Damián Vargas: el militar y músico de Tixtla

Texto: Itzel Urieta

Fotografía: Internet

Tixtla

 

Margarito Damián Vargas fue un músico y compositor nacido en Tixtla, compuso más de 140 obras entre valses, marchas, oberturas, e himnos.

Nació el 22 de febrero de 1873. Desde niño tuvo inclinación por la música, se cuenta que tocaba flautas de carrizo para tocar sencillas piezas. Estudió la primaria en su natal Tixtla. Ahí trabajó  en la talabartería y después se dedicó a la sastrería.

De acuerdo con la Enciclopedía Guerrerense, Damián Vargas aprendío de forma empírica a tocar la guitarra y por su marcada afición por la música lo incorporaron a la Orquesta de los Damianes para que tocara el pandero. Desde muy joven empezó a tener responsabilidades en su casa. Estuvo en Chilapa de dependiente y en las horas libres estudiaba música.

A los 20 años, Damián Vargas se incorporó a las fuerzas rurales en Ayutla, en este lugar compuso el vals Matilde dedicado a la señorita Matilde Guillemaud, a quien tenía un gran aprecio.

Después de organizar una orquesta en Ayutla, volvió a Tixtla, donde fue reconocido por los éxitos que obtuvo en aquella ciudad, donde lo invitan a formar parte de la orquesta del tercer batallón.

Como militar recorrió buena parte del país y del estado, que le sirvió de inspiración para componer sus obras. A finales de 1892 y debido a la rebelión encabezada por el general Canuto Neri, Damián Vargas regresó a Guerrero. En Acapulco se da de baja del Ejército para continuar su carrera de compositor.

Para obtener dinero trabajó como minero en Huitzuco y posteriormente se fue a la Ciudad de México, donde ingresó a la orquesta de la gran compañía infantil donde salió de gira a Xalapa, Córdoba, Pachuca, Puebla y otras poblaciones.

Cansado de la vida errante decidió quedarse en México, donde se ganaba la vida tocando en las orquestas y arreglar piezas para el compositor Miguel Lerdo de Tejada, con quien llevó buena amistad.

Regresó a Tixtla en 1898, donde formó un grupo musical con sus amistades. Después emigró a Costa Grande y tocó en la orquesta que dirigían los maestros locales.

Estuvo en Acapulco de celador de la aduana marítima. Para vivir mejor vendía las piezas que componía, las obras que destacan en esta parte de su vida son: El vals Ondas del Pacífico, dedicado a las jóvenes Angela y Soledad Lobato y la danza Adiós Acapulco a su novia Jobita Mayani, y según sus conocedores aquí inició la etapa más brillante de su vida, pero sólo permaneció en el puerto de Acapulco hasta 1901.

Ese mismo año regresó a Chilpancingo y se hizo cargo de la Banda de Música del estado desde entonces hasta febrero de 1914.

En 1910, Porfirio Díaz visitó Chilpancingo y quedó gratamente impresionado al oír a Damián Vargas, obsequiándole con ese motivo una flauta con las iniciales de su nombre.

Al término de la Revolución Mexicana la Banda de  música del estado pasó a pertenecer a las fuerzas rurales del general Ambrosio Figueroa y a la caída de Madero quedó adscrita al 25 Cuerpo de Exploradores en Chilpancingo y como director Margarito Damián Vargas, con el grado de cabo segundo.

Una infección intestinal y diabetes precipitaron su vida. Fue sepultado en el panteón municipal de Chilpancingo el 16 de septiembre de 1919.

Sus viejos amigos y compañeros de la banda tocaron durante el recorrido hacia el panteón la marcha fúnebre que el mismo compuso. Sus restos descansan en la Rotonda de los Hombres Ilustres en el panteón de Chilpancingo.

La vida de Damián Vargas es poco conocida en el estado y el país, la información acerca de él forma parte de la Enciclopedia Guerrerense.

En Tixtla, su ciudad natal, nombraron a la sala de conciertos Margarito Damián Vargas, dicha sala se ubica en el interior del Centro Cultural Vicente Guerrero.

La Escuela Estatal de Música del Estado Margarito Damián Vargas lleva su nombre en su honor.

 

Altamirano: el ilustre de Tixtla a quien México debe educación gratuita, laica y obligatoria

Como periodista Altamirano fundó los periódicos El Federalista y La Tribuna. Escribió novelas como El zarco, Clemencia, Navidad en las montañas, Atenea y Julia. El poeta Manuel Acuña lo llamó presidente de la República de las letras mexicanas, también fue tres veces diputado federal 


Texto: José Miguel Sánchez

Fotografía: Internet

Tixtla

13 de febrero de 2022

 

Ignacio Manuel Altamirano es considerado parte del triángulo de los indígenas más destacados de nuestra historia, junto con Ignacio Ramírez y Benito Juárez, por su aportación a la vida política, militar y literaria del país. 

Nacido en Tixtla el 13 de noviembre de 1834, en aquella época la ciudad del también célebre Vicente Guerrero formaba parte del Estado de México, hoy pertenece a la zona Centro de Guerrero. 

Altamirano proviene de una familia indígena, hijo de Francisco Altamirano y Gertrudis Basilio, quienes tomaron el apellido de un español que bautizó a un pariente. 

De acuerdo al periódico cultural Así Somos, Altamirano tenía siete años cuando ingresó a la escuela. En aquella época la educación se dividía por condición social, a los hijos de familias mestizas y adineradas se les enseñaba a leer y escribir, a los indígenas sólo a rezar y era considerado caridad. 

Por su origen indígena Altamirano no tenía acceso a una educación completa, las clases a las que asistió eran de catecismo, pero meses después de entrar a la escuela su padre fue nombrado representante local de los indígenas, lo que permitió que Altamirano estudiara con los niños mestizos. 

Cuando tenía 14 años, el Instituto Literario de Toluca le ofreció una beca para estudiantes indígenas. De 29 niños que hicieron examen para obtenerla, Altamirano fue el ganador. De acuerdo con varios historiadores, ese fue el parteaguas de su vida.

Ya en Toluca, Altamirano trabajó como bibliotecario del Instituto lo que le permitió acceder a libros de historia, derecho, literatura e idiomas. 

La vida profesional de Altamirano

Después se mudó a la Ciudad de México para estudiar derecho en el Colegio San Juan de Letrán, pero en 1857 abandonó sus estudios para adherirse al Plan de Ayutla, cuyo objetivo era dar fin a la dictadura de Antonio López de Santa Anna.

Tras el triunfo del Plan de Ayutla regresó a sus estudios y se tituló de abogado. 

En 1858 estalló la Guerra de Reforma y Altamirano de nuevo se involucró como soldado en el bando liberal liderado por Benito Juárez y también militar activo durante la Intervención francesa, donde Juárez le otorga el grado de coronel.

En 1867 se retiró para siempre de las armas, y una vez restaurada la República declaró: “mi misión con la espada ha terminado”.

Como periodista fundó los periódicos El Federalista y La Tribuna. Escribió novelas como El zarco, Clemencia, Navidad en las montañas, Atenea y Julia. El poeta Manuel Acuña lo llamó Presidente de la república de las letras mexicanas. 

En política fue tres veces diputado federal donde defendió siempre una educación laica, gratuita y obligatoria. 

Fue también procurador de justicia, magistrado y presidente de la Suprema Corte y en los últimos años de su vida embajador en España y Francia. 

Altamirano murió el lunes 13 de febrero de 1893 en San Remo, Italia. Su cadáver se incineró y las cenizas fueron trasladadas a México. Hoy sus restos reposan en la Rotonda de los Hombres Ilustres en el panteón de la Ciudad de México. 

En 1992 su nombre fue escrito con letras de oro en la Cámara de Diputados.

 

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