Como periodista Altamirano fundó los periódicos El Federalista y La Tribuna. Escribió novelas como El zarco, Clemencia, Navidad en las montañas, Atenea y Julia. El poeta Manuel Acuña lo llamó presidente de la República de las letras mexicanas, también fue tres veces diputado federal
Texto: José Miguel Sánchez
Fotografía: Internet
Tixtla
13 de febrero de 2022
Ignacio Manuel Altamirano es considerado parte del triángulo de los indígenas más destacados de nuestra historia, junto con Ignacio Ramírez y Benito Juárez, por su aportación a la vida política, militar y literaria del país.
Nacido en Tixtla el 13 de noviembre de 1834, en aquella época la ciudad del también célebre Vicente Guerrero formaba parte del Estado de México, hoy pertenece a la zona Centro de Guerrero.
Altamirano proviene de una familia indígena, hijo de Francisco Altamirano y Gertrudis Basilio, quienes tomaron el apellido de un español que bautizó a un pariente.
De acuerdo al periódico cultural Así Somos, Altamirano tenía siete años cuando ingresó a la escuela. En aquella época la educación se dividía por condición social, a los hijos de familias mestizas y adineradas se les enseñaba a leer y escribir, a los indígenas sólo a rezar y era considerado caridad.
Por su origen indígena Altamirano no tenía acceso a una educación completa, las clases a las que asistió eran de catecismo, pero meses después de entrar a la escuela su padre fue nombrado representante local de los indígenas, lo que permitió que Altamirano estudiara con los niños mestizos.
Cuando tenía 14 años, el Instituto Literario de Toluca le ofreció una beca para estudiantes indígenas. De 29 niños que hicieron examen para obtenerla, Altamirano fue el ganador. De acuerdo con varios historiadores, ese fue el parteaguas de su vida.
Ya en Toluca, Altamirano trabajó como bibliotecario del Instituto lo que le permitió acceder a libros de historia, derecho, literatura e idiomas.
La vida profesional de Altamirano
Después se mudó a la Ciudad de México para estudiar derecho en el Colegio San Juan de Letrán, pero en 1857 abandonó sus estudios para adherirse al Plan de Ayutla, cuyo objetivo era dar fin a la dictadura de Antonio López de Santa Anna.
Tras el triunfo del Plan de Ayutla regresó a sus estudios y se tituló de abogado.
En 1858 estalló la Guerra de Reforma y Altamirano de nuevo se involucró como soldado en el bando liberal liderado por Benito Juárez y también militar activo durante la Intervención francesa, donde Juárez le otorga el grado de coronel.
En 1867 se retiró para siempre de las armas, y una vez restaurada la República declaró: “mi misión con la espada ha terminado”.
Como periodista fundó los periódicos El Federalista y La Tribuna. Escribió novelas como El zarco, Clemencia, Navidad en las montañas, Atenea y Julia. El poeta Manuel Acuña lo llamó Presidente de la república de las letras mexicanas.
En política fue tres veces diputado federal donde defendió siempre una educación laica, gratuita y obligatoria.
Fue también procurador de justicia, magistrado y presidente de la Suprema Corte y en los últimos años de su vida embajador en España y Francia.
Altamirano murió el lunes 13 de febrero de 1893 en San Remo, Italia. Su cadáver se incineró y las cenizas fueron trasladadas a México. Hoy sus restos reposan en la Rotonda de los Hombres Ilustres en el panteón de la Ciudad de México.
En 1992 su nombre fue escrito con letras de oro en la Cámara de Diputados.