Texto y foto: Margena de la O
31 de agosto de 2024
San Nicolás
Los sannicolenses de la costa del estado, del extremo que conecta con Oaxaca, son fiesteros y bullangueros, pero no explícitamente costeños; son poseedores del original Son de la Artesa, pero los menos referenciados en la entidad por atesorarlo; son un pueblo de raza ancestral, pero nombrada hace apenas unos años; son portadores de una cultura basta, pero sostenida en la resistencia de su propia existencia. Son afrodescendientes que incrustaron su bandera en el territorio guerrerense por su propio mérito.
San Nicolás es el segundo municipio de raza negra en el estado y uno de los últimos cuatro reconocidos por el Congreso local, con los que suman 85 en Guerrero. El decreto de su creación fue publicado en el Periódico Oficial el 20 de mayo del 2022.
La historia de la búsqueda del reconocimiento de San Nicolás como municipio lo datan algunos de sus habitantes hace unos 23 años, cuando la Comisaría Ejidal decidió costear las gestiones ante los diferentes niveles de gobierno para que le asignaran obra social y obra pública.
Pero su lucha por el origen de su raza comenzó mucho antes –los afrodescendientes llegaron a México hace unos cinco siglos– y hasta hace poco rindió frutos, cuando fueron nombrados como un pueblo étnico de este país.
La actual administración federal encabezada por el presidente Andrés Manuel López Obrador reconoció la deuda con ellos y les incorporó a la Constitución. Producto de esto, el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi) agregó por primera vez en la encuesta poblacional del 2020 la pregunta de su autoadscripción étnica.
También este 2024 cierra el Decenio Internacional de los Afrodescendientes, una iniciativa de la Asamblea General de las Naciones Unidas, donde cada 31 de agosto queda enmarcado el Día Internacional de los Afrodescendientes, en un ejercicio por reconocerles como “un grupo con identidad propia” y derechos que deben protegerse desde las instituciones.
En este contexto germinó a nivel local el municipio de San Nicolás, situado, como casi todo lo que concierne al pueblo afrodescendiente, en una etapa muy básica de organización administrativa.
Quedó conformado por 10 comunidades donde, de acuerdo con sus habitantes, un 90 por ciento son de raza negra. Estos pueblos se desprendieron de Cuajinicuilapa, hasta hace poco el único municipio afrodescendiente de la entidad, lo que les concederá un presupuesto oficial que comenzaría a saldar el olvido institucional de años, de siglos.
San Nicolás funciona desde su creación con un Ayuntamiento instituyente, la primera administración municipal constituyente arrancará el 30 de septiembre del 2024, a cargo de Tarsila Molina Guzmán, quien como alcaldesa electa sabe que en su periodo de tres años apenas y sentará las bases de su funcionamiento.
“Son a largo plazo las metas que me estoy proponiendo, pero sí pretendo que quede firme, que quede estipulado, establecido, los reglamentos, la Ley Orgánica del Municipio Libre para que los compañeros sepan cuáles son sus derechos y obligaciones, y cuáles son las responsabilidades a la hora de asumir un cargo”, comenta en entrevista.
Sentar las bases es el mayor de los retos en un territorio donde falta todo.
El germen comienza a brotar
La referencia más grande hasta ahora de San Nicolás es que está de camino a Punta Maldonado, el pueblo costero de Guerrero poseedor, quizá, de la playa más mansa del pacífico mexicano, característica en la que se encarna su mayor atracción, que de manera reciente ha logrado notoriedad en el estado.
De otra manera sería un pueblo pequeño de suelo arcilloso con brechas habilitadas como calles, un corredor principal que alberga una pequeña plaza rodeada de una iglesia, una cancha deportiva, una comisaría ejidal con un pequeño recinto para reuniones y una alcaldía chica donde fluye casi todo el movimiento de la comunidad. Está muy lejos de la capital del estado, pero codo a codo de comunidades de Oaxaca, lo que hace casi imposible no pensar en la inmensidad del territorio guerrerense.
Al caminarlo cuesta creer que el lugar, determinado como un pueblo hasta hace apenas unos meses, es la cabecera de un municipio de Guerrero, aunque conserva la misma apariencia y sitúa de golpe en la reflexión del nivel de sus necesidades, que lo convirtieron en una zona expulsora. En pláticas comunes, los habitantes de San Nicolás mencionan con frecuencia que tienen familiares que migraron a los Estados Unidos en busca de trabajo.
La alcaldesa electa durante los dos días de visita a San Nicolás, el 14 y 15 de agosto pasado, compartió una de las características más profundas de su pueblo, la resistencia, que les ha permitido surcar su propio camino, aun cuando pese sobre ellos estigmas como la flojera y la pereza.
Durante la visita a San Nicolás quedó claro cómo han empujado solos, pero sumados entre ellos.
El 14 de agosto pasado, en Punta Maldonado, uno de los 10 pueblos que conforman de manera oficial el municipio, a convocatoria de Molina Guzmán, se celebró una Asamblea General, la primera, entre alcaldes electos y algunos otros en funciones de municipios afros de Guerrero y Oaxaca, con servidores públicos federales, en particular del Instituto Nacional de los Pueblos Indígenas (INPI), para empujar un Plan de Justicia del Pueblo Afroamexicano, con el propósito de hacer valer sus derechos pero, sobre todo, de que el gobierno mexicano dé cobertura a sus necesidades y carencias en la garantía de sus derechos apenas reconocidos.
Estuvieron autoridades municipales de Santa María Cortijo, Lo De Soto, Llano Grande Labanda, todos de Oaxaca, y de Cuajinicuilapa, Juchitán, Azoyú, Marquelia, Copala, Cruz Grande y San Nicolás, de Guerrero, todos sumados como una sola región afrodescendiente sin considerar los límites territoriales.
En el caso particular de Guerrero los municipios con más población afro son Cuajinicuilapa y San Nicolás, pero están dispersos en muchos otros que conforman el corredor de la Costa Chica.
Muchas de estas autoridades ni siquiera han entrado en funciones, pero están determinados por su propia historia, que les permite saber sus necesidades, que no alcanzarían a cubrir con los presupuestos etiquetados. A San Nicolás, por ejemplo, le falta casi todo, desde los elementales servicios básicos.
“Ese sentido de pertenencia por mi pueblo, por mi comunidad, es lo que me trajo a estar aquí, el amor por mi pueblo (…). Devolverle un poco de mi servicio al pueblo donde yo crecí y nací”, dice la alcaldesa electa, quien estuvo en la asamblea acompañada por los comisarios de sus 10 pueblos y por varios de los principales de San Nicolás, a quien conoce desde niña.
Los principales son las personas mayores, en particular hombres, en las que reposaban las decisiones de su comunidad.
Son muy pocos los habitantes de San Nicolás que estarían ajenos a su historia. El primer Comité Ejidal que inició hace más de 20 años las gestiones para independizarse, lo encabezó Eduardo Román Salinas, a quien le adjudican en el pueblo el papel de iniciador del movimiento. Lo integró también Filemón Marín Magallón, con las funciones de secretario, y Tarsila Guzmán Sandoval, como tesorera, quien es la madre de la alcaldesa electa.
Tarsila Molina Guzmán representa la segunda generación del movimiento y el trabajo que le espera es duro, y apenas comienza.
Desde hace años, según contaron en el pueblo, todos tenían claro que debían jalar para el mismo lado si querían lograr independizarse, como la única vía para acceder a la obra pública y social que nunca lograrían desde la figura de comunidad.
Las autoridades ejidales, el órgano de mayor peso en el pueblo, asumió la responsabilidad. “La Comisaría (Ejidal) absorbió todo el gasto para que se creara el nuevo municipio”, cuenta Miguel Juan Domínguez Zárate, el actual presidente del Comisariado Ejidal, con apenas un año en el encargo, pero conocedor de la historia de su pueblo.
Parte de los cerros que conforman San Nicolás están compuestos de un arcilla resistente mezclada con grava y arena que las empresas constructoras de caminos usan como material natural para revestirlos. Desde hace 30 años, de acuerdo con Domínguez Zárate, la venta de este material les ha permitido costear sus necesidades comunitarias apremiantes.
Las pequeñas construcciones que conforman la imagen actual del centro donde convergen la mayoría de las actividades de San Nicolás, en gran parte, fueron costeadas por los propios cerros del ahora municipio.
Pueblo afro, poseedores de una identidad cultural
De camino al pueblo de Punta Maldonado el 14 de agosto pasado, uno de los pasajeros de la camioneta colectiva del transporte público era Paulo, un hombre afro que luce joven y fuerte. Es, además, el comisario de El Cacalote, otro de los pueblos del nuevo municipio. Acudía a la asamblea a la que convocó la alcaldesa electa para iniciar los trabajos de integración del Plan de Justicia del Pueblo Afroamexicano.
En una charla improvisada, el comisario habla de los rasgos culturales y folclóricos que les dotan de identidad, que conoce la mayoría, porque muchos los repiten haciendo alarde de lo que son.
En las fiestas paganas religiosas de San Nicolás, cuenta, suelen sacar al Toro de Petate, una danza que en el centro del estado suele asociarse sólo a Ometepec, el municipio más grande de la Costa Chica, región de la que forma parte el nuevo municipio.
Los afros, casi de manera exclusiva, son identificados con la danza de los Diablos, que se remonta al momento en la época colonial que ingresan al territorio mexicano los afrodescendientes para hacerse cargo de extenuantes jornadas laborales, pero el recorrido por la zona dejó claro que son mucho más, sin que eso les haga renunciar a su origen.
En otro momento, el comisario suelta que atesoran el origen del Son de Artesa, del cual su abuela, Catalina Noyola Bruno, es el mayor referente, porque recuperó el son tradicional que incorpora una cadencia afro, y enseñó a las niñas y los niños del pueblo a bailarlo, pero los detalles minuciosos los tendría Tiburcio Noyola Román, o su hermano Efrén, aprendices de Catalina, quienes ya son de los principales del pueblo. La precursora del son de artesa murió hace algunos años.
Para ese momento, el nombre de Catalina Noyola Bruno no resultaba indiferente, porque una de las referencias más repetidas por los propios habitantes, es que San Nicolás cuenta con una orquesta musical de niñas y niños que nació hace apenas unos meses, por iniciativa de promotores culturales y artistas locales. La música es otra característica inexorable del nuevo municipio. La orquesta lleva por nombre el de la abuela de Paulo.
El Son de Artesa de San Nicolás no se parece a ningún otro de Guerrero. Una gran diferencia con el de Tixtla, municipio de la zona Centro conocido también por el son, es que en la zona afro se baila sobre una artesa legítima, un cajón esculpido en el tronco de una parota. En el resto del estado, dice Efrén Noyola Román, adulto principal de San Nicolás, lo bailan sobre tarimas de madera, y ahí es donde estriba la gran diferencia.
Pero la distinción mayor que puede apreciarse de su son de artesa es la cadencia. Efrén deja claro que no se parece a una chilena, el tradicional baile guerrerense que influye en la mayoría de las danzas locales. El sentido de su son está en el meneo de la cintura y la cadera, como evidencia de la fusión de razas, una de ellas, la afro.