La hija del luchador social Ranferi Hernández ha dedicado su tiempo a exigir justicia por el asesinato de su madre y padres, de su abuela, y de Toño, el amigo de la familia. Decidió que el crimen múltiple no quedará impune. Buscar un escaño en el Congreso local es parte de la ruta
Texto y fotografía: Marlén Castro
12 de abrir del 2021
Chilapa
Ángeles, una vecina de la calle 13 Norte, la reconoce. Se asoma discretamente a su ventana para ver si es ella y para que no quede duda pregunta.
–¿Diana eres tú?
–Sí manita soy yo, acá ando recorriendo nuestra calle, ahora soy candidata. ¿Tú crees?
Diana Itzel Hernández Hernández, de 34 años, carga una blusa nueva color blanca, con las siglas de Morena bordadas al frente, atrás dice su nombre y que es candidata a diputada por el distrito 25.
Escogió la zona en la que creció para arrancar su campaña en Chilapa, uno de los municipios más violentos de esta entidad sureña, quizá para fortalecer su confianza y su valentía de llegar al Congreso local, justo en este lugar, donde asesinaron a su papá, a su mamá, a su abuelita y a un colaborador de su padre a quien siempre vio como un pariente cercano.
El múltiple homicidio del luchador social Ranferi Hernández Acevedo, Lucía Hernández, Juanita Dircio y Antonio conmocionó a una población ya acostumbrada a la violencia en este municipio de la zona Centro del estado.
Los cuatro fueron quemados dentro de la camioneta en la que viajaban de Ahuacuotzingo a Chilapa, el 14 de octubre del 2017.
El distrito 25 local por el que compite Diana Itzel comprende Chilapa y José Joaquín de Herrera, dos de los municipios de la zona Centro del estado, pero que se conoce como una fracción de Montaña baja, en la que las disputas territoriales de grupos políticos y económicos, coludidos con dos organizaciones criminales antagónicas, Los Ardillos y Los Rojos, han dejado muchas viudas y decenas de huérfanos.
La noticia en las redes sociales
La noche del 14 de octubre, Diana Itzel estaba en Acatlán, una comunidad de Chilapa, donde trabajaba en una escuela primaria, gracias a la plaza que heredó de su mamá Lucía Hernández.
Cerca de la medianoche, Diana Itzel leyó en una red social que la policía y elementos de Protección Civil apagaban una camioneta incendiada en Nejapa, una comunidad de Chilapa.
Jamás pensó que esa noticia tuviera que ver con ella. En Diana no hay pensamientos funestos, incluso después de este suceso que cambió la vida a todos los miembros de su familia. Siempre habla con una sonrisa dibujada en la boca y es amable con todos los que se le acercan. Diana tiene tres hermanas y un hermano.
Esa noche de octubre, Diana se fue a dormir tranquila y despertó cerca de las tres de la mañana, porque entró a su celular una llamada de su hermana Deysi.
Deysi sabía la noticia. Por la voz de Diana supo que no estaba enterada, que estaba lejos de Chilapa y además era de madrugada, así que no le dijo lo que había pasado, aunque hablaron mucho tiempo, alrededor de dos horas.
Hasta en la mañana, a Diana le avisaron que debía viajar a Chilapa que algo había pasado a su mamá y a su papá. Sin decir qué.
En el trayecto, de poco a poco, la enteraron de los detalles.
Diana recuerda que varias horas se quedó muda del impacto. Quería hablar pero las palabras no salían de su garganta.
Calle 13 Norte
Frente a la puerta de la que fue su casa en el barrio La Villa, de Chilapa, Diana pasa de largo. Este jueves 8 de abril no toca para pedir en ese domicilio el voto. Sabe que no hay nadie. La vivienda fue abandonada desde octubre del 2017. Por el peligro que representaba, nadie regresó a habitar ahí.
Cada integrante de la familia, ya todos casados y con hijos, se resguardaron en diferentes sitios. Por seguridad no comparten sus domicilios actuales.
Se nota que tiene mucho que Diana no era vista por aquí. Se detienen y la saludan. Les da gusto verla. Casi todos dicen: “desde lo de tus papás, no te habíamos visto”. “Desde lo de tus papás…”.
Intercambian recuerdos. Diana les dice que anda de candidata.
–¡Te pido que me apoyes este 6 de junio!
–¡Por supuesto que sí! ¡Échale ganas, nosotros te apoyamos! Le dan ideas sobre a quién ver para asegurar el triunfo. También se ofrecen para ayudar en lo que esté en sus manos. Claro con una petición de por medio, que sea en el anonimato. –¡Ya ves cómo están aquí las cosas!
A sus vecinos también les llama la atención que Diana no anda sola. Una patrulla con cuatro elementos de la Policía Estatal la acompañan.
Algunos se asustan.
Diana les explica que para hacer la campaña solicitó medidas cautelares, en este caso, seguridad.
Se la quedan viendo unos segundos y le aconsejan con tristeza.
–Hay mija mucho cuidado, anda con mucho cuidado, nosotros votamos por ti, y tú lo que tienes que hacer es cuidarte, –le dice un maestro.
Un vecino, a quien le dicen El Terror, después de escuchar que es la hija de Ranferi y Lucía, le pide que se cuide.
El Terror le cuenta a Diana que tiene alrededor de un mes que le mataron a dos de sus hijos, en sucesos diferentes, con pocos días entre uno y otro.
El día anterior, Diana visitó la colonia Los Pinos, a un lado de La Villa. En Los Pinos le gente de la colonia le dijo que 13 muchachos de esta colonia han sido asesinados y que quieren hacer algo para parar la violencia que se ha llevado a sus hijos.
–¡Ya no aguantamos más! Le dijo la madre de un hijo asesinado.
Crimen político
El año en que asesinaron a Ranferi Hernández la violencia se acentuó en este municipio donde los asesinatos de por si eran noticia de todos los días.
Fue el año previo, a la elección en la que Morena, el partido del presidente Andrés Manuel López Obrador, arrasó en una gran parte de los estados del país, pero no aquí.
En julio del 2016, de acuerdo con la tesis de maestría titulada Cuando la lucha es el deber, de Abel López Rosas, Ranferi Hernández, junto a varios ex líderes del PRD, como Félix Salgado Macedonio, Eloy Cisneros Guillén y Saúl López Sollano, conformaron la coordinadora Pro-AMLO con la intención de apoyar la tercera postulación de López Obrador al gobierno federal.
Ranferi Hernández era la propuesta del grupo Pro-AMLO para buscar la diputación por el sexto distrito electoral federal.
López Rosas, egresado de la Maestría en Derechos Humanos de la Universidad Autónoma de la Ciudad de México (UACM) afirma en esta tesis que los municipios que componen el sexto distrito de esta parte de la Montaña baja están controlados por grupos políticos y económicos coludidos con dos organizaciones del crimen organizado conocidos como Los Ardillos y Los Rojos.
“Esos grupos vieron en Ranferi una amenaza y, en consecuencia, un enemigo a eliminar”, afirma López.
En las elecciones del 2018, el distrito 06 federal, los distritos 24 y 25 locales que quedan dentro del primero, y las alcaldías en disputa, fue en la única demarcación en la que el partido de López Obrador se fue con las manos vacías.
El distrito 24 local lo consiguió el también perredista Bernardo Ortega Jiménez, vinculado al grupo de Los Ardillos, porque es público que sus hermanos dirigen esta organización criminal. Aunque Bernardo Ortega se ha deslindado públicamente de sus familiares, éstos llaman a votar a su favor, y en las comunidades dominadas por Los Ardillos, todos los votos son para Bernardo Ortega, quien ha sido tres veces diputado local, una de ellas, fue incluso el coordinador de la cámara, y dos veces alcalde de Quechultenango.
El distrito 25, por el que ahora compite Diana Itzel Hernández, abanderada por Morena, se lo llevó la priista Alicia Zamora, quien ha sido también diputada local, federal y alcaldesa de Chilapa en varias ocasiones.
El sexto distrito se lo llevó el perredista Raymundo García Gutiérrez, quien al interior del PRD hace equipo con Bernardo Ortega.
“Se hace evidente que la ausencia de Ranferi en las elecciones de 2018, a causa de su eliminación física, tuvo consecuencias claras y beneficios específicos”, afirma el tesista de la UACM.
Volver por el voto y por justicia
En el 2018, dos mujeres que aspiraban al cargo que busca Diana fueron asesinadas. Antonia Jaimes Moctezuma, precandidata del PRD, y Dulce Anayeli Rebaja Pedro, del PRI.
Antonia Jaimes fue asesinada en el interior de su restaurante, en Chilapa, el 21 de febrero del 2018. Cuatro días después, Dulce Anayeli, y no la mataron a ella sola. Regresaba de una reunión de Chilpancingo, con una tía, un tío y su primo. A todos los ejecutaron.
En este entorno, la hija de Ranferi Hernández, también eliminado del camino hace campaña política.
Después del asesinato de su mamá, papá, abuelita y Toño, el amigo y colaborador de la familia, Diana dedicó su tiempo a exigir justicia. Decidió que el crimen múltiple no quedará impune.
Un escaño en el Congreso local es parte de la ruta.
Integrantes de la Organización Indígena Campesina Vicente Guerrero (OICVG) que creó Ranferi Hernández pidieron a Diana que buscara una diputación para continuar el legado de su padre. Morena era la única vía en la zona, además el partido guinda abrió el registro a todo aquel ciudadano que quisiera participar políticamente.
Diana dice que se registró sin pensar en que tenía posibilidades, sólo para probar que tan abierto estaba Morena a una candidatura con su perfil.
Se quedó.
Diana no sabe cómo ocurrió, quién la apoyó, cómo se decidió. Sólo tiene claridad en que el nombre de su padre y su lucha fueron determinantes.
Ranferi Hernández era diputado local cuando ocurrió la matanza de Agua Blancas, en junio de 1995. En el Congreso fue quien exigió justicia para los 17 campesinos asesinados y castigo a los culpables, entre ellos, el gobernador priista Rubén Figueroa Alcocer.
Su posición lo convirtió en enemigo del poderoso político priista. A Ranferi Hernández terminaron desaforándolo y tuvo que exiliarse en Francia por amenazas de muerte. Se fue en 1997 y regresó a México en 2001.
En 2008, con la movilización social, Ranferi Hernández consiguió la liberación de Bernardino y David Sánchez Luna, presos en la cárcel de Chilapa por dos supuestos crímenes. Los Sánchez Luna fueron quienes crearon en 2014 la Coordinadora Regional de Autoridades Comunitarias-Pueblos Fundadores (CRAC-PF), la organización que enfrenta a Los Rojos y Los Ardillos.
El luchador social también dedicaba parte de su tiempo a recorrer las comunidades de la Montaña baja para advertir a los campesinos de concesiones mineras en la zona.
Diana Itzel es una versión femenina del viejo luchador social, cuya principal característica era su bigote grueso estilo Emiliano Zapata y su sombrero.
Este abril del 2021, Diana camina por la calle 13 Norte del barrio en el que creció.
De frente, de espaldas, de costado, Diana de rostro alargado y sombrero para cubrirse del sol, parece una nueva versión de Ranferi, el líder campesino, el padre.