La actividad que realiza el grupo de observadores de aves en Chilpancingo consiste en salir a observar las aves y talleres relacionados con la naturaleza con el propósito de registrar y de contar a las aves en las localidades o áreas que se visiten.
Marisol Castro Torreblanca, bióloga egresada de la Universidad Autónoma de Guerrero (Uagro), es una de las coordinadoras de esta actividad.
La bióloga comentó que salen a realizar caminatas por las mañanas o en las tardes para observar y hacer el registro de aves.
Grupo de observadores de aves en el Jardín Botánico de la Uagro, el sábado 09 de marzo del 2024. Foto: Marisol Castro Torreblanca
En estas caminatas se comparte la información de las aves observadas de qué colores son, nombre común y científico, entre otros datos.
Toda esta observación se hace con binoculares que ellos mismos les prestan a los asistentes.
Los participantes identifican las aves a través de guías que también les prestan los coordinadores con la finalidad de que aprendan y realicen correctamente el registro.
Colibrí Opaco (Phaeoptila sordida) en el Jardín Botánico de la Uagro. Foto. Marisol Castro Torreblanca
En ocasiones hacen talleres a la par de las observaciones, donde les enseñan a los participantes a utilizar estas guías y aplicaciones digitales que sirven para la identificación de las aves ya sea en el recorrido, en sus perspectivas casas o en alguna área verde.
Esta actividad es una iniciativa a nivel internacional de la Comisión Nacional para el Conocimiento y Uso de la Biodiversidad (Conabio).
Esta institución tiene un programa llamado Programa de Aves Urbanas (PAU), que funciona en México y en otros países de América Latina.
Primavera (Turdus rufopalliatus) en el Jardín Botánico de la Uagro. Foto: Marisol Castro Torreblanca
El Programa de Aves Urbanas (PAU) promueve la observación, el conocimiento, el cuidado y la protección de las aves y de su entorno, también promueve que cualquier persona pueda ser partícipe de algo que se llama ciencia ciudadana.
La biologa explicó que la ciencia ciudadana tiene como propósito que la ciudadanía conozca a las aves, que sepan cómo se llaman, dónde están, por dónde se mueven y ellos con sus observaciones contribuyan a hacer ciencia participativa.
Al finalizar los recorridos y el conteo de las aves, los encargados suben ese registro a una plataforma que se llama eBird.
En esta plataforma se puede registrar cualquier persona con su correo electrónico y hacer ahí el registro de aves que ven para que los investigadores a nivel mundial sepan cómo se mueven las aves, dónde están, cuándo llegan, de qué se alimentan, entre otros datos.
Estos registros permiten que se haga ciencia ciudadana y a la vez para conocer a las aves que nos rodean y conviven con nosotros en el entorno y que muchas veces pasan inadvertidas.
Las actividades de observación se realizan dos veces por mes, cada dos semanas, regularmente se realizan los días sábados o domingos.
Para conocer las fechas exactas se tiene que estar al pendiente de la convocatoria en la cuenta oficial de Facebook Observadores de aves de Chilpancingo.
En la ciudad de Chilpancingo se inició con esta actividad desde el año 2022. En otras ciudades como Tlapa, Acapulco, Zihuatanejo y San Gerónimo también las realizan, pero se adaptan de acuerdo con el contexto.
Luisito Común (Myiozetetes similis). Foto: Marisol Castro Torreblanca
Los que coordinan las actividades en Chilpancingo son el maestro Epifanio Blancas, del Instituto de Investigación Científica y la bióloga Marisol Castro Torreblanca, quien además también tiene estudios de posgrado en ciencias biológicas en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).
Existen actividades que se realizan en fechas específicas, hay un calendario a nivel global en las que se marcan días concretos.
Las fechas más próximas son del 22 al 26 de abril que se realiza el conteo naturalista, se realiza la caminata y registran todos los organismos, plantas, insectos y mamíferos, entre otros.
Como estas fechas hay muchas más en las que se puede participar, para eso es importante estar al pendiente de las redes sociales para enterarse.
El número de participantes puede ir desde 1 a 30 personas; es conveniente que los grupos sean un poco reducidos para una mejor experiencia y atención porque además los binoculares son pocos.
El uso de binoculares es muy importante porque con ellos se puede ver a las aves a detalle y al no contar con esta herramienta los participantes que no logren observar correctamente puede perder el interés en la actividad.
Castro Torreblanca dijo que cuando los grupos son de muchas personas es un poco más difícil la observación de aves porque hay mucho ruido y las aves se dispersan.
En la actividad pueden participar todas las personas, desde niños hasta adultos mayores, pero es importante considerar que se trata de caminar y a veces resulta un poco pesado para algunos.
El único requisito que se necesita es que tengan interés por aprender acerca de la biodiversidad, gusto por caminar y entusiasmo, no se necesita tener experiencia, esa se adquiere ahí en las actividades.
Los recorridos son gratuitos, a los participantes se les presta binoculares y las guías para identificar a las aves.
En ocasiones puede haber cuotas de recuperación simbólica, pero solo cuando se invita a personas que vayan a dar algún taller de dibujo, alebrijes u otro que se relacione con la naturaleza.
Las observaciones de aves se realizan principalmente en el jardín botánico de la Universidad Autónoma de Guerrero (Uagro), en las instalaciones de la Escuela Superior de Ciencias Naturales, pero también en las colonias Emperador Cuahutemoc, Rosario Ibarra, la colonia México y en cualquier otra área verde con un permiso .
Grupo de observadores de aves en la Facultad de Ciencias Naturales UAGro, Ex-Rancho Shalako, Petaquillas, el 15 de Marzo del 2024. Foto: Marisol Castro Torreblanca
Los organizadores tratan de hacer estas actividades en espacios seguros para los participantes debido a la inseguridad que se vive.
También reciben invitaciones de parte de los ciudadanos que quieran ques e visite a su comunidad o alguna área verde de alguna colonia.
Texto y foto: Andrea Mendoza Viernes 16 de febrero 2024 Chilpancingo
En la plazuela del barrio de San Francisco se halla una casona antigua color naranja, con un letrero pequeño que dice Arcadia, centro cultural.
Arcadia, que en griego significa lugar utópico, es el imaginario ideal de artista y poetas, un lugar de armonía y paz; un recinto creado en la época romanticista y renacentista donde el artista podía echar a volar su imaginación: era el paraíso de ninfas, hadas y entes sobrenaturales que habitaban en la antigua Grecia, había música, magia y poesía, un espacio para la naturaleza y el arte.
La Arcadia, del barrio de San Francisco, tiene una recepción en la que destacan los colores azul y naranja, los que acentúan el toque colonial de este espacio.
En las paredes hay diferentes pinturas de artistas guerrerenses y otros más de la colección privada del fundador, Florencio Salazar Adame.
Arcadia también es un hotel y cafetería, inaugurado en el 2022, un espacio donde todos los objetos decorativos parecen ser obras de arte moderno.
Como centro cultural lleva a cabo exposiciones temporales de artistas guerrerenses, presentaciones de libros y proyecciones de documentales. Tiene un plus para los amantes de la lectura: El libro viajero.
*¿En qué consiste el libro viajero?*
El libro viajero es una dinámica en la cual un libro y las personas que gustan de la lectura se funden en un viaje.
Cualquier persona puede ir los lunes a Arcadia y decidir, entre varios libros, cuál llevarse. Al terminar el libro, este debe de seguir su viaje, por lo que es devuelto nuevamente a Arcadia para que otra persona se lo lleve e inicie una nueva aventura.
Omar Flores, administrador y colaborador del centro cultural, comenta que es importante promover la lectura en los guerrerenses. Esta dinámica reúne a personas de todas las edades, quienes todos los lunes se presentan en Arcadia para tomar uno de los libros donados.
Solo puedes llevarte un libro por mes, pues hace unos meses las donaciones de libros no se daban abasto ante los lectores chilpancingueños que se llevaban más de tres libros cada semana.
Diferentes dinámicas dentro de Arcadia.
Además del libro viajero, Arcadia tiene una sala de arte donde monta exposiciones temporales de diferentes artistas.
En esta sala exponen tanto artistas guerrerenses como artistas internacionales, unas de ellas fue la exposición maestros del arte polaco a cargo de Maziej Zletara y retratos del artista guerrerense Bernardo Rosendo.
Arcadia es uno de los pocos espacios que hay en Chilpancingo donde se promueve el arte, la cultura y lectura.
Sus exposiciones y las diferentes dinámicas del libro viajero y las proyecciones de cine son totalmente gratuitas.
El equipo de Arcadia comenta que las donaciones de libros siempre son bien recibidas, y el centro cultura es un apoyo para ellos y para que se creen más instancias de cultura.
El mezcal, las máscaras y la buena charla son la personalidad de este espacio
Texto: Margena de la O
Fotografía: Oscar Guerrero
Chilpancingo
Martes 6 de septiembre del 2022
José Luis Correa Catalán llena dos botellas de mezcal, una natural y otra con un preparado de cajel, al fotógrafo Pedro Agüayo, quien visita por primera vez El Calehual.
Él y una mujer que lo acompaña recorren el primer nivel de la casa del anfitrión, un espacio con 450 máscaras de diferentes puntos de las siete regiones del estado, y decenas de litros de mezcal de Axaxacualco (Eduardo Neri) y Apango (Mártir de Cuilapan), dos elementos simbólicos de Guerrero, los que, a la vez, configuran la historia del linaje de los Correa.
Una vez servidos los mezcales, Correa explica las diferencias entre las máscaras de los tecuanes, según la región del estado en que fueron elaboradas. Después intercambian comentarios del uso ritual de la máscara, en particular de Acatlán, Chilapa, y de Zitlala, dos lugares nahuas de la Montaña baja de Guerrero donde la ritualidad es muy importante.Lo hacen mientras recorren el lugar.
El Calehual es una habitación con paredes cubiertas por el casi medio millar de máscaras de todos los tamaños, sin contar las miniaturas que cubren los arcos de unas de las divisiones, y algunas antigüedades. Ante eso, es casi imposible no engancharse y preguntar, y preguntar, y preguntar.
La mujer comentó al principio que sería una visita rápida, la que se alargó para escuchar atentos a Correa. Les dijo, por ejemplo, que algunas máscaras son decorativas u ornamentales, como las que elaboran los artesanos en San Francisco Ozomatlán, Huitzuco y de Ayahualulco, Chilapa, “la nueva tendencia de la máscara en Guerrero a partir de los setentas” que nunca perdió su valor artesanal.
También les compartió sobre la importancia de los saberes y las técnicas empleadas en los tres grupos en que divide su colección: las auténticas asociadas a una danza tradicional, las réplicas que mantiene para fines de archivo, y las decorativas que también tienen alguna asociación con las danzas y ritualidades, con las adecuaciones de las nuevas generaciones de mascareros y sus contextos.
Cuando los visitantes se despiden –asegurándose de llevar las dos botellas de mezcal que compraron–, anticipan a Correa que volverán, porque a El Calehual siempre se regresa. Para construir este texto, por ejemplo, se visitó el lugar más de un par de veces, la primera para conocerlo, las siguientes sólo por gusto.
Pedro Agüayo expuso, como argumento para una siguiente visita, su deseo por aprender más sobre las máscaras y las danzas de Guerrero.
Un dato que se conoce al visitar El Calehual es que la máscara de diablo colgada cerca de la ventana, desde donde se ve la calle 18 de marzo, es de las primeras que obtuvo Correa para su colección. Se trata de un diablo hecho por los artesanos de San Francisco Ozomatlán, una comunidad nahua ubicada a orilla del río Mezcala, considerada como el lugar del país donde se producen más máscaras de madera, de acuerdo con lo que han documentado algunos medios de comunicación.
O que la máscara más antigua en la colección es un diablo de un pueblo de Teloloapan, hecha en los años veinte.
Es probable que se asombre después de saber que en 2020, después de tres años de buscarlo en San Martín, Quechultenango, Correa logró que don Cuco Gudiño, uno de los dos últimos mascareros sanadores –que fungen como una especie de chamán en sus comunidades– de los que sabe sobreviven en el estado, le traspasara una colección de siete máscaras originales de la generación de danzantes de los años cincuentas. Son máscaras que corresponden a los danzantes originales de esa época, una de ellas es la de un hombre apellidado Bello, la gente lo reconoció porque la máscara tenía los ojos muy juntos, como él.
La visita de la pareja ocurrió la tarde del 29 junio pasado, pero así suelen ser todas las visitas a El Calehual, que el mismo Correa define como una galería urbana, donde confluyen una especie de simbiosis que superan la degustación y la contemplación, porque queda de manifiesto la manera en que otros saberes se expresan.
Además, compartió más adelante, después de atender a sus clientes, es fundamental entender las máscaras y las danzas como dos eslabones contiguos, y a las máscaras con el mezcal, como un eterno ritual de Guerrero.
Para que estos elementos tengan ese sentido, Correa juega un papel muy importante, de entrada, garantiza una amena charla, por todo su bagaje intelectual y artístico, y todo su conocimiento sobre las máscaras, tema que ha abordado hasta en un plano académico. Su investigación de maestría lleva por título La vida social de las máscaras en Guerrero, 1970-1990.
Después, una degustación de un buen mezcal. En El Calehual ofrecen y sirven cuatro gamas de mezcal: el natural o blanco; los destilados, como el de borrego y el de pechuga; los macerados, como el amargo, el de damiana, el de hierbas, y por último, los licores que son hechos con frutas de la región. En total, unos 150 tipos de mezcales.
El elemento incorporado más reciente al mezcal, las máscaras y la charla en El Calehual, son los quesos de prensa que la familia de Correa trae de Chichihualco y Tlacotepec para ofrecerlo en venta; siempre hay prueba. Este complemento es otra ala de su historia familiar, porque está conectado a la Sierra de la zona Centro, donde se mantiene parte de la familia de su madre, Nohemí Catalán García.
Una mezcalería convertida en galería
La historia de El Calehual comenzó hace varias décadas; sólo en su espacio actual lleva 20 años. La abuela paterna inició con la venta de mezcal en la casa familiar, un poco desde la clandestinidad, porque en Chilpancingo se consideraba que era una bebida para peones, cuenta Correa.
Por esa razón, con el paso de los años, vendían el mezcal a la usanza de las más antiguas pozolerías de Chilpancingo, fundadas por las familias tradicionales de la ciudad, quienes adaptaban una parte de sus casas para el negocio y compartían parte de su intimidad con los clientes.
Además de que hace años el mezcal de Guerrero enfrentó la estigmatización de que no era bueno y la familia de Correa, a través del El Calehual, se sumó a la tarea de cambiar esa idea. “Nos tuvimos que volver anfitriones para explicarles qué era el mezcal, qué era lo que se estaban tomado”, comenta.
Ahora, con un espacio propio, pero dentro del perímetro familiar, ofrece a sus visitantes y clientes la posibilidad de conocer diferentes lugares de Guerrero sin salir de Chilpancingo, de reconocerse a través del mezcal y las máscaras, convirtiéndose a la vez en un recinto que responde a “contextos, memorias, ritualidades” del estado.
Está en el primer nivel de una estructura modificada, con frente tanto a la avenida Ignacio Ramírez como a la calle 18 de marzo, en el centro de la ciudad.
Correa es quien está al frente del proyecto en la actualidad, pero sus padres, José Luis Correa Rivera y Nohemí Catalán García, también tienen el crédito del arranque y de que se mantenga, porque tienen una conexión familiar con el mezcal. El 13 de julio pasado, en su perfil personal de Facebook, Correa publicó una fotografía de su padre en el esplendor de El Calehual, con el siguiente pie de foto: “La mano detrás de El Calehual. Mi alquimista favorito”.
Aquí algunos datos de la tradición mezcalera de la familia de Correa. De lado de su padre solían tener mezcal en casa para elaborar remedios, amargos o licores, por la tradición que les traspasaron sus bisabuelos de Tixtla y Mochitlán. De ahí mismo proviene el hábito de elaborar licores con almíbar, propio de las frutas tradicionales, como el cajel, un cítrico ya complicado de conseguir en Guerrero. Su abuela, cuenta Correa, solía preparar antes esos licores con agua ardiente.
En La Reforma, un pueblo de Heliodoro Castillo, su bisabuelo y su abuelo materno producían mezcal para intercambiarlo en Chichihualco, cabecera de Leonardo Bravo, por insumos para alimentar a su familia.
El nombre de la galería está asociado al maguey, planta con la que se produce el mezcal. El calehual es el quiote que crece en medio de la planta cuando ya es veterana y puede alcanzar varios metros de altura; cuando ese tallo florece anuncia la muerte del agave, según se lee en una ficha sobre agroalimentación difundida por el gobierno federal.
Entre los mezcaleros de Guerrero se supo que en los plantíos, al calehual lo dejan crecer sólo entre algunas plantas para garantizar la reproducción silvestre del maguey. Para abastecer la demanda de El Calehual, Correa y su familia mantiene relación con productores de Axaxacualco y Apango, sus principales proveedores.
En El Calehual prevalece la idea inicial (y quizá ese es el motivo de que se mantenga) de ofrecer una buena bebida y un espacio íntimo de diálogo que inicia sobre las tradiciones y costumbres de un pueblo y puede concluir en un debate sobre temas políticos o sociales.
El lugar es recomendado de boca en boca por los clientes que, al salir de ahí, se convierten en amigos. Para llegar ahí hay que conocer a Correa, a su familia o a sus amigos.
Quizá esa es la razón por la que Correa le da todo el crédito a ellos de la apariencia y el alcance actual de El Calehual. La mayoría forman parte de los círculos en los que se desenvuelve: es historiador, artista plástico y un joven interesado en los sucesos sociales y políticos de Guerrero.
“Los clientes fueron nutriendo el lugar, donando (máscaras y antigüedades), y de ahí me di cuenta que había una posibilidad de hablar del estado, aventurándose a Guerrero a partir de las cosas”.
Los primeros en donarle máscaras fueron Teresa Leyva, quien le llevó 20, y Ricardo Klimek, quien le donó otro número importante; ambos son habitantes conocidos de la ciudad. Otras piezas, él mismo las adquirió o intercambió, al principio por lo estético, después por un interés de estudio.
El intercambio de máscaras sigue haciéndolo con conocidos o curiosos, que después se convierten en aliados porque los mueve el mismo interés de saber más de las máscaras y las danzas de Guerrero.
El 18 de julio pasado, lo dejó asentado en sus redes sociales, hizo un intercambio de máscaras con César Aparicio, un joven originario del barrio de San Antonio de Chilpancingo, quien, según escribió en un posteo, tiene una colección de máscaras específica de danzas de este municipio, como la de Los siete vicios: “Un Abraján por otro Abraján. César me pasó una Diablita tradicional elaborada por don Ernesto Abraján y yo le pasé un diablo, también de don Ernesto Abraján”.
El mezcal y las máscaras, un sincretismo de la ritualidad en Guerrero
Aun cuando Guerrero está en la lista del puñado de estados con denominación de origen del mezcal, lo que les concede al estado supuestos beneficios de desarrollo económico, el mezcal está asociado a un asunto más profundo: la ritualidad de los pueblos que tienen sus maneras particulares de vincularse con el entorno.
Las máscaras también son evidencia de ciertas maneras de interpretación del ambiente, y “tienen también mucho que ver con el mezcal, porque en las fiestas patronales de Guerrero el mezcal está junto con pegado, es parte de la festividad, de la ritualidad. Es una manera de ponerle un lugar donde también hay una eterna ofrenda de las máscaras”, comenta Correa sobre estos elementos vinculados a la manera en que se organizan ciertas comunidades.
Por ejemplo, las máscaras lo llevaron a conocer un mundo menos evidente, que congrega una amalgama de discursos de las comunidades. Son piezas que la misma comunidad crea como depósito de su memoria o como testigas de momentos o procesos históricos importantes, como los étnicos o de conflictos raciales en Guerrero. “Entonces, las máscaras resultan ser también el mejor testimonio de un estado que tiene una gran política de olvido sobre sus raíces”.
Para Correa, las máscaras configuran una vía que permite romper “los bronces” o las versiones institucionales que todo folcloriza y ofrece únicas versiones.
“¡No! Las máscaras hablan de cuestiones mucho más complicadas, inclusive contradictorias, acerca de lo que creemos que es la patria o el territorio”.
El Chilate, además de ser representativa del estado de guerrero, se ha convertido en la fuente de ingresos de muchas familias
Texto: Itzel Urieta
Fotografía: José Luis de la Cruz (Portada) y José Miguel Sánchez
Miércoles 24 de de marzo del 2021
Chilpancingo
¿A qué sabe el chilate? Lo primero que se degusta es el cacao, un regalo de sabor de los merititos dioses.
Luego, el toque refrescante de la bebida fría quita el golpe de calor. Si estabas molesto, la carga energética que te proporciona el chilate cambia tú estado de ánimo.
Lo mejor de todo, cuando se toma un vaso de chilate, se siente tranquilidad. Estás consumiendo un producto cien por ciento natural, porque los ingredientes del chilate son de producción artesanal y la elaboración de la bebida, también.
El ingrediente principal del chilate es el cacao, el cual tiene algunas propiedades que aportan beneficios. Es alto en antioxidantes, lo que ayuda a reducir el estrés y mal humor.
Las gaseosas a las que en México llamamos refrescos son bebidas con altos niveles de azúcares y conservadores que nos causan obesidad y enfermedades como la diabetes.
Eso no es todo.
El chilate es una bebida prehispánica. Cuando se bebe, hay una conexión con nuestras raíces, así reafirmamos nuestra identidad y sentido de pertenencia.
A las bebidas elaboradas con cacao se les conocía como oro líquido en las culturas anteriores a la colonia. El cacao llegó a ser utilizado como moneda.
De acuerdo con diversas fuentes, la palabra chilate proviene del náhuatl chiliatl en donde chilli significa chile y atl agua, que en conjunto se denomina agua de chile. Pero la bebida no lleva chile.
Se trata de una bebida muy popular en el estado de Guerrero, originaria de la región conocida como Costa Chica, que ha migrado a diferentes municipios como Acapulco y Chilpancingo.
La persona que lo prueba queda encantada con su sabor.
Además de ser una bebida representativa del estado de guerrero, se ha convertido en la fuente de ingresos de muchas familias guerrerenses.
Tal es el caso de Consuelo Medina, una de las tantas personas que se dedica a la venta de chilate en la capital, originaria de Ometepec, de la Costa Chica, pero desde hace varios años radica en Chilpancingo junto con sus dos hijas, Ángela y Ángeles.
Doña Consuelo tuvo que migrar de su natal Ometepec debido a la falta de trabajo.
“Tenía dos hijas que mantener y no tenía trabajo, tenía que buscar la manera, la necesidad me hizo llegar a Chilpancingo”, recuerda con un poco de nostalgia.
Doña Consuelo encontró en el chilate una manera de apoyarse económicamente.
La tradición del chilate lo traía en la sangre.
“Yo recuerdo que mi abuela hacía chilate, pero no para vender, si no para consumo propio de la familia, y yo le ayudaba, me gustaba hacerlo y ahí aprendí.”
Cada quince días doña Consuelo y sus hijas dedican todo su día a la preparación de la pasta del chilate que venderán en la semana.
Comienzan por partir el piloncillo. Ocupa una caja entera. Toma una pieza, la coloca en un molcajete y con un marro comienza a golpear hasta deshacerlo.
“Lo más laborioso es partir el piloncillo, después que ya partí el piloncillo, ciento que viene lo más fácil”.
Una vez teniendo el piloncillo, comienza toda una experiencia de aromas y sabores que envuelven al chilate y lo dotan de su característico sabor. Se comienza a asar el cacao, el arroz y la canela en el comal. El olor de estos ingredientes inunda el ambiente por un par de minutos hasta que están listos.
Con los ingredientes, llena cinco cubetas de 20 litros cada uno. Las coloca por capas: una de cacao, una de arroz, una de piloncillo y otra de canela, hasta acabar.
Ya con las cubetas llenas y con la ayuda de sus hijas se dirigen a la tortillería Lore, ubicada en el tradicional barrio de San Mateo, en donde molerán 100 kilos de ingredientes, para transformarlos en la pasta que posteriormente dará vida al chilate.
El molino que horas antes sirvió para moler nixtamal (maíz cocido con el que se hacen las tortillas) recibe los ingredientes del chilate. Esta acción genera un ruido estruendoso y en ocasiones llega a lastimar los oídos, sin embargo, el olor de lo que se está moliendo hace olvidar ese malestar.
El lugar se inunda de olor a chocolate.
Este proceso dura aproximadamente dos horas. Los ingredientes mezclados y molidos, el cacao, la canela, el arroz y el piloncillo, emergen de la parte baja del molino como una pasta café con olor a chocolate.
El trabajo no termina aquí. Ahora toca embolsar los 100 kilos de pasta. Las tres integrantes de la familia acostumbradas a esta dinámica lo toman como un momento familiar, platican, se divierten, ríen, y todo esto, con el olor a cacao de fondo.
Una vez terminado este proceso, refrigeran y está listo para la preparación, muelen la pasta del chilate en la licuadora para posteriormente colarlo y servirlo.
30 litros de chilate se colocan en un tambo, se le agregan los hielos los cuales también son un ingrediente fundamental para el chilate ya que estos, se encargarán de darle ese toque refrescante a la bebida.
Para doña Consuelo lo más importante es ofrecerles un producto de calidad a sus clientes, es por ello que ella misma se encarga de hacer los hielos. Ella misma pone agua natural a congelar para hacer sus propios hielos, dice y no opta por comprar hielo en barra. Después de agregar los hielos, todo está listo para salir a vender.
A las nueve de la mañana doña Consuelo abre su puesto a un costado de la Alameda Granados Maldonado, de Chilpancingo, exactamente en la esquina de la calle Nicolás Catalán con Benito Juárez.
Ahora si todo está listo para deleitar los paladares capitalinos con una bebida guerrerense, originaria de la Costa Chica, pero que llegó a otras regiones y conquista paladares con su sabor.
Harry Potter levanta el brazo y sacude su varita. Una luz que muchas veces se convierte en chispas o fuego anticipa el resultado de su magia. Casi siempre es así desde que la compró con el señor Ollivander, quien le entregó un instrumento de pluma de cola de Fénix, una de las dos que existen en Hogwarts, el mundo de la magia.
–La varita escoge a su dueño, señor Potter. Nunca está del todo claro por qué, pero, lo que sí está claro, es que podemos esperar grandes cosas de ti (…) –le dice Ollivander al joven mago con anteojos de espejuelos redondos.
Cruz Antonio Contreras Mastache tiene 10 años. Es 2001. Está sentado junto a cuatro de sus primos en el Cinema 80, una sala que funcionó en la céntrica calle Hidalgo, que peleaba longevidad con el Independencia, otro cine de la ciudad de Iguala, donde nació y creció. Miran Harry Potter y la piedra filosofal.
Las películas que se proyectaban en Cinema 80 llegaban meses después. El estreno de una cinta era un acontecimiento en Iguala, cuentan habitantes de la ciudad. Esto ocurrió con la película de los niños magos.
Cruz sale del cine y sigue deslumbrado con los actos de magia. Quedó inquieto por saber qué producen las luces y chispas de las varitas. La exaltación de ese momento se lo debe a su tío Miguel Mastache, quien los invitó a la función.
Esta cinta inspiró la vida de Cruz y lo llevó hasta el equipo que creó Spider-Man: Un nuevo universo (Spider-Man: Into the Spider-Verse), ganadora del Óscar 2019 como mejor película animada.
“Yo iba al cine y quería que algún día apareciera mi nombre ahí”, dice Cruz, de 29 años, a través de una videollamada desde Vancouver, Canadá, 19 años después de aquella función en el Cinema 80. Trabaja como artista de efectos de personaje para Sony Pictures Imageworks, una de las compañías de efectos visuales más importantes en el mundo.
Como lo hacen las varitas mágicas, los efectos visuales escogieron a Cruz.
Un salto de fe
Preguntaron a Peter Parker cuándo estaría listo para ser Spiderman, y él respondió: “Nunca lo sabes. Sólo es un salto de fe”.
Con esta paradójica frase que determina al personaje del hombre araña, Cruz encuentra sentido a su vida actual. “El trabajo duro vale la pena, pero admito que he tenido golpes de suerte”, comenta después de contar cómo inició su carrera de artista de efectos de personaje.
En realidad es la historia de su arrojo para mostrarle al mundo quién era.
Cuando concluyó la carrera de Animación y Arte Digital, que estudió en el Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Monterrey (ITESM), campus Cuernavaca, Morelos, trabajó por año y medio en esa ciudad en una empresa que, entre risas, confiesa que nunca supo a qué se dedicaba con exactitud, pero él creaba modelos de aparatos electrónicos en tercera dimensión para dejar claro a los clientes cómo funcionaban.
Supo que ahí no estaba su lugar, aun cuando la paga era buena. Las chispas de la varita mágica de Harry Potter todavía relumbraban en su cabeza. Como desde hace tiempo lo dejó de ser Iguala, donde regresa en ocasiones a ver a su familia.
Determinado, en 2016 envió su historial académico y laboral a cuanta compañía de efectos visuales se le ocurrió y consultó por el mundo. “Cuando digo que lo mandé a más de 100 estudios, es cierto”, dice y vuelve a reír.
Quien contestó su mail interesado en su trabajo fue Moving Picture Company, una importante empresa de efectos visuales con sede en Vancouver. Ese mismo año, Cruz se mudó a la ciudad canadiense a trabajar.
Antes de continuar con su historia él mismo explica en qué consiste su empleo. Se encarga de hacer los efectos visuales alrededor de los personajes. Crea el movimiento del pelo, la ropa y plumas –en caso de que el personaje las lleve– ante cualquier acto que estudia la Física, como la gravedad.
Justo es de las ciencias Física y Matemática de dónde Cruz echa mano para las reacciones que necesitan sus personajes.
Estuvo en el departamento de efectos de MPC por un año y medio. En ese tiempo participó en producciones como Los cazafantasmas (Ghostbusters), La Torre Oscura (The Dark Tower), Liga de la Justicia (Justice League).
A finales del 2017 le llegó el ofrecimiento de sumarse a Sony Pictures Imageworks. En ese momento en la empresa por la que se mudó a Vancouver se involucraba en la cinta Pokemon: Detective Picachu.
La nueva oferta de trabajo para Cruz incluía las cintas Hotel Transylvania 3: monstruos de vacaciones, Pie pequeño, y una tercera de la que no le dieron detalles, pero él mismo llamó la “película misteriosa”.
Trabajar en la película Pokemon lo hizo dudar en aceptar incorporarse a la nueva empresa. “Me dije, Sony es un nombre muy pesado”. Entonces, aceptó el nuevo trabajo.
La película misteriosa que Sony Pictures Imageworks tenía en planes para Cruz era Spider-Man: Un nuevo universo, la ganadora del Óscar 2019.
A veces sólo es cuestión de dar un salto de fe.
Destino forjado
Cuando Pharrell Williams y Michelle Yeoh leyeron en el guion Spider- Man: Into the Spider-Verse, la quinta cinta de la nominación al Óscar 2019 como mejor película de animación, los aplausos y gritos crecieron en el Dolby Theatre de Los Ángeles, California, Estados Unidos.
En Sony Pictures Imageworks, desde Vancouver, Canadá, Cruz estuvo atento al nombre premiado. Esperó con una exaltación similar a cuando era niño y estaba en el Cinema 80 de Iguala. A las ceremonias de los Óscares sólo van altos ejecutivos.
En la oficina todo estaba listo para el brindis de celebración. Los premios que anteceden al Óscar ya los habían ganado. Uno de ellos: el Globo de Oro.
El triunfo estuvo anunciado. Los artistas presentadores de la terna sonrieron y mencionaron la cinta animada ganadora: el hombre araña.
Los pasos que antecedieron el salto
Un día de paseo por el zócalo de Iguala, su abuela Galdina Hernández le pidió a Cruz que leyera a su madre, Soledad Mastache Hernández, lo que decía en un alto anuncio que miraban a lo lejos. Era uno de los espectaculares con datos de la ciudad. Cruz leyó todo lo que ahí estaba escrito. No tenía ni seis años.
“Mi mamá se impresionó”, comenta Cruz. Ese episodio ocurrió en medio de una charla que tuvo con su madre, quien le advertía que pronto ingresaría a la escuela primaria y que ahí comenzaba la complejidad para un estudiante.
Lo que no sabía Soledad es que desde los cuatro años, Cruz ya sabía leer, gracias a las clases de su abuela en casa.
Desde muy pequeño decidió su personalidad. Lo tiene claro ahora: “Soy tímido. Soy una persona…muy señor. No me gusta salir, nada de fiestas”, comenta.
Cruz fue muy dedicado en la escuela. De eso quedó constancia en la primaria Braulio Rodríguez y la secundaria Jesús Reyes Heroles, de Iguala.
También fue muy destacado en la preparatoria del ITESM, donde también estudió la carrera universitaria, porque su madre, profesora de tiempo completo, escatimó en juguetes, pero no en sus estudios.
El artista le cuestionó a su madre por qué los Reyes Magos nunca atendieron sus cartas.
Esa dedicación ahora la demuestra en Vancouver, Canadá, donde sigue con su vida profesional. En estos momentos está involucrado en una película que estará disponible en Netflix, y que trabaja de la mano con Glen Keane, el famoso animador de personajes para Walt Disney Studios, como La bella y la bestia y Tarzán.
Las chispas que fueron destino
Cruz era un manojo de nervios el día de su cita de trabajo con Moving Picture Company, superior a cualquier otra búsqueda de empleo. Ese momento estaba conectado a su infancia, a la escena mental que lo lleva directo a su tío y primos en el viejo cine de Iguala.
La entrevista se la aplicaba Garman Herigstad. Antes rastreó su historial y supo que se trataba del supervisor del equipo de efectos visuales de Harry Potter y la piedra filosofal. El creador, en términos prácticos, de las chispas que salían de la varita del joven mago. “Me estaba muriendo de miedo”, dice sobre ese momento.
Tuvo varias inseguridades, pensó que su trabajo podría no convencer a Garman. De no llenar las expectativas, eso lo habría destrozado. Pero como si se tratara de un decreto de infancia, un destino o un acto de magia, el autor del instante que inspiró su vida, le concedió la oportunidad de probarse en el cine animado.
César Rentería llega a su pastelería Rincón dulce a las ocho y media de la noche de este 27 de noviembre. Viene llegando de Acapulco, en donde impartió un taller, y a las seis horas de mañana tomará un vuelo a Costa Rica para seguir preparándose en el mundo de la pastelería de diseño. Es la única oportunidad para entrevistarlo.
Tiene el título del segundo mejor pastelero de Latinoamérica. Lo ganó en una competencia internacional. Chilpancingo, de donde es originario, es el lugar en el que quiere materializar sus sueños.
César es chef y cake designer especializado en pastelería y repostería creativa, lo que le ha permitido trabajar con chefs internacionales.
“Da siempre lo mejor de ti, y lo mejor vendrá, es una frase de la Madre Teresa de Calcuta que aprendí cuando tenía 16 años”, dice. Han pasado 13 años desde entonces, ahora tiene 29 años. A los 16 comenzó a trabajar en una panadería cerca de su casa. “Ahí fue donde descubrí mi pasión”, agrega.
“Yo me acuerdo, que tenía que llegar a la panadería a las cinco de la mañana, y decía: ¿qué estoy haciendo aquí?”. Pero la harina, el olor y todo el ambiente de la panadería lo cautivaron y supo a lo que se dedicaría en la vida. Desde entonces comenzó a leer e investigar sobre repostería.
En el 2009, a los 20 años, abrió Rincón dulce, que está ubicada en la calle Valerio Trujano, en el centro de esta ciudad.
El primer mes de apertura se vendieron todos sus pasteles. Una idea prematura le cruzó por la cabeza: “de aquí soy, de aquí me voy hacer rico”.
La realidad le requería más que eso. Abrir su propia pastelería ha sido uno de sus más grandes retos, pero no era suficiente.
Se percató que necesitaba conocimientos de mercadotecnia, contabilidad, y administración para que su negocio creciera tanto como se lo había trazado. Los aprendió.
El desafío de Buddy, otro de sus grandes retos
Un día del 2015, mientras hacía un pastel en su negocio y veía por televisión el programa El desafío de Buddy Latinoamérica, sonó su celular. Era la notificación de un nuevo correo electrónico un su bandeja de mensajes.
Se trataba de la invitación a un casting del programa de televisión que justo miraba. Sí. Aunque parezca una extraña coincidencia, a César se le abría una posibilidad de participar ahí.
El desafío de Buddy Latinoamérica es un reality show grabado en los Estados Unidos y transmitido por la cadena de televisión Discovery Home & Health, donde reúnen a ocho chefs pasteleros de América Latina, quienes deben cumplir retos en pastelería que son calificados por un jurado. Los retos van desde hacer pasteles hasta montar mesas con postres basados en diferentes temáticas.
A César lo contactaron de esta producción, según le contaron después, porque ubicaron su trabajo a través de las redes sociales de Rincón dulce.
Durante el reto televisado compitió con pasteleros de Brasil, Colombia y Argentina, después de ser él, el que quedó de los dos que representaban a México. Llegó hasta la final.
La última prueba la hizo contra un pastelero de Brasil. El desafío consistió en que cada uno haría un pastel que representara sus mayores deseos y sueños como pasteleros.
César hizo un pastel de cuatro pisos. En el primer nivel plasmó su amor por México. En el segundo piso sus inicios en la repostería. En el tercero su pastelería y, en el último piso, un globo aerostático con él dentro que significa el comienzo de sus sueños.
Aunque César no alcanzó la máxima calificación de los jueces, regresó a su Rincón dulce con más experiencia y la categoría del segundo mejor pastelero de Latinoamérica, el mejor de México.
Chilpancingo, la tierra que encierra sus sueños
En Chilpancingo, César continúa con su historia de pastelero. Sigue preparándose para innovar su repostería y transmitirla a muchos más.
Ofrece diplomados y masterclass, así recorre Latinoamérica y diferentes estados del país como Ciudad de México, Monterrey, Puebla y Guadalajara a través de “Art in Cakes”, nombre que lleva su taller.
César decidió quedarse en Chilpancingo por el apego a su tierra. Aquí está la gente que ama y el origen de todos sus sueños, y cree que desde aquí puede continuarlos.
“Yo decido quedarme en Chilpancingo porque soy orgullosamente chilpancingueño. Amo mi tierra, a mi gente, amo realmente todo lo que hacemos aquí, y para mí representar a México, representar a Chilpancingo es un compromiso y es un gusto enorme, entonces me quedo aquí, porque aquí hago lo que más me gusta y de vez en cuando también me voy a otro lados, pero siempre regreso a Chilpancingo porque lo amo realmente”.