Lo que por años se creyó que era una falla geológica es en realidad un deslizamiento por reptación ocasionado por la saturación de humedad en el suelo, debido a la ausencia de una adecuada planificación urbana, indicó la Secretaría de Gestión Integral de Riesgos y Protección Civil
Texto: Marlén Castro
Fotos: Margena de la O
Chilpancingo
Lunes 3 de marzo del 2025
Alín agradece que no estuvo el viernes 28 de febrero a la una y media de la tarde en su casa, ni ella ni ninguno de sus hijas e hijos.
A esa hora tembló.
La sacudida no fue fuerte ni prolongada, alcanzó los 5.1 grados, pero suficiente para espantar a unas 500 familias de colonias del norponiente de Chilpancingo, en donde en cualquier momento del día o de la noche, varias casas con daño estructural severo, en la calle Acapulco de la colonia San Rafael Norte, pueden colapsar con sus ocupantes dentro.
Alín y sus cuatro hijos viven en una de esas casas de paredes cuarteadas y pisos levantados a causa de un deslizamiento por reptación, un movimiento de ladera que puede ser imperceptible a simple vista, pero causa daño a las estructuras de las construcciones del área, explicó Roberto Arroyo Matus, secretario de Gestión Integral de Riesgos y Protección Civil.
La barda de la casa de Alín y sus hijos, sostenida por un Ficus, parece que va a colapsar si alguien se recarga en ella.
Alín Estaba en el trabajo. A esa hora ya había ido por su hijo de cinco años y su hija de tres a sus respectivas escuelas. El niño de cinco va a la primaria, la niña de tres a preescolar. Alín va por ellos a sus escuelas y se los lleva al trabajo y los tiene con ella hasta que termina su jornada laboral. No los lleva a casa por las condiciones de la vivienda. Sus hijos grandes, de 20 y 16 años, estaban en clases.
Su mamá, doña Lucía, quien vive a su lado en otra casa también con daños múltiples por el deslizamiento, sí estaba en el hogar.
“Mi mamá me habló preocupada para saber si estábamos bien, pero yo no sentí el temblor, estaba muy ocupada, a mi mamá sí le tocó el temblor en su casa”.
La dueña de una tienda de esta parte de la calle Acapulco estaba a la hora del temblor. Ella siempre está, precisamente, por la tienda. “Sentí mucho temor, pero gracias a Dios pasó pronto”, contó.
El primer tramo de la calle Acapulco en la colonia San Rafael Norte es una hilera de ocho casas de cada lado que registran diversos daños. Las ocho casas del lado izquierdo, de norte a sur, son las más afectadas. Las dos casas de la esquina colapsaron. Sus ocupantes ya no viven ahí. En las casas que siguen, entre ellas, la de Alín que es solo de un piso hay un letrero. Dice PRECAUCIÓN en letras rojas y mayúsculas y más abajo ZONA DE ALTO RIESGO, en letra negra y remarcada. La casa de Lucia, de dos plantas, tiene además la advertencia INHABITABLE, en letra roja y mayúscula.
La propiedad que continúa, también una casa de dos plantas, no tiene ningún mensaje de riesgos, aunque se deslizó un metro para adelante y se levantó del suelo también un metro, como si un gigante hubiera movido de su lugar la pieza completa con las manos. No se le ven cuarteaduras.
Más adelante hay una vecindad en la que se aprecian unas cinco viviendas, la mayoría están colapsadas. También dice INHABITABLE, pero hay evidencias de que, al menos en una, hay gente.
Las ocho casas de enfrente no tienen daños evidentes, sólo se ven separadas unos tres centímetros de la guarnición. El deslizamiento las empuja hacia el oriente.
Hace seis meses, recuerdan habitantes de esta calle, elementos de Protección Civil colocaron las leyendas con letras de color rojo y negro.
No es falla geológica es deslizamiento por el desarrollo urbano
Tiene al menos un par de años que a lo que ocurre al norponiente de la ciudad le llaman falla geológica. Pero no lo es.
Una falla geológica es algo a merced de las fuerzas de la naturaleza, fuera del control de las autoridades, algo a lo que hay que resignarse, pues las fallas geológicas se producen por esfuerzos tectónicos, incluida la gravedad y empujes en la corteza terrestre. No hay nada qué hacer, pues.
Pero lo que aqueja al norponiente de la ciudad es un problema generado por la ausencia de una planificación urbana, lo cual produjo humedad en el suelo por las lluvias pluviales ante la pérdida de la cobertura vegetal, indicó Roberto Arroyo Matus, secretario de Gestión Integral de Riesgos y Protección Civil.
“No es una falla geológica, es un deslizamiento por reptación”, precisó el especialista formado en la Universidad Autónoma de Guerrero (Uagro) y con estudios de posgrado en diseño sísmico en universidades de Japón y Francia.
El deslizamiento abarca un polígono del norponiente de la ciudad que afecta a 18 colonias asentadas en una ladera de pendiente suave en el que hay deslizamiento debido a la pérdida de cobertura vegetal por el desarrollo urbano.
La pérdida de la cobertura vegetal ocasiona que el agua pluvial corra y sature de humedad el suelo, el cual se reblandece y eso genera los deslizamientos, señaló.
Arroyo Matus precisó que de acuerdo con un estudio de la Secretaría de Gestión Integral de Riesgos hay 250 viviendas de la zona registran daños severos, por lo que la gente tiene que desalojarlas y otras 250 viviendas tienen daños menores.
De acuerdo con el estudio de la dependencia, entre 2023 y 2024 registraron un deslizamiento de un metro y 10 centímetros que dañó la estructura de estas casas.
El especialista afirmó que este tipo de deslizamientos son imperceptibles a la vista, pero las construcciones lo resienten.
Los primeros daños
La casa de Lucía se ha ido cuarteando y colapsando a partir del 2013. “Lo primero que noté fue la cuarteadura en esta pared de enfrente, fue unos días después de que pasó lo de Ingrid y Manuel (en septiembre del 2013). Le dije a mi esposo: la pared se cuarteó, se ve que es peligroso. Él me dijo que no tuviera miedo que era superficial”, recuerda.
La pared a la que se refiere es la de la fachada de la casa. Durante estos años, la cuarteadura se ensanchó y avanzó. Este comienzo del 2025, la cuarteadura abarca casi toda la pared y en algunos puntos está más abierta que en el resto. Si alguien pegara el ojo podría ver el interior de la casa a través de la grieta. La casa tiene dos portones de fierro que están descuadrados y en algunos partes doblados porque cargan el peso de las losas del primer y segundo piso.
“Pienso que cada día la casa se daña más; algunos daños no los vemos”, sintetiza.
En el 2024, después de las lluvias de John, Lucía perdió el tanque de agua y el lavadero. Ahora ya no tiene en donde tallar la ropa después de sacarla de la lavadora, tampoco depósito de agua.
Este tramo de la calle Acapulco registra diferentes niveles y las casas igual, algunas están más arriba que otras, algunas parecen metidas y otras salidas. Parece que un reptil juega con ellas y en cualquier momento dará un coletazo que las tirará al suelo.
La casa que colinda con la vivienda de Lucía no tiene grietas evidentes, pero se levantó un metro del suelo y se deslizó un metro hacia adelante.
El morador de esta casa dice que construyó con cimientos fuertes por eso se deslizó y se levantó completa.
Habitantes de otras calles de la colonia San Rafael Norte registran los primeros daños en otras fechas, todas relacionadas con un evento meteorológico o telúrico.
“Mi casa se cuarteó desde el temblor del 2017”, dice una habitante de la avenida Chilpancingo, más arriba de la calle Acapulco.
“La mía se dañó durante Otis”, cuenta un ingeniero, quien tiene unos tres meses en una obra para reforzar su vivienda con columnas gruesas en medio de las paredes.
Las casas de la calle Acapulco no son las únicas que registran daños severos. Calles de otras colonias de esta parte de la ciudad se ven afectadas al punto de que, lo que se aprecia a simple vista, es de que el colapso puede ocurrir en cualquier momento, aun así, continúan habitándolas.
Se trata de un polígono que afecta 18 colonias, en las que 250 casas registran daños graves y por lo que tienen que ser desalojadas, precisó Arroyo Matus.
Habitar lo inhabitable
Lucía se sincera: “Siento lo que sigue del miedo”, dice cuando se le pregunta cómo es su día a día en su casa.
Vive en esta casa con su esposo, una hija, un hijo, su nuera y tres nietos. Ocho personas en total. Solo Lucía y la nuera se quedan todo el día en la casa a cocinar y a hacer los demás quehaceres de casa. Los demás salen a trabajar o a la escuela.
Lucía sabe que los que salen se quedan preocupados por ellas, por si ocurre un temblor o algún evento que ocasione que la casa se dañe más, con ellas dentro.
Por la noche, cuenta, se van a la cama, con miedo y se encomiendan a Dios para que no permita que pase algo mientras duermen.
Cuando amanece, comparte, agradece despertar bien. Los que salen a trabajar se van con la preocupación y dejando la recomendación a las dos mujeres de que cualquier cosa se salgan pronto.
Lucía reconoce que ya es mucho para ella vivir así, pero son muchos de la familia y no tienen a dónde ir.
La única certeza que tiene es de que no pasará otra temporada de lluvias aquí.
“Cuando empiece la nueva temporada de lluvias ya quedamos que nos vamos a salir a rentar, no sabemos todavía a donde, pero sí nos vamos a salir, sea como sea”.