Sin Límites. Ximena, del baloncesto al ajedrez

La adolescente clasificada como una de las diez mejores ajedrecistas del país primero probó suerte en el basquetbol


 

Texto: Beatriz García

Fotografía: Angie García

8 de octubre del 2019

 

Chilpancingo

La Federación Nacional de Ajedrez de México (Fenamac) tiene ubicadas a las 10 mejores ajedrecistas del país en la categoría sub 18 femenil, y una de ellas está en Chilpancingo. Se trata de Ximena Ortega Beltrán, una estudiante de tercer grado de la preparatoria 9 de la Universidad Autónoma de Guerrero (Uagro), de 17 años.

Ximena, desde los nueve años, comenzó a interesarse en el ajedrez impulsada por su padre, Hugo Ortega Sánchez.

En realidad, él intentó convertirla en jugadora de baloncesto, pero desistió porque observó poca destreza con la pelota. Entonces optó por enseñarle ajedrez.

Pronto sorprendió a sus padres con las habilidades en el “deporte ciencia”, como llaman al ajedrez.

 

Sus primeras partidas

La primera vez que Ximena participó en una competencia la ganó. Entonces tenía 10 años y estudiaba la primaria. Fue un concurso entre niños de diferentes escuelas de Chilpancingo. 

Esta competencia le dio su pase al Torneo Regional de Ajedrez, donde tuvo una participación destacada, pero fue eliminada. Con esto sus profesores, ahora encargados de una parte de su formación en el juego, contemplaron que debía aumentar su habilidad y fue que le recomendaron inscribirse a las clases del profesor Víctor Trigo.

El profesor es conocido en esta ciudad por su habilidad en el juego, y por dedicarse a formar niños y jóvenes en el ajedrez. Es coordinador del Club de Ajedrez Chilpancingo, del cual formó parte Ximena.

“Él fue mi primer maestro, Víctor Trigo. Él me enseñó lo básico: las aperturas, jugadas básicas. Después, cuando empecé a competir, recuerdo que mi primer torneo fue en Puebla y fuimos todos los del Club de Ajedrez Chilpancingo, fue un nacional. Fue el torneo de una primaria privada”, cuenta la joven.

Ese mismo año, 2012, regresó a Puebla, al Campeonato Nacional Abierto, según sus palabras, su primer gran torneo. En esta competencia quedó en el décimo lugar, suficiente cuando su único objetivo era jugar y divertirse.

Su panorama de las competencias cambió cuando cumplió 12 años y se postuló a un torneo que ocurrió en Taxco durante dos días. Se apuntó en la categoría sub 12, pero la rechazaron para anotarla en un rango mayor.

La niña se enfrentó a un par de jóvenes de 18 años, de quienes recuerda midió su estatura echando la cabeza hacia atrás, como si mirara el cielo.

“La primera partida la perdí y después empecé a ganar, a ganar. Yo en ese entonces era muy impulsiva. Recuerdo que mis papás estaban en el baño, en la esquina, me decían tranquila, tranquila y pues empecé a ganar, la primera, la tercera (partida)”, relata.

Cerró su participación del torneo contra uno de ellos y una partida de dos horas y media. Le ganó. Ximena se quedó con el segundo lugar de toda la justa.

Desde entonces la niña, ahora una adolescente, participa, en promedio, en seis competencias al año en distintas sedes del país.

“El ajedrez es un deporte, porque tiene sus disciplinas. Es un deporte ciencia, porque ocupas mucha estrategia, mucha táctica, eso creo que te ayuda en la vida para razonar, porque para hacer tus planes tienes que analizar todo, pensar todo”, comenta Ximena cuando se le pide describir qué significa para ella el ajedrez.

 

Dennis Verduga en su vida. Los resultados: El Salvador y Grecia

En la página oficial de la Fenamac hay una esquela dedicada a Dennis Verduga con fecha diciembre del 2014, en el que se le reconoce como un excelente ajedrecista por sus destrezas en las jugadas apertura inglesa y defensa dragón, pero de manera principal por su labor de formador de niños y jóvenes ajedrecistas.

Cuando la niña aún tenía 12 años, el profesor Trigo notó que sus clases quedaban cortas a la destreza de Ximena, ahora él le recomendó clases intensivas de fines de semana en Acapulco con Dennis Verduga.

Verduga formó parte de la Federación Internacional de Ajedrez, era de origen ecuatoriano pero radicado en Durango, desde donde viajaba cada fin de semana hacia Acapulco para impartir sus talleres.

Una muestra de los alcances de este ajedrecista y autor de manuales de ajedrez, es la distinción de haber entrenado a ocho de los campeones en México de esta disciplina.

Durante todo un año, todos los fines de semana, Ximena, acompañada de su madre, asistieron al puerto a clases con Verduga.

Ximena recuerda cómo fue tomando conocimientos y experiencias para mejorar en sus partidas y en los resultados. Ganó torneo tras torneo y subió el nivel de sus competiciones.

En 2017 Ximena obtuvo su pase para participar en los Juegos Centroamericanos celebrados en El Salvador en el ritmo blitz, una partida que dura cinco minutos. Se trajo el primer lugar.

Hace un año sus habilidades la llevaron a competir a Grecia y concursar con adolescentes de países como China, Estados Unidos, Suecia y España. De 150 se colocó en el lugar 80. No ganó, pero sumó otra experiencia que le hicieron avanzar a su posición actual.

 

En búsqueda de un pase al mundial en Rumania

Por ahora, Ximena está colocada como una de las 10 mejores ajedrecistas del país en su categoría, pero además forma parte del club de ajedrez de la Uagro.

En el club universitario juega partidas con sus compañeros, a quienes aconseja y enseña lo que ella sabe.

En casa, todos los días toma clases en línea (Internet) sobre partidas más complicadas, por ejemplo, sobre qué hacer cuando hay pocas piezas, pues, es el momento más complicado, porque con cualquier mal movimiento podrías perder.

En total, invierte al día en el ajedrez unas cuatro horas, fuera de sus actividades escolares. Con esto apenas y tiene tiempo para sus otros deberes en la escuela, pero aún así mantiene un promedio de 9.5. Para eso sacrifica las salidas con sus amigos.

A la vez se prepara para participar en el selectivo al Campeonato Mundial de Ajedrez que se celebrará en Rumania. El próximo 16 de noviembre partirá a Monterrey, Nuevo León, donde espera lograr el pase.

 

 

 

 

 

Este trabajo fue elaborado por el equipo de Amapola. Periodismo transgresor. Se autoriza su reproducción siempre y cuando se cite claramente al autor.

Sin límites. Osbelit: la niña de las manos mágicas

Texto: Beatriz García

Fotografía: Angie García

16 de agosto del 2019

Tixtla

Cinco obras


Las manos de la viejecita muestran los surcos que representan cada paso de su vida, mueve sus dedos ágilmente para entrelazar la palma de zoyate color rojo y natural, es la actividad a la que se ha dedicado gran parte de sus 95 años. Son las manos de la señora Eleuteria Salmerón, las pintó su bisnieta Osbelit con la técnica gis pastel seco.

Así como este cuadro, en dos años la niña originaria de la localidad de Coaquimixco, municipio de Chilapa, ha pintado cuatro más que le representan imágenes cotidianas de su región.

El amor por su gente y su tierra la llevaron a plasmar un primer cuadro con el que comenzó a practicar la técnica gis pastel seco en la corriente hiperrealista. Además, comenzó a poner luces y sombras, como el cuadro de ajos, caracteristicos de la comunidad de Atzacoaloya, que siembran para su venta.

Después Osbelit participaría en una exposición en Tixtla. Llegó una semana antes y durante cinco días decidió pintar una maracuyá partida a la mitad, que muestra cómo su fruto acidulado se desparrama sobre una superficie.

Pero el amor por su familia no podía quedar fuera de sus primeras obras, en gratitud su tercera pintura se la dedicó a su padre, por eso dibujó el rostro de Álvaro García.

Su obra la continuó. Esta vez plasmó una escena que ella misma fotografió en otoño, una mariposa que posa sobre una flor rosa, que en apariencia es similar a una margarita pero en la región es conocida como viuda, y que crece en la zona en esas fechas, además la rodean flores de cempasúchil.

Y su último cuadro tocaba el turno de plasmar manos y pies, y decidió pintar las manos de su bisabuela, en un doble formato comparado a lo que estaba acostumbrada a hacer, con un grado mayor de complejidad por lo que implica hacer este tipo de pinturas, de acuerdo al profesor.

 

Osbelit

Osbelit García Morales tiene 14 años de edad, nació en la Montaña baja en el municipio de Chilapa. Sus padres Álvaro García y Dominga Morales de origen campesino.

Desde muy pequeña sin saber de su talento comenzó a dibujar, fue hasta que cumplió once años cuando a la primaria Mariano Matamoros donde cursaba el quinto grado llegó el profesor y especialista en Artes Plásticas, Saúl Meza García.

Aunque su encomienda en la escuela no era armar un taller de pintura el director Filimón Rojas Muñoz se lo propuso. Aceptó.

Eran cerca de 15 alumnos entre ellos Osbelit que se quedaban después de las clases. El maestro comenzó pidiéndoles letras con estilo.

“Cuando empecé a ver sus trazos digo: oye estos trazos no son ordinarios, a ver van otros y cada vez que le dejaba ejercicios me sorprendía”, recuerda el profesor cuando conoció a Osbelit.

Luego habló con los padres de la niña para decirles del talento de su hija, quienes no negaron en darles su apoyo, pues le firman los permisos necesarios para salir de la localidad y pueda presentar sus obras. O la llevan y la traen.

En estos dos años del taller de pintura sigue sin contar con los materiales necesarios, como lápices, gises y colores, que en su mayoría los profesionales son importados.

Aun con esas limitaciones comenzó Osbelit a trabajar en la técnica de grafito, de inmediato evolucionó a la técnica gis pastel seco con la que sus manos ahora plasman magia.

Ahora no cuenta con gises. La última caja que compró le costó 3,500 pesos y fue gracias a que pudo vender dos de sus cuadros, el de la mariposa y el de los ajos. También, para seguir pintando Osbelit junto con su maestro vio que necesitaba una cámara fotográfica para que ella misma capturara los momentos que quisiera plasmar, por eso gestionaron y lograron que le dieran un Ipad, pero a cambio debe entregar dos obras que aún no ha hecho.

Ahora la pequeña pintora comenzará una nueva técnica, la de acrílico, todavía no tiene el material y tampoco ha ideado qué pintará, pero quiere seguir aprendiendo y creciendo, sueña con algún día estudiar artes.

 

Más talento en Coaquimixco

En Coaquimixco Osbelit es un caso excepcional por el talento que descubrió, pero en la localidad enclavada en la Montaña baja de Guerrero hay más niños y niñas con ese mismo talento.

Incluso la pintora manifiesta que su hermana de 12 años y hermano de 9 años también dibujan y, a su hermano es al que le ve talento; dice que a su edad no dibujaba tan bien como él.

Cuenta que tres de sus primos también dibujan a lápiz, pero ellos no están enfocados en esa actividad.

“Conozco a varios, algunos ya son jóvenes, unos ya están adultos y dibujan muy bonito también. Me gustan mucho sus dibujos, pero igual no se han encontrado a un maestro como yo”, manifiesta.

En el taller de dibujo de la primaria, a la que ya no asiste Osbelit, pues ahora está a punto de cursar su tercer grado de secundaria y al que va ocasionalmente cuando sale de clases, el profesor sigue descubriendo talentos.

El profesor cuenta que Ricardo Rodríguez es otro niño que tiene talento, así como Yair Rojas Castro; recuerda que una vez hicieron un mural y se hicieron tres equipos comandados con los dos niños y Osbelit.

“Hay más obra de gis pastel, hay otra niña que se llama Dania Venegas Marcos, un año menos que ella”, añade.

Pero Marbella es otra alumna que recientemente se graduó, al igual que Cinthya que también tienen talento en la pintura.

Pero en la comunidad no existen más maestros para enseñarles, solo Saúl, y uno de sus sueños de Osbelit es que pudiera haber más por el talento que está surgiendo. Aunque con limitaciones, Osbelit pide a los niños perseguir sus sueños, que no hagan lo que no les guste, no sólo en la pintura sino en otros artes o disciplinas. Mientras que el profesor apuesta que el arte sea un aliciente al problema de violencia que se vive en la región antes que tomar las armas.

“Si queremos pelea contra toda esta pudrición que hay en la sociedad como es la inseguridad, no lo vamos a hacer con armas, tenemos que agarrar el problema y empezar a agarrarlo desde la raíz, pero no trozar sino empezar a formar, empezar a formar a ella”, remató.

Coaquixco como otras localidades de la Montaña baja son carentes de recursos económicos, en muchas ocasiones tienen que trasladarse a la cabecera municipal o salir de esta ciudad en busca de mejores oportunidades.

Las actividades principales de las familias de estas comunidades es el campo, aunque así como la bisabuela de Osbelit buscan en la trenza de zoyate otra entrada económica, aunque por cada rollo de esta, si mucho, reciben cinco pesos.

 

 

 

 

 

 

Este trabajo fue elaborado por el equipo de Amapola. Periodismo transgresor. Se autoriza su reproducción siempre y cuando se cite claramente al autor.

Sin límites. Próspero y Víctor: llevarán sus robots a Japón

Próspero y Víctor son dos jóvenes estudiantes del Conalep Chilapa, uno de los municipios con tasas elevadas de homicidios dolosos y desempleo. Pese a la adversidad, para ellos no hay límites. Aunque para llegar a estudiar y calificar a la competencia de Japón, antes tuvieron que trabajar la tierra y ayudar a sus familias.


 

Texto: Beatriz García

Fotografía: Jesús Rojas

15 de agosto del 2019

 

Chilapa

La primera vez que Próspero y Víctor abordaron un avión, los llevó al caribe mexicano: Cancún, Quintana Roo, la escala uno en su camino rumbo a Japón. A finales de junio del 2019 llegaron a participar en el Primer Torneo Nacional de Robótica del Colegio Nacional de Educación Profesional Técnica (Conalep). Ganaron el primer lugar en la categoría Fire Fighting Challenge y aseguraron su pase para competir el próximo año en el Mundial de Robótica en Osaka, Japón.

Ese 26 y 27 de junio, Próspero y Víctor compitieron contra noventa estudiantes del Conalep de todo el país. Los estudiantes que iban de los estados del norte del país, principalmente, llevaban robots ostentosos con mejores estructuras; el suyo era mucho más sencillo, pero funcional.

Al momento de la competencia, el robot de Próspero y Víctor fue el más rápido: apagó velas en menos de dos minutos.

Próspero Romero Gerardo y Víctor Manuel Bautista son estudiantes del Conalep 133 de Chilapa, Guerrero. Ambos tienen 18 años y son hijos de campesinos. Próspero es nahua de la comunidad de Ixcatla en el municipio de José Joaquín Herrera y Víctor originario de Pochahuizco, en Zitlala.

Para estar en el Mundial de Robótica de Osaka, Próspero y Víctor tuvieron que estar lejos de sus familias, dormir en la escuela, trabajar en fines de semana, y durante las vacaciones. Todo sin descuidar sus clases, porque para pertenecer al taller de robótica del Conalep hay que mantener un promedio mínimo de 8.5.

 

Próspero

Próspero este ciclo escolar se graduó en la carrera técnica de enfermería. Es el menor de seis hermanos. Ahora en su familia es el único que está estudiando. Los últimos tres años para él han sido muy intensos. En este tiempo pasó de lunes a viernes en la casa de su madrina en Chilapa para poder estar cerca de la escuela. Mientras que los fines de semana regresaba a su pueblo, Izcatla, para emplearse como chofer de una camioneta que entre semana trabaja su papá.

Próspero decidió estudiar para contribuir con su familia para mejorar sus condiciones, pero también las de su pueblo.

Escogió enfermería precisamente por Izcatla, donde sólo hay un centro de salud que opera como casi todos los de las zonas rurales, a medias, mientras que el hospital más cercano, está a casi una hora y media en Chilapa.

“Es un orgullo de la familia que yo esté estudiando. Somos muy unidas y cuando alguien sale adelante todos apoyamos. Actualmente soy el único que continúa sus estudios gracias a mis hermanos que me apoyan”, cuenta.

Próspero se topó con la robótica en 2017, cuando ingresó al taller que desarrolla el profesor Luis Ángel Ramírez Alonso, aunque desde la secundaria ya tenía la inquietud por la tecnología y la ciencia.

El haber entrado a ese taller, le cambió el ritmo de vida; comenzó hacer cosas que nunca había hecho: como salir de Chilapa. Como cuando tuvo que salir, junto con Víctor y su profesor, a competir a Chilpancingo, Acapulco y la Ciudad de México, lugares que nunca había visitado.

Ahora que Próspero tiene el próximo año una cita en Osaka, Japón, su familia aún sigue incrédula.

“¿De verdad te vas a ir?”, es la pregunta que últimamente le hacen sus familiares a Próspero.

 

El taller de robótica

El taller de robótica fue iniciativa del profesor Luis Ángel Ramírez Alonso hace dos años. Recibe a alumnos de cualquier carrera: electromecánica industrial, enfermería o contabilidad.

¡Ah! Pero no cualquiera puede formar parte de este taller, uno de los requisitos para ingresar es aprobar todas las materias y mantener un promedio superior al 8.5. Actualmente lo conforman doce alumnos, entre ellos tres mujeres. Han participado en más de diez concursos.

La directora del plantel Conalep-Chilapa, Norma Edith Aparicio Castro recuerda cómo insistió para que participaran en el Wer, Torneo de Robótica Educativa al interior del Conalep. Siempre obteniendo los primeros lugares. Luego sus participaciones continuaron en proyectos de Fórmula Uno al notar las habilidades que poseían, aunque las limitaciones siempre prevalecieron.

A pesar de las carencias, de lo alejado que pueden estar estos estudiantes de la tecnología, cuenta la directora, han decidido participar en los concursos que se presentan.

Porque participar no sólo significa que deben ganar, sino que genera confianza entre los jóvenes.

Los integrantes del taller de robótica tienen muchas similitudes, la mayoría son de comunidades rurales de Chilapa, Zitlala, José Joaquín Herrera y los municipios cercanos. Viven en localidades donde carecen de servicios públicos: drenaje, alumbrado público, agua potable, caminos; también son lugares con altas tasas de homicidios dolosos y desapariciones forzadas.

La mayoría de sus habitantes son jóvenes que se ven obligados a migrar de sus pueblos porque no tienen una preparatoria cerca.

Para Próspero y Víctor el taller de robótica se convirtió en el instrumento para salir de esas fronteras territoriales en las que estuvieron restringidos durante casi 18 años. En el taller de robótica han vivido muchas primeras veces.

Por el taller vieron por primera vez el mar; se hospedaron en un hotel; la primera vez que tuvieron una maleta de viaje, por primera vez visitaron la capital del estado.

Por el taller, también, por primera vez estuvieron en un centro de diversiones.

Fueron a Six Flags México. Ni a Próspero y ni a Víctor los impresionó la magnitud de los juegos o lo divertido que pueden ser. Les sorprendió su funcionamiento: durante todo casi todo el recorrido ocuparon su tiempo para analizar las grandes máquinas, recuerda la directora.

 

Víctor

Víctor hace unos días se graduó como técnico en electromecánica industrial. En los últimos tres años viajó todos los días una hora para llegar a la escuela desde su comunidad en Pochahuizco. Los fines de semana los empleó para trabajar en el campo, la última vez lo hizo en un invernadero de jitomates.

Todos los días tenía una rutina pesada, se despertaba temprano para ir a la escuela, regresaba y ayudaba en los quehaceres y después hacía su tarea. Muchas veces, recuerda, esa jornada terminaba a la medianoche.

Para que Víctor asistiera la preparatoria era necesario que trabajara. Su familia es de diez integrantes, la mamá y el papá y ocho hijos, Víctor es el sexto. Su papá es campesino y con lo que gana les alcanza para comer. Su mamá es ama de casa.

Sin embargo, los padres de Víctor le han refrendado su apoyo: le han dicho que cuenta con ellos si decide seguir estudiando.

Y eso quiere hacer Víctor: quiere ser ingeniero en mecatrónica.

Su paso por el taller de robótica, el contacto con la tecnología y la ciencia han provocado un cambio en él.

“Me ha cambiado mucho de mentalidad, yo siento que dentro de esta comunidad hay muchos jóvenes que tienen esas habilidades, pero falta el apoyo. Nosotros hemos recibido mucho. Antes pensaba terminar nada más el Conalep y empezar a trabajar, más que nada para apoyar a mi familia en la economía. Pero ahora mi mentalidad es superarme, lograr la carrera de ingeniero en mecatrónica”.

 

Osaka, Japón

Próspero terminó la carrera técnica, aunque tiene pendiente su servicio social, pero ya piensa en la forma de juntar las dos disciplinas que le gustan, la tecnología y la medicina, por eso quiere estudiar biomédica.

Víctor por ahora seguirá trabajando en los viveros de jitomate sin perder de vista la posibilidad de entrar a la universidad. Por parte del gobierno del estado hay una promesa de ayudarlos para entrar a una.

Pensar en el futuro lejano es mucho tiempo, sus esfuerzos se centran por ahora en llevar el mejor robot a Osaka.

 

Néstor y Fernanda

Néstor de Jesús Barroso Abarca y Karla Fernanda Cantoriano García en este momento se encuentran en Belice estudiando inglés, salieron el 31 de julio. Los dos también son estudiantes del Conalep 133 de Chilapa.

Néstor es de la localidad de Ocotitlán, Zitlala, y Fernanda de Santa Ana, en Chilapa.

Los dos se ganaron una beca para estudiar inglés diez meses en Belice. Cada año, se otorgan diez becas entre estudiantes de los 335 Conalep de todo el país.

Para estos jóvenes no hay ningún límite y los obstáculos, son superables.

 

 

 

 

 

Este trabajo fue elaborado por el equipo de Amapola. Periodismo transgresor. Se autoriza su reproducción siempre y cuando se cite claramente al autor.

Sin límites. Nazareth: el ingeniero que hace prótesis y cambia vidas

A sus 26 años de edad, el ingeniero Nazareth ya ha cambiado decenas de vidas. Con su fundación LabMake México, llena de esperanza a personas que necesitan una prótesis, pero no cuentan con los 8,000 hasta los 80,000 pesos que puede llegar a costar una. El joven ha regalado 30, pero sueña en dar miles más.


 

Texto: Beatriz García

Fotografía: Angie García

14 de agosto del 2019

 

Chilpancingo

Desde que era niño, Nazareth supo que la tecnología era lo suyo, siempre tuvo inquietud de aprender algo nuevo en la computadora. A los 21 años convirtió esta manía en su forma de vida: descubrió la impresión 3D y comenzó a fabricar prótesis de dedos, manos, antebrazos, y brazos completos para ayudar a personas de escasos recursos.

Nazareth Quetzalcóatl Marino Hurtado ahora tiene 26 años, es originario de Chilpancingo.

La vida del joven corrió a paso veloz. A los 20 años se casó. Eso lo hizo pensar que debía buscar una actividad fija. Mientras estudiaba sistemas computacionales en la Universidad Autónoma de Guerrero (Uagro), también trabajaba en la biblioteca de la Facultad de Matemáticas, pero sabía que esta actividad era temporal.

“La prótesis me emocionó mucho, entender cómo a través de la tecnología podías ayudar a la gente. Una vez que entendí cómo ayudar a la gente decidí emprender”, cuenta el joven mientras muestra cómo una de sus máquinas imprime en 3D un muñeco.

Nazareth recuerda que no fue el mejor estudiante en la escuela. No se consideraba aplicado, pero se congratula al pensar que nunca le gustó estar quieto, la creatividad lo acompañaba, también le gustaba hacer deporte.

Siempre ha pensado que es importante ayudar al prójimo. Por ejemplo, alguna vez participó en actividades de la iglesia.

Iba en séptimo semestre de la carrera y decidió dedicarse a hacer prótesis 3D, aunque no sabía cómo juntaría el dinero para comprar las máquinas que requería.

 

LabMake México

Para la adquisición de su primera impresora 3D, Nazareth tuvo que pedir un crédito de 15,000 pesos a la Uagro. Los pagó en dos años. Pero no fue suficiente, el resto lo obtuvo de un préstamo que le hicieron sus padres.

Sus padres han sido un pilar importante: fueron de los primeros que creyeron en él y su proyecto. El joven, de tres hermanos, considera que esto fue gracias a que nunca les dio problemas, además es autodidacta, emprendedor y altruista.

Siendo autodidacta es como construyó su proyecto. La primera información que tuvo sobre la impresión 3D fue en internet. Desde ahí conoció a otros jóvenes de otros países que ya trabajaban haciendo prótesis, aunque en esto último no tuvo mucho éxito.

Dice que las personas que contactó tuvieron recelo en compartir sus conocimientos. Optó por continuar indagando en la red, viendo videos.

Montó su laboratorio en un cuarto de su casa en obra negra. Comenzó solo. Para tal fin nunca tuvo ayuda de ningún profesor, tampoco apoyo de la universidad. Sólo con lo que le brindó su familia.

El joven comparte que en estos años aprendió cómo se manejan los intereses empresariales, políticos y personales que le impidieron recibir apoyo de otras personas.

En su momento quiso implementar algunos proyectos con el rector de la Uagro, Javier Saldaña Almazán, que, por cuestiones políticas no se pudieron concretar.

“Ellos están más preocupados por temas de infraestructura, de educación. Lo mismo pasó con el gobierno del estado (que encabeza Héctor Astudillo), entregamos prótesis, les doné prótesis y platicamos mucho, pero se hizo poco”, recuerda.

Estas negativas fueron un impulso más en su vida, lo obligaron a salir del país para capacitarse en Estados Unidos y Colombia por su propia cuenta.

También comenzó a dar pláticas sobre el trabajo que emprendía. Cobraba unos 2,000 pesos por charla, dinero que le ayudó a hacer crecer su proyecto, hasta darle forma a la empresa LabMake México.

LabMake México en la actualidad se compone por seis jóvenes que trabajan de forma directa y otros seis de manera indirecta. Cuenta con un estudio de fotografía, un área de programación, área de diseño y un cuarto de máquinas.

 

Las 30 prótesis

Durante cinco años, LabMake, la única empresa en el estado y la segunda en el país en su tipo, ha producido más de 100 prótesis, entre las treinta que ha entregado y que le permitieron perfeccionar sus diseños.

La primera prótesis que Nazareth hizo fue para un adolescente de Iguala llamado Jesús. La donó. En ese entonces casi no tenía experiencia; sin embargo, la prótesis significó un apoyo para la familia.

Durante los dos primeros años de la empresa, Nazaret donó nueve prótesis de las treinta que ha entregado.

Los precios de estas prótesis van desde los 8,000 pesos hasta los 80,000.

Pero el objetivo de Nazareth es que la empresa dé un servicio integral, no sólo fabricar las prótesis, también pretende enseñar a usarlas y entregarlas. Otro sueño es poder brindar acompañamiento psicológico, de nutrición y rehabilitación, porque debido a la condición de las personas es importante que reciban el apoyo integral.

 

Fundación LabMake

Para Nazareth es prioritario que sean las personas de escasos recursos quienes adquieran las prótesis: muchas familias no cuentan con los 8,000 pesos que se requieren para comprar la más económica.

Entonces ideó otra forma de poder ayudar a esas familias: apenas en junio registró la Fundación LabMake México. Además capacita a jóvenes en ciencia, da pláticas sobre tecnologías y enseña a chicos sobre la impresión 3D, cómo se programa y cómo se hacen las prótesis para ayudar a más familias.

“A través de la empresa (del mismo nombre) no lo puedo hacer, por eso la fundación se encargaría de esta parte social para ayudar directamente a las familias que no tienen dinero. Hay personas para las que es muy complicado pagar 20,000 pesos”.

En México, recuerda, sólo existen dos empresas que imprimen en 3D de manera profesional, la de él y una en la Ciudad de México.

Cree que su fundación se impulsará con donativos tanto en efectivo como en especie, y con ello podrá seguir cambiando la vida de más familias y jóvenes.

“En la fundación todos serán bienvenidos para aportar su granito de arena y lograr ser voluntarios en una nueva etapa para cumplir la meta de ayudar a 1,000 personas”.

 

 

 

 

 

 

Este trabajo fue elaborado por el equipo de Amapola. Periodismo transgresor. Se autoriza su reproducción siempre y cuando se cite claramente al autor.

Sin límites. Bedelia: la karateca de oro

Bedelia tiene 16 años y es medalla de oro en la disciplina que adoptó como forma de vida: karate. Irá del 26 de agosto al 2 de septiembre próximo a representar a México en los Juegos Panamericanos, en Ecuador. Ser una campeona no es suficiente, tiene un obstáculo: no cuenta con todo el dinero que requiere para su viaje.


 

Texto: Beatriz García

Fotografía: Angie García

13 de agosto del 2019

Chilpancingo

El 14 de junio del 2019 en Monterrey, Nuevo León, Bedelia Duarte combatió en la categoría Junior de Karate —de 16-17 años y de 48 kilogramos—, iba por una medalla, aunque no se visualizaba en el primer lugar. Al final ganó la de oro y logró un lugar en la selección que representará a México en los Juegos Panamericanos Infantil y Juvenil en Huayaquil, Ecuador.

“Siempre he ido con el objetivo del oro a las competencias. Sabía que ese torneo iba a ser fuerte. Yo iba con el propósito de una medalla, decía: por mi poca experiencia es probable que no alcance el oro”, recuerda.

Bedelia junto con cuatro compañeros del Club de Karate-Do Águilas de la Universidad Autónoma de Guerrero (Uagro), participó en el preselectivo y selectivo del Campeonato Nacional Senior y Master 2019, de donde salieron los jóvenes que representarán a México en los Juegos Panamericanos. Además de ellos, fueron karatecas de Acapulco.

Su pase a esos selectivos, lo logró días antes cuando aprobó el examen que le dio la categoría de cinta negra.

En el combate en Monterrey, pasó el preselectivo; al siguiente día se hizo el torneo selectivo para conocer a los integrantes de la selección mexicana de karate. La joven se sorprendió al conocer la noticia. Tenía medalla de oro y el pase a los Juegos Panamericanos.

Su sensei Ernesto Guzmán Hernández la abrazó y la felicitó. Le dijo que ahora tenían más trabajo por hacer. Tenía que dar todo.

De los cinco alumnos del Club Karate-Do Águilas Uagro que paticiparon en Monterrey sólo Bedelia clasificó para irse a Huayaquil. Es la segunda vez que un integrante de este club universitario representa a México en una competencia internacional.

El máximo exponente de karate en Guerrero es Víctor Daniel Carbajal Toscano, su formación en la disciplina lo hizo en su ciudad natal, Acapulco. Pero ahora también entrena en el club de la universidad.

Pero en esa ocasión de Guerrero en la categoría de karate sólo será representado por Bedelia y por Saúl Grande García de 13 años originario de Acapulco.

Para Bedelia llegar a esta competencias no ha sido fácil: es el resultado de su disciplina, de mucha disciplina.

 

El deporte nuevo

Bedelia Duarte Salamanca, es originaria del municipio de Zirándaro, en la Tierra Caliente; tiene 16 años y desde hace ocho vive en la capital.

La vida de la joven en el karate ha corrido veloz. Apenas hace un año y diez meses comenzó a practicar este deporte, pero su rendimiento es de una persona que lleva cinco años practicando, cuenta la universitaria.

Es jueves por la mañana, Bedelia está terminando su entrenamiento en el dojo del Club de la Uagro. Cuenta cómo cambió su vida desde que comenzó a practicar el karate.

Cuando ingresó a la preparatoria número nueve de la Uagro como requisito tenía que tomar una clase complementaria. Tenía una duda: continuar con el deporte que practicaba desde pequeña, el atletismo, o el karate. Optó un deporte nuevo.

“Las artes marciales es de mucha disciplina. Desde muy pequeña me ha gustado ser deportista; tener mucha disciplina; ser independiente; no esperar a que alguien me esté diciendo qué hacer”, dice Bedelia mientras se acomoda en el dojo, ese espacio donde se practican las artes marciales.

Desde pequeña practica deportes como el fútbol y el atletismo, este último era su favorito. Después, cuando entró a la secundaria formó parte del Pentatlón Deportivo Militarizado en el que estuvo dos años.

Pero para Bedelia el karate no lo es todo, sabe que antes está su responsabilidad de estudiar, por eso siempre se esfuerza para conservar el nueve de promedio. Aunque reconoce que el karate le ha dado el valor de la disciplina que la ha utilizado para su vida cotidiana y, por eso, ha podido dar buenos resultados en la escuela y el deporte.

El principal impulso viene desde su casa: sus padres y sus tres hermanos son sus primeros aliados y quienes la aconsejan de no centrarse tanto en las críticas que recibe. Bedelia es la primera de la familia que obtiene un logro como el de representar al país.

Las críticas

Un joven o una joven es común que salga con amigos e ir a fiestas. Bedelia tomó otro camino. Cuando comenzó a tomar sus clases era de una treinta a tres de la tarde. Le gustó tanto que no fue suficiente ese tiempo. Pidió permiso al sensei para que en las horas que no tuviera clases la dejara entrenar. Así fue como comenzó a practicar hasta cuatro veces al día.

“Supe que era lo mío. Me empezó a gustar, a apasionar, a querer ser mejor que los demás, empecé a venir de dos a tres veces al día”, rememora.

El obtener medalla de oro en Monterrey le costó críticas de sus compañeros y amigos porque los entrenamientos la alejó; la tacharon de exagerada por preferir estar entrenando en lugar de salir con ellos. Bedelia escuchó a muchos que le decían que tenía que divertirse, pero pocos entendieron que en el karate también encontró una forma de divertirse.

Al principio para su familia fue extraña la obsesión de estar tanto tiempo entrenando, al grado de regañarla porque casi no pasaba tiempo en casa, como lo recueda Bedelia.

“Ahorita todos contentos me felicitan, vieron el resultado”, comparte con orgullo. Bedelia sabe que el esfuerzo y la disciplina siempre traen resultados, buenos resultados. Por eso a los jóvenes les pide que luchen por lo que quieren, por sus sueños sin importar nada y que se afiancen en el apoyo de su familia.

Y a las autoridades, la joven les pide que apoyen a los deportistas porque muchas veces, aunque tengan talento frenan sus sueños por la falta de dinero.

Ecuador

Del 26 de agosto al 2 de septiembre próximo, Bedelia representará en su categoría a México en los Juegos Panamericanos, en Ecuador. Aún no cuenta con todo el dinero que requieren, ella y su sensei, pues cada competidor tiene que costear el viaje.

Requieren aproximadamente 80 mil pesos para pago de transporte, hospedaje, comidas, el pago de un seguro y de la ficha para el concurso.

Ya lograron juntar 50 por ciento del dinero, el rector de la Uagro, Javier Saldaña Almazán se lo dio, pero no es suficiente, así que están buscando patrocinadores.

Ahora le preocupa más obtener el dinero para el traslado que el equipo     — espinilleras con empeinera, guantes, petos, karategui, cintas y el protector bucal — con el que competirá en Ecuador, Bedelia piensa resolverlo así: utilizará el que tiene y le prestarán el que hay en el club.

Bedelia no pierde la esperanza de estar en los próximos días en Ecuador compitiendo, tiene el recurso que siempre la saca a flote: su familia, quienes están pensando en una campaña de boteo para recaudar el dinero que requiere.

Esta no sería la primera vez, cuando Bedelia tuvo que ir a competir a Oaxaca, Quintana Roo, Nuevo León y Morelos, donde ganó medallas de oro y plata, su familia la apoyó juntando el dinero.

 

 

 

 

Este trabajo fue elaborado por el equipo de Amapola. Periodismo transgresor. Se autoriza su reproducción siempre y cuando se cite claramente al autor.

Tlacololeras de Chilpancingo por el respeto y la inclusión

Cuando el grupo de San Mateo comenzó a bailar, luego luego llamaron la atención, recibieron buenos comentarios, pero también malos, llenos de discriminación: “estás muy tonta para tronar el chirrión”, “no puedes bailar”,  “eso es para hombres, “no te vas a aguantar el ajuar”. Las catalogaron, nunca por su forma de bailar o por sus trajes sino por ser mujeres: “viejas pedorras”, “sarrapastrosas”, “guangas” y, la más recurrente, “machorras”.


 

Texto: Beatriz García

Fotografía: Blanca Salazar y Cristian Ávila

10 de julio del 2019

Chilpancingo

 

Danzar entre agresiones

En Chilpancingo existen danzas de tlacololeros por barrios, colonias, cuadras, negocios e, incluso, por familias, pero de tlacololeras, sólo dos. Una de ellas evita beber y jalonearse con hombres para que no las agredan y les toquen los glúteos o los senos.

Este grupo son Las Tlacololeras de Rosy Chavelas del barrio de San Mateo y esa decisión la tomaron después de su segunda presentación. Era la noche del 31 de diciembre del 2015, a las mujeres las invitaron a bailar en el recorrido que realiza el barrio para despedir el año. Las acomodaron casi en los últimos lugares, pero de último momento, uno de los coordinadores del evento les indicó que tenían que ir más adelante. Cuando estuvieron frente a frente, Rosy y el coordinador, éste le dijo “hasta ahí”, poniendo una mano en uno de sus senos, y pegó su cuerpo al de la tlacololera.

Rosy quiso desamarrarse la máscara y golpearlo, pero resistió, sólo insultó y continuó.

Dos días después las integrantes del grupo se reunieron en el teatro del pueblo en las instalaciones de la feria en el barrio de Los Ángeles. Estaban molestas, sobre todo Rosy, pero ninguna estaba dispuesta renunciar a ser tlacoloreras ni tampoco dejarse agredir, por lo que tomaron medidas.

Como precaución decidieron que no beberían ni fumarían en las presentaciones, tampoco se tomarían fotos con el traje cuando tuvieran una bebida alcohólica en mano. No querían que las catalogaran como “una danza de borrachos”.

A veces las compañeras de Rosy la tratan de “extremista” por su actitud, pero han logrado formar un ámbito de convivencia sana entre ellas.

“Como traíamos máscaras masculinas nos empujaban. No sabían que éramos mujeres, nos empujaba, nos agredían física y verbalmente. Poco a poco nos fuimos abriendo camino y de ahí nació la necesidad de caracterizar a las máscaras en femeninas para distinguirnos. Aproximadamente a los ocho meses empezamos a cambiar”.

Las máscaras, aunque mantienen los labios gruesos están pintados de algún color como si fuera de algún labial, ojos grandes con pestañas largas; otras más de una mujer anciana con cabellos canos. Cuando las miras la impresión inmediata es que estás viendo a un grupo de mujeres.

A pesar de estas medidas, las agresiones continuaron. En víspera de la celebración de la virgen de Guadalupe en el 2017, las danzas se alistaban para partir de la iglesia de la colonia Antorcha Popular para recoger los toritos.

Al frente del contingente iban 10 hombres que cargaban un arco de flores que se colocaría en la entrada de la iglesia. Las mujeres danzantes cruzaron entre el contingente. Cuando pasaba por ahí, Rosy sintió una mano que le apretó las nalgas. Se quedó fría. No supo qué hacer, no vio quién fue y prefirió seguir bailando.  

 

Sangre tlacololera

Rosalía Martínez Azar, Rosy, es ama de casa, tiene 42 años de edad y es originaria del barrio de San Mateo. Es descendiente de familiares tlacololeros, como su bisabuelo, Ascensión Flores Martínez, pitero y artesano de máscaras.

Son las seis de la tarde de un sábado de junio, Rosy está sentada en una banca de la plaza de San Mateo, recuerda como corría con sus hermanos a la puerta para mirar la danza cuando pasaba.

“Yo traigo sangre tlacololera”, dice con orgullo.

Hace casi cuatro años Rosy decidió formar su propio grupo. Pidió a su esposo, Ángel Chavelas, le enseñara los pasos y los sones. Preguntó a tlacololeros mayores más información sobre la danza. Involucró a su familia. Su hijo Caleb Chavelas aprendió a tocar la flauta y el tambor y su hija Azul se convirtió en el Tecuán.

Rosy lanzó la convocatoria en las redes sociales. Llegaron al teatro del pueblo de la feria 30 mujeres. El 16 de noviembre del 2015 se constituyó el segundo grupo de tlacololeras en Chilpancingo.

Las primeras presentaciones las hicieron con los ajuares de hombres, puras tallas grandes, que les prestó el representante de otro grupo, Gabriel Cruz.

El representante de otra danza, Fredy Cayetano, un día les dijo que si iban a representar al barrio “lo hicieran bien”. Entonces comenzaron a confeccionar sus trajes, el ajuar, a su medida.

El problema del dinero para adquirir sus trajes lo resolvieron solas, no tuvieron patrocinadores. Vendieron manzanas con chile. Un día les regalaron una pantalla de televisión y la rifaron.

Los costos de cada ajuar varían, los más económicos 2,500 pesos. Está conformado por un sombrero de palma, una máscara de madera de colorín, un chirrión de reata y alambre; costales, chaparreras o polainas. Dos portan botas y el resto huaraches y camisa. Una de ellas un rifle y la otra un tronco.

El ajuar de tlacololeros pesa unos 12 kilogramos, pero eso no es impedimento para las danzantes.

Nunca han tenido patrocinadores, aunque han recibido donaciones.

El dinero lo obtienen del cobro de las presentaciones. De ahí pagan los trajes, el mantenimiento y los traslados.

En Chilpancingo cobran unos 900 pesos y en otros municipios unos 5,000.

Este grupo lo conforman unas 30 mujeres: amas de casa, estudiantes, empleadas.

Así es como se conocen entre ellas: Soco, Mariana, Adi, Itzel, La flaka, Chalupita, Esme, Robert, Junnuen, Berenais, Katya, Denisse, Ingrid, China, Meli Añorve, Karla, Meli Sánchez, Sofy, Gaby, María Ramos, Avril, Laura, Elvira, Vale, Gaby, Pau, Lupita, Michel, Fanny, Cinthia, Dalila, Yanet, Yanely y Azul.

Rosy representa al personaje de La Salvadora, el personaje principal, y cuenta que en la danza sólo existe una tlacololera quien va acompañada de la perra Maravilla, de ahí otros personajes como La Maizo, La Calabacera, Ejotera, Chile Verde, Jitomatera, Frijolera, Tepachera, Colmenera.  Aunque ellas agregaron uno que nadie más lo tiene, La Cebollera.

Todas se aprendieron los pasos de los 16 sones que conforman la danza: entrada, topado doble, topado sencillo, corral de cuatro, enredado, cucaracha, cruzado brincado, sonso, matanza, parlamentos, porrazo del tigre, cadena, tlacolol, sembrado, apareado y salida.

 

Sarrapastrosas. Guangas. Machorras.

Cuando comenzaron a bailar, luego luego llamaron la atención, recibieron buenos comentarios, pero también malos, llenos de discriminación, de machismo: “estás muy tonta para tronar el chirrión”, “no puedes bailar”,  “eso es para hombres, “no te vas a aguantar el ajuar”.

Las catalogaron, pero nunca por su forma de bailar o por sus trajes sino por ser mujeres: “viejas pedorras”, “sarrapastrosas”, “guangas” y, la más recurrente, “machorras”.

“Hasta hoy hemos tenido que lidiar con el machismo. El machismo no nada más de afuera sino también de nuestros seres más cercanos”, dice Rosy.

¿Por qué era importante hacer su propia danza de tlacololeras?

–Para demostrarme a mí misma que yo podía hacer algo que no estaba marcado para las mujeres. Siempre ha estado dicho que es para los hombres, que es algo muy rudo, muy pesado.

Otro episodio que no olvidan las tlacololeras fue el día que iban a bailar en la escuela de la hija de Rosy, Azul, en la primaria del barrio, la Lauro Aguirre.

Ese día sabían que eran las únicas invitadas, al final llegó una danza de hombres que las desplazó. Los directivos de la escuela no dijeron nada. Ellas prefirieron irse a la parte de atrás.

Formar este grupo no ha sido fácil. Las danzas de hombres siempre reclaman los mejores espacios por su antigüedad y, en esto, las de mujeres siempre llevan la de perder. La primera danza de mujeres se fundó en San Mateo en 2010, al año se desintegró. En 2015 surgió la de Rosy, al siguiente año se formó una en el barrio de Tequicorral.

Los organizadores de los eventos no confían en su capacidad. Por ejemplo cuando las Tlacololeras de Rosy pidieron participar en su primer Pendón, el entonces presidente del patronato de la feria, Humberto Perea Gil, las condicionó. Primero dieron una demostración en la presentación del cartel. Así lo hicieron y las aceptaron.

Los Tlacololeros, ahora Las Tlacololeras, es una danza que predomina en la región Centro.  Representa la siembra en las faldas de los cerros, que primero desmontan para cultivar maíz, frijol, garbanzo, jitomate, chile verde. Los cultivos son asechados por un felino, el tecuán, y es cuando La Salvadora, que representa al hacendado reúne a todos para ir a cazarlo.

Rosy lamenta que se excluya a las mujeres en la danza desde sus orígenes, porque ellas siempre han estado con los hombres cultivando las tierras.

 

 

 

 

Este trabajo fue elaborado por el equipo de Amapola. Periodismo transgresor. Se autoriza su reproducción siempre y cuando se cite claramente al autor.

¿Has visto a…? Kike está de regreso en casa

Texto: Beatriz García

Fotografía: José Luis de la Cruz

20 de junio del 2019

 

Chilpancingo

La Fiscalía General del Estado (FGE) informó que David Enrique Castro Martínez, quien desapareció el viernes pasado, ya está en su casa con su familia desde la mañana de este jueves.

El breve documento enfatiza: “ya se encuentra con su familia sano y salvo”. No se menciona la forma en la que fue encontrado el joven de 27 años de edad.

Sin mencionar detalles, el Club Rotaract, del cual es miembro Kike, agradeció a las autoridades y emitió un escueto boletín de prensa.

“A la Fiscalía General del Estado y a la Fiscalía Especializada en Materia de Búsqueda de Personas Desaparecidas les reconocemos que hayan actuado en la manera que corresponde para encontrar a David Enrique”.

 

Esta es la historia de Kike:

David Enrique Castro Martínez sonríe mucho. Se percibe su optimismo. Así es él: confía en los demás y los demás confían en él. Kike, de 27 años, es el desaparecido más reciente en Chilpancingo. El pasado 14 de junio, alrededor de las siete de la tarde, salió de la colonia Burócratas, del sur de la ciudad, hacia el mercado central en el norte.

En algún punto de ese trayecto Kike se topó con ese agujero negro en el que se convirtió Chilpancingo, donde desaparecen niñas, niños, bebés, mujeres con todo e hijos y hombres, un delito que la mayoría de veces no se denuncian y no son visibles como el caso de Kike.

Al segundo día de su desaparición, familiares, compañeros y amigos de Kike subieron una publicación a Facebook, pidiendo informes sobre su paradero. Postearon una foto donde describían como vestía el día en el que desapareció: pantalón de mezclilla azul, playera de color verde oscuro, que incluso podía confundirse con la claridad de la luz con azul, tenía una franja amarilla y portaba botas cafés; además llevaba una mochila negra. La última vez tuvieron comunicación con él se dirigía al mercado Baltazar R. Leyva Mancilla.

En la foto que la Fiscalía General del Estado (FGE) ocupa para ubicarlo, parte de la ficha ¿Has visto a…? David sonríe. Se le ven los labios separados, comisuras y una gran sonrisa. Es un joven sonriente de ojos medianos cafés claros, tez avellana que contrasta con su cabello negro azabache, ondulado y corto.

Los integrantes del Club Rotaract son amigos de amigos. Gente conocida que recomienda a otros cercanos. El resultado: una gran familia. La comunidad funciona para fines altruistas. A diferencia de los demás, Kike llegó al club en 2016 sin conocer a nadie.

Pasó filtros de confianza y poco a poco se fue encargando de algunas tareas de la comunidad Rotaract. Su finalidad, como la de sus compañeros, era ayudar a los más necesitados de Chilpancingo.

Kike encontró en el Club Rotaract grandes amigos que tienen presente el corazón altruista que lo acompaña; como César, un compañero con el que logró hermanar su vida en el Club.

“Al Club llegó con mucho entusiasmo, con ganas de unirse. Es una persona muy comprometida con esas cuestiones de ayudar al prójimo. El Club se dedica a ayudar a la humanidad, realiza diversas actividades referentes al Día del Niño, Día de Reyes, ayudar a las comunidades indígenas.”, comparte.

Para los rotaractianos Kike juega un papel importante a la hora de liderar, además de que siempre trata de mantener unidos a los compañeros. Con algunos de ellos consolidó una amistad estrecha, incluso con sus familias.

Para César el Club es un sitio donde haces grandes amigos, y sin conocerlo antes, Kike se convirtió en uno de ellos. Ahora comparten viajes y convivios con otros tres compañeros que lograron ser hermanos. Las familias de cada uno se conocen, hay confianza.

César recuerda que Kike es siempre el que provoca las carcajadas en el grupo, y quien está dispuesto a ayudar si uno de ellos está en aprietos.

La descripción no es exclusiva de César. Luis, otro compañero del Club suscribe a César.

Luis también lo conoció por el Club, en el 2016. Cuando ocupó la presidencia de Rotaract Kike fue el indicado para ser su secretario, luego no hubo duda de involucrarlo con sus círculos de amistades. El Club Rotaract ha participado en campañas de recolección de víveres para comunidades pobres, de rehabilitación de colonias, y de apoyo en desastres provocados por fenómenos naturales: a todo le entraba Kike.

Luis también es parte del grupo de los cinco. Sonríe cuando recuerda los viajes que han compartido.

Para el rotaractiano David es muy cercano a su familia, a sus padres de quien heredó los valores que le ayudaron a formar parte del Club.

Ambos vieron a Kike antes de que le perdieran el rastro. Eran amigos. Se veían siempre. Tanto para Luis como César la incertidumbre del paradero de Kike es dolorosa.

 

 

El martes, el Club Rotaract emitió un comunicado en el que manifiesta que sus integrantes están consternados por la desaparición del joven.

Las horas han sido lentas y desesperantes. Desde el viernes la familia y amigos utilizan el Hashtag #TeEsperamosEnCasaKike, con el fin de difundir la desaparición, demandar agilidad en las investigaciones para su presentación pronta y con vida. Chilpancingo está tapizado en las calles y negocios con la cara de Kike. Mucha gente en redes sociales se ha solidarizado.

Por la ciudad decenas de carteles fueron colocados, por si algún vecino lo vio se comunique de inmediato a los números telefónicos que les señalan.

Los globos inundan la escena: son blancos y la gente los porta al igual que ropa del mismo color. Son los amigos, familiares y conocidos de David. Marcharon para exigir su presentación con vida. Con carteles con la fotografía del joven de 27 años de edad, las más de cien personas pidieron justicia. Predominó la siguiente leyenda: “Ayúdanos a encontrarlo”.

Todos marcharon desde la Alameda Francisco Granados Maldonado hasta el monumento de Unidos por Guerrero. Predominó el silencio, y los rostros afligidos y desesperados por saber de su paradero. Pero la gente gritó en momentos, harta por una desaparición más en la capital, que se han vuelto recurrentes entre hombres, mujeres y niños. Guerrero, junto a Veracruz y Tamaulipas es uno de los estados con más número de desaparecidos en México.

Da lo mismo si se trata de una mujer con hijos, una estudiante o un transportista. En Chilpancingo todos están expuestos a esta suerte. Además la mayoría de los casos están en la impunidad: las familias no saben donde están sus hijos, hermanos, primos, sobrinos, madres, padres, abuelos, tíos.

La marcha fue la tarde del miércoles. Ante la amenaza de una tormenta la gente descansó en el zócalo. El cielo gris y los truenos no impidieron al contingente seguir.

Antes de llegar, el silencio se convirtió en una consigna. Después la gente repitió: “¡Somos más los que queremos paz!”, una y otra vez.

La lluvia comenzó. No pararon. Siguieron marchando bajo las gruesas gotas de agua, hasta la glorieta de Unidos Por Guerrero. De regreso pararon otra vez en el zócalo.

Un miembro del Club tomó la palabra, resaltó el hartazgo por estos casos de desaparición y su deseo de que estos sucesos no se repitan, que no queden impunes.

Pidió a nombre de Rotaract que las autoridades investiguen la desaparición de Kike. Exigieron que se realicen los protocolos necesarios para la localización con vida de David Enrique.

Su fotografía descansó en los comercios, las calles principales y las redes sociales. David sonríe, se percibe su optimismo.

 

 

 

 

Este trabajo fue elaborado por el equipo de Amapola. Periodismo transgresor. Se autoriza su reproducción siempre y cuando se cite claramente al autor.

Partería tradicional vs violencia obstétrica

La partería tradicional es una forma prehispánica de ayudar a una mujer a parir. El sistema de salud discrimina esta práctica. Guerrero ocupa el quinto lugar en muertes maternas


 

Texto: Beatriz García

Fotografía: Cortesía de Consuelo Pagaza

11 de junio del 2019

 

Atoyac

 

El termómetro marca 40 grados. Se siente calor hasta en la sombra. En la sala principal del Hospital General Dr. Juventino Rodríguez García, pacientes esperan su turno formados en una larga fila. La atención es lenta y todos quieren con urgencia un médico. Entre el bullicio y las caras desesperadas, una mujer con el vientre abultado sobresale. Se retuerce exasperada desde uno de los pasillos.

 

Lucina, una costeña alta, pelo rizado y de piel tostada está formada en la fila larga. Mira con preocupación a la joven que está a punto de parir.

 

Como partera tradicional, Lucina conoce perfecto cuando una mujer está en labor de parto: el rostro y semblante. Se acerca a la muchacha y le pide que salga de la fila. La mujer sufre.

 

–¿Qué pasa, por qué no te atienden? –pregunta.

 

–¡El doctor me dijo que me faltaba, que me fuera a mi casa a bañar y caminara, pero ya no aguanto el dolor! –responde casi gritando, porque el dolor permanente en su vientre y su sangrado negro ya no puede caminar.

 

Como puede, Lucina la lleva al baño para revisarla. Cuando nota el sangrado se alarma y llama a un médico del hospital. Sintió la obligación de atenderla de inmediato. Se angustia porque la mujer iba sola. Le pide contactos de familiares para avisarles la urgencia de trasladarla a otra clínica. El tiempo apremiaba. Tenían que actuar rápido.

 

Los presentes la miran fijamente, mientras el médico murmura que Lucina era escandalosa, y reclama que había alborotado a los pacientes.

 

–¿Qué le sucede a la embarazada? –pregunta malhumorado el médico que caminaba hacia ella para atenderla.

 

Después la ingresan.

 

–¿Sabe si ya están atendiendo a la muchacha embarazada que metieron? –pregunta Lucina con preocupación.

 

–Ya la metieron a quirófano –le responden.

 

“Hice el escándalo porque yo conozco a los médicos. Les dije a los doctores que ahí era un rastro”, cuenta Lucina días después de esa experiencia. Por fortuna la mujer con el rostro constreñido fue atendida, pero conoce casos de mujeres que han muerto durante el parto dentro de un hospital.

 

Desconfía de los hospitales: le parecen violentos.

 

De acuerdo a la Organización de las Naciones Unidas (ONU), Guerrero en los últimos 30 años mantiene los primeros lugares en incidencia de muertes maternas, como Oaxaca y Chiapas.

 

El secretario de Salud, Carlos de la Peña Pintos, dice que durante 2018 disminuyeron estas muertes 50 por ciento en Guerrero. El aumento en este mayo del 2019, es abismal. De ocupar a nivel nacional el decimoséptimo lugar, pasó al quinto lugar en incidencia de muertes maternas.

 

En regiones como la Montaña, Costa Chica y pueblos de la Sierra, se dan la mayoría de los casos. En 2017 se registraron 47 casos, 23 en 2018 y 20 hasta el 27 de mayo del 2019.

 

De acuerdo al Observatorio de Mortalidad Materna, Guerrero está por debajo del Estado de México, Chiapas, Jalisco y Veracruz, aunque el año pasado el estado mejoró la incidencia de muertes ocupando el decimoséptimo lugar, subir 12 escaños coloca a la entidad en un retroceso.

 

El secretario afirma que en Guerrero la práctica de la partería es importante para combatir la mortalidad materna. En el estado, la única escuela de partería profesional se ubica en Tlapa. Quienes acuden reciben el título de técnico partera, pero aún no trabajan de manera formal en coordinación con médicos.

 

Dice que buscan integrar a las parteras en los hospitales y la Unidad de Partería de Chilpancingo.

 

De la Peña Pintos señala que la SSA realiza capacitaciones a las parteras tradicionales, pero asegura que no todas asisten. Tienen un censo de 2 mil 714 parteras.

 

 

 

La partería, una práctica prehispánica

La partería es necesaria para miles de mujeres que se rigen por sus usos y costumbres –saberes cultivados en pueblos originarios–, también son comunes entre quienes viven en zonas marginadas; en extrema pobreza o donde no hay servicios de salud.

 

En Guerrero estos partos se llevan a cabo con más frecuencia en comunidades na savi (mixtecos), ñomndaa (amuzgos), me´phaa (tlapanecos) y nahuas, los cuatro pueblos originarios esparcidos principalmente en los municipios de la Montaña y Costa Chica.

 

Lo más importante de parir con la ayuda de una partera, es el respeto al proceso natural. No hay medicamentos, ni violencia obstétrica, que va desde el tiempo de espera que padecen las embarazadas, hasta maltratos con los instrumentos quirúrgicos, según cuenta Lucina.

 

La partería tradicional, lamenta Lucina, no es reconocida como una práctica que ayude a la medicina tradicional. La Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH) sí le da ese reconocimiento. El 5 de mayo pasado, en el Día Internacional de la Partería, el organismo alabó a las parteras. Admitió que su trabajo contribuye a la disminución de la violencia obstétrica. También consideró necesario preservar la práctica ancestral.

 

El ombudsman nacional, Luis Raúl González Pérez, puntualizó que la implementación de conocimientos, experiencias y buenas prácticas de las parteras tradicionales a los modelos médicos de atención institucional, previene los riesgos obstétricos y disminuye la mortalidad materno infantil y violencia obstétrica.

 

La partería tradicional es necesaria y útil para mujeres que no cuentan con servicios de salud. Estos pueblos están a horas de distancia de la clínica de salud más próxima. Sobre todo, en comunidades de la Costa Chica y Montaña. A las familias les cuesta dinero y tiempo llegar hasta allá y muchas veces ni siquiera hay transporte.

 

En otros casos, aunque exista la alternativa de un centro de salud, las mujeres prefieren seguir pariendo de manera tradicional, porque así lo aprendieron de sus abuelas, sus madres o porque han experimentado en un hospital, donde les vulneraron sus derechos.

 

En Atoyac, no sólo la joven que casi pare en la sala de espera es un ejemplo de la violencia hospitalaria. Hay varios testimonios de mujeres que estuvieron solas, que médicos no permitieron a las parejas asistir al nacimiento, lo que consentiría un involucramiento del padre y, en muchos casos, dan medicina para inducir el parto.

 

En el quirófano estas mujeres, en plena labor de parto, con dolores intensos en el vientre, han escuchado frases como: “¡Así hubieras gritado cuando lo estabas haciendo!”, “¡Ya es tu cuarto hijo!, ¿no has pensado en planificar?”.

 

Las mujeres sienten cada segundo cómo aumentan sus contracciones, su intensidad, les duele, se retuercen, si es posible gritan de angustia y dolor. Por otro lado, ven al médico sentado, escuchando música y leyendo. El doctor voltea a ver y les dice con calma y desinterés: “es normal, te va a doler”.

 

De acuerdo con testimonios de mujeres que parieron en forma tradicional, una partera nunca te dejará sola. Buscará la forma de tranquilizarte, que confíes y respires; tampoco te alejará de tu bebé cuando nazca; te lo dará enseguida para amamantarlo. A diferencia de una clínica pública donde muestran al bebé y lo cargas por segundos.

 

Los médicos se harán cargo, lo limpiarán y cambiarán colocándolo en una cuna –según experiencias de mujeres que tuvieron a sus hijos en clínicas públicas–. A la paciente que acaba de parir la apartan en una camilla, transcurre una hora o más, la colocan en una sala, le llevan a su bebé para darle de comer. En otra hora más algún familiar podrá conocer al bebé.

 

La partera siempre indicará la dieta a seguir y en qué momento parar. Sugieren comer caldo de gallina, té de hierbas o fruta, para recuperar fuerzas y la sangre que pierden.

 

Este tipo de partos se toman cada vez más en serio en las zonas urbanas. Mujeres que tuvieron sus primeros hijos en hospitales de ciudades optan por tener un parto natural, no medicalizado, humano y cálido, que permite la compañía de su esposo, mamá u otro familiar. A su tiempo, ritmo y sin presiones, siempre en compañía de la partera, una mujer que conoce con maestría el proceso de parto.

 

 

 

Gloria, una partera que ha visto a más de 50 niños nacer

Gloria Olmedo Silva tiene 77 años y 43 ejerciendo la partería tradicional. Es originaria de Cuajinicuilapa, región Costa Chica, pero la mayoría de su vida ha vivido en la sierra de Atoyac. Ahí logró ser galardonada con el premio al mérito civil “Hilda Flores” por la ardua labor que desempeña.

La mujer, de baja estatura, piel obscura, cabello rizado y una sonrisa que caracteriza su personalidad, desde pequeña supo que su vocación era ayudar a dar vida a otras mujeres.

 

Es jueves. Gloria, también es productora de café, desde las 7 de la mañana se dispuso a viajar a la cabecera municipal de Atoyac. Antes visitó a su compañera de oficio, Lucina Palacios Bautista, en la localidad de La Laja del mismo municipio, a una hora de su comunidad.

 

Sentada en la entrada de la casita de madera de su compañera, sonriendo y sosteniendo una bolsa con huamúchiles, recuerda con una carcajada que aprendió el oficio de la partería atendiendo a una marrana. A sus 12 años fue la primera vez que ayudó a parir a una mujer.

 

A Gloria siempre ha sentido el compromiso de ayudar a las mujeres embarazadas. Cree que una mujer necesita parir en forma cálida y eso brinda.

 

“Nosotras entendemos cuando a una mujer la tenemos que llevar a un hospital. Cuando sangró a los dos meses de embarazo o no quiere poner de su parte y hacer fuerza”, comparte Gloria.

 

Hace apenas dos años, después de 40 años en su oficio, algunos médicos empiezan a respetar sus conocimientos. Le permiten pasar a los partos, pero sin asistirlos. Antes la retaban. Le decían que, si ella sabía, atendiera, relata Gloria.

 

En dos ocasiones ha visto cómo en clínicas de Atoyac la mujer pare en el barandal, luego de que los médicos le dicen que aún les falta; que se vayan a bañar y caminen.

 

Denuncia que las parteras tradicionales están en el abandono, no hay políticas públicas que las hagan garantes de derechos por la labor que ejercen: sueña con tener un consultorio propio, para “sobar a las embarazadas, atender partos, curar de empacho, espanto o de mollera caída”.

 

 

Parteras sin permiso oficial

En México, la partería tradicional está sustentada en el reconocimiento de la medicina tradicional, tanto en los artículos 1 y 2 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, como en los artículos 6 y 93 de la Ley General de Salud (LGS).

 

La figura de la partera tradicional está reconocida en el artículo 64 que específica que, en la organización y operación de los servicios de salud destinados a la atención materno-infantil, las autoridades sanitarias establecerán acciones de capacitación para fortalecer la competencia técnica de las parteras tradicionales. Existe una guía para la Autorización de las Parteras Tradicionales. La realidad es distinta.

 

Las parteras comparten características: viven en zonas alejadas, en condiciones precarias, no cuentan con servicios de salud gratuito y viven con lo poco que sus pacientes pueden pagarles; además son menospreciadas por el sector salud.

 

De la Peña Pintos asegura que las parteras tradicionales se capacitan, pero no todas son aptas para ser certificadas: la LGS sólo admite a las que pueden leer y escribir. Otra razón para no recibir la certificación es su avanzada edad.

 

No queda claro por qué no se incluye a las parteras de manera formal en las comunidades. El mismo De la Peña Pintos admite que una de las razones por las que aumentaron las muertes maternas es que la población es dispersa. Hay comunidades donde hay un promedio de 54 a 55 habitantes por kilómetro cuadrado, y son cerca de 7 mil 500 poblaciones de menos de 2 mil 500 habitantes.

 

Para la SSA la mortalidad materna se concentra en estos lugares porque la mujer no acude a su atención o no tiene una vigilancia adecuada en su embarazo.

 

Las mujeres mueren por infecciones urinarias sin atender, cervicovaginitis que pueden condicionar un parto prematuro; hipertensión arterial asociada en el embarazo y hemorragias al momento de parir.

 

 

 

Respetadas, pero excluidas en el combate de muertes maternas

Comunidad Raíz Zubia es una organización que trabaja el acompañamiento, reconocimiento y organización de las parteras tradicionales. Para su coordinadora, Susana Oviedo Bautista, las parteras ancestrales, son aptas para atender un parto, pero no son respetadas, les violentan sus saberes comunitarios.

 

Añade que cuando el Estado interviene criminaliza a la partera tradicional.

 

La secretaria general de la organización, Nayely Rodríguez Flores manifiesta que hay documentos, como la Guía para la Autorización de las Parteras Tradicionales como “Personal de Salud No Profesional”, que indica cómo incluirlas, pero considera es una política ambigua, homogénea que no ha sido actualizada.

 

Raíz Zubia no confía en este conteo de parteras oficial.  Considera que por lo menos hay el doble de parteras, que no son consideradas porque no tienen certificación. Y esto pasa por situaciones económicas, de geografía, o por condiciones de escolaridad. Varias señoras no saben leer y escribir, incluso no hablan español, sino su lengua materna. 

 

Nayeli explica que la condición de una partera tradicional certificada es aquella que asiste a las capacitaciones convocadas por la SSA, quien les expide un documento que lo valida. Eso también provoca conflictos internos en la comunidad, porque algunas lo ven como negocio, trastocando el tejido social comunitario. No todas las parteras tienen la oportunidad de asistir a ese taller.

 

En el artículo 105 de la LGS puntualiza: “Para inscribirse en los cursos de capacitación para técnicos y auxiliares, deberán reunirse los siguientes requisitos: Ser mayor de edad, saber leer y escribir, tener reconocimiento de sus actividades sobre la materia de que se trate, los demás que señale la Secretaría”.

 

La organización critica que en estas capacitaciones, el personal de Salud enseña a las parteras prácticas de antaño qué no deben hacer. Como cortar el ombligo con un carrizo o un olote quemado. Tampoco el uso de hierbas medicinales o curaciones a los bebés al momento de nacer; o que el ombligo recién cortado le deben poner alcohol y después fajarlos, simplemente deben de colocarle una gasa sin nada.

 

Les muestran cómo tomar la presión, pesar y medir tanto a la mamá como al bebé; inyectar, mostrar medicamentos permitidos que pueden suministrar.

 

Una de las indicaciones que se llevan las parteras después de la certificación es que deberán llenar las hojas de alumbramiento para llevar un registro. En Atoyac solo cinco parteras cuentan con estas hojas, en muchas ocasiones se les niegan.

 

Esta certificación también ha provocado la aparición de parteras que sin tener experiencia y que con solo asistir al taller se asuman como tal, generando un riesgo para las mujeres.

 

 

No hay trabajos serios de incorporación de parteras

Nayely Flores recuerda que en el auge de la campaña en Guerrero “Vamos por la Partería en el 2017”,  lograron junto con las organizaciones que apoyaron y la SSA, hacer un encuentro de parteras en Atlixtac junto con autoridades de Salud, y se acordó que se daría continuidad. Ya no sucedió.

 

Una nueva campaña a nivel nacional surgió “Parteras de Hoy”, donde estuvieron involucradas organizaciones y parteras de todo el país que lograron sostener una reunión con diversas dependencias, pero no prosperó.

 

El DIF se comprometió a entregar despensas a las parteras, la campaña consideraba solicitar a la Secretaría de Desarrollo Agrario Territorial y Urbano (Sedatu) cuartos para que las mujeres pudieran atender a sus pacientes.

 

“Ha habido una campaña de criminalización por parte de los médicos que se fortaleció con el Seguro Popular. A través de esos programas se les obliga a las mujeres a parir en un hospital. Usan discursos similares para demeritar, que no tienen ninguna base científica y es muy dañino para la vida de la mujer y del bebé”, explica Flores.

 

 

Mortalidad materna y postura oficial

En 2017, el Instituto Nacional de Geografía y Estadística (INEGI) registró el nacimiento de 79 mil 244 niñas y niños.  Este año se han repuntado los casos de muerte materna reiteran organizaciones. El último registro del Observatorio de Mortalidad Materna en México hasta el 27 de mayo documenta que en Guerrero murieron 20 mujeres al parir. La entidad ocupa el quinto lugar a nivel nacional, debajo del Estado de México y Chiapas.

 

De la Peña Pintos, dijo el 5 de mayo –evento donde sólo hubo presencia de parteras profesionales–, que más de 340 mil mujeres y más de 3 millones de niños de todo el mundo mueren cada año como resultado de complicaciones evitables en el embarazo y el parto, y que la mayoría de estas muertes podrían evitarse si hubiese suficientes parteras calificadas y se dispusiera de los recursos adecuados.

 

 

 

Lucina: al rescate de una práctica ancestral

Lucina comparte su visión como partera. Desde que ve que inician las contracciones en la parturienta no se aparta de ella. Todo el tiempo las soba y monitorea, porque en cualquier momento el bebé puede nacer. Por eso el día que vio a la muchacha sufrir en el hospital general de Atoyac, hasta que  la atendieron se quedó tranquila.

 

Lucina Palacios Bautista tiene 63 años de edad. Casi 40 como partera, porque a los 14 años inició. Es originaria de Cerrito de Garibo, municipio de Benito Juárez, San Jerónimo, pero desde hace nueve años una inundación en su localidad hizo que se mudara a la Laja, una colonia de Atoyac.

 

Mujeres y hombres van a buscarla a su casa a orilla de la carretera federal. Allí, son recibidos por la mujer en la pequeña casa de dos cuartos de madera.

 

Le piden remedios para la cura de espanto, empacho, torceduras y zafadura de huesos. Pero la actividad fuerte de Lucina es la atención de partos y acomodo de bebés.

 

Lucina viene de una familia de parteras. Ella heredó los conocimientos de su abuela Luisa Salmerón y su madre Diega Bautista.

 

La primera vez que Lucina asistió un parto fue un día que a su madre se le juntaron tres parturientas, apenas tenía 14 años, rememora.

 

Luego de esa experiencia, las mujeres la buscaron cuando cumplió 17 años. En su localidad no había centro de salud, el más cercano estaba a dos horas caminando, en Acholoa, y por eso se decidió a ese camino, no le quedó otra opción. Y poco a poco se ha ido ganando un lugar, sorteando la discriminación de los médicos y en general de mucha gente, que la critica por no haber pasado por una Universidad.

 

“En esos hospitales como que a uno lo ignoran con nuestros saberes, nos confrontan. A uno lo humillan en decirle que nosotros andamos engañando a la gente, que podemos matar a una parturienta, a un niño.  Inclusive me han dicho: ´vas a asesinar a esos niños´, ´los vas a matar metiéndole los dedos (para curar la mollera) eso puede envenenar a un niño´”.

 

Ella siempre defiende sus saberes y efectividad. Lucina no piensa dejar el oficio de partería aún con las carencias. Así ayuda a dar vida a cientos de niños y niñas. Es su pequeña contribución contra las muertes maternas.

 

 

 

 

 

 

 

Este reportaje fue elaborado por el equipo de Amapola. Periodismo transgresor. Se autoriza su reproducción siempre y cuando se cite claramente al autor.

 

Apaga las llamas Tomy y cómprate tu equipo

Texto: Beatriz García

Fotografía: Angie García

30 de mayo del 2019

 

Tixtla

 

Tomasa Santiago Nava se recupera en su casa de Tixtla de una inflamación en la garganta que le afectó las cuerdas vocales. Desde el lunes 27 de mayo está de vacaciones y sigue un tratamiento de inyecciones y jarabes. Su trabajo tiene que ver con su salud de ahora. Tomy, como la llaman sus compañeros, es la única mujer en el cuerpo de Bomberos del municipio de Chilpancingo.

 

La temporada de incendios forestales de este año, que terminó con las lluvias que iniciaron esta última semana de mayo, es considerada la de más afectación en todo el estado por los 150 incendios que atendieron. Chilpancingo, con 30 de estos eventos,  es el municipio con más casos y hectáreas dañadas. El incendio de la comunidad de El Calvario fue el más letal.

 

Sin el trabajo de Tomy y sus casi 70 compañeros, el resultado fuera peor, aun cuando ella ahora lo padezca.

 

Tomy tiene 35 años y de éstos lleva tres de bombera en la brigada de Chilpancingo. Los dos primeros los hizo de voluntaria. Apenas el año pasado comenzó a cobrar los 3,800 de salario quincenal; en realidad recibe 3,300 por las deducciones. “Entré en el 2016, cuando yo llegué iba con la intención de aprender y poco a poco fui aprendiendo de lo que me compartían mis compañeros. Me enamoré del trabajo”, comenta.

 

Hasta hace un año todos los días vendía tortillas para mantenerse, ahora sólo en sus descansos de bombera. Trabaja un día completo y descansa dos, pero en esta temporada reciente de incendios se incrementó su jornada.

 

Tomy usó unas botas que le costaron 3,200 pesos, los guantes especiales en  1,200 pesos y el casco color rosa personificado en 6,000 pesos. Equipo en el que invirtió casi dos meses de salario. “Mejor eso que arriesgar la vida, tu seguridad no tiene precio”, dice.

 

Todas estas herramientas debería dotárselas la Coordinación de Protección Civil Municipal de Chilpancingo, área a la que pertenece su cuerpo de Bomberos, pero en lugar de eso reciben uniformes y equipo de baja calidad o usados, como los que les donan bomberos de Estados Unidos.

 

“Lo que nosotros pediríamos (es) que nos dotaran del equipo y herramientas necesarias para cada siniestro. También capacitaciones”, menciona.

 

Lo que Tomy no ha podido comprarse es la mochila especial para internarse en los incendios, ideal para llevar equipo, agua y comida, porque le cuesta 5,000 pesos más. Por ahora utiliza una pequeña mochila escolar. “A veces dicen que hasta que pasan las cosas la autoridad te voltea a ver”, reflexiona.

 

La bombera tiene que disponer de su salario para comprarse mejor equipo, aun con sus responsabilidades personales. 

 

Tomy es proveedora de su hogar. Es madre soltera. Tiene dos hijos, una niña de 12 y un varón de 18.

 

Con todo y eso asistió a una capacitación para mujeres bomberas en el estado de Hidalgo, porque debía obtener una certificación que es muy importante para seguir de brigadista.

 

Los gastos del viaje fueron 3,200 que ella misma pagó y no lo tenía contemplado, porque creyó se los cubría el ayuntamiento. Aún guarda la esperanza de que el gobierno municipal puede comprarle el overol para proteger su cuerpo del fuego en la próxima temporada, pero nada es seguro, la única garantía de la bombera ahora son sus 14 días de vacaciones, que aprovechará para recuperarse.

 

 

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