Las aguas frescas del centro, el punto de referencia de cualquier chilpancingueño

Texto: Itzel Urieta

Fotografía: Oscar Guerrero

Chilpancingo

 

En el centro de Chilpancingo, a un costado de la catedral Asunción de María, un puesto de aguas frescas de diferentes sabores resalta entre el resto de los locales, es la Refresquería Armida que desde hace 37 años quita la sed de muchos que cruzan por el zócalo.

Felícita Mayares Armenta es la encargada de ese puesto, antes de ser ella la encargada estuvieron sus hermanas: Armida, quien le puso el nombre al puesto, después Rosa María y Reyna. Pero antes de todas ellas, Adolfina Armenta Villegas, madre de Felicita, a quien le dan el crédito de fundadora de la refresquería.

Al principio el puesto estuvo cerca de lo que ahora es la sede el Ejecutivo estatal.

En 1985, con la remodelación del zócalo, reubicaron el puesto al lugar actual.

Los colores de las aguas frescas que visten los vitroleros es el principal atractivo del puesto. Felícita prepara entre 11 y 13 sabores de agua diferentes todos los días. Naranja, jamaica, melón, horchata, guanábana, frutas de temporada son las sabores que más ofrece.

En los vitroleros se enfrían con grandes trozos de hielo, lo que hace más atractivas las aguas al mediodía, sobre todo en esta temporada de calor. En los últimos días Chilpancingo la temperatura alcanzó los 29 grados centígrados.

De acuerdo con habitantes de Chilpancingo hace algunos años eran tres puestos de aguas frescas los que estaban en este lugar. Se convirtió en un punto de referencia para los chilpancingueños.

“Era un punto de referencia. Alguien decía, ¿dónde nos vemos? y, pues, respondíamos ahí en las aguas, y ya todos sabían dónde”, mencionó Roberto Juárez, un habitante de Chilpancingo.

De los tres puestos de aguas frescas sólo queda Refresquería Armida.

“Las meras originales, pues, fallecieron, y la siguiente generación, pues, se casaron o se dedicaron a otros trabajos”, comentó Felicita.

Ella dedica su mayor tiempo a la venta de aguas frescas. Es el ingreso que la mantiene a ella y a su familia.

La mejor temporada es la de calor; las aguas que más vende en esta temporada son las de naranja y sandía.

“En temporada de calor es cuando tenemos que aprovechar para hacer nuestro guardadito, porque llegando las lluvias ya, se acaba”.

Los precios varían, el litro cuesta 28 pesos y el medio 17; Felicita trata de mantener los precios accesibles. Atiende su puesto de nueve de la mañana a nueve de la noche.

Pero el trabajo no comienza a las nueve de la mañana, desde una noche antes Felicita comienza a preparar las aguas que son las más “laboriosas”.

Pone a remojar el arroz para el agua de horchata, hierve la jamaica y llega al puesto a las siete de la mañana, ahí prepara todo.

La temporada en la que menos tuvo ventas fue en la pandemia por la Covid-19, la gente no salía, las ventas bajaron y ella cerró su local.

Las aguas de Felícita son hechas con frutas naturales y frescas como las hacía su mamá. Trata de mantener esa esencia y darle lo mejor a sus clientes.

Por diferentes circunstancias el puesto de Felícita es el único que queda en ese lugar y genera empleos; paga a dos empleadas que la ayudan.

“Es mi negocio, es mi trabajo, de aquí comemos, de aquí vestimos”, mencionó.

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