La biblioteca Ignacio Manuel Altamirano está ubica en el centro de la ciudad, detrás de la iglesia central. Tiene 68 años de existencia y es la tercera más grande del estado y una de las más grandes del país, lo que la convierte en un espacio importante para las y los habitantes de Tixtla.
Texto y fotografía: José Miguel Sánchez
13 de junio de 2022
Tixtla
Entrar a la biblioteca Ignacio Manuel Altamirano en Tixtla es un viaje en el tiempo en muchos sentidos, por su arquitectura y su historia. El inmueble tiene un diseño que remonta a los años 60, con grandes ventanales y columnas, un pasillo que conecta a todas las áreas y dos patios, uno central donde está el busto del escritor que lleva su nombre –quien es considerado uno de los personales principales de este municipio– y el otro que da a la parte trasera que sirve como receptor de luz natural.
Desde el pasillo es posible ver una infinidad de libros ordenados minuciosamente por tema y orden alfabético que se distinguen sin luz artificial.
La biblioteca Ignacio Manuel Altamirano está ubica en el centro de la ciudad, detrás de la iglesia central. Tiene 68 años de existencia y es la tercera más grande del estado y una de las más grandes del país, lo que la convierte en un espacio importante para las y los habitantes de Tixtla.
Fue inaugurada el 27 de junio de 1954, pero la idea se gestó en enero de 1927, en una plática entre las guerrerenses María Luisa Ocampo y Beatriz Hernández García, quienes comentaron sobre su preocupación de que en Tixtla, tierra natal de Altamirano, existiera un espacio para el conocimiento.
Las dos mujeres gestoras de este espacio estuvieron dedicadas a la política, la escritura y la promoción cultural. La biografía oficial de María Luisa Ocampo indica que nació en Petatlán, región Costa Grande del estado, pero los recuerdos de infancia de Hernández García, resguardados en la misma biblioteca, la sitúan como un elemento importante de la ciudad de Tixtla.
A ambas mujeres les costó mucho esfuerzo la gestión de este espacio. “Antes de la Revolución Mexicana el predio fue propiedad municipal destinada a la Escuela Real de Niños. En 1912 fue vendido al sacerdote Adrián N. Cervantes para servicio de la iglesia”, se lee en las notas de Hernández García.
Por gestiones directas Hernández García en 1954, apoyada por pobladores, el sacerdote Adalberto J. Miranda, entonces a cargo de la iglesia, prestó el espacio detrás del edificio católico para que instalaran la biblioteca.
En 1955, el mismo sacerdote cambió de opinión, porque ya no le pareció correcto que una biblioteca estuviera en terreno sagrado, y comenzó un litigo para apropiarse de nuevo del espacio.
El litigio duro 13 años, comenzó el 11 de abril de 1955, cuando el sacerdote notificó al patronato de la biblioteca que recuperaría el predio, y culminó el 30 de octubre de 1963, cuando en el Diario Oficial de la Federación (DOF) se publicó un decreto donde el presidente de la Republica, Adolfo López Mateos, declaraba de “utilidad pública el espacio donde funciona la biblioteca David Prospero Cardona en la ciudad de Tixtla”, se lee en un recorte de la edición del DOF.
Los primeros 15 años la biblioteca llevó el nombre de David Prospero Cardona, en honor al director de la Escuela del Estado de Guerrero, quien falleció en un accidente meses antes de la inauguración de la biblioteca.
Prospero Cardona fue el primer impulsor de colocar un monumento a Ignacio Manuel Altamirano y a manera de homenaje donó un busto que fue colocado en el jardín central. Por los aportes del escritor a la ciudad se pensó que la biblioteca llevara su nombre.
Altamirano es un referente histórico del país nacido en Tixtla. Su trayectoria como militar, político y escritor fue determinante para México: luchó contra la Intervención Francesa de lado de Benito Juárez, como político impulso la educación laica y gratuita, y como escritor es considerado uno de los mejores novelistas de su época con obras como Navidad en las Montañas, Clemencia y El Zarco.
Una vez que concluyó el litigio por el predio comenzó la construcción del edificio de la biblioteca que perdura hasta la actualidad, inaugurándose en 1967, fecha en que también le asignaron el nombre de Ignacio Manuel Altamirano.
Su historia forma parte de la bibliografía de la misa biblioteca. Son seis libros que, en realidad, son los apuntes de Hernández García, donde incluyó fotos, documentos, periódicos, actas de cabildo y oficios.
La leyenda del libro de piel humana de la biblioteca
Durante la construcción de la biblioteca Ignacio Manuel Altamirano, que comenzó en 1954, fueron excavadas las cepas de los cimientos de un árbol de toronja, donde hallaron enterrada una olla de barro que estaba sellada con cera.
Al abrir la olla descubrieron tres objetos: unas pastas de libro medianas color marrón y de textura lisa, unas tijeras oxidadas y una hoja de papel con un escrito en el cual se explicaba de manera breve la procedencia y elaboración de las pastas.
Según este escrito, las pastas del libro eran de la piel humana de una curandera blanca llamada Benita la santera. Al parecer las forraron con la piel de su antebrazo y su glúteo.
Años después, pasaron por Tixtla un grupo de húngaros (gitanos), quienes acamparon en la Plazuela del barrio del Santuario. Al enterarse de la existencia del libro, el patriarca de los húngaros fue a la biblioteca para mirarlo y tocarlo y al hacerlo sintió algo especial; intento comprarlo, dijo, porque le transmitía cosas buenas, pero nunca se lo vendieron.
La directora de la biblioteca, María Estela Moreno Moya, comentó que han circulado muchas leyendas alrededor del libro, y otra de ellas es que solía cambiar de lugar. “Luego se dice que en la noche lo dejaban en un lugar y en la mañana estaba en otro lugar diferente”, menciona.
También comentó que al libro le atribuyen el poder de conceder deseos a quienes se lo piden con fe. Pero ninguna de estas leyendas la han confirmado.
En el 2014 hubo un concurso para rescatar vestigios históricos del estado. La finalidad era difundir cualquier indicio o vestigio tangible o intangible que pueda considerarse patrimonio cultural referente a las diversas etapas de la historia de México y cuya conservación sea de interés estatal o nacional.
Inés Araceli García Aburto, quien en ese entonces era la directora de la biblioteca Ignacio Manuel Altamirano, presentó la leyenda del libro forrado con piel humana.
Ella se encargó de redactar la historia con la información que se conocía del libro y, finalmente, el 28 de febrero del 2014 el libro de piel quedó oficialmente registrado como un vestigio histórico del estado. Para reconstruir esta leyenda, que es eso, una leyenda, acudió a las voces de los habitantes de Tixtla que, al final, son los que le han dado cierta lucidez a esa historia.
Pese a que la bibliopegia antropodérmica (técnica de forrar libros con piel humana) fue una práctica habitual en el siglo XVII, en México no se tienen registros de esta práctica. El libro de piel humana es una leyenda popular en Tixtla, en el estado y fuera de él.
El libro está exhibido en la sala de consulta virtual de la biblioteca. Moreno Moyao compartió que hay personas que acuden a verlo con curiosidad.
El contenido del libro son sonetos de Sor Juana Inés de la Cruz. Por mucho tiempo pasó desapercibido. Las personas que pedían libros de Sor Juana llegaban a este libro y los comentarios no pasaban de la peculiar textura de su pasta, y partir de eso la leyenda creció.
«Antes lo prestábamos para que las personas lo leyeran, pero dejamos de hacerlo para que se mantuviera en un mejor estado y preservarlo», comenta.
El libro se ha mantenido en buen estado con el paso de los años gracias a los cuidados que le brindan en la biblioteca, sin que sean especiales o diferenciados al del resto, y también a la comprensión de los asistentes, porque lo innegable del libro son los años acumulados.
Moreno Moyao dijo que lo limpian con un trapo semi humedo y antes con una brocha le quitan el polvo.
El libro de piel genera interés. Algunas personas que vieron y tocaron el libro dijeron que sintieron ciertas energías. «En una ocasión vino una persona que se dedica a la sanación espiritual con cuarzos, y al tocar el libro dijo que ella percibía a una persona que había sufrido mucho», comentó Moreno Moyao. Pero ella comentó que nunca ha visto algo raro en el libro.
En internet hay versiones que afirman que en el año de 1990 una investigadora holandesa realizó estudios al libro y que éstos confirman que sí está forrado con piel humana.
La directora de la biblioteca insistió que no hay certeza sobre la autenticidad de la piel. Aun así, la leyenda continúa.
Una biblioteca importante para Tixtla
Tixtla es cuna de hombres ilustres e importantes para la historia de México en muchos sentidos, como Ignacio Manuel Altamirano. La biblioteca lleva el nombre en honor a él y al legado que dejó como literato a nivel nacional, quien además de ser novelista fue periodista, fundo los periódicos La Tribuna y El Federalista.
La biblioteca Ignacio Manuel Altamirano forma de Tixtla parte de la Red Nacional de Bibliotecas Públicas.
“Si la comparamos con otras bibliotecas, obviamente hay otras más grandes que ésta, pero ésta es una de las pocas bibliotecas que tienen su espacio fijo, específicamente para ser biblioteca, porque otras bibliotecas están dentro las casas de la cultura de los ayuntamientos y después las mueven”, aclara Moreno Moyao.
La biblioteca comenzó con una colección de 50 libros, los cuales fueron donados por los mismos habitantes de Tixtla. Ahora suman 10,700 libros y, por el momento, ya no acepta donaciones por falta de espacio para colocarlos.
También los pobladores donaron mesas, sillas y muebles que aún conservan en buen estado en la biblioteca.
En la biblioteca Ignacio Manuel Altamirano es importante tener libros que se adapten a su contexto. “Tratamos de tener libros que vayan acorde con las carreras que se estudian aquí”, mencionó la directora.
La biblioteca tiene una sala de consulta electrónica en la que hay equipo de cómputo e internet, la salda de consulta habitual donde están todos los libros y un área infantil destinada únicamente para los niños y niñas.
El área infantil es totalmente diferente al resto de la biblioteca, es un área colorida, con dibujos, libros infantiles, cuentos y material didáctico. Esa área hay 813 libros y está a cargo de la educadora Generosa Gómez de la Cruz.
“Realizamos diferentes talleres de fomento a la lectura. En verano también damos cursos y hemos tenido buena aceptación de los niños. Incluso vienen niños de otras localidades a nuestros cursos”. compartió Generosa Gómez.
Uno de los objetivos principales de la sala infantil es que los niños y niñas adquieran el hábito de la lectura desde temprana edad.
Los libros de la biblioteca están divididos por secciones y prácticamente hay de todo. Desde generalidades, religión, ciencias naturales, lenguas, ciencias puras, tecnología, bellas artes y un área de revistas de investigación.
Una biblioteca en la era digital
Una de las dificultes que tiene que enfrentar la biblioteca es que con el acceso a internet la afluencia de visitantes bajó considerablemente, y quienes asisten más son las personas de comunidades donde no hay internet.
La pandemia por la Covid-19 también afectó su funcionamiento, porque estuvo cerrada por casi un año. Las encargadas sólo acudían a realizar el aseo y dar mantenimiento a los libros.
La biblioteca cuenta con el sistema de préstamo a domicilio, que consiste en prestar los libros a los usuarios para que se los lleven a sus casas y allá puedan ocuparlos. En el lugar ofrecen a los usuarios una credencial en la que agregan sus datos para hacerse acreedores a los libros con un plazo de entrega y así el usuario crea un historial. Esta practica de préstamo a domicilio fue de gran ayuda durante el confinamiento.
La biblioteca central de Tixtla es parte de un legado histórico para el municipio y sus habitantes, no sólo porque lleva el nombre de uno de los escritores tixtlecos más importantes del país, también porque su origen está ligado a dos mujeres destacadas, María Luisa Ocampo y Beatriz Hernández García, y porque su conservación es un reflejo de la dedicación de sus habitantes.