Pay de queso, la voz que anticipa dulce en Chilpancingo

Texto: Itzel Urieta

Fotografía: José Miguel Sánchez

12 de abril de 2021

Chilpancingo

 

Cada ciudad tiene sus propias voces.

 

En Chilpancingo, la capital guerrerense, hay una voz que se ha escuchado durante 34 años.

 

No es una voz dulce, pero cuando se oye remite a un postre, de los más deliciosos que hay en la gastronomía mexicana: el pay de queso.

 

La voz ha terminado por nombrar a su dueño.

 

“A veces hasta se me olvida mi nombre”, comenta en forma de broma.

 

El pay de queso se llama Alfredo Martínez Barbosa, una persona de 65 años, esbelto y ahora de pelo blanquísimo.

 

“Dicen que el corazón no envejece, mi corazón está de 37”, responde Alfredo cuando se le pregunta la edad.

 

Originario de Chilpancingo, nació en la calle Francisco I. Madero en el corazón de la capital, a unos metros del centro de la ciudad.

 

Desde muy pequeño hizo vida en el tradicional barrio de San Antonio, ahí estudió la primaria en la escuela Vicente Guerrero, sus estudios de secundaria los realizó en la ya popular Escuela Secundaria Antonio I. Delgado (ESFAID) una de las más antiguas de la capital.

 

“Fui de la tercer generación de la ESFAID de cuando era pequeñita, apenas estaba empezando, todavía cuando estudie la secundaria no tenía edificio propio, estudiábamos en casa particulares en diferentes partes de la ciudad”, recuerda.

 

No tuvo la oportunidad de concluir la preparatoria. Alfredo Martínez no recuerda las fechas exactas de tanto tiempo que ha pasado.

 

 

La historia del Pay de Queso comienza cuando Alfredo se quedó sin empleo, él era taxista y tenía que encontrar el sustento para su familia.

 

Su familia consta de siete hijos y su esposa, en la actualidad son dos los que viven con él.

 

“Un familiar de mi esposa nos enseñó a hacer el pay para que ganara algo por mientras”.

 

La ocupación “por mientras” se convirtió en su forma de vivir por siempre.

 

Para Alfredo vender pay no era una solución.

 

“Yo no le tenía fe a la venta de pay, pero después vi que casi ganaba lo mismo vendiendo pay que de taxista”, recuerda.

 

En estos 34 años que lleva en el negocio, Alfredo se ha ganado el cariño de los chilpancingueños. Todas las tardes ofrece este postre a los que visitan el centro.

 

Pero no solo a los que visitan el centro, el pay es un postre que disfruta toda la familia de Alfredo, “Claro que me gusta mi producto, lo consumen mis hijos, mis nietos lo consumimos todos en la familia, finalmente el producto no es solo para vender”, comenta Alfredo.

 

El pay es un producto hecho por Alfredo, algunas ocasiones le ayuda su esposa. Desde hace tres décadas la rutina no ha cambiado mucho.

 

Sale a las nueve de la mañana a vender el pay al mercado central, de ahí regresa a su casa al medio día y comienza la preparación de tan popular postre que dura aproximadamente tres horas.

 

Así queda lista su charola de pay lista para venderse a diez pesos la rebanada.

 

Por la tarde sale de nuevo a ofrecer el pay y recorre las distintas calles de la ciudad gritando; “pay de queso” hasta llegar a la plaza cívica, hoy acordonada por las restricciones sanitarias, en donde permanece dos horas.

 

A las ocho de la noche continua su camino gritando “pay de queso” y llega a la gasolinera del DIF, donde permanece hasta las diez de la noche, y así acaba su día.

 

La forma de decir pay de queso de Alfredo tiene mucho que ver con su fama y el éxito en sus ventas.

 

 

Dice pay de queso de una forma rápida. Las tres palabras que conforman la frase salen de su garganta como una sola palabra. Paydequeso. Los jóvenes gustan imitar la forma como lo dice.

 

La contingencia sanitaria generada por la Covid-19 ha hecho que la rutina de Alfredo cambie un poco, antes recorría todos los rincones del centro, en la actualidad se queda en un lugar asignado esperando que las personas se detengan a comprarle.

 

“Lo que más he visto que cambió en estos 34 años es el tráfico. Antes era un ciudad tranquila, hoy parece otra ciudad más grande”.

Alfredo aprendió a apreciar su negocio.

 

“Es un trabajo que me gusta, me ha dado un sustento y me ayuda a mantenerme activo. Gracias a eso no tengo ninguna enfermedad”.

 

No sabe en qué momento se convirtió en un personaje muy conocido de Chilpancingo, ni en qué momento lo conocen más por “pay de queso” que por su nombre.

 

“Me saluda todo mundo y mucha gente me estima y eso me da mucha satisfacción y es para mí un regalo que todo mundo me quiera”.