Texto y fotografía: José Miguel Sánchez
Chilpancingo
Desde correr a algunos borrachos, impedir la entrada a personas que van a recoger tierra de panteón hasta ver animas salir de las tumbas, la aparición de una niña vestida de blanco y ruidos extraños por las noches, son algunas de las anécdotas que cuenta Daniel García Reyna, trabajador del Panteón Central de Chilpancingo.
Daniel, desde hace 15 años, trabaja como albañil en el Panteón Central de Chilpancingo, cava tumbas y realiza los trabajos de albañilería que requieran las familias de un difunto.
Antes que él, fue su padre. Es un oficio generacional; sus tres hermanos se dedican a lo mismo, Daniel lo aprendió desde que tenía 12 años.
“Tal vez un poco más”, dice.
Recuerda que desde los siete años acompañaba a su padre al Panteón a verlo trabajar.
A lo largo de esos 15 años, David tiene mucho que contar. La primera anécdota que recuerda es cuando vio a una niña vestida de blanco jugando con una pelota en los andadores del Panteón.
“Una vez nos tocó trabajar ya de tarde y me mandaron por una herramienta, venía como a la mitad del panteón y volteo hacía un lado y vi que alguien pasó y era una niña de blanco que estaba jugando”, comentó Daniel.
La leyenda de la niña de blanco es una tradición en el Panteón de Chilpancingo, Daniel cuenta que es una historia muy contada por los demás trabajadores, pero hasta ese momento él nunca la había visto.
Otra de las leyendas que cuentan los veladores es de una persona que sale de su tumba, vestida de negro, camina y da rondines por los andadores del Panteón.
Trabajar como albañil en el panteón no es cosa fácil, Daniel indica que muchas veces se siente “un ambiente muy denso”.
“Luego estás trabajando y escuchas que viene alguien y cuando volteas no hay nadie, se siente como la presencia de alguien pero pues no es nada”.
En las noches también se vive otro ambiente. “Cuando toca guardia o velar en las noches y sale uno al baño o algún ruido se escucha, se siente el aire más pesado, más frío, caminas y sientes que te empujan o cosas así”.
A pesar de las experiencias, Daniel ya se acostumbró a ese tipo de emociones y muchas de ellas ya no le causan miedo.
Otra de las vivencias que tiene Daniel en su trabajo es la de tratar distintos tipos de personas y circunstancias.
“Una vez me tocó abrir aquí el panteón y de repente vi que allá del fondo se estaba acercando un señor, ya que lo vi me dijo que vino a ver a un familiar, que se emborrachó y se durmió en la tumba de su familiar”.
Además trata de evitar que se realicen rituales pero en muchas ocasiones es complicado y solo hallan restos de algunos animales muertos, huevos o incluso dinero.
Durante la ola más fuerte de la pandemia de Covid-19, en 2020, Daniel recuerda que fue una etapa de mucho trabajo, en un día se llegó a enterrar a cinco personas.
Aunque él nunca supo si estuvo infectado, recordó que hubo un momento en que perdió el gusto y el olfato, pero eso no fue impedimento para continuar con su labor.
En el Panteón Central hay cinco grupos de albañiles, cada grupo consta de entre tres y cinco integrantes que se reparten el trabajo de cavar y realizar las tumbas.
Daniel comentó que a pesar de ser un trabajo pesado y de riesgo, por todo lo que les toca ver, él sabe que es necesario que existan personas que lo realizan.