El chilate: el refresco de antioxidantes de Guerrero

El Chilate, además de ser representativa del estado de guerrero, se ha convertido en la fuente de ingresos de muchas familias


Texto: Itzel Urieta

Fotografía: José Luis de la Cruz (Portada) y José Miguel Sanchez

24 de de marzo del 2021

Chilpancingo

¿A qué sabe el chilate? Lo primero que se degusta es el cacao, un regalo de sabor de los merititos dioses.

Luego, el toque refrescante de la bebida fría quita el golpe de calor. Si estabas molesto, la carga energética que te proporciona el chilate cambia tú estado de ánimo.

Lo mejor de todo, cuando se toma un vaso de chilate, se siente tranquilidad. Estás consumiendo un producto cien por ciento natural, porque los ingredientes del chilate son de producción artesanal y la elaboración de la bebida, también.

El ingrediente principal del chilate es el cacao, el cual tiene algunas propiedades que aportan beneficios. Es alto en antioxidantes, lo que ayuda a reducir el estrés y mal humor.

Las gaseosas a las que en México llamamos refrescos son bebidas con altos niveles de azúcares y conservadores que nos causan obesidad y enfermedades como la diabetes.

Eso no es todo.

El chilate es una bebida prehispánica. Cuando se bebe, hay una conexión con nuestras raíces, así reafirmamos nuestra identidad y sentido de pertenencia.

A las bebidas elaboradas con cacao se les conocía como oro líquido en las culturas anteriores a la colonia. El cacao llegó a ser utilizado como moneda.

De acuerdo con diversas fuentes, la palabra chilate proviene del náhuatl chiliatl en donde chilli significa chile y atl agua, que en conjunto se denomina agua de chile. Pero la bebida no lleva chile.

Se trata de una bebida muy popular en el estado de Guerrero, originaria de la región conocida como Costa Chica, que ha migrado a diferentes municipios como Acapulco y Chilpancingo.

La persona que lo prueba queda encantada con su sabor.

Además de ser una bebida representativa del estado de guerrero, se ha convertido en la fuente de ingresos de muchas familias guerrerenses.

Tal es el caso de Consuelo Medina, una de las tantas personas que se dedica a la venta de chilate en la capital, originaria de Ometepec, de la Costa Chica, pero desde hace varios años radica en Chilpancingo junto con sus dos hijas, Ángela y Ángeles.

Doña Consuelo tuvo que migrar de su natal Ometepec debido a la falta de trabajo.

“Tenía dos hijas que mantener y no tenía trabajo, tenía que buscar la manera, la necesidad me hizo llegar a Chilpancingo”, recuerda con un poco de nostalgia.

Doña Consuelo encontró en el chilate una manera de apoyarse económicamente.

La tradición del chilate lo traía en la sangre.

“Yo recuerdo que mi abuela hacía chilate, pero no para vender, si no para consumo propio de la familia, y yo le ayudaba, me gustaba hacerlo y ahí aprendí.”

Cada quince días doña Consuelo y sus hijas dedican todo su día a la preparación de la pasta del chilate que venderán en la semana.

Comienzan por partir el piloncillo. Ocupa una caja entera. Toma una pieza, la coloca en un molcajete y con un marro comienza a golpear hasta deshacerlo.

“Lo más laborioso es partir el piloncillo, después que ya partí el piloncillo, ciento que viene lo más fácil”.

Una vez teniendo el piloncillo, comienza toda una experiencia de aromas y sabores que envuelven al chilate y lo dotan de su característico sabor. Se comienza a asar el cacao, el arroz y la canela en el comal. El olor de estos ingredientes inunda el ambiente por un par de minutos hasta que están listos.

Con los ingredientes, llena cinco cubetas de 20 litros cada uno. Las coloca por capas: una de cacao, una de arroz, una de piloncillo y otra de canela, hasta acabar.

Ya con las cubetas llenas y con la ayuda de sus hijas se dirigen a la tortillería Lore, ubicada en el tradicional barrio de San Mateo, en donde molerán 100 kilos de ingredientes, para transformarlos en la pasta que posteriormente dará vida al chilate.

El molino que horas antes sirvió para moler nixtamal (maíz cocido con el que se hacen las tortillas) recibe los ingredientes del chilate. Esta acción genera un ruido estruendoso y en ocasiones llega a lastimar los oídos, sin embargo, el olor de lo que se está moliendo hace olvidar ese malestar.

El lugar se inunda de olor a chocolate.

Este proceso dura aproximadamente dos horas. Los ingredientes mezclados y molidos, el cacao, la canela, el arroz y el piloncillo, emergen de la parte baja del molino como una pasta café con olor a chocolate.

Chilate

El trabajo no termina aquí. Ahora toca embolsar los 100 kilos de pasta. Las tres integrantes de la familia acostumbradas a esta dinámica lo toman como un momento familiar, platican, se divierten, ríen, y todo esto, con el olor a cacao de fondo.

Una vez terminado este proceso, refrigeran y está listo para la preparación, muelen la pasta del chilate en la licuadora para posteriormente colarlo y servirlo.

30 litros de chilate se colocan en un tambo, se le agregan los hielos los cuales también son un ingrediente fundamental para el chilate ya que estos, se encargarán de darle ese toque refrescante a la bebida.

Para doña Consuelo lo más importante es ofrecerles un producto de calidad a sus clientes, es por ello que ella misma se encarga de hacer los hielos. Ella misma pone agua natural a congelar para hacer sus propios hielos, dice y no opta por comprar hielo en barra. Después de agregar los hielos, todo está listo para salir a vender.

A las nueve de la mañana doña Consuelo abre su puesto a un costado de la Alameda Granados Maldonado, de Chilpancingo, exactamente en la esquina de la calle Nicolás Catalán con Benito Juárez.

Ahora si todo está listo para deleitar los paladares capitalinos con una bebida guerrerense, originaria de la Costa Chica, pero que llegó a otras regiones y conquista paladares con su sabor.

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