Los Ramos del Otatal y su papel en la caída de Lucio

Este 2 de diciembre del 2024 se cumplen 50 años de la muerte en combate de Lucio Cabañas Barrientos, en la cañada del Otatal, en donde vivían Los Ramos, a quienes el guerrillero pidió apoyo para romper el cerco del Ejército.


Texto y Foto: Marlén Castro

Cañada del Otatal / Tecpan de Galeana

Lunes 2 de diciembre del 2024


Aquí cayó.

Hace 50 años, Lucio Cabañas Barrientos exhaló sobre esta piedra su último suspiro, el 2 de diciembre de 1974, alrededor de las ocho de la mañana.

La piedra que acogió a Lucio moribundo no tiene una forma definida. Es una figura caprichosa que moldeó el agua del arroyo. Las piedras de la peña de la cañada del Otatal, donde Lucio y sus combatientes pasaron los dos últimos días de su vida, ahora están secas. No las baña ninguna corriente. El arroyo se secó. Todo lo demás continúa igual. Los árboles  se elevan al cielo por donde los rayos del sol se cuelan como ojos enormes, brillantes, entre sus ramas. También continúan igual los motivos por los que en mayo de 1967, el profesor egresado de la Normal Rural Raúl Isidro Burgos, de Ayotzinapa, se remontó en la sierra de Atoyac a pelear por mejores condiciones de vida para los campesinos.

“Lucio comenzó a pelearse contra los talamontes en 1967 y las cosas siguen aquí igual: seguimos peleando contra los talamontes”, denunció Víctor Cardona Galindo, cronista de Atoyac y uno de los organizadores de las actividades de los 50 años del asesinado de Lucio.

“Sentí una fuerza que se me metió por las plantas de los pies y me llegó a la punta de la cabeza”, compartió una activista de la Ciudad de México que formó parte del contingente para rememorar, hasta acá arriba en El Otatal, la lucha del líder del Partido de los Pobres (PDLP).

Esta activista, durante el acto por los 50 años, estuvo sentada en la misma piedra donde Lucio se recostó, con varias ráfagas en el cuerpo, que le dispararon desde helicópteros y por tierra. No sabía que ahí había expirado Lucio. Se sentó ahí porque era una piedra cómoda, un buen lugar para observar el acto político, que se hace desde la piedra más grande de la peña, en donde los familiares y seguidores colocaron hace seis años, la primera vez que se subió hasta acá, una cruz y una inscripción en memoria del luchador.

El contingente de este 1 de diciembre del 2024 que subió a la cañada del Otatal, a recordar a Lucio, llegó hasta arriba alrededor de las diez y media de la mañana. El grupo estuvo formado por exintegrantes de varias organizaciones guerrilleros del país, en algunos casos, los hijos e hijas de los excombatientes, sobrevivientes de la persecución del Estado mexicano, entre ellos la hija de Lucio, Micaela Cabañas Ayala, además de periodistas, escritores y académicos.


Los Ramos y Lucio en El Otatal

No se sabe mucho de la forma cómo murió Lucio ese 2 de diciembre de 1974 en la cañada del Otatal, municipio de Tecpan de Galeana. El periodista y escritor Carlos Montemayor en su novela Guerra en el Paraíso, basada en una investigación en la que entrevistó a decenas de sobrevivientes y también a elementos del Ejército, narró en el último capítulo de este libro, que esa mañana, junto con Lucio fueron asesinados 11 integrantes del PDLP, después de salir de otra emboscada en Los Corales, ocurrida el 30 de noviembre, en donde fallecieron otros 17 integrantes de la brigada.

Montemayor desliza que el cerco en la cañada a Lucio por parte del Ejército ocurre por la traición de los hermanos José Isabel y Anacleto Ramos, del Otatal.

Este es el pasaje:

—Está confirmado, Lucio —dijo René, agitado—. Los campesinos que contactó Fidencio aseguran que los Ramos tratan de traicionarnos desde hace mucho tiempo. Que ellos mataron a Óscar.

—Dónde están? —preguntó Lucio.

—Con Pablo y Roberto.

—Que vengan —ordenó—. Todos. Que vengan todos.

—Traigan los bules para agua —ordenó cuando pasaban cerca de la cabaña.

Pablo se detuvo y avanzó hacia los árboles donde colgaban los guajes; los tomó y siguió después tras el grupo.

—Nosotros éramos de la gente de Anacleto Ramos, insistió el campesino más viejo—. Nos tocó recibir al compañero Óscar, primero. Y luego ya estuvimos con Chelo y Franti, en la sierra de San Luis.

René se acercó a Lucio.

—Ellos mataron a Óscar —repitió el más viejo.

René tomó los guajes vacíos que Lucio le extendía.

—Óscar supo de los planes de los Ramos con el ejército. Cuando Óscar trató de regresar a Atoyac, ellos lo entregaron. Lo cazaron, pues, antes de Los Corales.

—-¿Cuánta gente tienen aquí? —apremió Lucio.

 

—Toda esta región está ocupada por gente de ellos —dijo el otro campesino—. Los dueños de aquí mismo, de esa cabaña —dijo señalando la cabaña donde había estado Lucio hacía unos momentos—, también son gente de Cleto y de Chabelo. Nadie que se acerque por estos lugares puede esconderse de ellos. Estamos seguros de que a ustedes los tienen vigilados. Controlados, pues. Por eso venimos, para ayudarlos a salir de aquí.

En el Otatal, a dos horas y media de Las Mesas, a pie; en carro, a 40 minutos, la población más grande de la zona en la que se movió Lucio y su brigada, luego del cerco del Ejército en Atoyac, el lugar era habitado por las familias Ramos Tapia y Ramos Maldonado. En Las Mesas, la mayoría de los habitantes también son Ramos.

En El Otatal, entre la maleza, aún existen parte de las bases de las paredes de la cabaña en la que Lucio pasó las últimas noches de su vida. Era casa de una de las familias Ramos. Hay varios integrantes de los Ramos, incluso, algunos de ellos vinieron a la conmemoración de la caída en combate de Lucio. Ahora ya no vive nadie en El Otatal. Se salieron unos años después de la caída de Lucio.

Félix Ramos Maldonado es uno de los tantos Ramos de la zona. El 30 de noviembre, fecha de la emboscada en Los Corales, ubicada más abajo de la cañada del Otatal, Félix Ramos quien ahora vive en Las Mesas, entonces un adolescente de 16 años, se casaba.

La boda no se realizó en El Otatal, sino en Las Mesas. En El Otatal tenían sus cabañas para estar cerca de sus siembras de maíz y como muchas familias de la Sierra, desde ese entonces, de cultivo de la marihuana, de acuerdo con especialistas de la fuente.

—¿Los reprende el Ejército después de la caída de Lucio y por eso tienen que abandonar El Otatal? —se le pregunta a Félix Ramos para conocer porque ya no hay nadie viviendo aquí.

—No, nos salimos de aquí porque nuestros hijos necesitaban escuela y nos quedaba muy lejos. A nosotros no nos reprimió el Ejército. Nos salimos para tener mejores condiciones para nuestros hijos, —respondió.

El comisario municipal de Las Mesas, Margarito Febrero Ramos, quien ofreció un desayuno a los integrantes del contingente que visitó este domingo 1 de diciembre la cañada del Otatal, sostiene que la gente de Las Mesas no sabía que Lucio se movía en esta zona, por eso, la gente del pueblo no podía apoyarlo. En ese entonces Margarito tenía unos 18 años.

—Si en el pueblo hubiéramos sabido que acá andaba Lucio, se le hubiera apoyado para salir.

En Las Mesas tampoco hubo represión del Ejército después de la caída de Lucio. En otros pueblos, como en Piloncillos, donde la gente apoyó a Lucio, un 23 de mayo de 1975, una columna del Ejército llegó al pueblo, cuando un grupo de adolescentes jugaba un partido de baloncesto. Pidió que entregaran a los sobrevivientes del grupo de Cabañas. Nadie del pueblo habló. La columna del Ejército mató esa mañana a ocho adolescentes que jugaban en la cancha, de acuerdo con el registro de los medios que también recogió Montemayor en Guerra en el Paraíso.


Camino a la quebrada del Otatal, en Tecpan de Galeana.

Los 50 años

Exguerrilleros, hijos e hijas de exguerrilleros y luchadores sociales se dieron cita este domingo 1 de diciembre a las siete de la mañana en la entrada de Atoyac, para salir en caravana rumbo a El Otatal, para recordar a Lucio y a los combatientes que estaban con él, el 2 de diciembre de hace 50 años. Se espera que el trayecto en caravana de Atoyac a Las Mesas sea de dos horas y, hasta la cañada del Otatal, de otros 30 minutos.

Llegaron Micaela Cabañas Ayala, hija de Lucio e Isabel, la única hija que tuvo el profesor rural. También Diana Hernández Hernández, hija del luchador social Ranferi Hernández Acevedo, asesinado con su esposa, su suegra y un ahijado en octubre del 2017.

Hay varios exguerrilleros listos para salir en la caravana, entre ellos, Jacobo Silva Antonio, fundador del Ejército Revolucionario del Pueblo Insurgente (ERPI), una escisión del Ejército Popular Revolucionario (EPR).

También hay exintegrantes del Movimiento Acción Revolucionaria (MAR), de la Liga 23 de Septiembre, quienes desde los estados del norte del país hicieron un viaje larguísimo para llegar a la zona costera de Guerrero.

Los habitantes de esta región costera acaban de sufrir una jornada de violencia extrema por la irrupción del supuesto grupo Gente Nueva Guerrerense (GNG), el pasado 24 de octubre, justo a un año del huracán Otis. Las versiones populares hablan de que unos 50 integrantes de este grupo, los que no tenían ninguna preparación militar y desconocían el terreno, como se evidencia en varios videos difundidos en la red, fueron masacrados por el Ejército, la Guardia Nacional y el grupo del crimen organizado de Los Granados, a quienes fueron a disputarle el control de Tecpan y Atoyac.

Para llegar a la cañada del Otatal hay una travesía de dos horas a pie o cuarenta minutos en carro, desde Las Mesas, población que se ubica en una desviación de la carretera Acapulco-Zihuatanejo, entre las comunidades de San Luis la Loma y San Luis San Pedro, un corredor con control férreo de Los Granados, por lo que llegar al Otatal, sin problema, implica que estos dieron permiso para pasar.

El paso por San Luis la Loma no tuvo ninguna novedad. Los carros en caravana pasaron con dirección a La Laguna y luego se desviaron en la entrada de Las Mesas, en donde el comisario Margarito Febrero Ramos ofreció un desayuno a todo el contingente, alrededor de 150 personas.

Sobre Los Ramos pesa la sospecha de la traición a Lucio Cabañas, pero nadie en la actualidad lo aborda como un hecho a una posibilidad, aunque ésta sea bastante clara.

Después del desayuno, inicia el camino de la caravana rumbo a la cañada. Se necesitan carros especiales para transitar el camino estrecho, con varias pendientes y de hierbas altas, pero de una inmensa belleza salvaje. Varios de los habitantes de Las Mesas son los conductores y dueños de estas unidades con las que el viaje hasta la cañada es posible.

Los daños que dejó John en esta zona de la Sierra pronto se hacen evidentes. Hay ceibas y amates de troncos gruesos y ramas con follajes espesos en el suelo.

“Estos árboles existían mucho antes de lo de Lucio”, comparte el conductor del carro. Quizá Lucio, con su M-2 colgándole del hombro, descansó bajo la generosa sombra de esta ceiba que no sobrevivió a John.

El trayecto de Las Mesas al Otatal dura 40 minutos. A pie, hubieran sido dos horas y media. Los primeros años para recordar a Lucio hasta acá, los sobrevivientes y las hijas e hijos de las víctimas del Ejército llegaron caminando.

Antes de llegar a la cañada del Otatal hay dos cruces grandes de madera. Corresponden a Esteban Mesino Martínez y Lino Rosas Pérez, quienes cubrieron la salida de Lucio hacía arriba. En este punto fueron masacrados y semienterrados por elementos del Ejército. Años después, los familiares recuperaron sus restos y los enterraron en El Guayabillo.

Los militares tomaron preso en esta cañada a Marcelo Serafín Juárez, de 14 años, originario de San Juan de las Flores, también del municipio de Tecpan, a quien desaparecieron. Su hermana Margarita Serafín aún lo busca. Exigió al Ejército su presentación.

Hasta donde llegan los carros inicia una pendiente y el camino se estrecha más. Ahora se camina, pero solo unos cinco minutos. Del lado derecho, está la base de la cabaña de Los Ramos, en la que se refugió Lucio sus últimas dos noches de vida.

Más arriba está la cañada, con sus piedras enormes y algunas que apenas sobresalen del cauce de lo que era un arroyo de aguas frías y cristalinas.

Los familiares y exintegrantes de algunos grupos guerrilleros que acompañan a Micaela Cabañas limpian la piedra boluda en la que colocaron hace seis años una cruz para Lucio. No fue ahí en esa piedra enorme donde expiró. Lo hizo un poco más abajo, donde pudo recostarse.

La hermana de Marcelo Serafín compartió que aquella mañana del 2 de diciembre de 1974 sus familiares llegaron a esta cañada después de escuchar la información de lo que habían pasado. Supieron que el Ejército se llevó con vida a su hermano al cuartel militar de Acapulco, en donde los siguientes días estuvieron yendo para saber de él.

Pablo Cabañas Barrientos, hermano de Lucio, quien estuvo preso ocho años por la misma razón de la que el Ejército persiguió a su hermano, contó que recibió la noticia en su celda. Un guardia le contó la noticia que corría en el país. “Su hermano ya está muerto”, le dijo.

Pablo es dos años menor que Lucio. Esta mañana del domingo dijo sobre la piedra boluda de la cañana de Otatal que ya se siente cansado y que esta quizá sea su despedida.

“No es que no haya querido venir antes, estoy cansado y quizá ahora vengo porque es mi despedida”, dijo con melancolía para acallar lo que pareció un reclamo de su sobrina Micaela, quien contó que es la primera vez que la acompañaba su tío y otros familiares a donde Lucio tuvo su último aliento de vida.

La hermana de Marcelo Serafín compartió estar orgullosa de su hermano, porque a tan escasa edad, ya tenía una conciencia de lucha.

“Aquí todo sigue igual”, compartió en el cierre de los 50 años de la muerte del comandante Lucio, Víctor Cardona Galindo, periodista y cronista de Atoyac.

“Lucio comenzó a pelearse contra los talamontes en 1967 y las cosas siguen igual: seguimos peleando contra los talamontes”.

El arroyo de la cañada está seco por el corte de árboles.

Cardona recordó que Lucio decía en los pueblo que la pelea que estaban dando también era para salvar a los venados, a las aves y a los árboles.

“Si ganamos la lucha, todos vamos a tener qué comer, y así salvamos a los animalitos y al bosque”,  recordó Víctor Cardona.


 

En esta piedra que forma parte de la cañada del Otatal falleció Lucio Cabañas. El arroyo ya está seco, en 1974 había una corriente de agua fría y cristalina.


 

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