Texto: Itzel Urieta y Amapola periodismo
Fotografía: Oscar Guerrero
Chilpancingo
Antes de que los cines formaran parte de grandes cadenas comerciales, eran negocios locales de las ciudades. En la década de 1950, en Chilpancingo, tres cines, propiedad de empresarios locales, eran los únicos lugares de entretenimiento en la capital.
En la ciudad estaban el Cine Colonial, el Cine Guerrero y el Cine México. En la década de los 90 el Cine Guerrero fue demolido y en su lugar construyeron lo que todavía es Plaza Guerrero, un edificio comercial sobre la avenida Benito Juárez que en ese entonces era lo más parecido a una tienda departamental, también de las únicas de su tipo en Chilpancingo en esos tiempos.
El inmueble que albergó al Cine Colonial y que aun siguen de pie algunos vestigios en el centro de la ciudad sobre avenida Miguel Alemán, porque desde el comienzo de este 2023 el inmueble es demolido.
El lugar llevaba muchos años sin funcionar como cine, pero siempre fue un referente para la población. En las últimas décadas, una parte, la techada, funcionó como un lugar de locales donde vendían desde chamarras hasta juguetes, y la otra como estacionamiento.
A principios de la década de 1950, el empresario Nicolás Saad Naime construyó un edificio que, además de salas de cine, contaba con espacios comerciales y departamentales, los primeros de Chilpancingo. Era una estructural colonial, con grandes balcones.
A la muerte de Saad Naime, el negocio del cine fue heredado a su hijo Nicolás Naime Nemer.
De acuerdo con el escritor Édgar Pavía Miller, el Cine Colonial siempre fue un referente para la población capitalina.
“Cuando yo lo conocí (el Cine Colonial) ya tenía algunos años de uso, incluso debido al histórico problema del agua sus baños siempre estaban sucios”, recuerda Pavía Miller. Continúa: “hasta la fecha, cuando algo huele mal mi esposa dice, huele a los baños del cine colonial”.
También recuerda que fue un gran centro de reunión para los habitantes de Chilpancingo, “aun con las ratas que de vez en cuando salían a pasear por el frente”, agrega.
Tanto Pavía Miller y Juan Sánchez Andraka, ambos escritores sobre la vida cotidiana de Chilpancingo, coinciden en sus publicaciones que dan cuenta de este cine, que ahí hubo proyecciones de películas nacionales e internacionales de lunes a viernes.
Los domingos había una matiné para niños y por la tarde el estreno de la semana que permanencia en cartelera hasta el martes.
“Acudían personas de todas las clases sociales en un orden increíble. En su interior se aplaudía, se reía, se animaba a los actores como si estuviera ahí”, cuenta Pavía Miller durante una consulta.
Muchas personas, sobre todo jóvenes, desconocen que algún día existió el Cine Colonial.
La demolición del edificio, que comenzó desde el pasado 1 de enero, pasa inadvertida ante los transeúntes. Desconocen que en cada muro demolido se perderán 70 años de la historia de la ciudad y un recinto importante de su memoria.
El periódico cultural Así Somos cuenta que a la par del Cine Colonial funcionó el Cine Guerrero, los cuales fueron la manera de entretener a la población capitalina que no superaba los 60,000 habitantes.
“De un lado de la puerta principal estaban los cartelones de la función del día y del otro lado se ponían las que vendían los tacos de pellejos y enchiladas, semillas, garbanzos (…)”, relata Pavía Miller.
Durante la época de los cincuentas y sesentas también funcionó el Cine México, ubicado en la avenida Vicente Guerrero, pero desapareció.
En el Cine Colonial había una fuente de sodas donde el servicio no era constante, “salvo la coca (cola) que era vendida incluso durante la función por unos chamacos que se paseaban por los pasillos con las cubetas con refrescos”, comparte Pavía Miller.
Lo que la gente consumía, dice, eran unas tortas de huevo y chorizo que vendían fuera del edificio.
Lo que contó Pavía Miller es parte de lo que fue, porque desde hace años ya no es ni será.
“Se va a demoler todo”, menciona uno trabajador encargado de esos trabajos.
El perímetro de lo que fu el cine está tapado con lonas negras y sólo se escuchan los golpes con las que destruyen sus paredes y toda su historia.