El gobierno abre en 1972 un programa piloto para que ingresaran mujeres a Ayotzinapa

“Lo que buscaba el gobierno era generar un conflicto interno para tener pretexto para cerrar la Normal”


 

Texto: Marlén Castro

Fotografía: Andalusia knoll  (portada) y Cortesía

 

Mi nombre es Santa Cabañas Cienfuegos. Ingresé a la Normal Rural Raúl Isidro Burgos en 1972, cuando tenía 15 años. Entre a la Normal de Ayotzinapa por un programa piloto de la Secretaría de Educación Pública (SEP) que consistía en la creación de grupos mixtos. En esa generación se abrieron tres grupos, de 40 cada uno. Ahora tengo 62 años.

 

Pertenezco a la generación 1972-1976, pero nadie de las mujeres que entramos a Ayotzinapa concluimos ahí nuestros estudios. Sólo estuvimos ahí un año. El gobierno suspendió el programa piloto y nos mandaron a diferentes normales. A la mayoría las enviaron a la Normal Rural de Tamazulapan, en Oaxaca. A mí me mandaron a la Normal de Teteles, en Puebla, pero yo no me quise ir. Aunque soy originaria de Tixtla, me fui a estudiar la Preparatoria a Acapulco. La mayoría de las compañeras que ingresaron conmigo en esa generación sí terminaron sus estudios en las normales a las que las mandaron.

 

Nunca supimos las razones reales por las que el gobierno creó ese programa piloto y porqué lo cerró. La explicación oficial que dieron sólo fue “no funcionó”. Los rumores en Tixtla, donde está ubicada la Normal, decían que cerraron porque una compañera salió embarazada. Pero es absurda esta razón, en las normales varias estudiantes salían embarazadas. O sea, una situación de ese tipo, no era algo del otro mundo, sino muy común.

 

Viéndolo con perspectiva, creo que lo que buscaba el gobierno con ese programa piloto era generar un conflicto interno en Ayotzinapa y tener pretexto para cerrar la Normal.

 

Ese año de estudios en la Normal fue complicado. La comunidad estudiantil y de maestros se dividió por nuestra presencia. Unos estaban de acuerdo en que las mujeres estudiáramos ahí y otra parte no nos querían, nos veían como bichos raros y nos excluían de las actividades que llevaban a cabo. Sufrimos Discriminación, no de parte de todos, por ejemplo con nuestros compañeros de generación nos queríamos mucho, pero no los de los otros grados.

 

Los maestros de los talleres como carpintería y talabartería, entre otros, no querían darnos clase. En cambio, los maestros de música, danza y pintura veían bien que hubiera mujeres.

 

Sobre las actividades y tareas políticas durante ese año no me enteré de nada, precisamente porque el Comité Estudiantil no nos tomaba en cuenta. Por las tardes, había círculos de estudio, en los que sabíamos leían acerca del marxismo, pero a nosotras no nos incluían. Nos veían con recelo, no nos compartían nada de información. Nadie de nosotras participó en una marcha o toma de autobuses. Las actividades que planeaba el Comité, las organizaba cuidando que la información no la tuviéramos nosotras.

 

Tuvimos un maestro de didáctica que nos incluyó esas lecturas sobre marxismo y lucha de clases. Se llamaba Ramiro Basilio. Era muy bueno. Ahí fue donde muchas de nosotras escuchamos por primera vez de esos autores como Marx y Lenin. Varias de nosotras seguimos por esa línea.

 

El programa piloto consistía en la admisión de mujeres pero sólo para las clases, no para estar internas. Éramos externas y no teníamos derecho a nada, ni siquiera a las raciones de alimentos. Los muchachos que nos veían mal eran muy canijos, no nos permitían ingresar al comedor, aunque fuera sólo para usar las instalaciones pues llevábamos nuestra propia comida. Una trabajadora de la Normal, a la que le decían la ecónoma, quien hacia las compras para la cocina, doña Lupita, quien todavía vive, nos facilitó una casita dentro de las instalaciones de la Normal y cuando era hora de los alimentos, nosotras nos íbamos a esa casita a comer.

Eran muy machistas esos muchachos.

 

En la Normal no hay ninguna evidencia de nuestro paso. En la placa conmemorativa de la generación 1972-1976 sólo están los nombres de los varones. Nosotros no concluimos ahí los estudios, es cierto, pero por lo menos alguna mención hubieran hecho.

 

De esa generación en la que yo entré era Rafael Castro, quien fue desaparecido. Le decíamos El Cubano, aunque era originario de Atoyac. Yo pienso que habría tenido unos 17 años cuando lo desaparecieron. Era un muchacho muy alegre y muy participativo. Era uno de los cuadros activistas de la Normal, andaba siempre en actividades de ese tipo.

 

 

Cada año, integrantes de la generación mixta que tuvo la Normal Raúl Isidro Burgos se reúnen en diferentes partes del país.

 

 

Este es el segundo testimonio de nuestro especial Ayotzinapa. Vivir Infiltrado (segunda parte).