No han recibido apoyo del gobierno a seis meses de Otis, se quejan campesinos

Texto: Jesús Guerrero

Foto: Cortesía/archivo UNTA

Lunes 29 de abril del 2024

Chilpancingo

 

Campesinos de 71 comunidades de los municipios de Acapulco y Coyuca de Benítez que fueron afectados por el huracán Otis, cumplieron seis meses sin recibir ayuda por parte de los gobiernos federal y estatal, a pesar de que en diciembre de 2023 fueron censados por la Secretaría de Agricultura, Ganadería Pesca y Desarrollo Rural (Sagadegro).

El 7 de diciembre, el subsecretario de la dependencia estatal, Salvador Mojica Morga, y otros funcionarios de esa secretaría se reunieron con comisarios municipales y comisariados ejidales de comunidades de ambos municipios, en San Isidro el Gallinero, municipio de Acapulco.

«Ya pasaron más de 40 días que el Otis se llevó nuestra milpa, huertas de limón, corrales; destrozó nuestros caminos y hasta el momento no hemos recibido nada. Y es que no vivimos en la costera Miguel Alemán», reclamó ese día a los funcionarios, José Sevilla Cruz, comisario de San José.

Productores de limón de la zona rural de Acapulco toman sus alimentos en sus parcelas dañadas por el huracán Otis mientras realizan labores de limpieza. Foto: Cortesía/archivo UNTA

En la reunión, en la que participaron habitantes de los pueblos de la zona rural con sus autoridades, hubo airados reclamos al grupo de enviados por el titular de la Sagadegro, Alejandro Zepeda.

«Aquí lo único que hemos estado recibiendo son las despensas», reprochó José Sevilla.

Y sí, ese día, se observó un camión bastante grande del Ejército con soldados que repartían despensas a la gente del pueblo.

En esa reunión, también participó el director general de proyectos especiales de la Sagadegro, Rodrigo Martínez Rodela.

A la fecha, ya pasaron más de seis meses de que Otis devastó todo lo que encontró a su paso y, de acuerdo con la versión del excomisario de San José Tasajera Justino Peñaloza Corona, las autoridades todavía no han reparado 500 metros del camino que conecta a su pueblo con la carretera Coyuca de Benítez-Acapulco, conocido como Paso Texca.

Productores de limón de la zona rural de Acapulco realizan tareas de limpieza de sus parcelas dañadas por el huracán Otis. Foto: Cortesía/archivo UNTA

Esta comunidad, ubicada a 40 minutos de Acapulco, tiene un padrón de 103 campesinos que, según los datos de la Sagadegro, perdieron por el Otis 30 corrales, 300 hectáreas de cultivos de maíz y 10 vacas.

«Hasta el momento, ni siquiera hemos recibido un rollo de alambre de púas para empezar a levantar nuestros corrales que se llevó el viento», señala Justino Peñaloza.

El huracán Otis provocó que los más de 100 campesinos de San José Tasajera dejaran de cosechar más de 800 toneladas de maíz.

Justino Peñaloza refiere que en esta demarcación rural viven 500 personas, la mayoría de las cuales se dedica a la agricultura.

«La noche en que pasó el huracán, pensamos que nadie de aquí iba a vivir, porque todo estaba muy feo. Pero afortunadamente nadie murió y solo a diez casas se les voló el techo; pero perdimos todas nuestras milpas», expone el excomisario.

Las familias de esta comunidad se quedaron sin víveres los ocho días siguientes después del huracán.

La gente se organizó, y con pico y pala pudieron abrir un camino hacia la carretera de Paso Texca y trasladarse a Coyuca de Benítez.

«La gente tuvo que caminar o pedir un _raid_ a los automovilistas para ir a Coyuca para que les dieran una despensa. Fueron días muy duros, porque la gente no tenía que comer”, comenta Justino Peñaloza.

Recuerda que durante los primeros días siguientes del huracán, un grupo de habitantes de San José y de otros pueblos se organizaron para trasladarse a Acapulco para hablar con la presidenta municipal Abelina López Rodríguez, a quien le pidieron que les ayudara con el envío de maquinaria para abrir sus caminos de acceso.

Productores de limón de la zona rural de Acapulco realizan tareas de limpieza de sus parcelas dañadas por el huracán Otis. Foto: Cortesía/archivo UNTA

Abelina López les dijo que sí les mandaría maquinaria pesada, pero con la condición de que la gente de los pueblos se cooperara para pagar el diesel o la gasolina.

«Nosotros le contestamos que cómo íbamos a poner esa cooperación si ni siquiera teníamos dinero para comer, y la alcaldesa nos contestó: ‘Ahí están las cartas sobre la mesa, lo toman o lo dejan'», señala el excomisario.

Ante la falta de respuesta de la autoridad, los habitantes tuvieron que abrir el camino a pico y pala, en el que solamente pueden transitar vehículos de poco tonelaje.

Además, los caminos vecinales que también son utilizados para sacar las cosechas están inservibles.

Durante los últimos seis meses después del Otis, unas 10 familias de San José Tesajera han abandonado sus viviendas para irse a vivir a otro lugar con algún familiar.

«Dicen que la vida en Acapulco ya no será la misma, porque cada año en época de lluvias habrá huracanes muy feos como el Otis y no quieren vivir otra pesadilla», menciona el excomisario.

El limón, que es uno de los productos cítricos que más producen las comunidades rurales de Acapulco y Coyuca de Benítez, también sufrió devastación por el Otis.

De acuerdo con la Sagadegro, en 2023 se tenía estimado que en estas localidades hubiera una producción de seis mil 277 toneladas de limón.

En Guerrero, Acapulco ocupa el primer lugar en producción de limón, mientras que elsegundo lo ocupa el municipio de San Marcos, región Costa Chica.

La mayor parte de la producción de este cítrico se vende en la Ciudad de México y Acapulco.

Otro de los compromisos que de acuerdo con el comisario Justino Peñaloza se comprometieron los funcionarios de la Sagadegro, fue gestionar ante el gobierno federal que se les incluyera en el programa Sembrando Vida, para que recibieran un apoyo mensual de cinco mil pesos.

Los campesinos de Acapulco y Coyuca sufrieron pérdidas de sembradíos de maíz, frijol, calabaza, chile, limón, mango y coco, productos que no contempla el programa Sembrado Vida para que se les incluya como beneficiarios.

Productores de limón de la zona rural de Acapulco realizan tareas de limpieza de sus parcelas dañadas por el huracán Otis. Foto: Cortesía/archivo UNTA

«Fue una propuesta que en diciembre pasado se les hizo a los funcionarios de la secretaría, pero ni siquiera nos han avisado si se nos va a incluir o no», reprochó Justino Peñaloza.

 

«Sigo sin recibir nada»

 

Los fuertes vientos y la lluvia provocados por el huracán Otis, arrasaron con las 11 hectáreas de maíz, sandía y calabaza que tenía el campesino Juan Reyes Robles, de El Salto, en la zona rural de Acapulco; además, el río arrastró sus 12 vacas.

Durante los días siguientes al Otis, Juan anduvo buscando a sus animales, pero nunca las halló.

En entrevista telefónica, Juan Reyes asegura que a seis meses de la pesadilla que vivió, el gobierno no le ha dado ningún tipo de ayuda, aunque reconoce que nunca acudió con un servidor de la nación de la Secretaría del Bienestar, para que lo censaran.

Pero tampoco nadie de esa dependencia acudió a su domicilio para pedirle los datos de las pérdidas que sufrió.

«Lo bueno es de que estamos vivos; y del gobierno, la verdad, nunca esperé que nos echaran la mano», reconoce Juan Reyes.

Juan también sufrió afectaciones en su casa, pero tampoco recibió, de parte del gobierno, los enseres domésticos, refrigerador, colchón, licuadora y ventilador y el dinero en efectivo para reparar su vivienda.

«Nadie vino a censarme, o a lo mejor sí, pero seguramente andaba yo en otro lugar buscando mis vacas», lamenta Juan Reyes.

Especial Otis: seis meses

Texto: Amapola Periodismo

Foto: Javier Verdín 

Sábado 27 de abril del 2024

Acapulco

 

El 24 de octubre del 2023, Acapulco amaneció con la amenaza de la presencia de una tormenta tropical que durante el transcurso del día aumentó su nivel, hasta que por la noche llegó a categoría 5.

Los acapulqueños amanecimos con la sensación de que habían enfrentado la fuerza más devastadora en la historia del puerto, pero aún desconocían la magnitud de los daños. Así fue el amanecer en Acapulco el 25 de octubre.

 

Primeras imágenes del paso del huracán Otis, en el amanecer del 25 de octubre en Acapulco, aún con intensa lluvia y rachas de viento intensas. Resultado: destrucción total.

Aspecto de la calle Nuevo León de la colonia Progreso de Acapulco. El río se desbordó. Dejó autos muebles y casas hundidas en el fango.

Así se veía el Club de Yates de La Marina, en la zona del fraccionamiento Las Playas. En este lugar se podía apreciar decenas de yates hundidos. Los capitanes y oficiales de las embarcaciones comenzaron a hacer las cuentas de las pérdidas humanas. El dato oficial indica que la noche de Otis fallecieron 52 personas y 32 siguen desaparecidas.

Otis provocó una destrucción enorme de la naturaleza, cientos de árboles cayeron y también animales domésticos y silvestres fueron arrasados, cuyo número es incuantificable.

Al primer día de la destrucción que dejó Otis, cientos de personas comenzaron con el saqueo en tiendas departamentales y también a casas, por lo que grupos de vecinos por las noches bloqueaban los accesos a las calles y se armaron con cuchillos, machetes y palos para defenderse. Esta imagen corresponde a la colonia Aguas Blancas.

Días después, pareciera que el gobierno quería minimizar los daños entre los marinos, por lo que familiares de desaparecidos de embarcaciones iniciaron protestas afuera de la Décima Segunda Región Naval de Acapulco, para exigir su búsqueda.

Durante la noche del huracán, varias familias perdieron a seres queridos y todas las desapariciones son importantes, sin embargo, el caso de la familia Trinidad Ortega, de la colonia Nueva Era, se convirtió en un caso emblemático.

La familia Trinidad Ortega, compuesta por Yanet Ortega González, madre de Ángel Martín, Camila de Jesús y la esposa de Ángel Martín, Arely Texta Sánchez, y Estefanía Orozco, amiga de Yanet, quien estaba de visita, fueron arrastrados por un aluvión de agua y tierra. Sólo quedó vivo Cándido Trinidad de la Cruz, el esposo de Yanet y padre de Ángel Martín y Camila.

 

En la imagen Cándido Trinidad y su madre colocan un altar con velas e imágenes en memoria de los desaparecidos y en el preciso lugar donde la corriente se los llevó.

Cándido Trinidad vive su prueba de fuego a seis meses de Otis

Texto: Margena de la O 

Foto: Javier Verdín y Margena de la O

26 de abril del 2024
Acapulco

Cándido Trinidad de la Cruz volvió del cuarto que le prestan en la casa al lado de donde construye la suya, con un portarretrato flexible de tres hojas y lo extiende para mostrar las fotos de sus hijos, Ángel Martín y Camila de Jesús Trinidad Ortega, y la de su esposa, Janet Ortega González.

Es su prueba de fuego. Una de las sicólogas que lo atendió después del huracán Otis, en plena devastación, incluida la de sus emociones, le dijo que cuando pudiera mostrar las fotos de sus hijos y esposa, y hablar de ellos, la herida comenzaría a sanar.

Aquí está, en plena recuperación. Cuando muestra las fotos, hay momentos en que aprieta la emoción y ahoga el llanto.

Seis meses después del paso de Otis por Acapulco, el huracán más destructor en la historia de México, Cándido se esfuerza por seguir con su vida, que es diferente desde entonces, pero la conserva. En medio de la penumbra, la lluvia y el viento del huracán, casi la pierde, como a su familia.

Una corriente salvaje de agua que se formó en lo más alto de la colonia Nueva Era, se llevó su casa, y en ella, a sus hijos y a su esposa.

El torrente de agua también lo arrastró a él, pero sin que pueda explicarse cómo o por qué, salió de ese aluvión con furia. Los cuerpos de sus hijos y esposa siguen sin ser localizados.

Ahora está motivado por el apoyo que ha tenido de personas que ni conocía, pero supieron lo que le pasó. “Ha habido gente que me ha apoyado muchísimo”, dice.

Producto de ese apoyo, construye su nueva casa, que ahora compartirá con su madre y su padre, María Concepción de la Cruz y Arturo Trinidad, en el mismo terreno familiar, pero en el área más firme.

Desde el jueves 18 de abril, suspendió la venta de las aguas naturales de fruta que ofrece en la calle Morelos, cerca del zócalo, para comenzar con los trabajos. Ese día, llegó el grupo de menonitas de Chihuahua que le construirá su casa.

Para el domingo 21, que descansaron, se notan los avances de tres días. El espacio donde levantarán la casa ya está emparejado. Debió ser un trabajo duro, porque el terreno está sobre una loma rocosa y de tierra correosa.

Para llegar hasta este momento, Cándido ha vencido varios retos. El primero fue pararse del sillón donde convalecía por la cortada que se hizo en el tobillo derecho cuando el agua lo arrastraba, la noche de Otis. Aunque en realidad, su malestar más asfixiante e inmovilizador era la emoción de su pérdida.

Venció el sillón unas semanas después ante la insistencia de su hermano menor, Arturo, que le pedía seguir con su vida. Aún recuerda parte de lo que le dijo: “Échale ganas… entonces no tiene caso lo que uno está haciendo por ti. Y toda esa gente que ha venido desde lejos, entonces no ha valido la pena”.

Después, a mediados de febrero, cerca de los cuatro meses, retomó la venta de aguas de fruta en el zócalo. El día que volvió a la esquina donde monta su puesto, había una larga fila, como cuando esperan por las tortillas. “Eso más me levantó”, recuerda.

Un instante de la noche de la furia

Era la segunda cubeta con agua que Cándido sacaba del primer cuarto de la casa cuando sintió que una corriente inesperada lo elevaba. Unos minutos antes estaba refugiado en la recámara principal, con su familia y una amiga de su esposa, pero salió para intentar bajar el nivel del agua que se filtró en el otro cuarto.

En un instante, la corriente llevaba consigo a Cándido cuesta abajo sin resistirse, como quien flota en una piscina, entregándose a su destino. Unos metros después sintió un borde de tierra que casi de manera involuntaria lo puso de pie. Estaba en la calle principal de su colonia.

“Parece que me agarró su mano de Dios y me sacó”, es como Cándido explica su sobrevivencia.

Para ese momento, era alrededor de la una de la mañana del 25 de octubre del 2023.

Cándido subió sobre la calle para regresar a casa, pero en ella ya no estaba nadie de su familia. La bestia de aire y agua que esa madrugada pisó Acapulco arrancó los dos cuartos y se los llevó hacia el canal de desagüe que desemboca en el mar, el cual se aprecia desde la colonia como una panorámica.

Dentro del terreno de la familia Trinidad de la Cruz, Cándido construyó la casa para su esposa y sus hijos en el espacio que da hacia la calle, un camino ascendente pavimentado. Es la parte menos alta de la propiedad familiar, porque gran parte de la colonia está distribuida sobre un cerro alto.

En la casa, estaban sus hijos, Ángel Martín, de 16 años; Camila de Jesús, de 13 años; su esposa Janet, de 37 años; la nuera de ambos, Arely Texta Sánchez, una adolescente también de 16 años. Hacía poco que su hijo llevó a vivir con ellos a su novia, a quien fue a seguir hasta Colima. La condición que les puso Cándido a ambos es que siguieran con sus estudios, cursaban el CBTIS 14, que está muy cerca de lo que era la casa.

En este espacio a espaldas de Cándido estuvo la vivienda que se llevó el huracán. Foto: Margena de la O.

Estefanía Orozco, una mujer de 24 años, también estaba de visita con ellos. Era amiga de Janet y venía de la Ciudad de México a trabajar por ciertas temporadas.

Amapola, periodismo transgresor documentó por primera vez este caso el 30 de octubre del 2023, a raíz de que la madre y el esposo de Estefanía llegaron al puerto para hacer todo por rescatar su cadáver. El primer punto de búsqueda fue desde la Nueva Era hasta el otro lado de la carretera que lleva hasta Pie de la Cuesta, y que desemboca al mar.

Junto a Arturo Trinidad, padre de Cándido, contrataron una máquina pesada para hacer un rastreo en el desagüe. Eso generó que en medio del caos por la devastación, elementos policiacos, de protección civil y rescatistas humanos y caninos se sumaran a las labores y montaran una operación de búsqueda sobre el cauce en dirección al mar.

Hasta ese momento, el único cadáver localizado era el de Arely. Los vecinos, con sus propias herramientas, lo sacaron del cuello más visible del desagüe, donde se hizo un tapón, a un lado de la colonia. El pelo del cadáver de la adolescente se asomaba entre el escombro.

La madre de Estefanía, que durante toda esa tarde se movía de un lugar a otro y repetía que no se iría sin su hija, siguió por su cuenta con la búsqueda. La familia de Cándido supo que al final halló el cadáver en la playa Icacos, un punto muy alejado de la Nueva Era.

En toda esa operación de rescate, Cándido no estuvo presente. Su padre, que también daba vueltas durante el rastreo, comentó entonces que estaba en la casa de ellos, recostado porque no podía caminar por la lesión en su pie. Pero su problema mayor, se sabe ahora, era su depresión.

Cándido Trinidad Cruz y su madre colocan un altar con velas e imágenes en memoria de su esposa y sus hijos en el preciso lugar donde la corriente se los llevó. Foto: Javier Verdín.

En un recorrido por donde estaba su casa, Cándido reconstruyó parte de lo que sucedió.

Antes de salir del cuarto principal, donde todos estaban amontonados en una litera, escuchaba la fuerza del viento que, sin exagerar, levantaba las piedras y las lanzaba como si alguien lo hiciera de manera intencional.

Después de lo que le pasó a él y su familia, ningún relato es desproporcionado. La furia del huracán categoría 5 se vio por todo Acapulco.

En un rincón sobre el borde de la calle por donde guía el recorrido Cándido, abajo donde ahora construye su casa, hay un altar con flores y las fotografías de sus hijos y esposa. Es un espacio pequeño, seguido de una especie de despeñadero.

El altar con velas e imágenes en memoria de la esposa e hijos de Cándido. Foto: Javier Verdín.

Resulta que en ese lugar, antes del huracán, había una amplia base de tierra, y en ella estaba la casa de Cándido y su familia.

“…no te reconstruyes, lo asimilas”

Este domingo 21 de abril, pasadas las dos de la tarde, el sol pega fuerte en Acapulco, pero Cándido, su madre, su hermano Arturo –Walter, su otro hermano, no está en casa–, sobrinos y algunos conocidos de ellos están sentados en medio del terreno recién emparejado, como quien contempla un paisaje, aun cuando un improvisado techo de manta cubre sólo una parte.

Ese espacio, dentro del mismo terreno familiar, pronto será una casa, la que Cándido comparta con sus padres. Antes del huracán, en este punto estaba la modesta vivienda de María Concepción y Arturo, que también afectó el huracán, sin saldos mayores a las pérdidas materiales como la mayoría de las familias de Acapulco.

Los tres tendrán una nueva casa por los apoyos y donaciones que han recibido, como el de la comunidad de menonitas asentados al norte del país, que trajeron el material, las herramientas y pagan la mano de obra y la comida para la misma familia de Cándido, a quienes subcontrataron para, además, darles empleo. Con todo lo que se perdió en el puerto, lo que más hace falta es personal para construcción.

El compromiso que los menonitas hicieron con Cándido, a dos meses de conocerse, fue que le construirían su casa. Y ya la comenzaron.

Con eso, parece que le inyectaron una dosis de bienestar a la familia, en el proceso de asimilar su nueva versión.

“Todo se está valorando. A veces, en la familia, uno pelea, uno discute, tiene diferencias, pero cada uno está tomando una reflexión”, dice Cándido sobre la unión que ahora hay en su familia.

Él se esfuerza porque así sea, y lo está “viviendo al máximo”. Pero admite que es complicado, porque la herida es interna y profunda, en la zona de las emociones, y seguro le dejará cicatriz.

“Es difícil, porque no te reconstruyes, lo vas asimilando, porque dentro está el dolor”, expone cuando habla sobre cómo se siente.

Después, él mismo ofrece mostrar las fotos de su familia y se dirige al cuarto de la casa que habitan de manera provisional. La mujer que cuida la vivienda al lado de su terreno habló con sus parientes para prestárselas, mientras los Trinidad de la Cruz levantan la suya.

De allá sacó el portarretrato con las tres fotografías. Sus hijos todavía son unos niños en esas imágenes; su esposa está al centro, flanqueada por ellos.

Cándido dice sus nombres y sus edades, y su voz cambia ligeramente, pero recupera el tono y sigue.

«El capitán se queda en su barco»

Noé es el capitan del Dinka, un barco para 160 personas que el huracán hundió en la bahía de Acapulco, la noche del 24 de octubre. El capitán y el oficial a bordo salieron vivos. Hoy se cumplen seis meses del huracán más destructivo que ha tocado tierra en Acapulco


Texto: Marlén Castro

Fotos: Javier Verdín y Marlén Castro 

Ilustración: Ignacio Ocampo Na’Chok

Jueves 25 de abril del 2024

Acapulco

 

Noé Alfaro Santos (56 años) iba a morir la noche del 24 de octubre del 2023 y no sabe por qué continúa con vida. Tiene seis meses de su posible y diferida muerte.

Sabe que no hizo nada diferente a lo que, seguramente, hicieron sus amigos Felipe Castro de la Paz, el capitán del Aca Rey, y Demetrio Felipe García, de El Sereno. Ambos, viejos lobos de mar. Ellos ya no están. A Felipe lo hallaron el 3 de diciembre, esponjado, atrapado entre los restos de su embarcación. Demetrio sigue perdido, quizá también está atrapado en los restos de El Sereno, embarcación que no ha sido ubicada.

Noé piensa que no existe lógica que explique por qué sigue vivo. Tiene diabetes; la azúcar se le dispara a pesar del control médico y, hace cuatro meses, lo operaron de una hernia. Vive con miedo y con tristeza. Llora mucho. Es un hombre que no reprime sus emociones, nunca lo hizo, después de Otis, solloza más fácil y seguido.

–Sólo Dios sabe, –resume Noé la extraña razón de mantenerlo en este mundo.

Noé y sus amigos capitanes del Acá Rey y El Sereno se quedaron a cuidar sus barcos. Para la gente que no conoce la vida en el mar este apego es incomprensible. Ellos lo dan por sentado desde que se hacen capitanes y oficiales de embarcación, como los periodistas que van hacia los desastres, en vez de correr a salvarse.

“Nadie tiene que pedírtelo, uno lo hace de forma natural, igual como cuando no quieres dejar tu casa. El barco es tu casa”, explica Noé.

Aspectos del Club de Yates el 25 de octubre del 2023. Foto: Javier Verdín

Esa noche, en la que se murieron casi todos sus amigos de juventud de la vida en el mar, Noé se fue a dormir al camarote del Dinka, el barco del que era capitán desde los 22 años. Para protección, las embarcaciones fueron ancladas en el Club de Yates y en la Marina. Sus capitanes y oficiales se quedaron a bordo. El mar estaba tranquilo, más quieto que otras noches. Pasó por su mente que era una exageración que cerraran la Capitanía de Puerto y que las autoridades les pidieran abandonar las embarcaciones, porque el huracán traía rachas de viento peligrosas.

No había viento y no había lluvia.

A las nueve de la noche, después de merendar su leche y sus roles de canela, con el mar en calma, Noé decidió ir a dormir. Si Otis llegaba, lo haría en la madrugada, ese era el pronóstico y era lo que decían las aguas mansas de la bahía. Era mejor descansar ahora, para estar en mejores condiciones cuando Otis tocara tierra.

Parece que el mar escuchó sus pensamientos. En cuanto se tendió en la cama, las olas comenzaron a sacudir al yate y se soltó la lluvia.

Como a las diez, Noé anunció a Javier Ochoa, su oficial, que se preparara para una noche larga, defendiendo al Dinka de las rachas de viento. Se equivocó. Minutos después, el mar tranquilo se transformó en una bestia negra llena de furia.

La compañía en la que trabaja Noé tenía tres embarcaciones: Dinka l, la más antigua, Dinka, la más grande, y Reina María, la pequeña. A las tres las anclaron cerca del Club de Yates.

Noé y Javier vieron olas enormes precipitarse encima de las embarcaciones. Vieron al Dinka I volar en el aire, como un avión que surca el cielo, con todo y ancla y un pedazo del concreto, de donde lo arrancaron las rachas de viento.

Noé era el experto. Javier tenía apenas ocho meses de experiencia en el mar. Cuando Dinka I voló por encima de sus cabezas ambos esperaron lo mismo con su propia embarcación. Intercambiaron miradas resignados.

El 24 de octubre, Acapulco un día antes de Otis. Foto: Javier Verdín

De pronto, Noé sintió una especie de paz. Su corazón disminuyó la cantidad de latidos por segundo. Vio como una revelación lo que tenía que hacer para salvarse. Pidió a Javier que ambos caminaran por la embarcación para hacer contrapeso mientras bailaban sobre las aguas turbulentas. En lugar de sucumbir en las olas o elevarse por el aire, el Dinka se acercó a un muelle. Noé supo que saltar era su salvación y tenían que hacerlo rápido. Cuando otra enorme ola aventó al barco contra el muelle, Noe y Javier brincaron. Segundos después, el Dinka se perdió entre las olas.

Noé: volver a altamar

El 18 de marzo Noé volvió a altamar. Octubre, noviembre y diciembre luchó para estabilizar su diabetes, después de sortear las olas enormes y los vientos huracanados, la azúcar se fue para arriba.

Uno pensaría que un capitán de un barco, sobre todo, de uno como el Dinka, con capacidad para 160 pasajeros, recibe lo que necesita para vivir. No. Al menos no es así con Noé. Su semana es de 1,600 pesos. Por lo menos tiene seguro social y, con ello, tuvo acceso a una casa para trabajadores.

Volvió a altamar con nostalgia. Lo primero que hizo el capitán del Dinka, cuando piso la nueva embarcación, bautizada como Dinkita, fue pedir un aplauso para los capitanes y sus oficiales que no tuvieron la misma suerte que él. El Dinkita tiene capacidad para 45 pasajeros.

Pidió el aplauso entre lágrimas.

Después Noé se aferró al timón del Dinkita, como se aferró a la vida la noche del 24 de octubre.

Esta era una mañana cálida, con un mar de olas mansas, intensamente azules.

Dinkita es la embarcación que tripula ahora el capitán Noé Alfaro, después de que su embarcación para 160 personas se hundió durante Otis. Foto: Marlén Castro

El Dinkita con el capitán Noé al timón, salió del muelle y se perdió en esta inmensidad que cuatro meses atrás se tragó a sus amigos.

Noé y la tempestad

El abuelo no era marino, pero quiso que su nieto se llamara Noé, como el patriarca bíblico que salvó a las personas y a los animales del diluvio.

“Creo que mi abuelo me marcó con ese nombre”, dice Noé.

A diferencia de sus tres hermanos y su única hermana, desde muy niño, quizá tenía siete u ocho años, cuando lo único que quería era estar en el mar con su papá, Elías Alfaro Valladares. Elías (80 años) si era un hombre de mar. Fue el capitán del yate Polaris, una de las primeras embarcaciones de fondo de cristal para el paseo de los turistas.

Las primeras experiencias de Noé con el mar son de tempestad. Cuando hacía mal tiempo y su papá se quedaba a bordo de su embarcación para cuidarla, convencía a su mamá de que lo dejara llevar comida a su papá. Bertha Santos (+) sabía que Elías podía pasarla sin comer mientras había mal tiempo, porque nadie se quedaba cerca del océano. A pesar de su resistencia dejaba ir a Noé, aunque nunca apartaba el Jesús de su boca.

El capitán Noé Alfaro Santos y su familia afuera de su casa en Acapulco, tres meses después de Otis. Foto: Marlén Castro

Elías y los demás trabajadores de las embarcaciones de cristal, las que llevan a los turistas a la isla Roqueta y a ver a la virgen de Guadalupe, una mole de cobre hundida en la bahía para atracción turística, resguardaban sus embarcaciones en la playa La Agüada. Hasta allá llegaba Noé con el bastimento en esos días de aguas turbulentas.

A los 18 años, Noé ya manejaba cualquier yate que le pusieran. A los 22 años, en 1987, se hizo capitán del Dinka ll. No era su único empleo, los marinos son como los periodistas, necesitan de más de uno para completar sus ingresos. En el Aca Rey, donde conoció al capitan Felipe, Noé trabajaba haciendo clavados para los turistas.

458 embarcaciones hundidas, 137 recuperadas

Acapulco amaneció el 25 de octubre sin un solo yate anclado en la bahía. Los que no se perdieron en las olas y se hundieron quedaron volteados en las playas o encallados en las rocas. La mayoría de las embarcaciones sucumbieron a las olas de hasta cinco metros y rachas de viento de más de 270 kilómetros por hora. Otis es hasta ahora la fuerza más devastadora que ha tocado tierra en el continente americano, de acuerdo con el Servicio Meteorológico Nacional de México (SMN) y National Weather Service (NOAA), de Estados Unidos.

El SMN reportó que, en el momento más intenso, Otis registró vientos de hasta 329 kilómetros por hora, fue como una licuadora con velocidad turbo. Nada quedó en buenas condiciones sobre el mar, todo lo que flotaba se hundió o encalló a muchos metros del lugar al que estuvo anclado, como el Aca Rey, el que se hundió con su capitán y sus cinco oficiales.

Así amaneció Acapulco el 25 de octubre del 2023. Foto: Javier Verdín

El capitán del Aca Rey, Felipe Castro de la Cruz, fue hallado el 3 de diciembre. Sólo dos cadáveres de los seis desaparecidos fueron recuperados. El otro cadáver recuperado es el del piloto naval José Andrés Soberano Mellado.

De este tipo de embarcación, el único que sorteó las olas fue el Bonanza. Ambos, con sus luces tintineantes, enmarcaron la bahía durante unas cuatro décadas. El Bonanza fue reparado y el 24 de diciembre, dos meses después del fenómeno devastador, reanudó sus paseos.

La noche de Otis, de acuerdo con el último reporte del gobierno de Guerrero, fallecieron 52 personas y 32 siguen desaparecidas.

Noé no quiere sentarse a hacer bien las cuentas de todas las personas cercanas y queridas que perdió esa noche. Sabe que la tripulación de El Sereno, una embarcación privada anclada en el Club de Yates, el capitán y dos oficiales y en el Aca Rey, el capitán y cinco oficiales, están en calidad de desaparecidos.

“Ahí nomás son nueve personas”. Noé sostiene que en la mitad de las embarcaciones hundidas esa noche, hay desaparecidos.

El 24 y 25 de octubre, de acuerdo con la Secretaría de Marina, se hundieron 458 embarcaciones, entre ellas, la Dinka I, para 90 pasajeros, el Dinka para 160 y la Reina María, para 80 pasajeros.

El último reporte de la Semar indica que han recuperado del lecho marino 137 embarcaciones: 75 en la bahía de Acapulco, 41 en la bahía de Puerto Marqués y 21 en áreas de La Bocana.

Noé y Otis

Horas antes de que Otis hundió su barco, Noé tuvo uno de los días más tranquilos de su vida, a propósito de la misma presencia del huracán.

Noé y el oficial Javier Ochoa llegaron al Paseo del Pescador, más temprano que cualquier otro día, porque iban a llevar a hacer una inspección a personal del gobierno federal a la Isla La Roqueta.

Esa mañana, Otis pasó de ser una tormenta tropical a un huracán categoría uno y la rapidez con la que se transformó generó la advertencia del Servicio Meteorológico Nacional de Estados Unidos, razón por la cual cerraron el puerto a la navegación.

Aunque se cernía sobre el cielo porteño esta amenaza, ni el viento ni la superficie del mar indicaban riesgo. Noé, Javier y las personas del gobierno federal zarparon como a las 8:20. A los diez minutos, cuando se dieron cuenta en Capitanía que el Dinka había salido a altamar. Noé recibió una llamada.

El capitán se regresó porque el puerto ya había sido cerrado.

Como a las nueve de la mañana su patrón lo mandó a descansar a su casa, porque en la noche iban a estar en el barco para cuidarlo.

“Aunque no me hubieran dicho que lo hiciera, yo habría ido, no vi otra cosa desde que fui niño. El capitán se queda en su barco”, sostiene Noé.

El capitán Noé Alfaro Santos y su familia afuera de su casa en Acapulco, tres meses después de Otis. Foto: Marlén Castro

Noé no echó en saco roto la recomendación. Recuerda que durmió como si tuviera días sin pegar los ojos. Despertó como a las cuatro y media de la tarde. Durmió tanto que, cuando despertó, tuvo la sensación de que era el día siguiente. Se levantó, se preparó algo sencillo de comer, y comió. Como a las ocho se dijo que ya era hora de ir a cuidar su barco. Él no supo que cerca de las seis de la tarde, oficiales de la Marina pasaron a las embarcaciones a advertirles que debían retirarse porque el huracán ya era categoría cuatro. Subió al barco con la idea firme de que se las verían con un huracán categoría uno.

Las condiciones del mar hasta cerca de las nueve y media de la noche reafirmaron su certeza.

Nada en toda su vida de marino, con más de 45 años pegado al mar, lo preparó para lo que viviría las horas siguientes. Pero está vivo, y vive para contarla.

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Texto: Jesús Guerrero

Foto: Oscar Guerrero/ Archivo Amapola Periodismo 

Lunes 15 de abril de 2024

Chilpancingo


El Juzgado Tercero otorgó una suspensión provisional de la construcción del cuartel de la Guardia Nacional (GN) en el parque Papagayo en Acapulco que resultó con graves afectaciones ambientales por el huracán Otis en octubre de 2023.

Este lunes, en el juzgado ubicado en la Zona Diamante en este puerto, se llevó a cabo la audiencia incidental, pero no llegó ningún representante de la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena) para entregar su argumentación, que incluye las licencias de construcción por parte del municipio de Acapulco y el estudio de impacto ambiental por parte del gobierno del estado.

“En la audiencia de hoy (lunes), se prorrogó para este martes 16 de abril, para que la Sedena entregue la documentación requerida; pero en tanto, sigue suspendida la obra”, dijo Ramiro Solorio Almazán, presidente de la Asociación Soy tu Brother.

En la audiencia constitucional programada para el próximo 27 de mayo en el juzgado, se decidirá si se otorga el amparo para suspender en definitiva la construcción del cuartel militar o se desecha el recurso para que siga la obra.

Este lunes, personal de la Procuraduría Federal de Protección al Ambiente (Profepa) entró al parque Papagayo para inspeccionar los daños ambientales de la flora y la fauna que han provocado los trabajos de construcción que ha realizado la GN.

“En Profepa, me dijeron que el informe de la inspección que realizaron nos lo van a entregar el próximo jueves”, aseguró Ramiro Solorio.

Hasta antes de que fuera suspendida la obra del cuartel, la Sedena ya había hecho trabajos en un área de más de 600 metros cuadrados en el Papagayo, que en 1979 el gobierno del estado declaró reserva ecológica, recreativa y turística.

“La Guardia Nacional pretende construir un cuartel en un área de más de un hectárea, pero vamos a dar la lucha para que se frene esa obra en el parque Papagayo que por el huracán Otis tuvo serias afectaciones ambientales”, advirtió Ramiro Solorio.

“El gobierno, en vez de restaurar ambientalmente este pulmón, más lo está dañando con un cuartel como otros más que se están construyendo en Acapulco, para supuestamente mejorar la seguridad, criticó Ramiro Solorio.

La suspensión provisional de la obra, la otorgó a los demandantes del amparo el pasado 8 de abril de este 2024.

Antes de que organizaciones sociales y ambientalistas, a través de Ramiro Solorio, interpusieran el amparo ante la justicia federal, para pedir la cancelación de la construcción del cuartel, realizaron protestas en el parque Papagayo.

Este 31 de marzo, la gente irrumpió en el parque y tuvo un altercado con un grupo de elementos de la Guardia Nacional.

Después del huracán Otis, el gobierno federal anunció que para mejorar las condiciones de seguridad en este puerto, se van a construir 20 cuarteles de la GN en distintos puntos de este puerto.

En diciembre de 2023, el gobierno federal intentó instalar una base para militares y la Guardia Nacional en la Casa de la Cultura ubicada en la avenida Costera Miguel Alemán, pero debido a las protestas de los intelectuales y organizaciones civiles, se paró el proyecto.

El titular de la Secretaría del Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semaren), Ángel Almazán Juárez, declaró que lo único que expidieron es un proyecto de restauración ambiental en el parque Papagayo.

“Hubo muchas afectaciones ambientales por el huracán Otis y es necesario que haya restauraciones”, dijo el funcionario estatal.

Del año 2019 al 2020, el gobierno federal llevó a cabo la remodelación del parque Papagayo, con una inversión de 300 millones de pesos.

Pero los vientos y la lluvia del huracán Otis devastaron la zon arbolada del Papagayo.

Lenta recuperación tras Otis: escasez y altos costos para conseguir materiales para la reconstrucción de Acapulco

Tras el paso del huracán Otis, habitantes de las colonias altas de Acapulco, pero también pequeños y medianos empresarios de la costera, enfrentan la escasez y encarecimiento de materiales para la construcción. Algunos esperan poder reparar antes de que llegue la temporada de lluvias; otros han dejado la entidad para conseguir más recursos.

Texto: Marcela Nochebuena/Amapola Periodismo

Foto: Luis Madrid
22 de enero del 2024
De las colonias altas de Acapulco hasta las inmediaciones de la costera, habitantes y comerciantes del puerto enfrentan escasez y altos costos para conseguir materiales y personas trabajadoras –e incluso amenazas del crimen organizado– que les permitan reconstruir sus viviendas, negocios y restaurantes.
María, cuyo nombre fue cambiado por motivos de seguridad, vive con su hija en la colonia Ángel Aguirre, ubicada en la parte alta de Acapulco y con una fuerte presencia de bandas delictivas. Desde que algunas rutas de transporte comenzaron un paro en la ciudad, a esa zona siguen llegando taxis colectivos –y no las combis de pasajeros–, pero en hora pico puede tomar hasta tres horas la espera y el traslado.
En esa localidad, según relata, la mayoría de los techos de lámina cayeron con el impacto del huracán Otis la madrugada del 25 de octubre. En la parte más alta a donde llegan las viviendas, conectadas a las calles por andadores empinados sin pavimentar, aún hay restos de ramas y árboles tirados, láminas aventadas por el viento y algunos montículos de basura. Este servicio, acusan los acapulqueños, ya no se da abasto en toda la ciudad.
Foto: Luis Madrid
María cuenta que la llegada del huracán fue un hecho y un susto que no habían experimentado antes. Ella se refugió, junto con su hija, en una pequeña recámara que tienen. Todos sus muebles se mojaron esa noche, y casi 40 láminas se volaron. Ella prefirió quedarse en su domicilio porque, asegura, las autoridades no fueron claras respecto a la magnitud del fenómeno, y los refugios también sufrieron daños.
“Gracias a dios tengo un cuartito que tiene loza, porque lo demás está techado con lámina… Se perdió, ahorita está de improviso nada más”, aclara. Unos 20 días después de que las autoridades censaran su hogar, le hablaron por teléfono para el apoyo de limpieza de 8 mil pesos, después el de los enseres y finalmente los apoyos económicos que suman cerca de 35 mil. Sin embargo, no ha podido invertirlos.
“En las casas de material no hay suficiente, tiene que ir uno a cotizar, que te hagan la cotización y hacer un como sistema de apartado, porque no quieren que luego luego lo paguemos, porque igual el material va subiendo día a día, y hay que esperar a que te hablen por teléfono de que ya llegó tu material”, explica.
Incluso, en un principio, el gobierno federal pretendía condicionar la recepción del segundo apoyo a la comprobación de que el primero ya se había invertido en materiales de construcción, pero eso resultó imposible frente a la escasez y la alta demanda, representada en buena medida por los grandes hoteleros y comercios de la zona turística de Acapulco.
Espera de meses para tener material de construcción en Acapulco
Por lo pronto, María tiene previsto que le entreguen en mayo el material que necesita, y espera que así sea realmente, pues apenas estaría a tiempo para hacer las reparaciones. Después, vendrá la temporada de lluvias, que ya no lo permitiría. “No estamos preparados todavía para techar o poner la loza”, añade.
Foto: Luis Madrid
En este momento, muchas personas están poniendo lámina y madera provisional, pero para los tubulares hay que hacer también un sistema de apartado. Comprar ahora resultaría mucho más caro. En cuanto a los trabajadores de la construcción, además de la dificultad de conseguirlos, la mayoría está cobrando mucho más de su cuota habitual.
Además de la escasez y los altos costos para realizar las reparaciones de su vivienda, en la colonia Ángel Aguirre apenas se reguló el servicio del agua. De por sí, habitualmente se las hacían llegar cada uno o dos meses. Después de Otis, se quedaron completamente sin el servicio, y apenas hace 15 días –casi para cumplirse los tres meses del paso del huracán– volvieron a recibirlo. Mientras tanto, tuvieron que comprar pipas y almacenar.
La luz ya está funcionando bien nuevamente, pero para ello también esperaron dos meses. A eso se ha sumado la problemática del transporte en la última semana. “Los colectivos (taxis) sí funcionan, pero uno se va más a lo económico que son las urban… Queremos más seguridad, sentirnos un poco más tranquilos y salir con más confianza”, dice.
Habitantes de las colonias altas de Acapulco han señalado, además, que en días recientes han sido víctimas de extorsión por parte del crimen organizado al saber que tienen dinero tras la recepción de sus apoyos, una vez que les identifican por la etiqueta de “Vivienda censada” que coloca la Secretaría de Bienestar.

Confían en que Acapulco se levantará

María está convencida de que Acapulco se va a levantar, pero –asegura– falta mucho por hacer, como garantizar que funcionen los servicios más básicos y que haya suficientes carros para recolectar la basura, así como alumbrado público. Ella regresa de trabajar casi siempre por la noche –en este momento, le toma tres horas–, y sin suficiente luz, aumenta el riesgo.
“No habíamos sufrido nada de esto, yo ya tengo 35 años aquí en Acapulco (es originaria de Chilapa) y nunca había pasado. Nos dio mucho miedo perder la vida, que las cosas materiales se recuperan, pero ahora sí que salvamos la vida… Valorar la vida es lo principal. Nos cambió en muchos aspectos porque fue muy impactante todo esto que no lo esperábamos”, concluye.

Con más recursos, tampoco es suficiente

Aldo tiene varios pequeños y medianos negocios en la zona costera de Acapulco, no todos en el corredor turístico. Aun en una situación menos crítica que las colonias más rezagadas del puerto, enfrenta obstáculos similares para reconstruir, e incluso ha tenido que salir del estado para allegarse de suficientes recursos.
De su domicilio, perdió una pared completa, por lo que el viento y el agua acabó con los muebles, además de que el portón salió disparado a 200 metros de la propiedad. En su oficina y en una propiedad de la que rentaba los locales se perdió prácticamente la totalidad de los cristales y la cancelería. El mobiliario del restaurante del que era socio también resultó dañado en el centro de la Bahía.
Para reconstruir, se ha enfrentado, primero, a la tardanza para allegarse de insumos. “Compramos material, y tardaron cerca de un mes en surtirnos arena, cemento, grava, varilla, block y alambre recocido, para poder levantar este muro que se llevó la pared de mi departamento. Tenía a los trabajadores, contraté algunos albañiles, y se nos complicó el hecho de contar con el material”, señala.
Foto: Luis Madrid

Falta mano de obra para la reconstrucción de Acapulco

Otro factor es que la zona turística –dice– se limpió muy rápido, pero hay muchas colonias en las que el escombro permanece afuera de los domicilios. En su caso, tuvo que contratar servicios de volteo particulares para que se llevaran la basura y el escombro. Hasta ahora, ha gastado, calcula, unos 200 mil pesos en reparaciones, solo en limpieza, sueldos y compra de material. Faltan aún muchas otras.
“Es muy difícil encontrar aluminio, vidrio, tablaroca. Otro factor que está influyendo mucho es que como son pocos los herreros, albañiles, alumineros, hay mucha demanda y es muy poca oferta, y los precios también están siendo muy elevados” asegura. Por ejemplo, un albañil que antes cobraba 350 pesos el día, hoy lo está haciendo por 600 o 700, y en otros casos hasta mil.
Aldo asegura que los apoyos han contribuido, hasta cierto punto, a que haya circulante en el puerto, pero el diagnóstico del impacto estructural y económico aún no es certero. Él empezó a percibir un futuro no muy promisorio, pues sus arrendatarios ya no regresaron. Si bien no se atreve a usar la palabra “estancamiento”, percibe las señales de una “pausa” en el movimiento económico.
Aspecto de los los daños que dejó Otis en las viviendas. Foto: Luis Madrid

Buscan empleo fuera de Acapulco para ahorrar y regresar a reconstruir

Eso lo convenció de que la mejor manera de reactivar su propia economía en estos momentos era salir a buscar trabajo a otro estado. Un tiempo estuvo en Ciudad de México, después en Monterrey y ahora en Tijuana. Ese ingreso pretende invertirlo en su domicilio y sus negocios. Su estancia en otros lugares será provisional, advierte, pues su vida ha estado en Acapulco y ahí quiere regresar a recuperar lo que tenía.
Al igual que otras personas afectadas en diferentes niveles, él ya empieza a apuntar un aspecto del que, dice, todavía no se habla lo suficiente ante las necesidades más urgentes: las consecuencias emocionales del impacto de Otis. “No ha sido una prioridad, porque uno evidentemente está buscando proteger la fuente de ingresos; sin embargo, creo que el impacto emocional en un breve término va a ser algo que hay que atender…
“Si bien antes no estábamos del todo bien, creo que el huracán vino a dar una estocada y después de que pase esta época, al recrudecerse el tema económico, emocionalmente creo que la gente se va a empezar a dar cuenta de muchas cosas. Es algo que sí puede trastocar el ánimo de muchos, porque todo lo que trabajamos en toda nuestra vida, en dos o tres horas con el huracán se vino abajo”, señala.

Advierten problemas emocionales en damnificados por Otis en Acapulco

Naxhelli Ruiz, coordinadora del Seminario Universitario de Riesgos Socioambientales de la UNAM, explica que el desastre no es solo la destrucción material de las viviendas o edificaciones, sino que resulta un evento muy traumático porque las personas lo pierden todo o terminan desplazándose.
“Estamos ante poblaciones muy dolidas, con muchas dimensiones de la vida que están afectadas, desde las cosas más básicas, como alimentación, agua y vivienda, hasta cosas que van a repercutir seriamente en su salud física, mental, bienestar y perspectivas de vida”, asegura.
La vivienda es la primera vía para comenzar a solucionar todo lo demás, pero ni remotamente es lo único, aclara. Con la vocación económica del turismo como la principal, para las personas se vuelve muy evidente la pérdida de empleos, y esta debería ser la oportunidad –considera– para ampliar los medios de vida y la base económica de la ciudad en general.
Sus propios habitantes señalan eso en diferentes escenarios: en las colonias de la zona alta, en el Acapulco rural o en la prestación de servicios, se sabe que muchos de sus habitantes trabajaban y dependían de la economía de los grandes empresarios y de la zona turística. Eran quienes estaban a cargo del cuidado de las embarcaciones, se empleaban en la hotelería o proporcionaban transporte.

Los grandes negocios acaparan, pero también enfrentan escasez

Aunque los principales inmuebles que estaban asegurados en Acapulco son hoteles, condominios y grandes negocios, como cadenas comerciales, la realidad es que en el puerto persistía también un muy bajo nivel de aseguramiento. Aún así, la cantidad de reclamos evidencia que este es el segundo huracán con mayor impacto en daños a bienes.
La Asociación Mexicana de Instituciones de Seguros estima más de 35 mil millones de pesos en daños, con más de 21 mil reclamaciones en seguros de viviendas, hoteles y restaurantes –que representan el 59%; el resto son automóviles– hasta el 11 de enero. La cifra aún podría incrementar conforme vaya finalizando el trabajo de los ajustadores, aclara Felipe Anzo, representante de la Asociación Mexicana de Agentes de Seguros y Fianzas (Amasfac) en Acapulco.
Los propietarios que han reclamado seguros también han manifestado que una de las principales problemáticas en este momento es que no hay materiales ni mano de obra para atender la alta demanda que hay en Acapulco. Además, quienes la acaparan son las empresas, grandes condominios y hoteles que sí tienen la posibilidad de contratar pese a los precios altos.
Felipe Anzo, representante de la Asociación Mexicana de Agentes de Seguros y Fianzas (Amasfac) en Acapulco. Foto: Luis Madrid

 

“Las personas que tienen su vivienda particular nos estamos enfrentando con esa problemática de que no hay albañiles, no hay plomeros, no hay herreros, no hay electricistas, y el material está elevado el costo, y no hay muchos lugares donde encuentres todo el material que se requiere. Había pocos, pero sí hay esa problemática en este momento con la mano de obra”, explica.
Policía vigila una casa de materiales en Acapulco. Foto: Luis Madrid

Sin fecha, la recuperación en Acapulco

El tiempo para la recuperación dependerá, en muchos casos, de cómo se vayan trabajando los ajustes para que los seguros puedan indemnizar con rapidez, por lo que hasta ahora no hay un periodo específico. Desde su perspectiva, la economía ya se está reactivando con los negocios que han reabierto hasta ahora.
A lo largo de la costera, son una constante los letreros que anuncian “Ya abrimos”, “Fuerza Acapulco” o “Próximamente”. Algunas plazas comerciales apenas funcionan o lucen “a medias”: con algunos restaurantes abiertos pero con accesos entre andamios, y pisos o zonas donde se llevan a cabo reparaciones.
Entre los hoteles, puede percibirse el inicio de incipientes reparaciones; ocupaciones de algunas habitaciones mientras otras siguen en limpieza y rehabilitación, y otros que más bien lucen en abandono. Algunos han anunciado su apertura incluso para 2025 o 2026.

Un Acapulco con rezagos para todo

Además de la reapertura de varios negocios –sobre todo pequeños y medianos, y algunas cadenas–, otros con pérdida total que aún no han comenzando su reparación, condominios con daños severos y hoteles cerrados o funcionando a medias, la otra constante en Acapulco –a casi tres meses del impacto del huracán Otis– son las largas filas para apoyos y trámites.
Lo mismo que para la recepción de enseres –que casi siempre implica pernoctar–, despensas y apoyos rezagados, hay largas filas por todas partes para los trámites regulares en Acapulco: a las afueras del Servicio de Administración Tributaria (SAT), del Instituto Nacional Electoral (INE) o del Instituto del Fondo Nacional de la Vivienda para los Trabajadoras (Infonavit).
El rezago y la parálisis de los trámites, acusan los acapulqueños, se ha hecho evidente.
Foto: Luis Madrid
Además, ante un panorama donde la pérdida de empleos es una de las consecuencias más importantes, la Junta de Conciliación y Arbitraje ni siquiera está dando atención presencial. En la entrada de esta dependencia –con daños visibles, cerrada al público y solo con una persona de guardia en el interior– está pegado el decreto oficial que suspendió los plazos y términos desde el 30 de octubre.
En cartulinas escritas a mano por separado, se anuncia que la atención de primer contacto para cualquier duda o información sobre los trámites se hace por teléfono o vía correo electrónico. “Debido al paso del huracán Otis nuestra oficina permanecerá cerrada de manera temporal por razones de seguridad y precaución”, agrega otro letrero.
Los servicios presenciales de asesoría legal, acompañamiento en conciliación laboral y representación jurídica tanto en los tribunales laborales como en la junta especial no. 43 están suspendidos y serán atendidos “tan pronto sea seguro reanudar nuestras operaciones normales”. Junto con un mensaje de buenos deseos para la emergencia, la incertidumbre de quienes perdieron su empleo –además de lo material– se topa solo con invitaciones a recurrir a teléfonos, correo y redes sociales.
Foto: Luis Madrid
Ruiz, especialista en riesgos y desastres, insiste en que no se trata de que la reconstrucción no sea importante, pues lo es, pero el sufrimiento de las personas tiene muchas más facetas que deberían atenderse. Sin embargo, primero tendría que reconocerse que para poder hablar de una verdadera recuperación, es necesario ampliar las acciones a procesos más integrales.
“Ya vamos muy tarde para hacer este tipo de cosas, porque necesitan planeación, acuerdos financieros, estudios e investigaciones científicas para poder hacer las mejores propuestas. Ya que tenemos el desastre encima, y no tenemos esto medianamente platicado o avanzado, ya vamos tarde”, lamenta.

Festejo apacible en Acapulco para dejar atrás la furia de Otis y el año 2023

Texto y foto: Marlén Castro

2 de enero del 2024

Acapulco

 

La cena está lista y le mesa puesta.
Luciana y Diego, de ocho y 13 años, los dos menores de la familia, están bañados y vestidos con sus ropas nuevas, especiales para la ocasión.

Itzel Romero Reyes e Inti Medina Manzano, los dos adultos de la casa; Itzel es profesora de nivel secundaria e Inti, sociólogo, pintor y saxofonista, esperan el momento propicio para iniciar la cena con la que dejarán atrás el año del huracán Otis y comenzarán 2024.
Aunque no lo quieran recordar, Otis está presente. Se los trae a la mente las oleadas de aire fresco que entran libres por las ventanas sin vidrios que rompió Otis y algunos muebles nuevos que compraron para reemplazar los que se llevaron las rachas de sus vientos de 270 a 320 kilómetros por hora.

De alguna forma, este festejo de año nuevo, íntimo, apacible y en su propia casa, también es consecuencia de Otis, de valorar la vida, la familia y lo poco o mucho que poseen.

“Quiero festejar que estoy viva y mis hijos también”, compartió Itzel, mientras preparaba la pasta y la ensalada de manzana con las que complació el antojo de su familia.

Festejar la vida en Acapulco, en este departamento del cuarto piso del Fraccionamiento Las Playas, no es un eufemismo. No, dos meses después, del huracán más intenso que ha tocado Acapulco.

“Creí que íbamos a morir y aquí estamos”, refuerza Itzel mientras llama a todos a la mesa.

“¡Vénganse! ¡Ya está todo listo, ya vamos a cenar!”.

Acapulco al 10 por ciento, o menos

Estos ocho departamentos del Edificio Pelícanos, del Fraccionamiento Las Playas, son un ejemplo de cómo está Acapulco para recibir el 2024.


Se ubica sobre la avenida Adolfo López Mateos, una vía en forma de U invertida que se toma desde la avenida Costera Miguel Alemán y serpentea por varios fraccionamientos construidos al pie de los acantilados que rodean esta parte del océano pacífico. En la cúspide de la avenida se ubica el Hotel Flamingos, una de las construcciones a las que la llamada Perla del Pacífico debe parte de su historia, porque Johnny Weissmüller, el tarzán hollywoodense decidió que aquí seria su guarida y la de varios de sus amigos, todos, actores famosos de la meca del cine mundial.

Enfrente del Flamingos está el hogar de Itzel, de sus hijos y de Inti, su pareja.

Esta zona es parte del Acapulco tradicional, la que dotó a Acapulco de la fama mundial de la que goza hasta la fecha, a pesar de la violencia desatada en sus calles y los múltiples fenómenos meteorológicos que lo azotan cada década.

De sus 36 habitaciones, el Hotel Flamingos sólo tiene habilitadas tres, por lo que tienen unos 10 huéspedes, de acuerdo con lo que contó Miguel Angel Lozano, uno de los empleados de guardia de la hospedería famosa.

Aunque el escenario es hostil, los empleados del Flamingos estuvieron felices porque confirmó su reservación para esta temporada un huésped estadounidense que viene año tras años desde hace por lo menos un par de décadas, a pesar de los daños evidentes en toda la infraestructura. Para los empleados significó la esperanza de que el hotel recuperará su esplendor.

“Nosotros le metimos todas nuestras ganas, porque nosotros mismos estamos haciendo las reparaciones”, cuenta su trabajador de guardia.

Las tres habitaciones disponibles del Flamingos son parte de las 4,500 en todo el puerto en 127 hoteles, de acuerdo con datos publicados por la Secretaría de Turismo en su página oficial, de los que 57 se ubican en la zona tradicional, 54 en la zona Dorada y ocho en la Diamante, instancia que pronóstico el arribo de 10,000 a 15,000 mil turistas.

Los datos son evidencia del nivel de recuperación que alcanzó Acapulco a dos meses y seis días de Otis para la celebración de año nuevo. Antes de Otis, la disponibilidad en Acapulco era de 20 mil cuartos de hotel y de forma sistemática en cada temporada vacacional navideña, el sector turístico se prepara para recibir de 200 a 250 mil turistas.

Para llegar a esta zona del Acapulco tradicional se recorre gran parte de la costera Miguel Alemán, una arteria que sintetiza el bullicio del puerto. Estos últimos días de diciembre del 2023, la costera no fue esa zona tumultuosa y fandanguera característica. Muchas partes de la avenida, hoteles, restaurantes, bares y tiendas de conveniencia, aún muestras los estragos del huracán, aunque algunos comienzan a ser reparados y se ven los andamios colgando en sus alturas, cuando cae la tarde se hunden en una oscuridad profunda, aunque destellan algunas luces que prenden como centinelas.

Algunos espacios y edificios de la avenida que transitan la familia de Itzel e Inti recuerdan que no hace mucho pasó un huracán y todo lo que eso significa. Hay bardas tiradas en el suelo y algunos árboles caídos, aunque en general, es una de las avenidas más limpias de escombros en todo Acapulco, tiene calles laterales con las evidencias al cien por ciento, con montones de cerros de los residuos que volaron por el aire.

Frente al edificio Pelícanos está todo limpio. Sólo la selva muerta del Hotel Flamingos que tienen frente a los balcones principales recuerdan el tamaño del fenómeno meteorológico que los arrasó.

Todos los vecinos recibieron ocho mil pesos del gobierno federal para ocuparlos en la limpieza de las calles y de los hogares, que incluía pagar a gente que se llevara los escombros.

“Nosotros nos cooperamos y pagamos para que se llevaran a tirar toda la basura que teníamos frente a la calle, restos de materiales de construcción, de árboles y los desechos orgánicos, no sé porque en algunos lados no lo han hecho todavía”.

Esos ocho mil pesos para la limpieza los recibieron como a dos semanas del huracán, recuerda Itzel y que se llevaran los escombros frente al edificio costó a los vecinos 3,400 pesos. El dinero salió de esos ocho mil pesos que recibieron para la limpieza.

Los ocho departamentos del edificio Pelícanos tienen sus ventanales de los balcones principales desnudos. Otis se llevó estructuras, algunas de fierro, otras de aluminio y, obvio, hizo añicos los vidrios. Los ventanales están cubiertos de forma improvisada. El ventanal de la casa de Itzel tiene puesto un pedazo de cortina rescatada en la calle días después del huracán. Su vecino, el maestro universitario Hugo Martín Medina, quien también es su suegro, le aviso que una tela tirada en la calle se parecía a su cortina.

“La fui a ver y sí era. Me dije, bueno, la lavo y listo”.

La parte de atrás del departamento, por donde se cuela un gran trozo de la bahía de Santa Lucía, también tiene los ventanales sin vidrios. En la habitación de Diego, los restos de su cama atravesada en el balcón son el obstáculo entre la seguridad y una caída libre de casi ocho metros. Por esta habitación se metió Otis. Todas las cosas de Diego fueron arrasadas: sus libros, cuadernos, juguetes, ropa y muebles. Sólo quedó la base de la cama que ahora tiene la función de barda.

En una de las paredes del departamento hay un pedazo minúsculo multicolor de un resto de papel arrancado de algún otro departamento.

“Otis fue como un tornado, era un remolino de viento que trituró todo lo que arrancaba, como si fuera una licuadora. El departamento aparte de los destrozos quedó con miles de papeles grandes, medianos y minúsculos pegados a las paredes, como ese que no pude quitar”, señala Itzel.
La maestra comparte que sus ventanales aún están sin vidrios porque la demanda disparó los precios y, en su caso, no sabe los demás, prefirió esperar para pagar una cantidad razonable y justa.

Esta familia recibió del gobierno federal 43,000 pesos para la limpieza y reparación de los daños que causó el huracán.
“El primer recurso que recibí fueron los ocho mil para la limpieza, el segundo fue de 17,500 para hacer reparaciones y el tercero fue igual de 17,500, algunos ya no recibieron ni el segundo, ni el tercero porque no comprobaron con evidencias que los emplearon para eso”, explica.

Itzel recibió los 43,000 mil pesos porque llevó fotos del antes y el después y notas comerciales de su inversión. En enero, no sabe aún que día, recibirá los enseres domésticos que forman parte del paquete de apoyos para los afectados por el huracán. En otros hogares de menor poder adquisitivo a esta zona que forma parte de la llamada clase media los recibieron desde hace semanas. A Itzel e Inti eso no los molesta, al contrario, para ellos es bueno que, en otras zonas más dañadas, los apoyos llegaran con prioridad.

Probablemente, la suma entre el dinero efectivo y los enseres sea de alrededor de 60,000 mil pesos por familia, el paquete de enseres incluye un refrigerador, una estufa, una licuadora y un colchón.

“No puedo hacer una comparación sobre estos apoyos recibidos y los que ha habido en otros gobiernos porque no había sido afectada. Puedo decir sobre estos; fue una ayuda enorme, que, de no haberla recibido, no hubiéramos podido salir pronto de esta situación”.

En estos primeros días de enero, los ventanales serán repuestos, Itzel ya pagó una primera parte de su costo. Pronto, en este departamento de la avenida Adolfo López Mateos, Otis será recuerdo y aprendizaje.

Itzel aprendió una lección. Los vidrios de las ventanas no deben ser de una sola pieza, aunque reste ángulo a su vista de la bahía.
Aunque las luces de noche de Acapulco no destellan con la misma intensidad de otros festejos de año nuevo, la bahía desde el cuarto destruido de Diego es impresionante.

El silencio hace más extraordinaria la vista.
“Otros años, este día, hay una cantidad impresionante de gente y mucho ruido: motos, carros, música y cohetes por todos lados”, cuentan Itzel e Inti.

En el edificio hay silencio. Itzel, sus hijos e Inti son la única familia que decidió quedarse en Acapulco y en su departamento a pasar año nuevo. No está en penumbra porque por seguridad los vecinos dejaron sus luces prendidas, pues sus ventanas siguen sin vidrios y Otis arrancó el portón del estacionamiento.

El silencio es otra cosa que agradece Itzel en este festejo de año nuevo diferente.

“Quise festejar así, en pequeño, nomás nosotros, estar tranquilos y agradecer lo que tenemos”, dice Itzel.

Para estos momentos, la pasta, el queso manchego y las aceitunas para acompañar el clericot que preparó para la cena, además de la ensalada, ya desaparecieron de la mesa.

Para completar el festejo sólo falta la gala de pirotecnia, un detalle que da valor agregado a la noche de año nuevo en Acapulco, espectáculo que atrae a cientos de turistas.

“Una luz de esperanza”

“Una luz de esperanza”, así denominó el gobierno del estado al espectáculo de luces que iluminaron el cielo acapulqueño para recibir el 2024.

La noche de pirotecnia es un momento importante para la familia de Itzel e Inti y, probablemente, para cientos de acapulqueños, sobre todo después de Otis.
Después de la cena, cada integrante de la familia se sienta en la sala de la casa sobre unos sillones de tono chocolate recién lavados, en donde se invirtió una parte de los recursos para la limpieza que dio el gobierno federal. El sofá a pesar del agua de lluvia y todos los desechos que sobre el quedaron depositados luce en buenas condiciones. Lo mandaron a lavar y aquí está de nuevo en su segunda oportunidad.

En la pared principal de la sala hay la evidencia de que en esta casa hay un artista. Hay una obra de Inti medina, una pieza de arte abstracto, compuesta de varios fragmentos rectangulares que mi baja comprensión de arte no pudo descifrar. La familia disfruta de dos gatos rescatados en la calle que el cariño convirtió en hermosos felinos, los que maúllan cada vez que de forma esporádica retumba una pirotecnia.

Esta familia, como lo hicieron muchos acapulqueños que tuvieron posibilidades económicas de hacerlo, salieron de Acapulco los días posteriores al huracán, porque el puerto se quedó sin agua, energía eléctrica, internet y desabasto de comida. La gran mayoría se fue a Chilpancingo que, aunque es la capital, es considerada como una ciudad desprovista de atractivos. En cuanto los servicios de agua y energía se restablecieron, los habitantes del puerto retornaron.

Itzel y sus hijos estuvieron en Chilpancingo alrededor de un mes. La niña cursa el tercer año de primaria y el niño segundo de secundaria, ambos, inscritos en escuelas públicas, no retornaron a sus clases en estos dos meses, por los severos daños registrados en los edificios.

Diego y su hermana saben de cómo les fue a sus amigos y amigas sólo mediante comunicación telefónica. Están bien, dicen, pero no los ven desde el 24 de octubre del 2023.

Los menores fueron testigos de un fenómeno meteorológico inédito en Acapulco. A Diego su mamá lo arrancó de la cama cuando escuchó las corrientes de aire que se estrellaban en la ventana.

Ambos se resguardaron los primeros minutos en la sala, en esta sala, en la que el chiflón de Otis, remolió los libros y cuadernos escolares de Diego. Ahora que regrese a la secundaria, Diego no llevará ninguna evidencia de sus dos primeros meses de estudiante de segundo de secundaria y tampoco saben cuándo regresarán.

Mientras hablan de cómo será el regreso a clases dan las 12, la frontera entre el viejo año y nuevo año son sesenta segundos, los suficientes para acomodarse en el mejor espacio del ventanal para ver la pirotecnia de gala en esta noche de Acapulco, desde donde sólo se ve el perfil de la bahía, sin destrozos, en este Acapulco que parece recuperado al cien, o menos.

#Acapulco #turismoacapulco #Guerrero

Cómo se recuperará Acapulco después de Otis, cuestionamientos reiterados de diputados a titular de Obras Públicas

Texto y fotografía: Itzel Urieta
28 de noviembre del 2023

Chilpancingo

 

La recuperación de Acapulco tras el paso del huracán Otis y que avances llevan los caminos artesanales fueron los cuestionamientos más comunes que legisladores realizaron a la titular de la Secretaría de Desarrollo Urbano, Obras Públicas y Ordenamiento territorial, Irene Jiménez Montiel.

Durante el resumen de su informe, Jiménez Montiel, la tercera funcionaria del gabinete de la gobernadora Evelyn Salgado Pineda en comparecer en el Congreso local, mencionó que se concluyeron 237 obras iniciadas en 2022.

La inversión en obra pública alcanzó los 846 millones 153 mil pesos, destinadas a 302 obras y se prevé una inversión de 966 millones 130,663 pesos para 354 obras al cierre del 2023.

Las participaciones, las inició la diputada Leticia Mosso Hernández. Preguntó sobre la reconstrucción de Acapulco tras el paso del huracán Otis, y si derivado de eso se contemplan modificaciones al Plan de Desarrollo Metropolitano.

Jiménez Montiel respondió que se plantea revisar los materiales de construcción en edificios privadas y públicos para garantizar seguridad ante huracanes.

Siguió la diputada del Partido Verde, Hilda Jennifer Ponce Mendoza, quien al igual que en sus otras participaciones a los comparecientes, mandó saludos a la gobernadora Evelyn Salgado Pineda, felicitó los trabajos que realizan y su pregunta se basó en explicar como se distribuyen los recursos en la Secretaría.

Por parte de los perredistas cuestionó a la secretaria el diputado Ociel Hugar García Trujillo, quien cuestionó qué elementos se toman en cuenta para la asignación de recursos para la obra pública en Guerrero, y qué municipios son lo que han recibido mayor beneficio.

Jiménez Montiel respondió que todos los datos están publicados en el Diario Oficial del estado, en las leyes de ingreso de de los municipios y en las leyes de construcción estatales.

La secretaria de Desarrollo Urbano, Obras Públicas y Ordenamiento Territorial, Irene Jiménez Montiel, durante su comparecencia.

A muchas de las preguntas, Jiménez Montiel no daba una respuesta clara.

Por último, García Trujillo cuestionó por qué a las comunidades afromexicanas no se les asigna un recurso especial para los caminos artesanales.

A este cuestionamiento ya no hubo respuesta por Jiménez Montiel ya no tenía el derecho de réplica.

El priista Rafael Navarrete Quezada preguntó a la compareciente sobre el estatus de la vialidad en la zona turística Riviera-San Marcos, antes y después del huracán Otis; los avances de construcción de los mercados de Cuajinicuilapa, Marquelia, San Marcos y Ometepec, así como las obras educativas, de agua potable, carreteras y caminos artesanales en la región Costa Chica.

Jiménez Montiel respondió que la Comisión de Infraestructura Carretera y Aeroportuaria del Estado de Guerrero (CICAEG) invirtió 446 millones 606,516, pesos en 103 obras de infraestructura carretera y sobre el tema del agua, mencionó que la Comisión de Agua Potable, Alcantarillado y Saneamiento del Estado de Guerrero (Capaseg) ejecuta una inversión de 945 millones 290 mil pesos en 159 acciones.

El diputado José Efrén López Cortés, solicitó mayor información de las acciones implementadas para la atención inmediata a los damnificados de Acapulco y Coyuca de Benítez, además, pidió saber por qué la obra de la biblioteca del Congreso del estado está detenida, y en qué fecha se concluirá.

Jiménez Montiel dijo que la obra de la biblioteca se detuvo porque el recurso destinado para las dos primeras etapas se acabó y que en el presupuestos del 2024 viene incluido el dinero destinado a la tercera etapa que incluye acabados e instalaciones.

La perredista Elzy Camacho Pineda cuestionó sobre los planes de la dependencia para evitar devastaciones como la ocurrida por Otis, a través de cambios en las normas de construcción.

La secretaria se limitó a responder que ya se planea agregar nuevas normas de construcción para edificios públicos y privados.

Los cuestionamientos del diputado priísta Jesús Parra García fueron en torno a las obras de relevancia que están en proceso o ya concluidas en los municipios de Chilapa y José Joaquín de Herrera, así como la inversión aplicada el programa de caminos artesanales.

Sobre el programa de caminos artesanales, Jiménez Montiel dijo que se superaron las metas programadas.

«En 2022 alcanzamos 232 kilómetros en 73 caminos y se consolida el convenio para el Programa de Pavimentación de Caminos Artesanales 2023, con una inversión de 1.084 millones 500 mil pesos para construir 226.98 kilómetros en 98 caminos, que beneficiaran a 516 mil 729 habitantes en la Montaña y Costa Chica».

El diputado morenista Osbaldo Ríos Manrique preguntó si se considera en la dependencia acondicionar los edificios del Poder Ejecutivo para eficientar los servicios que presta el personal, y sobre el avance de programas específicos para la reducción de la pobreza.

Jiménez Montiel aseguró que «todas las políticas en materia de obras se encaminan a contrarrestar el rezago social, la marginación y la pobreza».

Para finalizar la comparecencia, la morenista y presidenta de la Junta de Coordinación Política (Jucopo), la diputada Yoloczin Domínguez Serna, solicitó conocer la situación de los planes municipales de desarrollo urbano.

Al respecto, Jiménez Montiel dijo que «se consolida el número de consejos municipales de desarrollo urbano y vivienda, pasando del 7.4 por ciento al 43.2, en dos años de administración».

 

 

 

Texto patrocinado por el Congreso del Estado de Guerrero

Se minimiza impacto de Otis en Acapulco y ayuda ha sido “casi nula”, acusan empresarios y asociaciones civiles

Empresarios y asociaciones civiles de Guerrero acusan que la ayuda que AMLO ha dado a Acapulco tras el paso del huracán Otis «ha sido insuficiente y casi nula».


Texto: Redacción Animal Político

Fotografía: Oscar Guerrero / Archivo 

21 de noviembre 2023

 

Asociaciones civiles y de empresarios de Guerrero denuncian que las autoridades han minimizado el impacto del huracán Otis en Acapulco, y que la ayuda brindada por el presidente Andrés Manuel López Obrador (AMLO) “ha sido insuficiente y casi nula”.

 

Las organizaciones señalan que los datos de los tres niveles de gobierno sobre las pérdidas materiales y las estimaciones para la reactivación varían drásticamente, por lo que exigen “se transparenten las verdaderas cifras” para poder elaborar acciones tangibles, coordinadas y secuenciadas.

“Un diagnóstico equivocado dará como consecuencia, soluciones equivocadas, costosas, desgastantes, insuficientes y en consecuencia ineficientes”, apunta el documento.

De igual manera se pide la formulación de un Plan Maestro para la Reconstrucción de Acapulco y que los poderes Legislativo y Ejecutivo, tanto federal como estatal, incluyan recursos extraordinarios para el puerto en el Presupuesto 2024.

Empresarios y asociaciones piden a autoridades no ser omisas con el tema de Otis.

Las asociaciones civiles y de empresarios también piden que se generen las condiciones para la reactivación económica de Acapulco, priorizando el sector turístico; proponen programas de empleo temporal, créditos a la palabra y estímulos fiscales.

Asimismo exigen que la Comisión Federal para la Protección contra Riesgos Sanitarios (Cofepris) y la Comisión para la Protección contra Riesgos Sanitarios del Estado de Guerrero (Copriseg) declaren emergencia sanitaria debido a la acumulación de basura, la falta de agua potable y la presencia de insectos, fauna nociva e, incluso, “restos mortales”.

A su vez, señala que, aunque la Coordinación de Protección Civil es también de “Gestión Integral de Riesgos”, no hubo la infraestructura suficiente para atender el paso del huracán Otis, a pesar de que hay “protocolos de mitigación de riesgos y hay una amplia experiencia en ellos”.

Por último, los grupos firmantes exigen al presidente, diputados, senadores y autoridades locales no ser omisos y actuar con responsabilidad para evitar un caos social y de salud a la población de Acapulco, y reiteran que en caso de omisión puede haber acciones penales, civiles, administrativas y políticas.

Daños y damnificados por el paso del huracán Otis en Guerrero

El paso del huracán Otis dejó, hasta el momento, 49 muertos y 26 desaparecidos, de acuerdo con el más reciente informe de la Fiscalía General de Guerrero.

Por su parte, autoridades federales señalan que en Acapulco y en Coyuca de Benítez se han censado más de 250 mil viviendas dañadas.

Una mapa del servicio de gestión de emergencias Copernicus (Copernicus EMS) ubicó las afectaciones en Acapulco, Guerrero, tras el paso del huracán Otis; hasta el 30 de octubre, localizaron casi mil 400 edificaciones destruidas, 252 hectáreas inundadas, puentes afectados, carreteras dañadas y las zonas más afectadas.

Hoteleros del puerto han manifestado no saber cuáles serán los apoyos del gobierno para la reconstrucción y en algunos casos tampoco han sido visitados por trabajadores de las aseguradoras, por lo que dicen que se ve difícil la posibilidad de que en un periodo de meses se reanuden las actividades económicas relacionadas con el turismo.

Apenas días después del paso de Otis por Guerrero, AMLO dijo que tenía “el sueño, el ideal que vamos a convertir en realidad entre todos y cómo ya se está haciendo de qué en Navidad las familias van a estar muy contentas en Acapulco (…) no habrá amarga Navidad”.

“Somos un pueblo olvidado”, paso de Otis evidencia carencias en la Costa Chica de Guerrero

Pobladores de Agua Zarca de la Peña, en la Costa Chica de Guerrero, piden ayuda al gobierno tras el paso del huracán Otis y aprovechan para reclamar el abandono en el que se encuentran, pues no tienen drenaje, agua, calles pavimentadas y sufren cortes de luz.


Texto y fotografía: Alfredo Maza / Animal Político

20 de noviembre 2023

 

Entre lágrimas y aplausos, pobladores de Agua Zarca de la Peña, un pueblo en la Costa Chica de Guerrero, recibieron a elementos de la Secretaría de la Marina Armada de México, que el día de ayer se dedicaron a transportar decenas de despensas a este lugar a bordo de un helicóptero militar desde la Base Naval Aérea de Acapulco.

Este pueblo, que está ubicado a más de 60 kilómetros de distancia de la costa, en el municipio de San Marcos, es solo uno más de los pueblos afectados tras el paso huracán Otis, mismo que no tiene servicios públicos, por lo que los pobladores aprovecharon la oportunidad para pedir ayuda del Gobierno Federal. 

“De hecho no tenemos drenaje, no tenemos calles pavimentadas, la luz se nos va, está una hora y al rato se va otra vez y no tenemos un servicio al 100%. Agua potable tampoco tenemos, las calles también son de tierra. La verdad es un pueblo olvidado de parte de todos los gobiernos”, dijo en entrevista la comisaria de Agua Zarca de la Peña.

De acuerdo con datos del Coneval 2020, el municipio de San Marcos tiene un rezago educativo de 24.7%, esto es 13 mil 288 personas; carencias por acceso a servicio de salud en 39.8 % de su población, 21 mil 422 personas; mientras que las carencias por acceso a alimentación llegaban al 38.9%, 20 mil 929 personas.

Pese a lo anterior, la funcionaria se dijo feliz al recibir las despensas, pues aseguró “son pocos los gobiernos que se acuerdan de nuestra comunidad y pues la verdad estamos muy agradecidos e igual todo el pueblo se los agradece también mucho”.

Animal Político acompañó la entrega de estas despensas, por lo que pudo constatar que dentro de las cajas con el logo del Gobierno de México había atún en agua, ensalada de verduras, mix de fruta deshidratada, fríjol cocido y leche en polvo, entre otros productos que fueron trasladados para cubrir las necesidades de los 560 habitantes que tiene este pueblo.

Los pobladores ayudaron a los militares a descargar el helicóptero. Foto: Alfredo Maza.

“No tenemos nada para comer”

Mientras los pobladores ayudaban a los militares a descargar el helicóptero, los niños del poblado, en compañía de sus madres y hermanas, aprovechaban la oportunidad para tomarse fotos con los marinos y subirse al helicóptero ANX-2200, mientras las mujeres agradecían a los militares su ayuda y les ofrecían alimentos.

En medio del barullo, Ángela Zapata Martínez, una mujer de aproximadamente 70 años, narró a este medio cómo vivió las primeras horas previo y después de la llegada del huracán Otis, estragos que incluso se podían notar desde el aire: árboles caídos hecho un nudo, techos destruidos y caminos de tierra.

“El aire nos espantó. Nosotros llorábamos por lo mismo, porque estuvo feo. Luego mi casa es de teja y todos nos mojábamos adentro porque se metía el agua, el polvo y (como) ve estamos pobres y no tenemos para comer”, dice. 

Los mismos datos del Coneval refieren que en 2020 San Marcos tenía una población de 53 mil 782 habitantes de los cuales 32 mil 528 (60%) vivían en pobreza: 21 mil 495 en pobreza moderada (40%) y 11 mil 33 en pobreza extrema (20.5%). Además, datos del Inegi señalan que para la misma fecha el municipio tenía 13 mil 959 viviendas particulares habitadas, cuyas viviendas con piso de tierra eran del 10.6%.

Ángela relata que en su casa viven, además de sus hijos, sus tres nueras con bebés, por lo que el sufrimiento posterior a la tragedia fue aún peor.

-Bendito sea dios que agua tenemos, aunque… sí tenemos un pozo de agua-, dice.

– ¿Y qué servicios les hace falta? -, se le pregunta.

-Las despensas, que nos estuvieran llegando despensas, pues porque estamos pobres queremos una ayudita y viendo qué es lo que necesitamos, pues eso…. que nos dieran, aunque sea (despensas), porque somos mucha gente, pues… que nos ayuden. Yo soy sola y yo quisiera que me ayudaran-, responde.

Originalmente la Coordinación Nacional de Protección Civil había declarado 47 municipios en desastre natural por el paso de Otis, pero días después ajustó la fecha a solo dos municipios: Acapulco y Coyuca de Benítez.

Lo anterior significa que los otros 45 municipios quedaban fuera de los mecanismos (económicos y programas sociales) para atender los daños desencadenados por fenómenos naturales, por lo que San Marcos no recibirá los apoyos planteados en el Plan de Atención a la Población Afectada por Otis, pese a recibir las despensas.

“Díganle a sus hijos que saldremos adelante”: docentes se organizan para que niños estudien, pese a suspensión de clases por Otis

A pesar de la suspensión de clases causada por el huracán Otis, docentes y madres de familia buscan evitar retrasos en la educación de los niños.


Texto y fotografía:  Alfredo Maza / Animal Político 

16 de noviembre 2023

 

La maestra María Elena Ramírez Agüero, de la escuela primaria Capitán Antonio Abarca Memije, en la colonia Adolfo López Mateos de Acapulco, ha citado a madres y padres de familia este miércoles 15 de octubre en su salón de clases para dejar actividades con la única intención de que las alumnas y alumnos del tercer grado de esta escuela no se retrasen más en su educación, pese a la suspensión de clases provocada por el paso del huracán Otis.

Una a una, la maestra entrega en las manos de las madres y padres que van entrando al salón de clases dos hojas impresas con las actividades a realizar para el proyecto comunitario “¡Descubro las historias de mi comunidad!” -pensado para tres días de tareas-, acompañada de tres libros, una guía y un cuaderno para que realicen todo en casa.

“Ellos van a hacer las actividades en casa, guiados, claro está, y posteriormente en un lapso de seis días más o menos vamos a traer el resultado de esas actividades y llevaremos nuevamente actividades a casa, en caso de que todavía no se restablezcan las labores en la escuela”, dice la maestra en entrevista.

Sin embargo, la maestra Ramírez Agüero asegura que el dejar estas actividades es una “iniciativa propia”, pues hasta el momento las autoridades educativas sólo les han dicho que hasta que no haya condiciones, las niñas y los niños no pueden regresar a clases.

“Y como nuestra escuela es una de ellas, pues tenemos afuera un foco muy fuerte de infección que es la basura, las autoridades también nos han indicado que para evitar que se vayan a enfermar o algo, no nos presentemos”, dice.

El número de escuelas afectadas asciende a 404 escuelas y la primaria Capitán Antonio Abarca Memije es una de ellas. Foto: Alfredo Maza

Animal Político visitó escuelas preescolares, primarias, secundarias y bachilleratos de diversas partes de Acapulco, públicas y privadas, mismas que se encuentran en abandono y destruidas, con personal educativo que negó conceder entrevistas por temor a represalias.

Sin embargo, en esta escuela el maestro Santos Contreras Pastrana, director de la primaria, permite hacer un breve recorrido por las instalaciones, mientras él mueve escombros y retira un poco de basura. A pesar de que asegura que “solo dos salones sufrieron daños severos”, muestra que se cayeron algunas láminas, se rompieron los tinacos, la tubería del agua y algunos cristales de los salones.

“Ahorita por el momento ya vino la Comisión Federal de Electricidad, porque no teníamos luz, pero nos vamos a apoyar con los padres de familia o en su defecto con la Marina para poder hacer la limpieza”, dice la maestra Ramírez Agüero, mientras que el director asegura que tendrán que hacerlo ellos mismos pues los marinos están “ocupados”.

—De hecho, a nosotros se nos fue la luz ayer, así que quién sabe, a ver cómo nos organizamos— interrumpe una madre de familia, mientras toma los libros y luego se retira de la escuela.

La maestra entrega a madres y padres las tareas a realizar para que los niños y niñas no se sigan retrasando. Foto: Alfredo Maza

“Hablen a sus hijo del huracán Paulina”

“Por favor, es muy importante que para esta actividad les hablen a sus hijos del paso del huracán Paulina, Ingrid o Manuel, para que se den cuenta que se puede salir adelante”, dice la maestra, al tiempo que las madres y padres salen de este pequeño salón, desde el cual suele impartir clases a 26 niñas y niños de entre 8 y 9 años de edad.

La Secretaría de Educación Pública ha informado que la suspensión de clases por los daños en escuelas de Acapulco y Coyuca de Benítez ha afectado a 214 mil 716 alumnas y alumnos de todos los niveles, mientras que la Secretaría de Educación de Guerrero ha señalado que el regreso a clases será por etapas, pues el número de escuelas afectadas asciende a 404 escuelas.

Una de las madres que ha acudido a la escuela a recibir las actividades para su hija es la señora Carmelita Rodríguez Flores, que vive a media cuadra de la escuela primaria, pero que llegó tarde debido a que tuvo que formarse por más de tres horas para recibir la Beca Benito Juárez de su hija menor. Pese a lo anterior, se dice feliz porque el gobierno aumentó el apoyo debido al paso de Otis, “justo ahora cuando más lo necesitamos”.

De acuerdo con la vecina de “El Morro”, como se le conoce popularmente a la comunidad donde está esta primaria, los primeros días, luego de que azotó Otis fueron los más difíciles, pues tuvieron que organizarse su esposo y ella para volver a levantar el portón de su casa, que tumbó la fuerza del viento, y reparar las ventanas y puertas de su hogar, pese a no tener luz ni agua.

Sin embargo, una de las cosas más difíciles y preocupantes por la que pasó la pareja fue procurar el bienestar de sus hijas, de 8 y 18 años, una de las cuáles incluso tiene fiebre y dolor muscular.

“Lo que pasa es que yo a la semana las saqué (a mis hijas). Mis hermanos me apoyaron y las pude sacar de aquí, porque no había transporte, no había nada, así que llegó mi hermano en la moto, porque tampoco había señal ni cómo comunicarse”, dice.

“No, pues es la única opción que te ofrezco es llevármelas de aquí porque están inseguras. Aquí no hay agua, no hay luz, entonces me las voy a llevar yo y ya regresas otro día por ellas”, asegura que le dijo su hermano.

De esa forma, durante 15 días ambas estuvieron fuera de su casa, mientras ella y su esposo ayudaban a los vecinos a limpiar las calles, retirar los escombros y hacerse cargo de su propia subsistencia, pero hace apenas un par de días ambas regresaron.

“Y en el momento en que la traje se empezó a enfermar y lleva ya dos días y medio con calentura. Ahorita de hecho la quiero llevar a que la chequen”, dice.

Justo antes de terminar la entrevista para poder llevar a su hija al médico, Carmelita asegura que la mayoría de las y los compañeros de sus hijas se fueron del estado, pero de igual forma se comunicara con los padres y madres para compartirles las actividades que ha dejado la maestra Ramírez.

“Así solamente vamos a trabajar, porque no sabemos cuándo se vayan a abrir ya las escuelas. No hay aire, agua, los tinacos se volaron, o sea que es algo que va a tardar y para que usen los baños, pues imagínate, tiene que haber agua. Aquí ahorita nada más que se me recupere me voy a poner… ahorita que no tengo trabajo, entonces voy a aprovechar el tiempo y a poner un horario para poder adaptarme a estar con ella y adaptarme a estudiar. No va a ser igual, pero no hay de otra”.

Otra de las escuelas afectadas fue el jardín de niños Cristóbal Colón. Foto: Alfredo Maza

Esperan la ayuda del gobierno para reconstruir

La profesora Ramírez Agüero y el profesor Contreras Pastrana, aparte de ser maestros, también son esposos y padres de familia de una niña de apenas 7 años de edad, que los acompañó a revisar la escuela y dejar las actividades para el resto de niñas y niños de la primaria.

“Ahora sí que todos andamos en nuestras propias casas. (Los primeros días) no pensábamos en venir a la escuela, en ese momento nuestra prioridad era nuestra familia o los alimentos, que empezaron a escasear. Pero cuando venimos con el maestro, que es mi esposo, nos dimos cuenta de que la escuela dentro de todo está bien. No hubo daños como otras y ya empezamos a mandar mensajes a los papás”, dice.

De acuerdo con la profesora, la situación de las niñas y niños en esta escuela es particularmente difícil, pues en esa colonia, a pesar de estar tan cerca de la costa, hay muchas familias de escasos recursos, niños que a veces acuden a la escuela sin dinero, mamás que no tienen para comprar guías. Por eso esperan la ayuda de las autoridades educativas estatales y federales para reconstruir sus casas y la escuela.

El lunes, el Gobierno de Guerrero y el Ayuntamiento informaron que habían visitado 251 planteles educativos de Acapulco, de los que 155 habían sido verificados y estaban en proceso de apoyo, aunque la primaria Capitán Antonio Abarca Memije no ha recibido visita ni notificación alguna por parte de las autoridades.

Por su parte, el Instituto Mexicano para la Competitividad (IMCO) ha señalado que las visitas de las autoridades educativa a las escuelas solo abarcan el 18% de las instalaciones educativas ubicadas en Acapulco y Coyuca de Benítez, por lo que no hay un reporte oficial y detallado sobre las escuelas afectadas restantes.

Informar en medio de la propia supervivencia

Texto: Margena de la O

Acapulco

15 de noviembre del 2023

 

Uno de los sectores sociales afectados por el huracán Otis son los periodistas locales de Acapulco, quienes además de enfrentar sus propios daños deben informar el saldo y los estragos de la devastación, aun con las imposibilidades mismas de comunicar.

El huracán categoría cinco dejó por días aislado a Acapulco. Los servicios de energía eléctrica y telefonía y los caminos y carreteras quedaron suspendidos por los daños que acarreó la intensidad del aire y el agua desde las primeras horas del 25 de octubre que ocurrió el huracán.

Hasta ahora, 23 días después, hay colonias que no tienen luz eléctrica, y aún cuando la telefonía móvil y el internet fue reactivado por las compañías, el servicio no es eficiente.

Una de las consecuencias de la falta de estos servicios fue que los periodistas locales no pudieran reportar lo que ocurría en el puerto, además de que debían decidir entre informar o, como cualquier habitante afectado de Acapulco, enfrentar la devastación. La mayoría de los comunicadores debieron sobreponerse pronto, aun cuando algunos perdieron su equipo, y a la vez resolver cómo enviar su información.

“No te puedes dar el lujo de quedar desempleada”, comenta Karla Benítez, una periodista local de 26 años, al momento de reflexionar sobre la falta de condiciones laborales que tiene ella y la mayoría de sus colegas en Guerrero. Los reporteros o periodistas en general que reportan desde las calles, no es el caso de la mayoría de los dueños de medios de comunicación, son un gremio con la función social de informar a la ciudadanía, desde una condición precarizada, porque la mayoría no cuentan con prestaciones laborales.

Karla tiene seis años de experiencia laboral y en ninguno de los medios de comunicación con los que colabora, un multimedios de cobertura nacional y una televisora local, tiene prestaciones de ley. Lleva la mitad de los gastos en su casa, la que Otis dejó inundada, sin barda perimetral ni cristales en las ventanas, y sin aparatos electrónicos funcionales. A ella, en particular, la dejó hasta sin ropa.

El fotoperiodista Javier Verdín, quien también vivió los estragos del huracán, comparte en sus redes sociales el 3 de noviembre pasado esta imagen de colegas reunidos en un punto de «la costera destruida» donde había un pequeño generador de luz y señal de internet.

Fue el 27 de octubre que Karla pudo hacer contacto con los coordinadores del multimedios para el que colabora y dar un reporte. Viajó a la ciudad de Chilpancingo, la capital de Guerrero, ubicada a menos de horas del puerto, aunque ese día les llevó más de seis; salió junto a su padre a buscar víveres y agua.

Alguien, en algún lugar de la ciudad, le permitió cargar su teléfono y se comunicó. Después, recuerda, dio un reporte que en realidad era su testimonio personal de cómo enfrentó la contingencia y lo que ella había visto de la tragedia y los daños, como los 14 cadáveres con los que se topó a las horas siguientes que bajó de su casa para buscar comida y ayuda en general.

Aunado a todos los impedimentos de informar por la misma catástrofe, las instituciones oficiales tampoco hacen fluir de manera eficiente la información de los daños, según algunos periodistas.

Con la imposibilidad de la comunicación desde Acapulco, los primeros reportes periodísticos no salieron de los periodistas locales, donde hay colaboradores para medios de comunicación de todas las dimensiones (locales, nacionales e internacionales). Lo hicieron quienes son de fuera de la ciudad.

Las primeras imágenes aéreas conocidas durante la mañana siguiente después del paso de Otis las dio a conocer una de las televisoras nacionales más grandes del país. Otros reportes salieron esa misma tarde porque periodistas de Chilpancingo, como Ángel Galeana, llegaron a Acapulco minutos antes del huracán, y hallaron hoteles que tenían servicio de internet aun cuando la señal era muy débil.

Otra información se conoció por la noche y al día siguiente porque otros tantos periodistas viajaban de Chilpancingo al puerto, y volvían, con todas las dificultades del camino, para mandar información.

Periodistas que trabajan para el periódico estatal El Sur en la capital, por ejemplo, viajaron durante los primeros días hacia Acapulco para recabar datos, porque las oficinas centrales están en el puerto y no había manera de que informaran, ni siquiera sabían cuáles eran las condiciones personales de algunos reporteros.

Algunos reporteros reunidos en una oficina pública en plaza Marbella. Foto: Margena de la O.

Los periodistas locales acapulqueños, aunado a sus afectaciones particulares, quedaron en desventaja de informar sobre Otis ante la infraestructura de grandes empresas, como las televisoras.

“La verdad me daba mucha envidia porque estaban llegando los enviados nacionales de las grandes empresas, con equipos, estructuras y estaban transmitiendo. Yo no sabía lo que pasaba en la televisión, porque no estaba viendo televisión, porque no tenía electricidad en mi casa, todavía no tengo teléfono y por eso me bajo aquí a trabajar”, dice en entrevista el periodista Misael Habana de los Santos en un punto de plaza Marbella, frente a la escultura de La Diana.

Un grupo de comunicadores aprovecha la cobertura de internet y parte de las instalaciones de unas oficinas públicas para enviar su material, porque hasta hoy ningún servicio público está resuelto por completo en el puerto.

Los periodistas de Acapulco deben buscar también la manera de resolver la incomunicación. “De la crisis y la necesidad había que informar, había que hacer algo”, agrega Misael Habana después de compartir que salió de su casa al tercer día, primero, porque debió asumir la catástrofe y recontar parte de los daños, aun cuando no pudiera resolverlo.

Segundo porque todo el tiempo estuvo solo y debió esperar a su compañera, que estaba fuera de Acapulco el día del huracán, para no dejar sola la casa, por el riesgo de que saquearan la vivienda como lo hicieron muchos con las tiendas y negocios establecidos, otro problema que empujó a los habitantes del puerto a tomar sus propias medidas.

Los periodistas, se documentó antes, como todos los habitantes, viven las mismas necesidades y enfrentan las mismas circunstancias que todos en Acapulco.

A diferencia de muchos periodistas de fuera, que van y vienen o que están por algunos días en el puerto y se retiran, los locales deben de enfrentar que en sus casas faltan, además de los servicios para la comunicación, otros tantos básicos, como el agua, o el transporte público que, aun cuando circulan algunas unidades no son todas, porque también el combustible escaseó.

Para resolver la incomunicación el esfuerzo es doble. “Porque nunca es el mismo día, o sea hoy tienes internet aquí en la iglesia, pero mañana se puede descomponer, entonces vete al Infinitum de Calinda (un hotel de zona dorada), como puedes estar ahí, como no puede haber internet. El Copacabana (otro hotel de la misma zona) lo cerraron el 30 de octubre y había una fuente de internet, pero por una clave que me pasó una amiga. Entonces, yo lo comparo con los videojuegos, ya ves que los personajes llevan una moral, tu ánimo sube o baja de acuerdo con las circunstancias”, comparte Héctor Briseño, otro periodista del puerto.

El periodista Héctor Briseño se sienta a descansar en una glorieta frente al Centro Internacional Acapulco donde vuelve a captar señal de internet, después de enviar su información. Foto: Adriana Suárez.

Los comunicadores en busca de señal de internet han hecho de algunos espacios centros de trabajo y los han convertido en sitios de reencuentro para saberse cómo están ellos o cómo están los otros colegas. Algunos han coincidido, por ejemplo, en la acera de los establecimientos al otro lado de lo que quedó de Galerías Acapulco; otros en las inmediaciones del hotel Hotsson Smart, donde hay una fuente de señal de internet u otros en la plaza Marbella.

Desde «la oficina improvisada» frente a Galerías Acapulco fue que el fotoperiodista Javier Verdín, a quien sus colegas buscaban después del huracán, subió una foto a su perfil de Facebook con la que se reportaba y, a la vez, aprovechó para narrar parte de lo que sentía. «Cuando amaneció después de la noche del huracán Otis bajé para hacer fotos a la costera, caminando desde Cumbres de Llano Largo, me cayó un árbol de ceiba con espinas grandes y me dañó la pierna y eso me menguó; tardé cinco horas en subir el cerro de regreso a la casa destruida. La verdad es que a todos nos fue mal, pero también considero que es un buen momento para reflexionar, organizar, repensar, volver a soñar, desde el caos volver a sacar la belleza y hacer poesía», es sólo un fragmento de lo que compartió.

Las complicaciones para comunicar han orillado a algunos periodistas a ajustar sus propias maneras de difusión. El equipo del programa de radio de Al Tanto Guerrero, que coordina Misael Habana, al no funcionar las ondas electromagnéticas que transmiten la señal de radio, hacen su programa sólo a través de las redes sociales desde un pasillo de la plaza donde les facilitan internet, que antes sólo eran otra vía de difusión del programa que hacen de dos a tres de la tarde. “Estamos trabajando sin nada, porque no tenemos nada”, agrega Misael.

En medio de todo esto se debe informar aun con todo lo emocional que acarreó una manifestación natural como Otis.

“Me ha costado tanto hacer una nota”, dice Héctor Briseño al compartir que lo más duró del huracán es la afectación emocional.

Así están otros de sus colegas. En el encuentro para la entrevista, Karla Benítez, lo primero que hace es disculparse de manera anticipada por si se desbordaba en la conversación, porque tiene claro que no ha procesado lo que vivió como cualquier otro habitante. Misael Habana compartió también que él no pudo evitar derrumbarse la primera vez que se asomó de casa para ver los daños.

Aun así, había que informar, aun cuando se trate de narrar parte de su propia supervivencia.

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