Micaela Cabañas, la hija de Lucio, su historia y su propia lucha

La Asamblea de los Pueblos del Estado de Guerrero (APPG) la eligió para recibir la Presea Sentimientos del Pueblo, una ceremonia paralela a la presea que entrega el Congreso local en la conmemoración de los Sentimientos de la Nación, que reconoce las causas sociales


Texto: Margena de la O

Fotografía: Oscar Guerrero

Chilpancingo

13 de septiembre del 2023

Era 1996, debía cursar el cuarto año de la carrera universitaria de Derecho, cuando uno de sus maestros repasaba la lista de alumnos y se detuvo en su nombre.

–¿Micaela…Cabañas? ¿eres de la costa?, –le preguntó.

–No, yo soy cerquita de aquí, de un pueblo de Acapulco.

–¿Eres de los Cabañas? ¿Quién era tu papá? ¿Tienes familiares como el maestro Lucio?

–Él era mi papá.

–¡Ay, no es cierto! ¿Tú sabes quién era Lucio?

–Mi papá. Era un maestro muy importante.

– ¡Ay, Micaela!

Hasta los 21 años Micaela Cabañas Ayala fue consciente de quién fue su padre, el célebre Lucio Cabañas Barrientos. Su vida pasada la vivió entre penumbras, por su origen.

Cada vez que preguntaba a su madre por su padre reinaba el silencio. Ella debía luchar en si creer o no que su padre fue un gavillero, como lo leyó en los libros de la biblioteca de la preparatoria número 1 de la Universidad Autónoma de Guerrero (Uagro), o un importante maestro rural como el director de la secundaria de Naucalpan (Estado de México), donde estudió primer año de secundaria, el profesor Camilo, le dijo.

En el origen lleva la sentencia

Micaela Cabañas es la única hija del maestro rural Lucio Cabañas Barrientos, el hombre que tomó las armas entre los años sesentas y setentas, después de formarse como profesor en la Normal Rural Raúl Isidro Burgos de Ayotzinapa, pisar las aulas en distintos punto del estado, donde formó niñas y niños, y donde comenzó sus primeras luchas sociales.

La lucha armada le valió que el Estado mexicano lo declara uno de los enemigos públicos de una época conocida en el argot público como guerra sucia, pero renombrada por científicos sociales como terrorismo de Estado, por la política de desaparición y exterminio en manos de Ejército en nombre de combatir la guerrilla en la Sierra de Guerrero.

Las numerosas desapariciones y muertes de habitantes de El Quemado, un pueblo de Atoyac de Álvarez, en la Costa Grande, municipio donde inicia y termina la historia de este guerrillero, es un ejemplo claro de la estrategia militar.

La misma Micaela Cabañas lo padeció, aun cuando ni siquiera conoció a su padre; en el origen llevaba la sentencia.

También es una sobreviviente del Campo Militar número 1, donde estuvo retenida casi dos años, a partir de los dos meses de nacida. “Yo salí de ahí con vida, soy una sobreviviente de la Guerra Sucia”, dijo en una entrevista en 2019, de la que ya existe una primera versión, pero que es retomada para Amapola, periodismo transgresor hoy que sería acreedora de la Presea Sentimientos del Pueblo que otorga la Asamblea Popular de los Pueblos de Guerrero (APPG) en el contexto de la conmemoración de los Sentimientos de la Nación.

Su padre fue un hombre perseguido por el gobierno por el desafío recurrente de sus tropas a la milicia, persecución que se agudizó en 1974, después de que su grupo, el Partido de los Pobres, secuestró al ex gobernador Rubén Figueroa Figueroa.

–¿Tú sabías que cuando pasó lo de la guerra sucia el presidente de la República (Luis Echeverría) ordenó exterminio total a la familia Cabañas?, –se le pregunta Micaela Cabañas.

–Yo soy víctima indirecta de Lucio Cabañas, víctima indirecta de Isabel Ayala, soy víctima directa porque también estuve en el Campo Militar número 1.

Micaela se enteró que sus paisanos y los lugares donde se refugió su padre hasta los apellidos se cambiaron. Todos los Cabañas o Barrientos, fueran o no familiares de Lucio, tenían una sentencia de muerte.

Ella nació en septiembre de ese mismo 1974, en Tixtla, el lugar donde se refugió su madre, su abuela (madre de su padre) y sus tíos (hermanos de Lucio). Su padre seguía en las montañas de la Sierra, más perseguido que antes, que siempre, por el secuestro de Figueroa. El ex gobernador de Guerrero fue rescatado por militares en medio de un enfrentamiento con el grupo guerrillero.

El gobierno dio con ellos dos meses después de su nacimiento y su madre y todos los Cabañas fueron a parar al Campo Militar número 1, referencia de la tortura y de la desaparición forzada institucional de aquellos tiempos.

La madre de Micaela era una niña, tenía 14 años, cuando ella nació. Un año antes conoció a Lucio en Santa Rosa, su pueblo, ubicado en la Sierra de la zona Centro del estado. Un día, él acampó con toda su tropa ahí, la gente les regaló de comer y en la noche hubo un baile en la cancha del lugar, con el tocadiscos de los padres de Isabel Ayala.

Isabel y Lucio bailaron juntos toda la noche. Al día siguiente la tropa guerrillera ya no amaneció en Santa Rosa. Isabel tampoco.

La historia de sus padres es una construcción de Micaela con los relatos de su abuela materna, y de lo poco que llegó a contarle su madre.

Isabel Ayala y su hija Micaela Cabañas estuvieron en el Campo Militar número uno durante 18 meses.

–Mi mamá tuvo que pasar por muchísimas cosas, violaciones, golpes, atropellos, siendo una niña. Mi mamá cuando entró al Campo Militar tenía 14 años, cuando salió de ahí tenía 16, era una menor de edad.

Una implicación de la manera en que se vive en el Campo Militar fue que Isabel Ayala quedó embarazada y parió un hijo de su violador.

–Ella fue violada por Rubén Figueroa Figueroa y tuvimos un hermano, un hijo de él, sólo que murió. El bebé estaba enfermo.

De lo poco que recuerda Micaela del bebé, después de que fueron liberadas, es cuando su madre le daba de comer por sondas.

Todo tenía que ver con su historia

La Ley de Atención a Víctimas cita dos categorías de víctimas, directas o indirectas. ¿Micaela dónde queda? En 2019, año de la entrevista, aún no lo resolvía, quizá porque nunca dejó de ser víctima.

Los primeros años de su vida se llamó Alejandra Ayala, en lugar de Micaela Cabañas, de hecho así estuvo registrada en el jardín de niños del barrio de San Francisco, en Chilpancingo, donde estudió.

Cuando fue Micaela Cabañas, sus maestros de primaria le decían “la hija de Lucio Cabañas”.

–Le empecé a preguntar a mi mamá quién era el maestro Lucio y me decía, no, pues, tu papá fue importante. Todavía se escuchaban las gavillas que hablaban de Lucio Cabañas y mi madre me decía, tú eres la mera madre de todos ellos.

Los años siguientes vivió sin saber por qué no conocía a la familia de su padre. La recomendación constante de su madre fue no hablar mucho de quién era y estar pendiente si alguien sospechoso se acercaba. Solía cambiarse de domicilio al mínimo indicio o alerta.

Conoció a su abuela, la madre de su padre, a los 19 años, y casi por casualidad. Una vez que atendía el módulo de información de la central de autobuses en Chilpancingo, una mujer le preguntó si era Micaela Cabañas, lo leyó en un distintivo que llevaba en el pecho. La mujer era pariente de la madre de Lucio y juntas planearon que conocería a su abuela en la casa de un cura en Atoyac de Álvarez. Fue la única vez que la vio.

Como evidencia de lo caótica que era su vida hasta entonces, dice que al menos tres veces por año su mudaba de casa. “Con decirte que me sé todas las colonias de Chilpancingo”, comentó y sonrió.

Es la manera en que le enseñaron a vivir.

–A nosotros nos siguen persiguiendo, ¿y sabes?, ya se hizo parte de nuestra vida diaria. Tú sales y te asomas si no ves nada sospechoso, te asomas si es que viene una persona, si viene armada. Nuestra vida es así, nosotros estamos criados así, con una desconfianza, ya es parte de nuestra vida.

Poco antes de la entrevista, el gobierno federal fue encabezado por el presiente Enrique Peña Nieto (hasta 2018), de origen priista, partido en que forjaron sus carreras políticas Los Figueroa.

En ese entonces, no podía entender por qué, con lo precavida que siempre fue su madre, creyó en los alcances de los programas institucionales para familiares de víctimas de desaparición forzada, como la Fiscalía Especial para Movimientos Sociales y Políticos del Pasado (FEMOSPP), que funcionó durante casi todo el periodo presidencial de Vicente Fox Quesada (2001-2006).

Buscó la reparación del daño, sobre todo para sus hijos. Micaela nunca estuvo de acuerdo. Cree que esa gestión de su madre pudo ser la causante de su muerte.

–Ella dejó una carta y decía que quería que se le apoyara a sus hijos para que salieron adelante y no fueran ignorantes como ella, para que ellos tuvieran estudios. Ella nunca pidió terrenos, dinero, qué sé yo, cosas económicas, pidió que sus hijos tuvieran becas, tuvieran estudios que tuvieran dónde vivir, sin embargo, el gobierno no le cumplió en nada ni a sus hijos. Fue injusto lo que hizo el gobierno, porque sino le iban a dar nada no le hubieran dado, pero no lo hubieran matado.

A Isabel Ayala, madre de Micaela Cabañas Ayala, la mataron el 3 de julio de 2011, junto a su hermana Reyna, en Xaltianguis, el pueblo de Acapulco en el que vivía. La versión que fue pública por algunos medios de comunicación sobre cómo ocurrieron los hechos es que las hermanas salían de la iglesia del pueblo, donde vendían alimentos, y unos hombres desde un carro les dispararon y las mataron. Antes de huir, uno de ellos bajó para llevarse sus teléfonos celulares.

Ese año en Guerrero, dirigentes sociales, varios de estos ex guerrilleros, buscaban que los legisladores locales aprobaran la Comisión del Verdad para investigar y documentar las desapariciones y asesinatos ocurridos en la entidad entre 1969 y 1979, etapa de desapariciones y exterminio.

–¿Te acuerdas quién estaba gobernando el país en ese tiempo? Era el PAN. Cuando mi mamá muere eran las elecciones, iban a ser las elecciones para nuevo presidente de la República (que ganó el PRI), entonces me la asesinan y me amenazan a mí de muerte y yo salgo de ahí con toda mi familia y me voy al DF (ahora Ciudad de México). Yo estaba pidiendo irme otro país con toda mi familia y la Cámara de Diputados tenía un expediente mío, donde estaban todos los nombres de mi familia. A la salida de la Cámara de Diputados nos levantan y me dicen, tú calladita te ves más bonita, ni una declaración más ni un reportaje más; aquí tenemos la lista de todos tus familiares. La lista que habíamos dejado en la Cámara de Diputados.

En ese momento, ocho años después del asesinato de su madre, Micaela ya tenía varias claridades; todo tenía que ver con su origen, con su historia.

Nada repara el daño, pero su entorno cambia

Hay dos cosas primarias que en ese entonces Micaela Cabañas quería si la reparación del daño le llegara algún día: vivir en un lugar donde no le diera miedo decir su nombre, y que la historia le haga justicia a la memoria de su padre.

La única referencia emblemática de justicia es que el gobierno mexicano fue sentado en el banquillo de los acusados por el caso de desaparición forzada de Rosendo Radilla, a quien vieron por última vez en el cuartel de en Atoyac de Álvarez, después de que en agosto de 1974 lo retuvieron en un retén militar.

Su familia, en particular su hija Tita Radilla, llevó el caso hasta la Corte Interamericana de Derechos Humanos (Coidh) y esta emitió una sentencia en la que condenó al gobierno de México.

Hasta hace poco la vida de Micaela Cabañas comenzó a cambiar. El actual gobierno federal que encabeza Andrés Manuel López Obrador ha ofrecido ciertos rasgos de reparación a las víctimas del pasado, en particular de la época de Lucio, al reconocer parte de las atrocidades que cometió el Estado mexicano en el pasado reciente.

Apenas el viernes pasado, por ejemplo, fueron exhumadas las primeras siete víctimas de la guerra sucia, lo que fue calificado por familiares de víctimas directas, como Gervasio Serrano, hijo de Octaviano Gervasio Benítez, una persona desaparecida de la década de los sesentas, es un hecho histórico, porque es la evidencia de las crueldades que cometió el gobierno mexicano, a través del Ejército.

Los restos de cinco hombres de Los Espadines y dos de Las Desdichas, ambos del municipio de Ajuchitlán del Progreso, en la región de la Tierra Caliente, fueron exhumados 56 años después de la fosa clandestina en la que los enterraron los militares en 1967.

También esta administración federal dio la garantía de abrir los archivos secretos de la antigua Dirección Federal de Seguridad (DFS) y del Centro de Inteligencia y Seguridad Nacional (Cisen) de esa época.

Este contexto ha conferido a Micaela la posibilidad de hacer un trabajo desde las instituciones. Desde hace un tiempo en la representante de la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH) en Guerrero, responsabilidad que la ha sacado de las penumbras impuestas, y enarbolar su lucha y la de muchos tantos de víctimas del pasado y actuales.

También ha tenido la posibilidad de ser testigos de que por primera vez su padre, el maestro rural, sea nombrado en libros de texto por su lucha social.

Por todo lo que ha vivido Micaela Cabañas, quien de la sentencia de su destino creó una posibilidad, la APPG la eligió para recibir la Presea Sentimientos del Pueblo, una ceremonia paralela a la presea que entrega el Congreso local en la conmemoración de los Sentimientos de la Nación, que reconoce las causas sociales.

 

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