Texto: Beatriz García
Fotografía: Blanca Salazar y Cristian Ávila
Video: Salvador Cisneros, Angie García, Sofía Arestegui, Lizette Galeana, Fredy Madrid y Andru Guzmán
11 de julio del 2019
Chilpancingo
Hace cuatro años, Rosalía Martínez Azar, Rosy, decidió formar su propio grupo. Pidió a su esposo, Ángel Chavelas, le enseñara los pasos y los sones. Preguntó a tlacololeros mayores más información sobre la danza. Involucró a su familia. Su hijo Caleb Chavelas aprendió a tocar la flauta y el tambor y su hija Azul se convirtió en el Tecuán.
Rosy lanzó la convocatoria en las redes sociales. Llegaron al teatro del pueblo de la feria 30 mujeres. El 16 de noviembre del 2015 se constituyó el segundo grupo de tlacololeras en Chilpancingo.
Cuando comenzaron a bailar, luego luego llamaron la atención, recibieron buenos comentarios, pero también malos, llenos de discriminación, de machismo: “estás muy tonta para tronar el chirrión”, “no puedes bailar”, “eso es para hombres, “no te vas a aguantar el ajuar”.
Las catalogaron, pero nunca por su forma de bailar o por sus trajes sino por ser mujeres: “viejas pedorras”, “sarrapastrosas”, “guangas” y, el insulto más recurrente, “machorras”. “Hasta hoy hemos tenido que lidiar con el machismo. El machismo no nada más de afuera sino también de nuestros seres más cercanos”, dice Rosy.
–¿Por qué era importante hacer su propia danza de tlacololeras?
–Para demostrarme a mí misma que yo podía hacer algo que no estaba marcado para las mujeres. Siempre ha estado dicho que es para los hombres, que es algo muy rudo, muy pesado.
Este trabajo fue elaborado por el equipo de Amapola. Periodismo transgresor. Se autoriza su reproducción siempre y cuando se cite claramente al autor.