pero del otro lado de la llamada, el tipo de voz fea, al que la mujer ya le ha puesto rostro a base de imaginarlo tantas veces en estos 10 años, no le comunicó con su hija.
—El maldito solo me contestó: “Yo no tengo a ninguna Rubí, perra”.
Y luego colgó.
***
En la zona de las caballerizas, los dos peritos forenses llevan un metro y medio de tierra excavada. Por el momento, no se atisba ningún resto humano. Aunque tampoco es extraño. El colectivo ha llegado a encontrar cuerpos a más de dos metros de profundidad. Por eso, y porque previamente agentes caninos hicieron “un comportamiento” señalando una “anomalía”, los peritos continúan trabajando.
Roxie, una joven de pelo recogido y lentes que se mueve por todo el predio con una libretita en la mano para tomar nota de todo el trabajo y de los hallazgos de los peritos y del equipo de la policía ministerial de búsqueda, explica que tan solo en un primer cuadrante han identificado 19 anomalías, de las cuales 16 han resultado de “interés”. Esto, luego de que el equipo forense pasara un aparato, una especie de sonar que lleva dentro de una maleta negra que arrastra por el suelo, y detectara remociones sospechosas de tierra.
—Se me hace muy raro que el agente canino haya podido oler algo —le comenta Araceli a Roxie, que es integrante del colectivo—. Porque este es un rancho que se utilizó años atrás y los cuerpos ya no tienen olor, son esqueletos. Además, aquí llueve mucho, y el agua se filtra y lava la tierra, y cuando se seca se hace de nuevo muy compacta.
Que las fosas y los cadáveres tengan años de antigüedad complica las cosas. Aunque tampoco es imposible encontrar cuerpos en esas circunstancias, matiza Araceli. Así les pasó en Los Arenales, otro narcocementerio. En ese lugar, el equipo forense hizo un pozo de sondeo sin resultado alguno. “Metieron las varillas y no aparecía nada”. Sin embargo, a la mañana siguiente se encontraron con una sorpresa.
—Mero arribita del hoyito de sondeo encontramos una vértebra humana. No sabemos cómo llegó ahí, pero nos hizo excavar mucho, como dos metros 25, que es muy profundo. Excavamos, excavamos y, en efecto, al fondo estaba el esqueleto. Lo más maravilloso es que la vértebra coincidía con el ADN del cuerpo. ¿Cómo salió a flote? No tenemos ni idea. Pero sí fue lo que nos dio el indicio para buscar. Como que ese cuerpo quería ser encontrado. Nos decía: “No me dejen, aquí estoy. Quiero tener paz”.
Tras contar la anécdota, Araceli sonríe cansada. En su rostro fatigado hay una mezcla de satisfacción y de frustración acumulada. No en vano va para 11 años sin respuesta del paradero de su hija, de no saber qué fue lo que le pasó a “la huerca”, como la llaman con cariño sus tres hermanos cuando sentados a la mesa recuerdan las comidas que le gustaban a Fernanda Rubí.
Araceli se encuentra ahora en esa terrible encrucijada por la que atraviesan tantas madres y padres que buscan a sus seres queridos en México, especialmente quienes ya llevan muchos años rastreando respuestas en lugares como el “Rancho Cali”: por un lado, no quieren ni imaginar que su hija, hijo, esposo, hermanos puedan estar enterrados en una “casa del terror” como esta; por otro, la angustia de no saber qué les pasó les va carcomiendo el ánimo y la salud. Y, al mismo tiempo, esa falta de certeza es la que deja abierta una pequeña rendija para la ilusión, y lo que desata un círculo vicioso de dolor y esperanza
Esta mañana, antes de llegar al rancho, Araceli dice que tomó entre sus manos el llaverito rosa de la Virgen de Guadalupe que su hija siempre cargaba en la bolsa.
—Lo agarré y le dije: “Rubí, dame una luz. Si estás aquí, ya déjame encontrarte. Ya quiero tener paz. Voy a hacer 11 años sin ti…”.
En este punto, a la mujer se le resquebraja de nuevo la voz.
—A veces, le digo a Diosito: “Tú sabes cómo te he ayudado. Tú me has iluminado para que ayude a mucha gente que lo necesita. Siempre te estaré agradecida por eso. Pero ahora solo te pido que me ilumines a mí para encontrar a mi hija —ruega—. No voy a abandonar a estas madres, pero dame un poco de luz. Un poco de paz”.
Araceli se quita los viejos guantes de gimnasio que utiliza para remover piedras del suelo donde los peritos forenses pasaran el sonar y se restriega los ojos para evitar que las lágrimas broten delante de sus tres hijos que la acompañan esta mañana en la búsqueda.
—¿Presientes que Rubí puede estar en este rancho? —le pregunta el periodista.
Araceli esboza un largo “Ahhhh” mientras trata, en vano, de contener las lágrimas que se le escapan entre los dedos.
Acto seguido, respira profundo y se toma unos cincos segundos.
—Pues al menos lo tengo que descartar —contesta tratando de esbozar una sonrisa—. Porque ni yo ni mis hijos podremos tener paz hasta encontrarla.
Karen Melissa Peñaloza Martínez cumplió 39 días desaparecida y en todo este tiempo la Fiscalía General del Estado (FGE) no ha mostrado avances en su búsqueda.
Karen Melissa es estudiante de la Facultad de Derecho de la Universidad Autónoma de Guerrero (Uagro), es originaria de Cuajinicuilapa, municipio de la Costa Chica.
Llegó a Chilpancingo para estudiar su carrera profesional; estudiaba su primer año en el turno matutino.
Desapareció el 31 de enero. La versión que se es conoce es que abordó un taxi con dirección al poblado de Petaquillas, ubicado a 10 minutos de la capital.
Ayer, en la marcha del 8M, su madre, Gisela Peñaloza, viajó desde Cuajuinicuilapa para participar en la marcha y exigir su aparición con vida.
Gisela estaba en uno de los contingentes que encabezaban la marcha, con una lona en la que se leía; «Las mujeres afromexicanas te buscamos Karen Melissa». Gisela recorrió las calles de Chilpancingo con esa lona con la foto de Karen.
De acuerdo con su madre, Karen se mudaba de cuarto. Vivía con una compañera, pero ese 31 de enero cambió sus cosas a un departamento cerca de la Facultad de Comunicación y Mercadotecnia (Facom), cerca del Fraccionamiento Reforma.
La última comunicación que Gisela tuvo con su hija fue el mismo 31 de enero. Recuerda que le dijo: «Más tarde hacemos videollamada». Eso nunca ocurrió.
Al principio Gisela desconocía que Karen se mudaba de cuarto, se enteró cuando vino a Chilpancingo a buscarla porque no le contestaba el teléfono.
«Había un taxi, me informan que había un taxi en el que ella se cambió con sus cosas, iba acompañada de una mujer, no sabemos quién es la mujer realmente», mencionó Gisela.
Lo único que le dijeron era que, por los colores, el taxi era de Petaquillas.
El plan de Gisela y Karen era pasar juntas el puente por el Día de la Candelaria, a principios de febrero, en Cuajunicuilapa.
Gisela pasaría por Karen a Chilpancingo para irse juntas a la Costa Chica. Gisela estaba en un pueblo cerca de Iguala, donde tienen familiares.
El 1 de febrero Karen ya no le contestó, y su madre supuso que estaba ocupada o que su celular se había descompuesto, recordó «que andaba fallando».
«Después se vino el 2 y yo ya venía para acá,(Chilpancingo), le estuve marcando aquí y nada. Se me hizo raro, pensé que tal vez ya se había ido para allá».
El 5 de febrero, Gisela regresó a Chilpancingo y fue a la Facultad de Derecho y ahí supo que Karen se había cambiado de departamento, le dijeron donde vivía, así dio con el lugar.
En el nuevo departamento sólo estaba su perro, la dueña del departamento le dijo que Karen estuvo en ese lugar unos 10 minutos.
«La dueña le dijo que no aceptaba perros, y Karen le dijo, no se preocupe, más tarde lo soluciono, pero ya no regresó».
Después amigos cercanos de Karen comenzaron a llamarle para decirle que no la encontraban, incluso ni a sus amigos más cercanos les contestaba el teléfono.
«Yo pensé que todo esto iba a terminar luego, y aquí estamos a 38 días de su desaparición».
La FGE solo le ha comentando a Gisela que investigan el caso, pero sin darle resultados.
«Me han informado que han salido a pegar cárteles y a preguntar, pero que hasta la fecha no hay nada».
Cada que Gisela sabe alguna información se acerca a la FGE y aprovecha para preguntar cómo va la búsqueda. Las amistades de Karen tampoco les han dado mayores datos.
«Espero que ya esta semana primero Dios tengamos noticias favorables, es muy difícil estar con esta angustia».
Fotografía: Red Guerrerense por los Derechos de la Mujer
24 de febrero del 2023
Chilpancingo
A los 25 días de la desaparición de Karen Melissa Peñaloza Martínez, estudiante de la Facultad de Derecho de la Universidad Autónoma de Guerrero (Uagro), el rector José Alfredo Romero Olea se pronunció al respecto, pero ante el cuestionamiento de reporteros.
Durante una entrevista realizada después de un evento político del Frente de Reforma Democrática de la Universidad Autónoma de Guerrero (Fredeuag), grupo político del rector, en la Facultad de Ingeniería, el rector sólo respondió.
“Este caso (de Karen Melissa) está en manos de las autoridades competentes, lo que hacemos nosotros como universitarios es exigir a las autoridades una investigación pronta y efectiva sobre ese hecho”.
Agregó que se le debe de dar un voto de confianza a la Fiscalía General del Estado (FGE) para que realice las investigaciones.
Minutos antes, en su intervención en el evento, donde había un numeroso público, se centró en apoyar al ex rector y actual maestro emérito, Javier Saldaña Almazán, en sus aspiraciones a ocupar de nuevo la rectoría de la máxima casa de estudios.
En entrevista fue cuestionado sobre por qué tardó tanto en emitir una declaración sobre la desaparición de una alumna de la institución, y Romero Olea contestó que la Uagro es “una institución académica que se dedica a dar educación, no tenemos otra finalidad, por ello no lo vimos pertinente”.
Agregó: “nosotros no sabemos a ciencia cierta cómo estuvieron esos hechos».
Karen Melissa tiene 20 de años, es originaria de Cuajinicuilapa, en la Costa Chica de Guerrero, y estudia en la Facultad de Derecho en Chilpancingo.
El 31 de enero abordó un taxi con dirección a Petaquillas, poblado ubicado a 10 minutos de la capital, y desde ese momento nadie supo más de ella.
Por su desaparición la Fiscalía General del Estado (FGE) emitió su ficha de búsqueda hasta el 13 de de febrero, fecha en que también activaron la Alerta Violeta, mecanismo para la búsqueda inmediata de mujeres desaparecidas.
A 25 días de su desaparición aún se desconoce su paradero.
Karen Melissa fue vista por última vez el 31 de enero cuando abordó un taxi para ir a la comunidad de Petaquillas
Texto: Itzel Urieta
Fotografía: Facebook Red Guerrerense por los Derechos de las Mujeres
Chilpancingo
Familiares, amigos, vecinos e integrantes de colectivas feministas protestaron hoy en Cuajinicuilapa, Costa Chica de Guerrero, para exigir la pronta aparición con vida de la joven Karen Melissa Peñaloza Martínez, desaparecida el pasado 31 de enero en Chilpancingo.
Las mujeres y los hombres inconformes bloquearon la carretera Acapulco-Pinotepa, a la altura de la comunidad de Igualapa, por cuatro horas, donde también realizaron un mitin para exigir la aparición de Karen Melissa.
De manera simultánea en el mismo punto, hubo un bloqueo por parte de maestros de la Costa Chica, para exigir plazas a la Secretaría de Educación Guerrero (SEG).
“Hoy estamos aquí exigiendo la aparición de Karen Melissa Peñaloza Martínez. Le pedimos a todas autoridades correspondientes que se sumen a la búsqueda y que la hagan efectiva y no sea una simulación ni una carpeta más, queremos que se busque y se vaya a los lugares donde se le vio por última vez”, mencionó una representante de la Red Guerrerense por los Derechos de las Mujeres durante el mitin.
Karen Melissa, de 20 años, es originaria de Cuajinicuilapa. Estudia en la Facultad de Derecho de la Universidad Autónoma de Guerrero (Uagro), en Chilpancingo, y fue vista por última vez el 31 de enero cuando abordó un taxi para ir a la comunidad de Petaquillas.
Desde el pasado 31 enero que se supo de su desaparición, familiares y amigos de la joven mantienen una campaña de acciones para exigir su presentación con vida.
El día lunes marcharon en Cuajiniculpa un grupo de estudiantes de la secundaria Lázaro Cárdenas, plantel en el que estudió Karen Melissa, para exigir su aparición con vida. “¡Te estamos buscando!”, “¡Todas somos Mel!”, “¡Ni una más!”, fueron algunas de las consignas que gritaron los estudiantes.
El día de ayer también realizaron una protesta en el Ayuntamiento de Cuajinicuilapa, donde activistas emitieron un posicionamiento donde plantearon que “es inadmisible que las mujeres, niñas y adolescentes guerrerenses no puedan estar seguras en ningún lugar”.
Por su parte, la Red Guerrerense por los Derechos de la Mujer cuestionaron a través de un comunicado el riesgo que implica ser mujer, joven y afrodescendiente.
“Hoy fue Mely, mañana puede ser cualquiera de nosotras, sabemos que todas estamos en riesgo, pero aún más cuando somos mujeres negras, indígenas o en situación de pobreza. No es posible que las mujeres sigan desapareciendo y no pase nada. A la autoridades les decimos, busquen a Mely y a todas las desaparecidas, todas son importantes”.
En Cuajinicuilapa, el pasado 12 de abril del 2022 fue hallada asesinada Frida Alondra, una menor de 14 años, después de tres días de estar desaparecida.
El 9 de abril pasado, Frida Alondra salió de su casa para ir a la comunidad vecina de San Juan Bautista de Lo de Soto, en el estado de Oaxaca.
Su cuerpo fue hallado en una brecha de este pueblo de San Juan Bautista, tres días después.
El culpable del homicidio fue detenido en julio del 2022, y está en proceso para ser juzgado por dicho delito.
Norma Anyeli, la adolescente de 17 años desaparecida el domingo pasado en el centro de Chilpancingo, fue localizada con vida, y ya está con sus familiares, informó la madre de la menor.
Después de 10 horas desaparecida, y sin dar detalles de las condiciones en las que regresó, los familiares informaron que esta ya estaba en casa, al igual que el joven Agustín.
Desapareció junto con el joven, también de 17 años, en la avenida Miguel Alemán esquina con Cristóbal Colón, en el centro de Chilpancingo, a unos metros del Ayuntamiento municipal. De acuerdo con lo que narró su madre, unos sujetos desconocidos los subieron a una camioneta.
Familiares y amigos de Norma Anyeli denunciaron en redes sociales su desaparición y hoy confirmaron que fue localizada, está bien y con su familia.
Los hechos ocurrieron la mañana de ayer. Norma Anyeli salió de su domicilio, en el centro de Chilpancingo, para comprar en una farmacia ubicada cerca de su casa
La madre de Norma Anyeli a los 20 minutos que vio que su hija no regresaba de la farmacia salió a buscarla. No la halló. Le marcó a su celular varias veces y no le contestó.
Después de unos minutos de llamadas constantes, el celular mandó al buzón de voz
“Finalmente comencé a mandarle mensaje por messenger y me contestó que estaba en el centro con un niño que se le está declarando», contó la madre en una entrevista difundida en redes sociales.
Contó que el menor con el que estaba su hija es un amigo de nombre Agustín, también de 17 años.
Norma Anyeli le escribió a su mamá y le dijo que unas personas subieron a ella y a Agustín a una camioneta y se los llevaron por un camino que no logró identificar.
También alcanzó a escribirle que los sujetos golpearon a Agustín cuando él les pedía que jedaran libre a Norma Anyeli.
La menor de edad Norma Anyeli Tejada Ramírez desapareció la mañana de hoy en el centro de Chilpancingo y hasta el momento las autoridades no han emitido alguna ficha de búsqueda.
A través de redes sociales, la madre de Norma Anyeli denunció que la desaparición de su hija ocurrió alrededor de las 10:15 de la mañana.
La denuncia que circula en redes sociales y que su madre difundió en distintas páginas de Chilpancingo menciona que a Norma Anyeli, se la llevaron, se entiende un grupo de personas, de la Avenida Miguel Alemán, esquina con Cristóbal Colón, en el centro de Chilpancingo.
Este cruce de calles es en el primer cuadro de la ciudad y es la salida de distintos edificios gubernamentales que se ubican en el zócalo capitalino.
En esa esquina hay cámaras de seguridad que, de acuerdo con vecinos de la zona, nunca funcionan.
Varios de las vecinos de la zona evitaron declarar sobre los hechos, por seguridad.
A siete horas de los hechos, ninguna autoridad ha emitido algún protocolo para su búsqueda ni tampoco se ha generado la alerta Amber o el Protocolo Violeta, esta última es una iniciativa del gobierno de la morenista Evelyn Salgado Pineda para que las búsquedas sean inmediatas.
El protocolo de la Alerta Amber establece que se debe emitir inmediatamente después de la desaparición de una menor, pero no sucede así, por eso, el gobierno actual implementó el Protocolo Violeta..
Norma Anyeli vestía pantalón de mezclilla, blusa negra y chamarra blanca al momento de su desaparición.
«Por favor, ayúdenme a difundir, se llevaron a mi hija aproximadamente a las 10:30», se lee en la denuncia que realizó la madre en redes sociales.