Clavadistas de La Quebrada superan su salto más duro: la pandemia por la Covid-19

Texto: Vania Pigeonutt

Foto: Javier Verdín/ Agencia Cromática

8 de mayo del 2020

Acapulco

 

“Unidos saldremos adelante. Clavadistas profesionales de La Quebrada ¡Fuerza México!”, se lee en la lona que pende de la punta del risco de 35 metros más famoso en Acapulco, donde los saltos de fe eran eventos de todos los días.

Un joven con la bandera de México en posición de ave forma parte del grupo de 14 clavadistas que lleva casi dos meses de no lanzarse, debido a la Jornada Nacional de Sana Distancia por la pandemia de la Covid–19, ofrecen un espectáculo llamado “Los clavados con fuegos”. No hay público. La transmisión es por Facebook y tiene el objetivo de juntar una cooperación solidaria, porque así como cientos de personas, los clavadistas no tienen ingresos.

La voz de Jorge Mónico Ramírez, quien lleva 34 años de clavadista y tan sólo en su familia han pasado tres generaciones de hombres dedicados a esta actividad, suena apagada en una llamada telefónica. Dice que están desconcertados y desesperados porque llevan 50 días sin trabajo formal. Son 70 familias de clavadistas que viven de despensas que les ha repartido el ayuntamiento de Acapulco, el gobierno del estado, diputados y algunos senadores.

Por eso se les ocurrió el evento del sábado 2 de mayo, de la necesidad de reunir recursos para repartirlos entre los clavadistas y compartirlo con artesanos, prestadores de servicios, meseros, vendedores, franeleros (las personas que acomodan los carros en el estacionamiento de La Quebrada) y otras personas que dependen del espectáculo de clavados más famoso de México.

Cuenta que los clavados ofrecidos fueron avión al frente, triple con bandera tricolor, mortal al frente, triple con antorchas, holandés con fogata y para cerrar con broche de oro, antorcha humana, considerado el clavado más complicado de ejecutar, porque quien se lanza va cubierto de fuego.

Ese día debutó Héctor Miguel Reyes, de 36 años. Es la tercera antorcha humana en los casi 86 años del espectáculo turístico que consagra al Acapulco tradicional.

 

Covid-19, la prueba más difícil

Jorge Mónico es el encargado de Relaciones Públicas de la organización Clavadistas profesionales de La Quebrada y cuenta que estos casi dos meses le han parecido tristes y difíciles por la situación económica que enfrentan.

En estos días de pandemia sólo van dos veces a la semana a La Quebrada. Por las despensas y otras donaciones que han recibido había arroz, maíz, frijoles y con eso montaron un comedor comunitario. Han repartido chicharrón guisado, arroz y frijol hervidos a taxistas, comerciantes de diferentes giros, artesanos y demás prestadores de servicios turísticos a quienes la pandemia les pega como ninguna otra mala temporada en el puerto.

Una de esas temporadas, recuerda, fue durante las tormentas Ingrid y el huracán Manuel en septiembre del 2013, pero esa ocasión sólo dejaron de trabajar 20 días. También la epidemia de la influenza AH1N1 en 2009, pero sin que mermara tanto se trabaja porque los meses más complejos no atravesaron por temporadas vacacionales fuertes.

Además, dice, con Ingrid y Manuel pudieron ofrecer el espectáculo a turistas varados en Acapulco, y en la crisis de AH1N1 lo resintieron empresarios discotequeros.

No habían vivido hasta ahora el seguimiento de medidas extremas. Ninguno de ellos va a entrenar, todos están en sus casas con sus familias. Otra época.

Ni 2007, 2008 y 2009, años que Acapulco vivió una de las temporadas de violencia más prolongadas la habían pasado tan mal, confiesa. Este clavadista es dicharachero, bromista, bonachón, pero esta vez, admite, no está en ese ánimo, le preocupan los días por venir y cómo se levantarán de esta crisis que los agarró desprevenidos.

“Estamos desmoralizados, vivimos horas de mucha impotencia. Las playas están cerradas, eso no va con nosotros, porque nuestro objetivo es promover el turismo, que vengan, y cuando las autoridades salen a declarar: No vengan, duele, pero tenemos que entender, también hay una responsabilidad moral”, dice.

El pago de energía eléctrica, que cubre la asociación, entre otras cuotas fijas de cada mes, siguen corriendo sin que tengan para pagarlas. Los clavadistas son personas comunes y corrientes, enfatiza Mónico, que han adquirido créditos, tienen que pagar renta y ahorita todos los préstamos les salen carísimos.

Para Jorge Mónico Acapulco es el motor económico de Guerrero. Los clavadistas son parte importante de su actividad turística. Con esa certeza pide ayuda y sugiere que revisen las redes sociales de la organización para que vean sus actividades y las apoyen. Abrieron un número de cuenta y ya recibieron algunas donaciones, el poco dinero que entró lo administran e intenta extenderlo a familias de los clavadistas y de otros prestadores de servicios turísticos que dependen de La Quebrada.

“Sigamos en unidad y en solidaridad, ya falta menos. Les digo que no hay que tener ningún mal, que el dolor que estamos padeciendo es la piedra del crecimiento y que esto también pasará, pero siendo disciplinados y obedientes vamos a salir adelante. No debemos tener miedo”, comenta.

Historia de La Quebrada

En noviembre se cumplirán 86 años de la tradición de los clavados en La Quebrada. Ninguno de los clavadistas ha muerto en todo este tiempo, pero no deja de ser un acto de fe, insiste Jorge Mónico, quien espera que para el aniversario puedan agradecerlo con un show. Espera que entonces este acantilado milagroso esté lleno de turistas.

Este lugar tiene tradición y es conocido a nivel internacional. No sólo por ser un deporte extremo sino porque los clavadistas han representado a México en campeonatos mundiales y exhibiciones en cuatro continentes desde los años 50, y llevan ganados 16 copas mundiales de galardones de altura, además de un récord mundial: Iris Selene Álvarez Alonso está en el libro del récord guiness como la mujer más joven el lanzarse desde una altura de 18 metros a los 12 años de edad en 2008.

Todo lo hacen sin el apoyo del gobierno: las actividades de los 62 miembros de la sociedad civil Clavadistas Profesionales de La Quebrada son autogestionables y no todos tienen seguro.

Son 30 clavadistas en activo, pero hay quienes no cobran salario fijo ni honorarios dentro de la organización y se les permite saltar por propinas; todos han sufrido o padecen de alguna lesión. En épocas normales, cada día tienen que cumplir cuatro funciones; la primera, a la una de la tarde y la última con antorchas a las diez de la noche. Entrenan de dos a tres horas en promedio al día en el acantilado; hacen abdominales, lagartijas, ejercicios que les permitan tener mayor condición física.

Las lesiones más frecuentes son luxaciones, fracturas en codos, hombros, columna vertebral y tendones; escoriaciones, heridas en la piel, en el cuero cabelludo, desprendimiento de retina, explosión de tímpanos. Pero ellos se enrollan las vendas, toman aire para el otro día y disfrutan cada minuto su trabajo, aunque saben que su cuerpo tiene vigencia.

Los fenómenos naturales y, con mayor énfasis, la violencia han interrumpido el ritmo y afectado los espectáculos ofrecidos en el conjunto de rocas ubicadas en la colonia La Condesa, frente a Sinfonía del Mar –cuyo cerro fue dinamitado en 1934 y se formó el acantilado actual –, pero nunca como la Covid–19, enfermedad de la que se han salvado hasta ahora, según Mónico, todos los clavadistas de La Quebrada.

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