‘Narcopandemia’: 13 historias relatan cómo ni el COVID-19 detuvo a la violencia en México

Texto: Monserrat Sánchez Maldonado / Animal Político

Fotografía: Óscar Guerrero 

4 de septiembre del 2022

 

 

En México, las extorsiones, el cobro de piso, las amenazas y los asesinatos no se quedaron en casa a raíz del confinamiento impuesto por el COVID-19.

En el nuevo audiolibro Narcopandemia: Voces de la violencia en tiempos de COVID (Penguin Random House), del periodista Manu Ureste, se narran 13 historias de cómo el crimen organizado no se detuvo ni por una pandemia que afectó al mundo.

“La idea nació en marzo de 2020. Las calles estaban casi vacías, yo estaba reporteando y conociendo a la gente que no tenía la oportunidad de trabajar desde casa, la gente que si no sale, no come. Ahí conocí a un bolero que llamaremos ‘Carlos’, quien me dijo sentirse más preocupado por el ámbito económico que por el de la salud”, dice Ureste en entrevista.

La historia de ‘Carlos’ es imposible de olvidar para el periodista. Con él se dio cuenta de que, si bien podía pararse la vida social, podían cerrar restaurantes y cines, el crimen organizado no tenía la intención de seguir las mismas reglas.

“‘A los mañosos les vale madres esto del virus. Ellos solo quieren su mordida’, fue lo que Carlos me dijo. A él le asustaba más no juntar lo suficiente para pagar la cuota al crimen que obtener un ingreso propio. Ahí noté que estaba presente esa economía informal, esa que no se detiene por la pandemia”, relata Ureste.

 

‘Narcopandemia’ en la escuela, la casa, la calle

En 13 historias —reunidas en un audiolibro de una hora con 51 minutos—, Narcopandemia retrata las vivencias de quienes sufren la violencia en sus múltiples formas, incluyendo la que proviene de las autoridades. Una violencia que está presente en la casa, en la escuela, en las carreteras, y que alcanza a las trabajadoras sexuales o a las migrantes.

“Conocí a una trabajadora sexual de 65 años de El Salvador. Su hija y ella dejaron su país porque las Maras la extorsionaban, le exigían una cuota de 100 dólares, primero quincenales y luego semanales, y luego ya querían que fuera a diario. Huyeron de ese lugar y en México se encontraron con pocas oportunidades, lo que las orilló a ejercer el trabajo sexual y a pagar una cuota a la Unión Tepito para dejarlas trabajar”, detalla Ureste.

La presencia del COVID-19 orilló a millones de personas a resguardarse en sus hogares, detener las salidas al cine, los paseos en el parque y las vacaciones en la playa, lo cual también afectó al sector turístico.

“Hablé con un empresario en Tulum, Quintana Roo, quien, en menos de un año después de la entrevista, apareció asesinado por el crimen organizado porque se negó a pagar la extorsión que le exigían. Su vida ya corría entre la pandemia y el crimen organizado”, expone Ureste.

De acuerdo con el periodista, la violencia se hizo presente para varios sectores de la población, entre ellos, los propios elementos de seguridad.

“Había un policía de la Guardia Nacional que a raíz de la pandemia le daba miedo patrullar las carreteras de San Luis Potosí, la zona que hace un triángulo con los estados de Tamaulipas y Veracruz, zona que se ha usado para el tráfico de personas. Con el confinamiento, las carreteras estaban vacías, él no quería ir solo a detener a la gente”, destaca.

Un mosaico de violencias

Durante la grabación del audiolibro, Ureste se encontró con violencias en diferentes estados del país que venían del mismo origen: el crimen organizado.

“En una de las crónicas hablamos de la historia de una maestra que tiene que huir de Uruapan porque su marido tiene una pequeña panadería artesanal. Un día llega un miembro del Cártel de Jalisco Nueva Generación (CJNG) y le dice que le tiene que dar 15 mil pesos semanales y luego le suben la cuota a 31 mil. Les dijeron que si no pagaban se iban a llevar a uno de sus hijos”, cuenta el periodista.

A raíz de la amenaza, la familia decidió huir con lo que tenía puesto y unas cuantas maletas. Instalada en un nuevo lugar, la maestra consiguió una nueva plaza en Guerrero, donde debió hacer recorrido para dar clases a niñas y niños que no podían tomar la escuela en casa por falta de una televisión.

“Al notar la ausencia del Estado, el crimen organizado aprovechada para reclutar a los jóvenes que desertaron de la escuela. Los unió a sus filas“, comenta Ureste.

Para él, estas historias son un reflejo de lo que es México desde hace muchos años: un país en donde el crimen organizado ha ganado espacios a las autoridades.

“Con este trabajo vemos que el crimen organizado, aun en pandemia, tuvo la habilidad de adaptarse. El policía de la Guardia Nacional me decía que los delincuentes son hábiles para crecer, usan cualquier rendija para meterse, ven oportunidades de negocio muy rápido. No importó la pandemia, la ley seguía siendo o es plata o plomo”, declara.

Apelar a la empatía

A pesar de la violencia, las extorsiones y el cambio de vida que trajo la pandemia, Ureste apela a contar las historias de la sociedad para generar empatía.

“Este trabajo no habla sobre el crimen organizado ni capos y sicarios; es sobre la gente de más de abajo, la gente trabajadora, la que puedes ver en cualquier sitio. Es el bolero, la trabajadora sexual, la maestra, un policía. Narcopandemia es la historia de todos”, sostiene.

El mensaje que el periodista desea enviar con su trabajo es señalar la otra pandemia que se vive en el país, mostrar que el crimen organizado, al igual que el COVID-19, es capaz de mutar y adaptarse a otro estilo de vida y seguir alimentándose de su principal víctima: la sociedad.

“Se trata de contar la historia de la gente con la que te reflejas; esto no es un libro morboso, de los sicarios, es sobre la gente, lo que nos sucede a diario en medio de una terrible pandemia donde se sufren pérdidas, consecuencias físicas a raíz de este virus, y al mismo tiempo sufren todos los días esta otra pandemia que es el crimen organizado”.