Una aguja en un pajar: Buscar a una persona desaparecida en el Ajusco

#HastaEncontrarles

El pasado 23 y 24 de mayo, la familia de Pamela Gallardo realizó una jornada de búsqueda en la zona del Ajusco. Esta crónica narra los pasos de quienes se adentraron en las entrañas del bosque para buscar a sus desaparecidos.


Texto y fotos de Mariana Maytorena y Santiago Reyes / ZonaDocs 

Cartografía de Alejandro Gaona Dehesa

6 de junio del 2023

 

María del Carmen camina con dificultad por el bosque de pinos que recubre el cerro del Ajusco, al Sur de la Ciudad de México. Trae puesto un delantal blanco con una imagen del rostro de su hija sobre el que se lee: “¿En dónde está Pamela?”

Guadalupe Pamela Gallardo Volante es la única mujer de los tres hijos de María. Es la consentida de su padre Esteban y de sus hermanos mayores Esteban y José.

-Mis hijos siguen buscando a Pame porque dicen que le deben esa deuda. Al verme que yo sufro pues ellos hacen esa búsqueda. –comenta María -Pero los hermanos se cansan, y tienen ese derecho, pero la madre jamás, porque Pame merece vivir en esta tierra.

María recuerda lo mucho que a Pamela le gusta bailar y cantar. Una sonrisa se vislumbra en su rostro cuando menciona que estaba rodeada de amor.

“Esa era Pame, así como ven a esta mamá defectuosa que me enojo, brinco y salto, pero que siempre me ha gustado la justicia, Pamela también buscaba la justicia y la verdad”.

María del Carmen tiene cinco años y ocho meses buscando a su hija Pamela Gallardo Volante. (Foro: Santiago Reyes).

Así es la mamá de Pamela, en un minuto puede estar llorando y a los dos estar bromeando. De esa forma ha aprendido a sobrellevar los cinco años y ocho meses de búsqueda de su hija.

“¿Tengo carácter recio? Sí. No es fácil vivir con una hija en 6 años de desaparición, ¿y me quieren buena y fuerte? Eso no se puede”, relata ella.

Pamela fue vista por última vez cuando tenía 23 años. Desapareció el 5 de noviembre del 2017 cerca del km 13.5 de la carretera Picacho-Ajusco, en la Ciudad de México, cuando salía del festival de música electrónica Soul Tech. Aquel domingo, su familia la esperaba en casa por la tarde, sin embargo, ella no regresó.

BUSCAR EN COLECTIVO

Es el primer día de búsqueda; martes 23 de mayo, Ciudad de México. Son las 7:00 de la mañana cuando las familias buscadoras que esperaban a un costado de la estación del metro Viveros, parten rumbo al Ajusco.

A pesar del terreno agreste, no disminuyó el esfuerzo de los y las voluntarias. (Foto: Mariana Maytorena).

En la parte de atrás van sentadas las personas solidarias, así les dicen a quienes a pesar de no tener un familiar desaparecido, se suman a las labores de búsqueda. Hasta adelante van las y los familiares buscadores; madres, padres, hijos, hermanos, tías y primas. La mayoría trae zapatos de cerro y algunos llevan camisa blanca con la fotografía y el nombre de la persona que buscan. Muchos ya se conocen, han caminado juntos por bosques, calles y barrancos con la misión de encontrar a sus desaparecidos. Hoy, reciben a una nueva compañera.

Inés Enriqueta lleva ropa y calzado de vestir. Es su primera búsqueda en colectivo. Ella busca desde hace cinco años a su hijo Francisco Sandoval Lázaro, desaparecido el 26 de abril del 2018 cuando salía de la colonia Paraje 38 en el Ajusco medio, a menos de 10 km de la zona donde Pamela fue vista por última vez.

“He buscado por mis propios medios. Inclusive llegué a subir al cerro con mis hijos a buscar, pero siempre por medio de nosotros nada más”.

“Después de esta búsqueda me siento más fuerte, con mucho más valor de seguir adelante” – Inés busca a su hijo Francisco Sandoval. (Foto:Santiago Reyes).

Inés platica de su hijo, sobre qué le gusta y qué los une.

“Yo siempre hago unas empanaditas que a él le encantaban, y él siempre me decía “¿mamá cuándo vas a hacer tus empanaditas?” -recuerda. –Un día antes de que desapareciera me dijo “mira mamá, mañana vamos al mercado para que compremos las cosas y hagamos las empanaditas que tanto me gustan”.

“LAS AUTORIDADES NOS QUEDAN A DEBER MUCHÍSIMO”

El fresco de las nueve de la mañana termina de despertar a quienes siguen con sueño. Los medios de comunicación sacan sus cámaras esperando poder entrevistar a María, pero ella corre de un lado a otro con una bolsa llena de paletas, revisando que a nadie le falte una. -No vaya a ser que se les baje el azúcar -dice bromeando.

Ashanti, una de las primas de Pamela, organiza a la gente en tres células de búsqueda que “peinarán” el terreno de interés. Ya todos están reunidos esperando las indicaciones para comenzar: familiares, solidarios, elementos y peritos de la Fiscalía Especializada para la Búsqueda, Localización e Investigación de Personas Desaparecidas (FIEIDEPFP), integrantes de la Comisión de Búsqueda de Personas de la Ciudad de México, el Escuadrón de Rescate y Urgencias Médicas, y el Grupo Policial Zorros.

Todos, excepto la Guardia Nacional que se encargaría de la seguridad perimetral, los dos perros rastreadores que ayudarían a olfatear, y el Cuerpo de Bomberos. “Esto es grave, esto es muy grave para nosotros”,declara ante la prensa María. El director de la Comisión de Búsqueda, Enrique Camargo, se había comprometido a tener todo listo.

La familia de Pamela tardó casi ocho meses en organizar esta jornada. Para ellas, esta zona es fundamental porque está a pocos kilómetros de donde Pamela desapareció. Pero como si se tratara de un juego de adivinanza, las autoridades no habían accedido a realizar búsqueda en esta zona:

“Tardamos siete meses en estar diciendo “ahí no”, “más cerca”, “más abajo”, porque la Fiscalía y la Comisión nos querían llevar siempre a otros lados y nunca a este”, comenta María del Carmen.

Cuarenta minutos después, ya todos están ubicados en el polígono de búsqueda con su herramienta; palas, barretas, varillas, picos y machetes. María está agobiada, pues cada minuto sin buscar es un minuto perdido para encontrar a Pamela, y por si fuera poco, el gris de las nubes amenaza con llover en unas horas.

La búsqueda empieza y los problemas siguen brotando. El terreno agreste, lleno de maleza, árboles caídos y profundos desniveles, dificulta que las personas puedan caminar en línea recta. Al cavar, no pasa de medio metro cuando las palas golpean con un suelo sólido y rocoso; el pasado volcánico del Ajusco se hace presente.

Se ubican los primeros restos óseos. -Este es una falange de perro- dice la perito de la FIEIDEPFP. -Este otro es un metacarpo, también de perro.- Salen otros más, algunos de ave, otros de roedor, e incluso el cráneo de una vaca, pero ninguno es “positivo”; así le dicen a las osamentas encontradas que son humanas.

Varios pasos después hallan las primeras prendas. Una chamarra rosa con negro, un tenis blanco con belcro, un pantalón de mezclilla azul con cierre dorado, dos mochilas grises llenas de tierra, una sudadera blanca con un cabello pegado a la tela, una camisa verde rasgada. Sin embargo, ni la Fiscalía ni la Comisión de Búsqueda recogen los indicios, solo les toman foto: “Yo encontré un casquillo de bala y ni le hicieron caso”,menciona una de las buscadoras solidarias.

La razón por la que nadie levanta la ropa es porque, al ser una búsqueda registrada oficialmente a nombre de Pamela, la Fiscalía se niega a recolectar evidencias que no concuerden con su caso.

“Esa ha sido nuestra lucha con la autoridad, repetirles que “aunque no sea de Pamela, tú lo levantas” –explica María. –No han entendido que tienen que tener sensibilidad con las madres que buscamos. No quiero que nos entiendan, que quede claro, la palabra es sensibilidad”.

Conforme las células avanzan, el terreno se vuelve más complejo. Montículos de piedra, de basura y de cascajo de construcción, se extienden a lo largo de todo el polígono. Si unos metros atrás el suelo volcánico era el problema, ahora lo es también la enorme cantidad de escombros entre los que hay que escarbar para encontrar un minúsculo hueso.

Sin embargo, la familia de Pamela no pierde la esperanza:

“Nuestra hipótesis es que el cuerpo de Pame, o de cualquiera de las personas que buscamos, podría estar debajo de alguno de esos montículos”, indica la prima de Pamela: Es seguir buscando una aguja en un pajar.

Pasado el mediodía, las primeras gotas de lluvia empiezan a caer. Todos se ponen su impermeable y se preparan para regresar al punto de encuentro. De improviso, una de las personas encuentra lo que pareciera ser una osamenta cubierta de tierra. Llaman a los peritos pero tardan en llegar. Un par de metros más adelante, alguien desentierra una prenda negra y los peritos siguen sin llegar.

Se escucha a lo lejos un caballo acercarse, es uno de los ejidatarios –¿Qué están haciendo aquí? –pregunta.

-Estamos buscando restos de personas -le responde alguien.

“Uy aquí no van a encontrarlos, ya los tengo bien enterrados, bien escondidos”, dice riendo.

Después, en un tono más serio, procede a despedirse -No aquí no van a encontrar nada de eso, en estos lugares no pasan esas cosas -sostiene.

Para entonces, los peritos ya están en el sitio. –No es un hueso, solo es un pedazo de ostión- se escucha decir a una de ellas. A la 1:00 de la tarde, la primera jornada de búsqueda concluye.

EN EL AJUSCO, EL CRIMEN ORGANIZADO ES UN SECRETO A VOCES

Es el segundo día de la jornada, 24 de mayo. Ha pasado media hora desde que el camión partió, y apenas pasa por los primeros kilómetros de la carretera Picacho-Ajusco, que recorre cuesta arriba los barrios y colonias del área.

En uno de los asientos va Lorena, una buscadora solidaria que pidió ser nombrada así por cuestiones de seguridad. Ella ha vivido siempre en el Ajusco, pero desde el comienzo de la pandemia no había podido subir a la zona alta del cerro.

Va pegada a la ventana. Mira aterrada los negocios y casas que sobresalen de entre los árboles:

“Todos estos negocios son nuevos, hace cuatro años esto era parte de la reserva ecológica. Se están comiendo más el bosque”.

Lo anterior lo narra Lorena con preocupación:

“Antes había una caseta y hasta ahí llegaba la zona urbana. No era una caseta de cobro, sino una caseta de revisión de autos, que no fueran a subir a talar árboles y que no subieran cuerpos, porque ya sabemos que este es un lugar donde hay mucha muerte”, dice Lorena durante el trayecto.

Se refiere a las más de 3 mil hectáreas de áreas verdes que, de acuerdo a la organización Greenpeace México, han sido perdidas a manos de los talamontes ilegales desde 2007. Alude también a los cuerpos que año con año son encontrados tirados en los terrenos ejidales de la zona montañosa del Ajusco.

De acuerdo con la Comisión Nacional de Búsqueda, en la alcaldía de Tlalpan, donde está ubicado el Ajusco, hay al menos 248 personas desaparecidas y no localizadas. De las cuales, 103 personas están registradas sin una colonia específica de desaparición.

SEGUIR BUSCANDO

Hoy todos llegan más temprano, inclusive la Guardia Nacional y el Cuerpo de Bomberos. A las 9:00 de la mañana la gente ya está haciendo hoyos en el nuevo polígono. Las células avanzan, incluyendo a los elementos armados de la fiscalía, quienes más que cavar, solo miran.

Pasadas las once, a Ashanti le llama la atención una zanja de tres metros de diámetro situada muy cerca de la carretera que rodea uno de los ejidos. Al inspeccionar el terreno, se da cuenta de que la tierra está suelta, parece haber sido removida antes. Llama a José, uno de los hermanos de Pamela, para que él también revise el área. José se apoya en la varilla y la hunde en el suelo con aparente facilidad, después la retira y se acerca la punta a la nariz para olerla. Está buscando el olor fétido que indicaría la presencia de materia en descomposición bajo tierra. A pesar de que esta técnica ha sido útil en muchas ocasiones, esta vez no arroja señales de un posible enterramiento.

Este método, que ahora han adoptado también las autoridades, fue ideado por el buscador Mario Vergara, quien falleció apenas el pasado 19 de mayo. Sus últimos once años de vida los dedicó a la búsqueda de su hermano, Tomás Vergara Hernandez, quien fue secuestrado en julio de 2012 en Huitzuco de los Figueroa, Guerrero, mientras trabajaba como taxista.

Ya en el último polígono, las tres células de búsqueda se vuelven una sola. Esta área, a diferencia de las anteriores, no es tan brusca, aunque no está exenta de irregularidades rocosas. En un desnivel del terreno, dos hombres excavan el suelo frenéticamente hasta que la tierra oscura de la superficie da paso a una más clara, entonces, se detienen. Ahí no hay nada, esa tierra clara es señal de que nunca ha sido removida antes, si lo hubiera sido, estaría mezclada con la anterior. Pero no es el caso. El pequeño círculo que se había reunido con la esperanza de alguna evidencia humana regresa cabizbaja a sus respectivas líneas de trabajo.

Las buscadoras caminan los últimos metros de la zona con la esperanza de no regresar a casa de la misma manera en la que salieron esta mañana, con un familiar desaparecido. Un hombre de barba canosa decide adentrarse en el bosque para seguir buscando más adelante del límite establecido. -¡Don Jesús, no se vaya más para allá!- le gritan los de la Comisión de Búsqueda a Jesús Reyes, quien busca a su hijo Jesús Armando Reyes Escobar, desaparecido el 29 de noviembre de 2019 en la colonia Lindavista junto a sus compañeros de trabajo Leonel Baez Martínez y Ángel Gerardo Ramírez Chaufón. La incertidumbre de pensar que alguien pudiera estar enterrado a unos cuantos metros de donde estás cavando, dificulta la tarea de dar por descartada una zona de búsqueda.

El segundo día de búsqueda termina. A pesar de que fue más exhaustivo, tampoco hubo resultados positivos. No se logró el objetivo: encontrar a Pamela.

Todos están atentos a las palabras de las y los familiares buscadores. Se habla del dolor y la indignación, pero también de los logros.

“Esta comisión de desaparecidos la hicimos todos”, dice fuerte mamá de Pamela, y continúa: “La Comisión de búsqueda no la teníamos en la Ciudad de México, y tristemente, cuando Pame desaparece, al siguiente año tenemos que luchar por tener una comisión respectiva para que busquen a nuestras hijas e hijos”.

Las madres y padres gritan consignas con los nombres de cada hijo o hija desaparecida, -¡Pame, escucha, tu madre está en la lucha!

De repente, otra persona grita –¡Mariela, escucha, tu madre está en la lucha!-. Las caras cambian, como si de repente todos los presentes hubieran recordado de golpe que Herminia Valverde, la madre de Mariela, acababa de fallecer apenas tres días antes.

María del Carmen rompe el silencio y termina la consigna –¡Vuela alto, muy alto!- refiriéndose a su compañera buscadora. La hija de Herminia, Mariela Vanessa Díaz Valverde, desapareció el 27 de abril de 2018 cuando salía de su casa en la alcaldía Iztapalapa.

Oficialmente, Herminia murió de cáncer, pero para María ella murió por la impunidad de las autoridades.

“Si te fijas las autoridades le tiran más a que nos cansemos, nos enfermemos y que nos muramos, que a encontrarlas. O nos mata la delincuencia organizada, o nos siguen revictimizando las autoridades”, narra con coraje.

“Entonces no, no, no se los vamos a permitir. ¿Tú crees que yo voy a dejar de buscar a Pamela? Aunque sea en sillas ruedas he de venir aquí porque tengo que seguirla buscando. Porque ella merece regresar a esta familia”, añade.

María insiste en que, aunque esta búsqueda lleva el nombre de su hija, es para todos los desaparecidos en la zona.

-Yo les dije bien claro (a las autoridades) que si había familias de la comunidad o de otra comunidad, que las invitaran, porque al final se suman –detalla. Para ella es importante que, a pesar de no tener un resultado positivo, los siete meses de planeación de esta búsqueda se hayan aprovechado al máximo por su familia y por las de los demás desaparecidos.

-Yo salgo de esta búsqueda dolida y estresada- admite. –Para la gente es fácil decir “qué bueno que no hubo positivo”, pero para mí ¿qué es? una desilusión más.

A pesar de siempre mostrarse fuerte y energética, hay momentos en que el dolor se hace presente. –Yo la quiero, ya no la pido en vida, ya la pido como Dios me la quiera dar, como el universo me la quiera permitir. -afirma.

El dolor de la madre de Pamela también se acompaña de resiliencia.

“Pero vamos a darle, no nos vamos a cansar. Hoy hice otra comunidad, y esta comunidad es solidaria, y vamos a seguir caminando, ¿verdad que sí?”, concluye sonriendo.


Este texto es propiedad de ZonaDocs y lo reproducimos como parte de la Alianza de Medios de la Red de Periodistas de a Pie. Puedes leer el texto original y ver la galería y la cartografía completa en este enlace.