En Guerrero, de acuerdo con datos oficiales, los casos de suicidio en los adolescentes son los más comunes y ocurre más en mujeres que en hombres. Las cifras bajas, pero no por inexistente, es porque los casos son obviados
Texto: Itzel Urieta
Fotografía: Especial
Chilpancingo
Mar era una joven simpática, alegre, risueña y sociable. Era alta, de piel morena y delgada. Le gustaba compartir tiempo con su familia, principalmente con sus hermanas, y con sus amigos. Viajar y nadar también eran parte de sus actividades favoritas.
El 12 de marzo del 2013 por la tarde, Mar visitó a María, una de sus mejores amigas, quien le pidió ayuda para grabar un video para una tarea de su escuela. Fue una tarde de plática y risas. Cuando terminaron los pendientes, Mar regresó a su casa; vivía en una pequeña comunidad de la región de la Tierra Caliente.
Al día siguiente, el 13 de marzo, María supo que algo le pasó a Mar; nadie la vio en todo el día, su familia la buscó por horas y la halló en mal estado cerca del río de su comunidad.
Mar, de 17 años, murió más tarde.
La adolescente se suicidó.
El suicidio, un problema de salud pública que complica la burocracia
Hace 10 años, en la Tierra Caliente, una de las regiones más alejadas de la capital, la salud mental era minimizada no sólo por la sociedad, también por las instituciones de salud. Mar nunca tuvo acceso a la salud pública para un diagnóstico y un tratamiento emocional.
Hasta ahora comienza a abrirse las posibilidades institucionales, pero en las ciudades más grandes.
En Chilpancingo existe dos espacios dedicados a tratar estos tipos de padecimientos, pero el acceso aún es complicado para muchos; la burocracia y falta de medicamentos son los principales obstáculos para los pacientes.
Jesica Estévez Ojendiz, después de una agresión sexual, fue diagnosticada con un trastorno de ansiedad generalizada y un trastorno depresivo recurrente o crónico.
Acudió por recomendación de una amiga al Centro Especializado para la Prevención y Atención de la Violencia de Género (Cepavi), ubicado en las instalaciones del Hospital General Raymundo Abarca Alarcón, en Chilpancingo.
“Yo empecé a asistir a ese espacio, el cual es totalmente gratuito y hay personal capacitado y preparado, pero lamentablemente la alta demanda de estos servicios hace que la atención sea insuficiente, porque llegan muchísimos casos para el poco personal que es”, contó Jesica, ahora de 28 años.
Por su diagnóstico, Jesica necesitaba un tratamiento psiquiátrico, el cual no era proporcionado por el Cepavi, y fue canalizada en la Clínica de Salud Emocional, dependiente de la Secretaría de Salud de Guerrero (SSG).
El problema en la Clínica de Salud Emocional fue una atención tardada, “por que son un sistema burocrático muy complejo, te piden que vayas con referencias, te dan citas muy tardadas y entonces ese sí es un conflicto”.
“Si bien ahí me han brindado la atención, la verdad es que la atención es un poco deficiente, comparado con servicios particulares porque no hay suficiente personal y aunque esté capacitado eso no es suficiente para atender la demanda”, agregó.
Otro tema es el de los medicamentos, porque aun cuando son gratuitos, difícilmente las farmacias del sector público están surtidas para otorgarlas.
En el Instituto de Seguridad y Servicios Sociales de los Trabajadores del Estado (ISSSTE) de Chilpancingo, capital de Guerrero, no hay algún servicio que atienda a la salud mental.
Las demás instituciones públicas, como el Cepavi o la Clínica de Salud Emocional, tampoco cuenta con equipo para garantizar otro tipo de servicios, como estudios especializado, los cuales pueden ser encefalogramas y resonancias magnéticas.
Todos estos problemas hicieron que Jesica buscara otras opciones en el sector social fuera de Guerrero.
En Chilpancingo, una consulta psicológica va de los 500 a los 1,000 pesos.
Ella a través de un organización no gubernamental llamada Sorece, Asociación de Psicólogas Feministas, recibe atención cada 15 días, por la que paga una cuota de recuperación de 300 pesos.
Además de estos pagos, los gastos en medicamentos van desde los 500 a 800 pesos, depende los medicamentos que les prescriban.
Jesica ha pensado en el suicidio en varias ocasiones y aun cuando no existen datos concretos en Guerrero de este tipo de casos, cree que es más común de lo que puede admitirse.
“Son las enfermedades de siglo XXI y parece que no existen”, dijo.
Adolescentes encabezan las cifras del suicidio en Guerrero
En Guerrero, de acuerdo con datos oficiales, los casos de suicidio en los adolescentes son los más comunes y ocurre más en mujeres que en hombres.
De acuerdo con el enlace estatal para la Prevención del Comportamiento Suicida de la Coordinación Estatal de Salud Mental y Contra las Adicciones en Guerrero, Abraham Bautista Hernández, el rango de jóvenes con mayor casos es de entre los 10 hasta los 19 años. Los municipios con más casos son Iguala, Acapulco y Chilpancingo.
Para Bautista Hernández los determinantes sociales que ocasionan el suicidio en los adolescentes son el abuso sexual, violencia de género, pobreza y falta de acceso a los servicios.
“Guerrero tiene la tasa de 2.1 por ciento de personas fallecidas por cada 100,000 habitantes, es la taza más baja en el país, esto se da no porque no existan los casos de suicidio, sino porque no se registran como tal”, comentó. Entonces, las estadísticas no reflejan el problema real en el estado.
Sobre los métodos, de acuerdo con el el funcionario, los hombres utilizan métodos más letales, como el ahorcamiento, las armas de fuego y plaguicidas. Las mujeres usan medicamentos y también plaguicidas.
Los datos de la Secretaría de Salud, reconoce Bautista Hernández, pueden estar sesgados, porque muchas veces “no se ingresa el diagnóstico por cuestión de estigma y desconocimiento del personal de salud al colocar la clave que implica el fallecimiento por suicidio”.
El suicidio es una obviedad institucional, porque en las actas de defunción tampoco reconocen esta causa de muerte.
Un padecimiento silencioso
“Yo no lo podía creer, fue impactante, cómo eso podía pasar si un día antes había estado conmigo, no se veía mal, no se veía triste, no noté nada raro en ella”, recordó María.
Mar siempre se mostró alegre y sonriente, pocas veces se enojaba.
El día que Mar se suicidó lo hizo de manera silenciosa. Su madre, Paola, salió de casa; sus hermanas trabajan, al igual que su padre. Mar optó por irse a orilla del río de la comunidad para ingerir unas pastillas que usan los campesinos para curar el maíz.
Esas pastillas contienen un ingrediente llamado fosfuro, que es altamente tóxico para el ser humano, y que al ser ingerido reacciona con el agua y el ácido del estómago.
Antes Mar pasó a una tienda a comprar agua, ahí trabajaba otra de sus amigas, Antonia, quien la notó rara y le preguntó que a dónde iba. Ella le dijo que iría un rato al río a bañarse.
Antonia le sugirió que no fuera sola, que era peligroso, y ella le contestó que no pasaba nada, que tendría cuidado.
La madre de Mar regresó a su casa y no la halló, entonces comenzó a buscarla y al preguntar entre sus amigas y vecinos. Una mujer que acudió a lavar al río esa tarde halló a Mar desvanecida; la subió a la carretilla donde cargaba su ropa y la llevó hasta su casa. Eran alrededor de las cinco de la tarde.
En ese momento Mar aún estaba viva, pero débil, no podía sostenerse. Había salido de casa desde el mediodía.
Sus padres y hermanas la llevaron al hospital que está a unos 20 minutos de distancia, durante el camino le dieron a beber leche para que la intoxicación, según ellos, no avanzara.
Al llegar al hospital, le hicieron un lavado de estómago, pero el doctor les comentó a sus familiares que por el tiempo transcurrido su estómago ya estaba muy dañado y no había muchas posibilidades de que sobreviviera y, en caso de que sí, quedaría con graves secuelas, como lesión cerebral o en coma.
Mar estuvo toda la noche en observación hasta que en la madrugada del 13 de marzo falleció.
Después de su fallecimiento a la familia le cayeron todas las dudas: ¿Qué había pasado? ¿Por qué lo hizo?
“Yo conozco el dolor de perder a una hija, pero siempre me quedará la duda de por qué lo hizo, ella (Mar) no dejó nada, ni una carta ni nada. Es vivir con una doble tristeza y con la incertidumbre”, dijo Paola, madre de Mar.
Paola vive con muchas dudas, incluso llegó a sentirse culpable, por “no estar atenta o al pendiente” de su hija.
Sus hermanas tampoco sabían nada, era como si Mar hubiese querido irse en silencio.
Guerrero en las estadísticas nacionales del suicidio
Los datos de las Estadísticas de Mortalidad 2020 del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) indican que el suicidio es la cuarta causa de muerte entre jóvenes de 15 a 29 años, y Guerrero es uno de los estados con menor tasa en suicidios, 1.4 por cada 100,000 habitantes.
En dichas Estadísticas, el INEGI detalla que las entidades con mayor tasas de suicidio son Chihuahua, Yucatán y Campeche, con 26.4, 23.5 y 18.8 suicidios por cada 100 mil jóvenes, respectivamente.
Las tasas más bajas las tienen Veracruz con 4.2, Baja California 3.9 y Guerrero con 1.4.
A nivel nacional, durante el 2021 sucedieron 8,351 fallecimientos por lesiones autoinfligidas en el país, que es como el INEGI cataloga al suicidio, “lo que representa una tasa de suicidio de 6.5 por cada 100 mil habitantes”, se lee en el resumen ejecutivo de dicho estudio.
“Los hombres de 15 a 29 años de edad son las personas con más riesgo, ya que ocurren 16.2 suicidios por cada 100 mil varones entre estas edades”.
Pero lo han dicho los especialistas, el problema es que el suicidio no es documentado como tal.
El vacío que dejó Mar
Paola veía que su hija escribía mucho, sabía que tenía cuadernos en los que escribía su sentir, pero nunca quiso leerlos para no invadir su privacidad.
Paola buscó los cuadernos porque acarició la esperanza de saber qué había pasado, pero se dio cuenta que Mar los destrozó antes; le volvió la tristeza.
“De esos cuadernos no quedó nada, un día antes de que ella se suicidara quemó y arrancó todo lo que escribía”, comentó.
“Nadie sabe, que saquen sus conclusiones o inventen lo que quieran, yo sola sabré mi verdad”, fue la última frase que escribió Mar en su perfil de Facebook antes de suicidarse.
Paola y su familia no se salvaron de ser señalados. Al ser un pequeño pueblo sin acceso a información sobre salud mental, comenzaron las especulaciones que hicieron más doloroso el duelo de la familia.
Entre muchas pláticas, amigos y familiares de Mar llegaron a la conclusión de que posiblemente ella pasaba por un cuadro de depresión severo.
“Después analizando yo me di cuenta de que ella nos daba señales que no vimos, a veces publicaba que se sentía triste o vacía, incluso a un amigo una vez sí le dijo que ella a veces quería ya no estar aquí, y él le dijo que por favor no jugara ni dijera eso”, agregó María, la amiga con la que convivió un día antes de tomarse las pastillas.
Posibles causas
Aun cuando en Guerrero los datos oficiales no encienden las alarmas del suicidio como un problema de salud pública, a nivel mundial, los organizaciones internacionales de salud y especialistas, alertan sobre los graves problemas que conlleva hasta él.
“El suicidio es un problema de salud pública importante, pero a menudo descuidado, rodeado de estigmas, mitos y tabúes. Cada caso de suicidio es una tragedia que afecta gravemente no sólo a los individuos, sino también a las familias y las comunidades”, mencionó la psicóloga Eleuteria Cabrera Alonso.
Datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS) indican que cada año más de 703.000 personas se suicidan, lo que corresponde a una muerte cada 40 segundos.
“El suicidio nos demanda ser más sensibles con el dolor y sufrimiento humano; por lo general, quienes piensan en él manifiestan de manera verbal o conductual señales de alerta como no encontrar sentido a su vida, experimentar un alto nivel de frustración, hartazgo o dolor emocional”, agregó.
Este es un contenido exclusivo de Amapola periodismo para Animal Político.