Texto:: Margena de la O
Fotografía: Oscar Guerrero
Acapulco
27 de octubre del 2023
“Haz de cuenta que el aire lloraba”, dice Lucía Franca Chino Amores para explicar cómo vivió el huracán Otis en su puesto de La Mica, ubicado a pocos metros de la caseta La Venta, de Acapulco, donde desde hace 35 años vende dulces de tamarindo y objetos de recuerdo del puerto.
Con esto deja claro que nunca antes pasó por algo así, aun cuando vivió el Paulina, hace 26 años, en el mismo lugar; el huracán de 1997 sólo alcanzó la categoría cuarto nivel y fue contemplado en la prensa como la manifestación natural que destrozó Acapulco.
Con Otis, de categoría más alta, los daños pudieron ser más abarcadores; aun cuando las autoridades no dan reportes generales, Lucía lo confirma. “ A mi edad, esto estuvo horrible”, agrega. Es una mujer de 59 años.
Lo reafirman sus pérdidas. Su local está sin techo, con la herrería de protección resentida y con casi todos sus productos dañados, porque se mojaron. En la misma condición están unos 25 comerciantes de este mercado de La Mica.
El daño mayor al puesto de Lucía fue el miércoles 25 por la noche, cuando unas personas entraron a su local y se llevaron muchos de los productos de su venta, hasta los dos bultos de azúcar que compró para elaborar los dulces de tamarindo. El saqueo a tiendas departamentales, de autoservicios, farmacias hasta negocios de diversos giros como de materiales de construcción fueron comunes después del huracán.
Desde ese momento, Lucía y su familia se quedaron sin sustento y su preocupación crece cada minuto del día.
48 horas después del huracán los saqueos son las acciones más comunes en Acapulco, al igual que el abandono institucional.
“Nadie se ha presentado, ninguna autoridad ha venido, señora, qué les pasó, qué necesitan”, denunció Lucía este jueves pasadas las 11 de la mañana.
Durante un recorrido por la zona suburbana y rural era lo mismo: abandono institucional.
Lo mismo ocurría en La Venta, Barrio Nuevo, El Quemado, El Cayaco, El Coloso, Tres Palos, y Los Órganos. En ninguno de estos puntos había una tienda de autoservicios y de conveniencia que no estuviera saqueada y destruida. En algunos puntos hasta entraron en farmacias, tiendas departamentales y hasta negocios de empeño.
Esto es consecuencia de la destrucción que dejó Otis pero, de manera particular, porque no hay autoridad que les ofrezca vigilancia o que asista a colaborarles, aun cuando la Guardia Nacional aplicó el Plan GN-A. La Venta-Barrio Nuevo ayer jueves seguían sumidos en el lodo.
A la par que saqueaban las tiendas, algunos de los habitantes de Barrio Nuevo hablaban de que para ellos los servicios de energía eléctrica podrían tardarles en reponer hasta dos meses, conscientes de que las zonas marginadas del puerto están históricamente relegadas; el área turística siempre es la prioridad.
En este lugar no había ningún agente militar o marino que regule o por lo menos dosifice la cantidad de víveres y medicamentos saqueados, porque la escasez de alimentos para habitantes que no participan en la rapiña, comienza asomarse en medio del caos. Aunado a que la gasolina, por ejemplo, ya no se consigue en el puerto por la misma destrucción del huracán.
En el tramo a la caseta de Metlapil, que conecta con la zona Diamante, varias personas estaban ayer a los costados pidiendo a gritos a los automovilistas víveres y agua.
El caos de Acapulco ha generado también que todavía no se contabilice el daño total de esta manifestación natural, porque muchas zonas siguen sin ser transitadas por los caminos rotos. En el punto conocido como Paso de Texca hay un socavón que merma el paso, y más adelante la carretera está cortada.
Muchos turistas seguían saliendo del puerto durante el día de ayer. A mediodía se les vio caminar a pie y con maletas en dirección a la caseta de La Venta, de la Autopista del Sol, porque tampoco había servicio fluido de transporte.
Algunas otras personas seguían varadas en el puerto sin saber qué hacer. Un grupo de jóvenes caminaba con maletas sobre la vía principal de la zona turística Diamante, eran personal contratado para hacer reparaciones en La Isla, la principal plaza comercial del área.
El martes pasado por la noche, ya con el huracán encima, su contratista les pidió que salieran del puerto hacia la Ciudad de México, pero ya era tarde. Lograron comprar un boleto y subir a un autobús, el cual sólo avanzó unos metros y se regresó, porque el viento del huracán ya no los dejó.
“Desde ahí estamos incomunicados, todos estamos queriendo hablar con nuestras familias, no hay teléfono (…)”, contó uno de ellos, quien precisó que el último mensaje que salió de su teléfono a un familiar fue, “ya no salimos de Acapulco”.
El en vivo de la gobernadora Evelyn Salgado
A dos días del paso del huracán Otis reina el desastre y el caos, en parte por la ausencia institucional y la falta de autoridad. No existe evidencia de que la gobernadora Evelyn Salgado Pineda estuviera en el puerto al menos cuando el huracán impactó o durante las primeras horas posteriores.
La destrucción y el caos se veía por cualquiera lado en Acapulco, pero convivieron en el mismo lugar este jueves a mediodía en el bulevar de Las Naciones: por un lado el complejo hotelero Princess devastado por el viento y por el agua, y por el otro, una plaza en vía de ser destruida, porque las tiendas departamentales y de autoservicios eran saqueadas.
Las personas corrían con bolsas repletas o con enormes televisores o colchones al hombro; algunos se atravesaban por las vías con carritos de súper cargados de productos, y otros tantos con sus vehículos llenos de víveres y aparatos electrónicos.
Todo esto, aunado a la poca presencia de elementos del Ejército, generó que el transito fuera imposible en varios puntos del puerto, como la costera Miguel Alemán y el Bulevar de las Naciones. Donde más se vio a los agentes fue en la Autopista del Sol, pero de los servidores públicos estatales hay menos referencias.
La gobernadora hizo un en vivo que transmitió en su perfil de Facebook desde un vehículo cerrado a las 22:34 horas del martes pasado –momento en que era un hecho la categoría cinco del huracán Otis y con la alta probabilidad de que tocara en Acapulco, lo que ocurrió a la medianoche–, junto a su hermana Liz Salgado Pineda, la directora del DIF estatal. La gobernadora dijo que estaba en el puerto y pidió a la población que tomara precauciones. Nunca bajó del vehículo durante la transmisión para saber dónde estaba exactamente.
El miércoles por la mañana, el presidente Andrés Manuel López Obrador informó que había perdido comunicación con Guerrero después del paso del huracán y que no sabía en ese momento de datos mayores o si había pérdidas humanas.
Por la tarde, el presidente llegó al puerto por la carretera federal casi por sorpresa, después de librar algunas complicaciones en el camino, por las afectaciones. Pero la gobernadora no estaba en Acapulco en ese momento.
Entre las cuatro y las cinco de la tarde, unas personas abrían paso de manera apresurada a una caravana de vehículos que circulaba a unos metros de la última (o primera) estación del Acabús, cerca de Paso Limonero, contó un grupo de reporteros que lo presenció.
Uno de los que abría el paso era el subsecretario de Prevención y Operación Policial de la Secretaría de Seguridad Pública de Guerrero, Irvin de Jesús Jiménez Sánchez, y lo hacía para que el vehículo de la gobernadora, seguido de otros, con funcionarios públicos a bordo, pasara a la zona turística del puerto.
Al parecer, porque coincide con los tiempos que arribaba el presidente, corría el riesgo de que el presidente llegara a Acapulco antes que ella.
Con la tormenta tropical Max, que pegó a la Costa Grande el 9 de octubre pasado, las redes oficiales del gobierno estatal y de la misma gobernadora, estuvieron repletas de imágenes de su recorrido por los municipios afectados, ahora no hay más que el en vivo mencionado y un breve video colgado hasta este jueves en su perfil de Facebook, del momento en que recibe a López Obrador.
La gobernadora consiguió llegar antes que él.