Y las balas seguían…

Texto: Alejandro Ortiz / Ahora Guerrero

Fotografía: Carlos Navarrete

27 de enero de 2022

 

Eran apenas las 6 de la tarde, cuando una descarga de balas lanzó un aviso a la población para ponerse a salvo; por casi una hora, civiles armados y guardias comunitarios en Guerrero se enfrentaron en un pequeño poblado al sur de Chilpancingo, dejando como saldo muertos, heridos y una ola de terror entre habitantes que fueron totalmente abandonados por la autoridad.

En la comunidad de Buenavista de la Salud, que forma parte del corredor del Valle del Ocotito, un presunto grupo delictivo irrumpió por todas las entradas de la localidad y atacó la base de la Policía Comunitaria de la Unión de Pueblos y Organizaciones del Estado de Guerrero (UPOEG).

Decir que fueron cientos de balas es poco, el sonido ensordecedor de los cañones no dejaba de parar por todas las direcciones posibles, el grito entre los grupos solo era confundible con el de las familias llamando a sus seres para resguardarse.

Baños, cuartos cerrados y camas, fueron los lugares en donde decenas de familias tuvieron que ponerse a salvo pecho tierra por más de una hora, hasta el cese del intercambio de disparos.

Y así, en medio de una fiera lluvia de balas, un pueblo resistió la agresión en la que quedó demostrado el poderío de los grupos de facto en la entidad, y la pobre y lenta respuesta de los encargados del orden.

La historia de fuego en Buenavista, ha sido un tema que durante los últimos cinco años ha ocupado espacios en portadas de noticieros y medios de comunicación, pero no así de la autoridad, que se ha limitado a poner “resguardo” por uno, dos o tres días, hasta el siguiente baño de sangre.

Balas en las calles, escuelas y negocios cerrados, y la rabia cruzada con miedo, por la pérdida de personas tras los ataques, son el aroma que se respira en la pequeña población, de la que decenas de familias han huido en los últimos años.