El sexto autobús de la noche de Iguala

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En la noche de la desaparición de los 43 normalistas participó un sexto autobús, el 2513 de la línea Costa Line. Así como el GIEI considera que en “el quinto autobús” están las claves para conocer las razones del ataque, la CNDH considera que la investigación exhaustiva “del sexto autobús” es la pieza que falta a este rompecabezas de desaparición


Texto: Marlén Castro

Fotografía: Amapola Periodismo / Archivo

26 de julio del 2020

Chilpancingo


El autobús 2513 de la línea Costa Line cubría la ruta Acapulco-Iguala la tarde-noche del 26 de septiembre del 2014, fecha en la que desaparecieron los 43 estudiantes de la Normal Rural de Ayotzinapa Raúl Isidro Burgos.

Alrededor de las ocho de la noche llegó al punto conocido como Rancho del Cura, en las inmediaciones de Iguala. Traía 28 pasajeros. Algunos de esos ocupantes abordaron la unidad desde la terminal de Ejido, del puerto de Acapulco, de donde habría salido cerca de las dos de la tarde, otros más, subieron en Chilpancingo, cerca de las seis y media, de acuerdo con el testimonio del conductor a la Procuraduría General de la República, ahora Fiscalía, aunque en un segundo testimonio, el conductor señaló que salió a las cuatro de la tarde con quince minutos.

Los autobuses en los que se movieron los estudiantes esa noche en Iguala son claves, como las razones por las que se trasladaron precisamente a esa ciudad a tomarlos. Esa noche, usaron seis autobuses: los dos Estrella de Oro, el 1531 y 1568, en los que salieron de la Normal rumbo a Iguala; los dos Costa Line, 2012 y 2510, que tomaron en la Central, junto con el 3278 de la Estrella Roja, al que se le conoce como “el quinto autobús” y el 2513, de Costa Line, el primero que toman y que interceptan en El Rancho del Cura; en el que llegaron a la Central y no pudieron sacar.

El Grupo Interdisciplinario de Expertos Independientes (GIEI) de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) considera que “el quinto autobús” es la clave para esclarecer la razón del ataque y el paradero de los estudiantes. Amapola. Periodismo transgresor publicó el 26 de febrero del 2020 un trabajo al respecto, que contiene una entrevista exclusiva a quien en las investigaciones la ex Procuraduría General de la República ubica como el conductor de la unidad 3278.

En cambio, la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH) estableció en su recomendación del 2018 que el autobús 2513, de Costa Line, es la pieza del rompecabezas que hace falta para conocer las razones de las agresiones de esa noche, las que costaron la vida a otros tres estudiantes y a tres ciudadanos.

Este autobús fue interceptado por los normalistas con la intención de quedárselo, pero el conductor y un pasajero negociaron con los estudiantes que permitieran la llegada a la Central, la que se ubica en el corazón de la ciudad de Iguala.

Una vez en la Central, el conductor se bajó y dejó a los estudiantes encerrados. Por esa razón, entraron a la ciudad los normalistas que, a bordo de las unidades 1531 y 1568, de la Estrella de Oro, se quedaron a esperar a sus compañeros en El Rancho del Cura.

¿Por qué el conductor no entregó el autobús a los normalistas en la entrada de Iguala? ¿Por qué no cumplió cuándo llegaron a la Central? ¿Por qué un pasajero del autobús insistió en negociar con los estudiantes llegar hasta la Central? ¿Quién es ese pasajero? Son algunas de las preguntas que planteó la CNDH en relación al sexto autobús. Las que a cinco años y 10 meses de los hechos siguen sin respuesta.

Esta información es extraída de la recomendación de la CNDH 15VG/2018, Caso Iguala, del capítulo Acerca de las motivaciones que originaron las agresiones contra los normalistas de Ayotzinapa, contenida en las páginas 1310-1389.

Con el nuevo gobierno federal, la ahora Fiscalía General de la República (FGR), con Alejandro Gertz Manero al frente, replanteó la investigación sobre la desaparición de los normalistas. En esta nueva etapa, las hipótesis del GIEI acerca de la participación de las instituciones del Estado en la trama de la desaparición son un cambio fundamental.

En la imagen, el sexto autobús del Costa Line en el que llegaron los estudiantes normalistas a la Central de Autobuses de Iguala, la noche del 26 de septiembre, de acuerdo con los videos que forman parte de la investigación.


La hipótesis de la CNDH que acompaña al sexto autobús

El sexto autobús y la proposición de que éste encierra las claves de la desaparición de los 43 normalistas fue rechazada por las madres y los padres de los estudiantes, y por organizaciones sociales.

Incluye un tema delicado, relacionado con uno de los flagelos de este país: el tráfico de drogas. La criminalización de los estudiantes es parte de esta línea. La CNDH señaló la probable infiltración entre los normalistas de un grupo criminal, entonces fuerte en varios municipios de la zona Centro: Los Rojos.

Los Rojos peleaba el control territorial de Iguala con los Guerreros Unidos, asentados principalmente en Iguala. En Tixtla, la ciudad en la que está la Normal de Ayotzinapa, Los Rojos también disputaban el control a otro grupo criminal: Los Ardillos, de acuerdo con lo que incluye el organismo en un apartado de la recomendación que llama Contexto de la Normal. Esta parte es muy parecida a lo que fue el sustento de la anterior versión oficial conocida como “la verdad histórica”.

La hipótesis de la CNDH sobre el ataque a los normalistas establece que “los normalistas habrían sido identificados o confundidos con miembros del grupo criminal de Los Rojos”.

Agrega que esta hipótesis “se corona con la interferencia del autobús Costa Line número 2513 en el sitio conocido como Rancho del Cura, circunstancia que se sumó a los señalamientos que identifican a algunos líderes estudiantiles con Los Rojos”.

En la recomendación, la CNDH establece que para dar sustento a esta hipótesis, “sería necesario entonces saber ¿a quiénes de los normalistas se identificaba como integrantes del grupo criminal de Los Rojos? o ¿Qué normalistas fueron confundidos con Los Rojos? y ¿Por qué los identificaron y/o confundieron?


La toma del sexto autobús

De acuerdo con los testimonios y las imágenes disponibles, alrededor de las ocho de la noche del 26 de septiembre del 2014, los normalistas arribaron a las inmediaciones de Iguala a bordo de los autobuses Estrella de Oro, el 1531 y 1568, de los que partieron de la Normal.

El autobús 1531 se ubica en el lugar denominado Rancho del Cura y el 1568 en la caseta de cobro. Dice la CNDH que los videos de esos momentos demuestran que “no existe la intención de tomar autobuses ni de botear por parte de los normalistas”.

“Incluso por la caseta se observa el paso de cuatro autobuses que no son interceptados por los estudiantes”.

De las imágenes de la caseta se observa que del autobús 1568 sólo bajan dos normalistas: Bernardo Flores Alcaraz, apodado por sus compañeros como El Cochiloco, uno de los 43 estudiantes desaparecidos. La CNDH no habla de quién es el otro normalista.

Después de las ocho de la noche y de haber dejado pasar cuatro autobuses interceptan el autobús 2513 de Costa Line. Los normalistas que “lo toman” le indicaron al chofer que se quedarían con la unidad. El conductor informa que ya no trae líquido anticontaminante y que por esa razón no los podría llevar a donde ellos deseaban.

La CNDH anota que la oposición del conductor a que los normalistas se lleven la unidad “es inexplicable” porque todos los choferes tienen instrucciones de las empresas de dejar que los estudiantes tomen las unidades y, de ser necesario, se vayan con ellos para cuidarlas.

El organismo estableció “que llamaba significativamente la atención, la decisiva intervención que en la situación tuvo uno de los 28 pasajeros que viajaba en ese camión, quien por sí mismo, asumiendo unilateralmente la representación de todos los pasajeros, tomó la iniciativa y sostuvo un diálogo con los estudiantes a quienes mostró su decidida y franca oposición a la toma del autobús”.

Ese pasajero, indica la CNDH, preguntó a los estudiantes que quién era su líder para dialogar “entonces se abrió la puerta y como diez estudiantes subieron al autobús y ahí los pasajeros hablaron con ellos y llegaron a un acuerdo”.

El acuerdo consistió en que esos estudiantes irían a bordo del autobús, los pasajeros descenderían en el exterior de la central y la unidad, el chofer y los estudiantes regresarían al Rancho del Cura, pero eso no pasó.

De acuerdo con otro grupo de imágenes, el conductor ingresa el autobús a la central, lo estaciona en uno de los andenes, bajan los pasajeros y después el chofer apaga el motor, retira las llaves, desciende y se dirige al área de servicio de su empresa.

Los normalistas al ver que el conductor incumplió el acuerdo, marcaron a sus compañeros, los pusieron al tanto de lo que había ocurrido, razón por la que los normalistas que se quedaron en los autobuses 1568 y 1531 se trasladaron a la central de autobuses, en el centro de Iguala.

El autobús 2513 se queda en la terminal. Existe el video en el que se observa cómo, ante el enojo por lo que les hizo el conductor, los estudiantes apedrean la unidad, y se observa cómo toman los dos Costa Line 2012 y 2510. También imágenes de cuando salen a bordo de ellos. A su salida de la ciudad, ocurren los ataques, en los que tres jóvenes son asesinados y 43 desaparecieron.

Los estudiantes normalistas de Ayotzinapa toman autobuses para participar en marchas.


Las interrogantes del sexto autobús

La CNDH encontró en la investigación de la ex PGR elementos para establecer que en el autobús 2513 existen evidencias para conocer los motivos de la agresión, entre ellos, una serie de mensajes obtenidos en la intercepción de comunicaciones entre dos integrantes de Guerreros Unidos, que forman parte de la causa 14 CR 705 del Tribunal de Distrito de los Estados Unidos remitidos a la PGR por el Departamento de Justicia de los Estados Unidos, integrados a la Averiguación Previa del Caso Iguala.

De estos mensajes, establece la CNDH, se desprende la versión de que en ese autobús 2513 viajaba una señora informante del grupo criminal Guerreros Unidos que refirió que la unidad fue abordada en Chilpancingo por hombres armados, que eran del grupo contrario al de ella, razón por la cual se bajó “en cuanto pudo”. La mujer habría informado a sus superiores y estos la amonestaron por haberlo hecho, pues, tenía la misión de “cuidar” “algo” que contenía ese autobús.

Dice la CNDH en la recomendación que el Ministerio Público de la Federación debe investigar “la férrea intervención del pasajero que junto con el chofer se opuso a la toma de la unidad”.

También sugiere que las investigaciones incluyan “si la unidad pudo llevar alguna carga específica que, tanto pasajero como conductor, estimaban debía llegar a su destino final, porque el autobús llegó a la central para no salir”.

Destaca la CNDH en la investigación sobre la existencia de un “documento ilegible que contiene la lista de pasajeros del autobús”.

Destaca también la inconsistencia de que a los cinco autobuses involucrados en la noche de Iguala se les haya practicado un escaneo de 360º con rayos X, tipo ZBF (un método que se utiliza para inspeccionar e identificar mercancías sospechosas en los sistemas de transporte), menos al 2513.


La delicada línea de la infiltración

Amapola. Periodismo transgresor publicó en septiembre del 2019, el especial Ayotzinapa: vivir infiltrado, en el que 17 egresados, de diferentes generaciones, hablan acerca de la infiltración en la Normal, prácticamente desde su creación, en 1929.

De sus testimonios, se desprende que en los últimos años han vivido cercados también por el crimen organizado.

El crimen organizado, como sostiene el colombiano Norberto Emmerich en el libro Geopolítica del narcotráfico en América Latina, no es ajeno o algo separado del Estado.

El crimen organizado ha formado parte del engranaje del régimen político y se ha empleado en distintos niveles de gobierno como una maquinaria para integrar el poder, agrega el mexicano Luis Astorga, estudioso del fenómeno de las drogas.

Los testimonios de los estudiantes disponibles en el especial Ayotzinapa: vivir infiltrado establecen que políticos priístas como Héctor Vicario Castrejón, hombre de confianza del ex gobernador Rubén Figueroa Alcocer intentó en 2011 crear en la Normal una base del crimen organizado.

En varios de esos testimonios, al líder estudiantil conocido David Flores Maldonado como La Parka lo acusaron de forzar el acuerdo para que la Normal de Ayotzinapa se encargara de reunir los autobuses para la protesta del 2 de octubre, y hablan de que engañó a la base estudiantil de que esa era una encomienda para la Normal de Ayotzinapa de parte del resto de las normales rurales.

La CNDH destacó en su recomendación las contradicciones en las que incurrió este líder estudiantil, entre ellas, acerca de las actividades que realizó la tarde y noche del 26 de septiembre del 2014.

La CNDH especula que el autobús 2513 contendría una carga ilegal, misma de la que podrían tener información los normalistas, no todos, algunos líderes del órgano de dirección estudiantil, entre ellos, el secretario general David Guzmán Maldonado, llamado La Parka.

“En su primera declaración afirmó haber sido parte del grupo de normalistas que el 26 de septiembre de 2014, salió de la Normal de Ayotzinapa rumbo a Iguala y haber sido agredido junto con sus compañeros en los distintos ataques sufridos. Desde luego, ninguno de los estudiantes que viajaron en los dos autobuses a Iguala, ubicó a su líder estudiantil yendo a bordo de los camiones”, señaló el organismo.

Flores Maldonado dijo a Amapola. Periodismo transgresor, en la única entrevista que ha dado a un medio, que el organismo basó las conclusiones de su informe en confesiones que se obtuvieron bajo tortura.

La Parka, ya como agresado, apareció en un video de la Secretaría de Educación Pública (SEP). En el video se hacía propaganda de la entrega de plazas. Flores Maldonado pronunció el discurso de agradecimiento en el acto que encabezó el secretario Aurelio Nuño.

Ese día, Nuño tuiteó: “Me dio gusto volver a ver a David, con quien coincido plenamente: caminando juntos podremos construir una nueva historia”.

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