Habitantes del Nuevo Mirador en un nuevo peregrinar por una vivienda digna

Texto: Itzel Urieta

Fotografía: Oscar Guerrero

Chilpancingo

María Angeles Reyes Bustos observa detenidamente como una máquina retroexcavadora demuele algunos edificios en el fraccionamiento Nuevo Mirador, ubicado al sur de Chilpancingo. Uno de los fraccionamientos más alejados de la parte sur de la ciudad.

La mirada de María Angeles permanece fija en el departamento que la máquina retroexcavadora demuele; ve caer el techo, y las paredes. Su mirada es de tristeza. En ese departamento vivió María Angeles durante ocho años, con sus dos hijas, Melanie, de ocho años y Keyli, de cuatro.

Llegó al Nuevo Mirador embarazada de Melanie en 2015. La niña pasó sus primeros ochos años en ese departamento que ahora, junto con su madre, hermana y sus dos perros ve convertirse en escombros y polvo.

«Se siente bien feo (ver como demuelen el departamento), era nuestro patrimonio», mencionó María Angeles, quien pierde su hogar por segunda vez, al igual que muchos habitantes del Nuevo Mirador. En 2013 unas 400 familias de Chilpancingo perdieron sus hogares por los estragos del huracán Ingrid y la tormenta tropical Manuel, que dejaron daños en todo el estado.

María Angeles vivía en la colonia Los Tanques, al norte de la ciudad, antes de las lluvias del 2013. 10 años después la historia se repite, ahora por irregularidades en las viviendas.

Antes de ser reubicados en el Nuevo Mirador, los afectados por las lluvias estuvieron un año y medio en un albergue provisional en la unidad deportiva CREA.

Después de la reubicación de las familias, algunos habitantes notaron que en temporada de lluvias había muchas goteras que traspasaban el techo, lo que provocaba que se mojaran los departamentos.

Otras casas presentaban agrietamientos. Con el paso del tiempo estos problemas crecieron y en 2022 la Secretaría de Desarrollo Urbano y Territorial (Sedatu) realizó un estudio de suelo, que la dependencia debió aplicar antes de que construyeran las casas, para determinar sus condiciones y el número de viviendas que podía soportar.

El estudio arrojó que las viviendas construidas en 2014 no eran aptas para el suelo.

Los edificios eran de tres departamentos, pero «era demasiado para el tipo de suelo, por eso desde un principio las casas presentaron deslizamiento y cuarteaduras», comentó Marcos Briones, otro de los habitantes.

Ante esta situación, en mayo pasado les informaron a los habitantes que tenían que desalojar sus viviendas porque serían demolidas nuevamente.

De acuerdo con la delegación del Bienestar, en el Nuevo Mirador demolerán 42 edificios y construirán 44 para 176 familias. En total en el Nuevo Mirador había casas para 400 familias.

Les dieron un mes para desalojar sus viviendas y buscar otro lugar, nunca les dijeron sobre algún apoyo o albergue temporal.

Los habitantes del Nuevo Mirador enfrentan ahora a otras complicaciones; algunas familias rentan en otras colonias de Chilpancingo o en algunos edificios desocupados del fraccionamiento de manzanas que no serán demolidas.

Para María Angeles es complicado pagar una renta, es madre autónoma y trabaja como mesera en un restaurante. Ella y otras 12 familias hicieron unas casas provisionales de madera en un área verde cerca del Nuevo Mirador.

Estas viviendas improvisadas las construyeron los afectados con sus propios recursos; buscaron apoyo gubernamental, pero se los negaron.

Estas familias no cuentan con recursos económicos para pagar renta, además quieren estar cerca de lo que era su hogar para vigilar la nueva construcción.

Además, «aquí estudian los niños, aquí está el kínder, la primaria y secundaria, aquí van los niños; ya se adaptaron aquí», dijo María Ángeles.

Estas 12 familias se cuidan entre sí, porque las autoridades tampoco les aaignaron seguridad.

Isabel Patricio es otra de las afectadas por la demolición de los edificios, al igual que María Angeles es madre autónoma de tres hijos, al contario de otras familias, ella renta otro espacio para vivir, paga 2500 pesos mensuales.

«Tenemos que apretarnos la tripa un poco para que nos alcance», dijo.

Su hogar estaba en la Barranca Las Calaveras, una de las zonas más peligrosas en temporada de lluvias.

Para Isabel ese departamento es el patrimonio de sus hijos. Tenía una lavandería en el fraccionamiento, era parte de sus ingresos, pero su negocio dejó de funcionar.

«Siento tristeza y alegría a la vez porque nos van a hacer algo digno, de poder estar tranquilos, de no decir ya viene la lluvia se nos va a trasminar», agregó.

La renta la paga Isabel con sus propios medios; tampoco tuvo apoyo económico.

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