8M: exigen justicia para mujeres asesinadas y desaparecidas en Guerrero

Texto: Margena de la O 

Foto: Andrea Mendoza

Viernes 8 de marzo del 2024 

Chilpancingo

“Soy feminista por mi propia historia”, se leía en una pancarta elevada sobre el contingente de mujeres que esta tarde transitó por las calles del centro de la ciudad para conmemorar el 8M, el Día Internacional de la Mujer.

Sí, cada una de las que participó llevaba consigo su propio proceso y circunstancias, porque la igualdad y la equidad no son una garantía para las mujeres, según las consignas que repitieron todas durante unas tres horas de protesta.

Grupo de mujeres en la Alameda de Chilpancingo, antes de comenzar la marcha.

“¡El Estado opresor, es un macho violador!”, fue una de las que más gritaron y con eso pusieron en evidencia que la falta de garantías es un tema, particularmente institucional. De ahí se desprende todo. Las mismas historias de muchas lo ratifican y dan sentido a las palabras escritas en la pancarta.

Las hay en diferentes proporciones, muchas de ellas reflejan una serie de abusos y las luchas personales que han dado por salir de esas violencias, como Carmen León Rodríguez, una docente de la Escuela Normal Regional de la Montaña, ubicada en Tlapa, quien pasó por acoso y tocamientos del ex director del plantel, Saúl Rivera Mercenario; después por acusaciones de robo de recursos de un programa educativo por la misma persona, y una agresión sexual de un hombre que no identifica, pero que se aseguró de decirle que ya no hablara públicamente contra el ex director ni contra las profesoras que lo secundaron en desacreditarla.

La docente, que sigue laborando en la normal en medio de un ambiente hostil, denunció parte de su caso en el mitin, donde expuso que aun cuando ha expuesto su situación mediante denuncias formales en instituciones de Estado y al solicitar ayuda a la Comisión Estatal de los Derechos Humanos, no ha tenido atención. Después en entrevista expuso que ella supo de las acusaciones de robo cuando estaba en España, por una beca académica que ganó en 2022 para estudiar un posgrado, lo que la obligó a regresar para, después, enfrentar una serie de violencias.

La persona que la señala y le provocó daño, o sea el ex director, sigue en su lugar de trabajo como docente sin que ella tenga ninguna protección. Rivera Mercenario antes de ser director de la Normal de la Montaña, fue alcalde de Metlatónoc, otro municipio de la región.

Mujeres feministas con sus carteles durante la marcha de hoy en la ciudad de Chilpancingo.

En el contingente diverso, también estaba Frida, quien llevaba la lona con la imagen de la niña Tania Samantha Vélez Morales, quien ahora tendría 30 años. Fue su mejor amiga, la asesinaron en Hidalgo un día antes de cumplir 15 años y su agresor, quien era una persona con influencia en ese estado hizo desaparecer, se entiende, el expediente de su caso. Ahora que Frida vive en Guerrero y participó en esta marcha conmemorativa en Chilpancingo recordó a su amiga y desde acá reclamó por la justicia negada.

En un ejercicio por nombrar las historias de las mujeres que participaron en esta marcha y por las luchas que representan, se observó que el contingente era diverso, había de diferentes edades, pero destacaban muchas muy jóvenes por las consignas que gritaban y por las que escribieron en el pavimento de las calles, bardas y paredes de edificios públicos que visitaron.

Durante el trayecto, que fue de la alameda Granados Maldonado hasta el zócalo de la ciudad, después de dar vuelta en la plazoleta Unidos por Guerrero, el contingente pasó por la sede del Ministerio Público del Fuero Común, donde además de gritar consignas –“¡Denuncia archivada, mujer asesinada!”–, un grupo de ellas tapizó las paredes con las imágenes y los nombres de agresores de mujeres. La acción la repitieron en otros espacios públicos por los que pasaron.

Jorge Luis Monroy, Enrique Cazalez, Cuauhtémoc Barragán, Alejandro o Aldahir Batazar, Alexis Ariel García, Víctor Olivares, un maestro de nombre Alejandro, Miguel Ángel Rodríguez, César Garzón, Jesús Moreno, Francisco Pacheco, Luis Eduardo González, son algunos nombres que expusieron y escribieron en las calles de Chilpancingo.

En el contingente también había un grupo nutrido de estudiantes de la Universidad Autónoma de Guerrero (Uagro) y se hicieron notar con sus consignas, con las que expusieron que no están dispuestas a dejar pasar más agresiones: “¡En la Uagro se encubre a acosadores!” y “¡No somos una, no somos 100, pinche rector, cuéntanos bien!”.

Otro contingente que tomó notoriedad en la marcha fue el de las niñas acompañadas por sus madres, sumadas a las consignas como todas.

Ahí estaba Lucero, de 10 años, quien participaba por primera vez  y coreaba todas las consignas. “¡Mi mamá marchando, también está luchando!”, fue una de las que dijo. Junto a ella estaba Cristal, su madre, quien compartió que hasta ahora pudo llevar a Lucero porque en Acapulco, donde antes vivía, no le daba confianza hacerlo.

Desde el año pasado el contingente de madres con sus hijas es importante. “¡Las niñas no se tocan!”, gritaron muchas veces las marchistas hoy como una manera de exigir garantías para ellas.

Porque una situación que no fue obviada durante la protesta son las muertes y desapariciones de mujeres en Guerreo y el país. Durante el mitin, algunas de las oradoras, quienes participaron en la coordinación de la marcha, dieron algunos datos oficiales para exponer la situación: en Guerrero, unas siete de cada 10 mujeres de 15 años o más han experimentado algún tipo de violencia en sus vidas. En 2023 ocurrieron 126 feminicidios, y en lo que va de 2024 los números son: ocho feminicidios y 18 mujeres no localizadas.

Para cerrar el acto conmemorativo, las mujeres nombraron a sus hermanas asesinadas y no localizadas. Aquí los nombres de las víctimas de feminicidio nombradas: Ilze Melody, Brenda Yuritzi, Delfina, Briseida, Carina, Abelina, Marlene, Doris, Yanei, Julia Magdalena, Claudia, Griselda, Leslie, Teresa, Sandra, Margarita, Luis Fernanda, Cecilia, Ayelín Iczae, Frida Alondra, Gabriela Lizet, Ana Carolina. Para todas ellas la consigna fue: “¡Justicia!”.

Sanadoras: las mujeres, la salud y lo divino

Texto: Marlén Castro

Fotos: Antonia Ramírez, Marina Romero y Marlén Castro

Ilustracion: Saúl Estrada

Viernes 8 de marzo del 2024

Chilpancingo

 

Desde la época prehispánica hasta la actualidad existe el predominio de las mujeres en la medicina tradicional, estableció la antropóloga social Sylvia Marcos, estudiosa de los poderes curativos populares en México.

Afirma que este papel de las mujeres en las funciones de cuidado a la comunidad y de intermediación con lo sobrenatural permaneció mucho tiempo en la invisibilidad, por lo que era necesario estudiar el curanderismo con una perspectiva doblemente feminista.

La sanadora Juana Marcelino, de la comunidad de Ocotequila, municipio de Copanatoyac, en la pasada temporada de Día de Muertos en su comunidad.

La antropóloga en su estudio Mujeres, cosmovisión y medicina: las curanderas mexicanas, establece que el espacio del curanderismo es una dimensión demarcada y diseñada por las creencias religiosas y la cosmovisión mesoamericana.

En el marco del Día Internacional de la Mujer, este 8 de marzo, en Amapola, periodismo transgresor queremos dar cuenta del papel fundamental de las mujeres en las funciones de cuidado a la comunidad, en este caso, en la salud de los habitantes, por eso preparamos esta serie Sanadoras: las mujeres, la salud y lo divino.

Partimos de que las sanadoras existen básicamente en las zonas rurales, sobre todo, las más alejadas, pero las hallamos en las zonas urbanas, incluso en la capital de los estados, donde predominan los hospitales, las clínicas y los consultorios privado de la medicina alópata.

Los servicios de las sanadoras son importantes en las zonas urbanas porque son más accesibles para las personas de escasos recursos. Una consulta con un médico particular con un especialista puede ser desde 300 hasta 1,000 pesos. Los servicios de las sanadoras, en cambio, son desde 50, 100, máximo 150 pesos por consulta. Eso reciben las sanadoras que se entrevistó para esta serie.

La periodista oaxaqueña Diana Manzo, quien tiene documentado el papel de las mujeres sanadoras en la salud de las comunidades en la región del Istmo de Tehuactepec, considera que su función es muy importante porque se trata de un conocimiento ancestral que comparten a las siguientes generaciones y, también, es una forma de fortalecer la identidad y el sentido de pertenencia.

Gabriela León Encarnación, sanadora de Chilpancingo, limpia los tres cuerpos: almico, espiritual y físico de un paciente, este lunes 4 de marzo.

“Las mujeres médicas tradicionales son sabías, saben dónde encontrar las plantas y el uso que tienen. Guardan las semillas. Sus casas son farmacias comunitarias y siempre tienen un té de hierbas que ofrecerte para cada ocasión. Se preocupan por las emociones, son más comprensibles y empáticas con lo que tú necesitas”, indicó Diana Manzo, consultada para esta serie.

En la región en la que documentó el papel de las sanadoras tradicionales dijo que es más común que a los bebés los lleven con ellas que con los médicos convencionales, y las niñas y los niños crecen con buena salud. En esa región, agregó, sobre todo las mujeres que se dedican a la salud, gozan de la aceptación y el respeto del resto de los habitantes.

En las comunidades rurales, el papel de las sanadoras es más importante porque los habitantes viven alejados de los servicios de salud, mientras que las sanadoras son parte de la comunidad y gozan de la confianza de la gente.

Esta serie además de reivindicar el papel de las mujeres en el ámbito de la salud y de reconocer los conocimientos de los pueblos mesoamericanos tan válidos como los conocimientos occidentales es también para desmontar la narrativa estigmatizante en contra de las mujeres dedicadas a la curandería.

La cosmovisión de los pueblos originarios mesoamericanos apela a las divinidades para hacer posible el proceso de la sanación, a la fe y la creencia, subjetividades que niega la ciencia occidental, porque esta ciencia tiene barreras y límites en la comprensión de todos los fenómenos. Como afirma el sociólogo portugués Boaventura de Souza Santos, la ciencia sólo puede explicar los fenómenos que reconoce, no los que ignora, pero que los ignore no quiere decir que no existan y que no sean válidos.

Apelar a los espíritus, a los aires chiquitos y aires grandotes, como lo hace Florencia Tejedor para curar a las personas; a los seres de luz y a los espíritus de sus ancestros como lo hace Gabriela León, o recibir las indicaciones en los sueños, como le pasa a Juana Marcelino, es pisar un terreno incomprensible para una mayoría y es más fácil estigmatizar que entender.

Florencia Tejedor Méndez, sanadora de Apango, cabecera de Mártir de Cuilapan, reza frente al altar para pedir por la salud de las pacientes que llegaron a consulta el pasado domingo 3 de marzo.

Esta serie se basa en las historias de tres sanadoras: Florencia Tejedor Méndez, de 81 años, una curandera nahua de Apango, cabecera del municipio de Mártir de Cuilapan, en la zona Centro del estado, de Gabriela León Encarnación, de 58 años, en Chilpancingo, capital del estado de Guerrero y de Juana Marcelino Pantoja, de 75 años, de Ocotequila, municipio de Copanatoyac, en la región de la Montaña alta.

Mujeres en la comunidad pasan de la subordinación al liderazgo

En Guerrero existen comunidades de origen prehispánico en donde la mayoría de las mujeres se mantienen subordinadas al poder de los hombres, pero siempre existe algunas que desafían esas reglas no escritas, llamadas usos y costumbres, son los casos de Juventina Ascencio y Antonia Ramírez, dos liderazgos comunitarios, documentados por Eurídice Velázquez Martínez


Texto: Marlén Castro
Fotos: Cortesía de Eurídice Velázquez
Miércoles 6 de marzo del 2024
Chilpancingo

Migrar y dominar el castellano son factores determinantes de los liderazgos femeninos en las comunidades indígenas, asegura Eurídice Velázquez Martínez, especialista sobre la participación política de las mujeres en Guerrero.

Eurídice Velázquez egresó de la Maestría en Ciencias Territorio y Sustentabilidad Social del Centro de Investigación y Posgrado (CIPES) de la Universidad Autónoma de Guerrero (Uagro), con la tesis De la subordinación al liderazgo. Los casos de Juventina Ascencio y Antonia Ramírez 2012-2022.

Juventina Ascencio, de la comunidad nahua de San Juan Tetelcingo, municipio de Tepecoacuilco, en la zona Norte, y Antonia Ramírez, también de la comunidad nahua de Ocotequila, municipio de Copanatoyac, en la región de la Montaña, son dos liderazgos femeninos comunitarios a las que unen varias cuestiones en común. Son mujeres que destacaron después de migrar, de dominar el castellano tan bien como el náhuatl y de prepararse profesionalmente.

Antonia Ramírez Marcelino, a la derecha de suéter verde, después de impartir un taller a un grupo de mujeres en Copanatoyac, sobre la construcción de liderazgo en la comunidad.

La especialista halló que los hombres en las comunidades de origen indígena cuando las mujeres tienen estudios profesionales comienzan a tenerles algo de respeto, el que se afianza o crece si dominan el castellano. Para que estas dos situaciones se presenten hubo antes una migración de las mujeres. En el caso de Juventina la migración ocurrió porque buscó mejores condiciones de vida y Antonia salió de su comunidad por una situación de violencia.

La migración generó que estas mujeres tuvieran acceso a observar y conocer otras formas de organización social diferentes a las que existen en sus comunidades. Al migrar también tuvieron la oportunidad de estudiar y junto con ello a hablar un segundo idioma.

La especialista halló que en San Juan Tetelcingo las mujeres tienen una participación más activa en todos los ámbitos de la comunidad, en la vida política y en las cuestiones agrarias, incluso, en las asambleas hay mayor presencia femenina que masculina.

“No siempre fue así. Hace como unos 20 años sufrieron burlas y desprecios de los varones. Cuando empezaron a participar las ignoraban o las callaban”.

La diferencia de la participación de las mujeres en la vida política y agraria en San Juan Tetelcingo la marcó Juventina Ascencio cuando regresó a la comunidad, quien había estudiado en el lugar en el que migró y además hablaba castellano, con el tiempo, Juventina fue una de las mujeres que organizó a las comunidades nahuas del Alto Balsas contra la minería.

Juventina Ascencio en una asamblea en su comunidad San Juan Tetelcingo, municipio de Valerio Trujano

Por su lado, Antonia Ramírez encabezó el movimiento en Ocotequila para que las mujeres votaran en el ámbito comunitario, lo que ocurrió en enero del 2022, porque hasta esa fecha las mujeres no tenían acceso a las asambleas; ahí sólo participaban los hombres.

Antonia Ramírez no sólo consiguió a través de los tribunales que las mujeres votaran al igual que los hombres para elegir al comisario municipal, sino que participó para ser electa comisaria. “Con eso demostró a las mismas mujeres que ellas pueden ejercer en ese doble ámbito, su derecho al voto y a ser electas”.

La especialista estableció en su estudio que en las comunidades indígenas, aunque los hombres ven con cierto respeto a las mujeres que regresan con estudios y hablando el castellano, cuando las ven con posibilidades de liderazgo las comienzan a ver como enemigas y esta situación nunca se desvanece, al contrario, se afianza conforme las mujeres avanzan, por esa razón se dan casos de violencia política en razón de género.

También saltó en esta investigación que las mujeres que asumen liderazgos comunitarios importantes, la mayoría son solteras, sin pareja e incluso sin hijos, porque las tareas de liderazgo son intensas y ocupan mucho tiempo, mientras los hombres con liderazgo sí tienen una familia, en la que la esposa se encarga de la crianza y cuidado de los hijos, situación que los favorece y fortalece en la comunidad.

Votar para elegir a sus representantes, un derecho negado a mujeres en comunidades de Guerrero

Los hombres les impiden elegir a comisarios e involucrarse en tareas relacionadas con la organización de la comisaría en varias localidades indígenas de la Montaña 


Texto: Carmen González

Miércoles 6 de marzo del 2024

Tlapa

En enero del 2022, Margarita, una mujer de la comunidad nahua de Tlacuiloya, del municipio de Tlapa, en la región de la Montaña, quiso votar en la elección del comisario.

En Tlacuiloya, como en gran parte de las comunidades de esta región, las mujeres son mayoría; de los 507 habitantes que registró el INEGI en 2020, 274 son mujeres y 233 hombres.

“Nos dijeron que no, que no se permiten mujeres en la comisaría; puro hombre”, recuerda Margarita, de 38 años, sobre su primer y único intento de querer incidir en la elección de su autoridad.

Ese año Margarita fue a la comisaría, con otras dos mujeres más, porque su marido estaba en Estados Unidos y pensó que era bueno ir en su lugar. Cuando llegaron a la comisaría, los hombres inmediatamente las retacharon para sus casas, les dijeron que su responsabilidad era cuidar a sus hijos.

“Ese día el comisario nos dijo que como amas de casa debemos estar en la casa, porque no vamos a saber los trabajos que se hacen en la comisaría, porque una mujer no sabe lo que se hace ahí”.

Margarita, una habitante de la comunidad nahua de Tlacuiloya, municipio de Tlapa, quiso votar en la elección de comisario en 2022 y los hombres la regresaron a su casa, a cuidar a sus hijos. Foto: Carmen González

Ese mismo año, nueve mujeres de Ocotequila, otra comunidad nahua de la región de la Montaña, pero del municipio de Copanatoyac, se presentaron a la comisaría para ejercer su derecho a votar para elegir al comisario. También las rechazaron, pero entonces María Antonia Ramírez Marcelino, una mujer que migró a Tlapa, estudió una licenciatura, dominó el castellano tanto como el náhuatl y se hizo periodista pidió ayuda a una organización de abogadas.

Esas nueve mujeres interpusieron un recurso de inconformidad ante el Tribunal Electoral del Estado de Guerrero, el que anuló la elección de comisario y ordenó una nueva con la participación de las mujeres, incluso, para ser electas como comisarías.

Eurídice Velázquez Martínez, quien investiga los liderazgos de las mujeres indígenas como parte de su tesis de maestría, indicó que existen varias comunidades en Guerrero donde los hombres impiden votar a las mujeres en la elección de su autoridad más cercana, pero que no existe un diagnóstico que establezca en cuántas comunidades aun se presenta esta situación.

Velázquez Martínez documentó los liderazgos comunitarios de Juventina Asencio, de la comunidad nahua de San Juan Tetelcingo, municipio de Tepecoacuilco, en la zona Norte, y Antonia Ramírez, de la comunidad nahua de Ocotequila, municipio de Copanatoyac, en la región de la Montaña. En esta última comunidad fue donde las mujeres pelearon en tribunales su derecho a participar en la elección en la comisaría.

En el caso de Tlacuiloya, las mujeres que querían votar y, no las dejaron, se regresaron a sus casas.

“Ya no hicimos nada, ya estamos acostumbradas que no vamos y como estaban puros hombres, ellos estuvieron de acuerdo que las mujeres no votemos”, explica Margarita.

Aspectos generales de la comunidad nahua de Tlacuiloya, en el municipio de Tlapa, región de la Montaña alta.

Aunque la comunidad nahua de Tlacuiloya está a escasos 8.1 kilómetros de Tlapa, su camino de terracería en mal estado convierte esa distancia en 40 minutos de recorrido. Para llegar a Tlacuiloya, se pasa por Ahuatepec Pueblo, al norte de Tlapa.

Tlacuiloya es un pueblo de vegetación desértica, sólo se ven unos cuantos árboles de guajes, tepeguajes y algunos encinos a los alrededores. Predominan las casas de adobe.

Esta mañana de marzo hace mucho calor en Tlacuiloya. La mamá y la hija mayor de Margarita mecen a dos niños acostados en hamacas improvisadas con cobijas y mecates largos. Así no se paran de sus asientos para mecerlos. Margarita también estaba haciendo esa tarea. La dejó momentáneamente para contar sobre su frustrado intento de incidir en la elección de su autoridad.

Al año siguiente, en enero del 2023, un abogado del Ayuntamiento de Tlapa, comentó a las mujeres y a los hombres de Tlacuiloya que debían contemplar a mujeres en la planilla de la comisaría. Esa instrucción fue consecuencia del mandato del Tribunal Electoral del Estado de Guerrero (Teegro) sobre la elección de comisarios en Ocotequila, municipio de Copanatoyac.

“El comisario electo dijo que no, que él no estaba acostumbrado a trabajar con mujeres”, contó.

Margarita no tiene ningún grado de instrucción escolar y el castellano lo habla poco. Dijo que donde sí votan es en la elección del presidente del país, del presidente municipal y para diputados.

“Ahí sí nos dejan”.

Margarita sabe quién resultó electo comisario preguntando a su marido, o si él no está, porque se fue de jornalero a trabajar a los estados del norte del país o hasta Estados Unidos, pregunta a los vecinos.

En Tlacuiloya, donde la mayoría son mujeres, ellas ni siquiera saben cómo se organiza una elección de comisario.

“No sé, nunca he ido. Como se hace en la noche”.

A Margarita no le causa conflicto que los hombres no les permitan votar para elegir al comisario. “Para mí, mientras mi esposo está aquí, que vaya él, porque tengo niños y no los puedo llevar. Como las reuniones se hacen en la noche, yo no puedo ir cargando con los chamacos”.

Los hombres pueden ir, dice, porque se van solos. “Nosotras como mamás los tenemos que llevar”.

Modesta Martínez Bautista y su hija en Tlacuiloya, comunidad nahua de Tlapa, región Montaña, contó que las mujeres solo participan en el convivio en el que se festeja al comisario electo.

Las mujeres pueden ir a la comisaría a dejar papeles, a firmar cuando eso requiere la comunidad para hacer alguna gestión, pero tampoco inciden en la decisión de las obras que necesitan.

“Opinan los hombres, los señores principales. Los que apenas están entrando no opinan mucho, porque luego les dicen que apenas entraron. Cuando se solicita una obra, el comisario vocea por aparato de sonido para que las mujeres vayamos a la comisaría a firmar la petición”.

Si a Margarita le preguntaran su opinión de qué obra necesitan diría que es el agua. “Hay dos pozos, pero ya se secaron, sólo uno le queda un poco de agua, pero se acaba luego”.

En Tlacuiloya, en las únicas actividades públicas que participan las mujeres es en los Comités de Madres de Familia, en la escuela de sus hijas e hijos, y apoyan en tareas de aseo en el Centro de Salud.

Después de Margarita se consultó a Modesta Martínez Bautista, de 32 años, quien tiene estudios de nivel secundaria.

Modesta agrega que en la elección del comisario las mujeres participan únicamente en el festejo, cuando se cambia a la autoridad. Reveló que aunque les llegó el aviso del Ayuntamiento de que también debían votar las mujeres, los hombres se opusieron, dijeron que si ya las mujeres iban a votar, debían empezar desde el inicio, desde saber cómo se trabaja en la comisaría.

Modesta consideró que las mujeres no quieren participar, no quieren ir a las reuniones. Dijo que, en su caso, ella va a cada reunión en la que las llaman a participar.

“Cuando nos dicen va a ver reunión general pueden venir las mujeres, por ejemplo, cuando hay programas de alimentación o cosas de gobierno”.

Modesta también confirmó que los hombres se opusieron a que las mujeres participaran en la elección de comisario. “Dijeron que sí, pero que debemos empezar desde abajo”.

Los Principales se oponen, dice el comisario

El comisario electo en enero pasado para el periodo 2024, Joel García Morán, a quien los hombres eligieron para el cargo, tiene estudios hasta cuarto año de primaria.

Se le pregunta sobre la participación de las mujeres en la elección.

“Ese es el problema. En la convocatoria de este año, nos decían que podíamos nombrar a un hombre o una mujer de comisario o comisaria, después nombrar a una mujer como suplente, pero no aceptaron los Principales”. Los Principales son los hombres grandes de la comunidad que ya fueron comisarios o comisariados de los Bienes Comunales.

Margarita dijo que el comisario una vez electo tampoco aceptó que hubiera mujeres en los cargos.

“Dijeron los Principales ¿cómo va a ocupar un cargo una mujer? Si nosotros como hombres sufrimos. Como hombres nos ocupan para ser mandaderos o topiles, mayordomos y las señoras no están dentro para dar el servicio”.

Joel García afirma que los Principales decidieron que sólo se nombraran hombres porque en los cargos se realizan tareas pesadas.

“Implicaría mucho sufrimiento para las mujeres, porque una mujer no puede nomás mandar, si se va abrir una brecha, por ejemplo, ahí se necesita ocupar pico y pala; es pesado”, justificó.

La estructura de la comisaria está conformada por el comisario, su suplente, dos regidores, un secretario y un comandante. Todos son nombrados, dice, en asamblea en la comunidad. En esa asamblea sólo participan los hombres.

Explicó que el comandante, después de su nombramiento, junto con los Principales eligen a 25 auxiliares, quienes junto con el comandante brindarán seguridad al pueblo.

El comisario justifica estar en el cargo porque ya fue segundo regidor, secretario, suplente, comandante, comisariado de Bienes Comunales y, por eso, ahora lo propusieron como autoridad. “Gané como con 60 y tantos votos”.

A las mujeres no les quieren dar cargos, agregó, porque es muy difícil. “Si para mí, que soy hombre, se me hace difícil, debo ir a Tlapa a cada rato, no me hacen caso. Llevamos tres años solicitando agua potable y nada”.

El contingente 8M en Chilpancingo alza la voz contra los feminicidios y desaparición de mujeres 

Texto: Itzel Urieta y Margena de la O

Fotografía: Óscar Guerrero 

Chilpancingo

 

“¡Justicia para Lesly!”, “¡Justicia para Monse!”, “¡Justicia para Julia!”, “¡Justicia para Ilse!” se escuchó por las calles de Chilpancingo cuando pasó el contingente de mujeres que nutrió la marcha de este 8 de marzo en conmemoración del Día Internacional de la Mujer.

Fue un contingente amplio que recorrió el centro de la ciudad hasta el zócalo, en la plaza Primer Congreso de Anáhuac.

En ese trayecto las mujeres pararon en lugares claves de la ciudad, algunos institucionales, como el Ayuntamiento de Chilpancingo y la Agencia del Ministerio Público, para dejar en evidencia lo que no han hecho por la seguridad de las mujeres y por la protección de víctimas de alguna violencia, y otros que representan la saña violentada contra la mujeres, como el hotel Plaza, donde Ilse Melody fue asesinada el 17 de febrero pasado.

El contingente justo lo encabezaban las familiares y amigas de mujeres víctimas de feminicidio o desaparición, dos de las violencias máximas contra mujeres en Guerrero. Una muestra de esto son los números de casos en estos dos sentidos durante el primer bimestre de 2023: 44 mujeres desaparecieron, 24 en enero y 20 en febrero, y 23 fueron asesinadas. Estos datos surgen de la base de datos que de manera mensual hace Amapola, periodismo transgresor con el monitoreo de datos oficiales, medios de comunicación y redes sociales.

Con sus familiares y amigas al frente, de alguna manera, esta marcha conmemorativa fue dedicada a todas ellas.

Fue en memoria de Julia Magdalena Olea Cortés, trabajadora del Hospital del Niño y la Madre Guerrerense, de quien hallaron su cadáver el 6 de octubre del 2022, en la colonia Tetipán, en Chilpancingo.

Hasta el momento las autoridades no han dado información de la investigación, porque quizá no hay avances, a sus familiares que estuvieron en la marcha.

Fue en nombre de Lucía Hernández y Juanita Dircio, la madre y la abuela de Diana Itzel Hernández, hija del dirigente social, Ranferi Hernández Acevedo, asesinado en el mismo episodio que ellas, donde además mataron a su ahijado Antonio, en la carretera de Ahuacuotzingo a Chilapa, el 14 de octubre del 2017.

En el contingente del 8M en Chilpancingo estuvo Diana para exigir justicia por su madre y su abuela, y por otras dirigentes sociales de Guerrero asesinadas, como Rocío Mesino Mesino, de la Organización Campesina de la Sierra del Sur (OCSS).

Para las mujeres desaparecidas también hubo consigna en la marcha.

La madre de Karen Melissa Peñaloza Martínez, estudiante de Derecho de la Universidad Autónoma de Guerrero (Uagro) marchó al frente del contingente.

Karen tiene 21 años; está desaparecida desde el pasado 31 de enero. Lo último que se supo de ella es que abordó un taxi para ir a Petaquillas, la comunidad de Chilpancingo más cercana a la ciudad, a unos 10 minutos.

En el contingente estuvo Alejandra Mateos Jiménez, sobreviviente de feminicidio, para reclamar justicia. Su agresor, Víctor Manuel Martínez Lezama, quien fue su pareja, tiene grandes posibilidades de evadir su responsabilidad.

Martínez Lezama fue sentenciado a seis años de prisión por el intento de feminicidio contra Alejandra, pero pidió un amparo a un juzgado federal, que lleva dos años sin emitir el fallo. Hace unos meses, aprovechándose de que la justicia parece jugar de su lado, se fugó a Estados Unidos, donde volvió a agredir a dos mujeres; ahora puede ser deportado sin que exista un elemento sólido para en Guerrero pague por lo que le hizo a Alejandra.

“Lo van a deportar y aquí va a volver a la impunidad. Yo pido que le nieguen el amparo para que cuando lo deporten el 27 de marzo él cumpla la pena de seis años y medio que le otorgaron”, reclamó Alejandra durante la marcha.

El contingente de mujeres en general, la mayoría vestidas de morado, negro y verde, caminaron por las avenida principales del centro de Chilpancingo a la vez que gritaron y cargaron cartulinas con frases de lo que no está dispuestas a permitir más y sobre lo no dejarán pasar.

“Ojalá que nunca te toque ver cómo la inseguridad te quita el amor de tu vida”. “Cansado de escucharlo, nosotras de vivirlo”. “Denuncia archivada, mujer asesinada”. “Nos quitaron tanto que nos quitaron el miedo a luchar”. “Pido que Guerrero no esté infestado de violadores y acosadores”. «¡Ni una más, ni una más, ni una asesinada más!”. “¡Justicia!”.

Son algunas consignas que se leyeron o escucharon en el contingente.

La marcha comenzó en la Alameda Granados Maldonado a las 16:30 horas y avanzó hacia el sur de la ciudad, pero retornaron monumento Unidos por Guerrero para cerrar en el zócalo.

El contingente fue resguardado por mujeres de la Policía Estatal.

Al llegar a la Plaza Cívica Primer Congreso de Anáhuac, a manera de pronunciamiento, mencionaron lo que les interesa que sea atendido por la instituciones, como la erradicación de los matrimonios forzados.

«Exigimos prevención, atención y erradicación de las uniones tempranas forzadas principalmente en la región Montaña y Costa Chica del estado”, dijo quien leyó el texto.

Recriminaron al Estado no actuar en contra de la violencia digital ni agilizar las investigaciones para castigar a los feminicidios ni hallar a las mujeres desaparecidas.

Exigieron un alto al acoso y hostigamiento laboral y escolar. Esto tiene su razón de ser, pues, el pasado 5 de marzo fue documentado por la prensa que en la Prepa 29 de Tixtla, los estudiantes descubrieron cámaras instalada en los baños de las alumnas y los alumnos.

“Es preocupante que en las instituciones educativas no pongan atención a los casos que se generan dentro de las mismas y se vuelven indiferentes y protegen a los agresores”.

Para las mujeres rurales exigieron a las autoridades correspondientes garantizarles el derecho de posesión y tenencia de la tierra.

“Al Congreso le exigimos la presentación de la iniciativa de ley que reconozca la violencia vicaría como una manera de violencia contra las mujeres”.

La violencia obstétrica y garantizar los servicios de aborto, ahora que está despenalizado fue, sin duda, otro reclamo de un contingente que nunca más dará espacio a la invisibilidad.

 

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