Texto: Amapola Periodismo
Foto: Lenin Mosso
Este texto fue publicado el 11 de septiembre de 2022
Chilpancingo
Soy de la generación 1983-1987. Cuando yo salí inició el bachillerato pedagógico, es decir, yo fui de la última generación que pasamos directo de la secundaria a la normal. En ese entonces, el examen era suficiente, antes no había la semana de prueba.
En ese periodo que yo estudié los que formaban parte del comité estudiantil no permitieron que a los jóvenes de nuevo ingreso les cortaran el pelo; hacían guardias para evitarlo. De esa generación, el secretario general del comité estudiantil fue Severiano Jacinto Gómez.
Nosotros vivimos una situación fuerte de infiltración de un compañero que vendía información al gobierno. Ese compañero le decíamos El Chile. Lo que vimos raro de él es que quería estar en todo, era muy activo, de todas las actividades quería estar enterado y proponía acciones muy radicales. En el movimiento que tuvimos, en el año 86-87, para exigir la construcción de un dormitorio para 40 estudiantes, secuestramos una pipa pequeña para que tuviéramos combustible para movernos. El Chile en la asamblea propuso que la quemáramos. Veíamos que las acciones radicales que proponía eran para justificar la represión contra la Normal. El gobernador era Alejandro Cervantes Delgado.
Ese año, el gobierno del estado nos mandó a la Normal a Alberto Zúñiga Escamilla como subdirector. Al poco tiempo, El Chile y Zúñiga comenzaron a hacer grupo y eso confirmó nuestra sospecha de que era un infiltrado y de dónde venía. Llegaron a conformar un grupo como de seis estudiantes, más el subdirector. Se oponían a todo lo que hiciera el comité estudiantil. Eran como un grupo de choque. El resto de estudiantes nos mantuvimos neutros.
Al final del periodo de ese comité estudiantil, el grupo de choque los acusó de quedarse con dinero de la Normal. Se propuso una asamblea de dos días para que, los del grupo de choque como los del comité estudiantil, expusieran sus argumentos y quienes convencieran a la base estudiantil se quedaban y los que no saldrían expulsados.
Esa asamblea terminó con la expulsión de El Chile y los otros estudiantes, pero supimos que las autoridades nunca los dieron de baja; recibieron sus papeles como si hubieran terminado.
Al siguiente año todos los que habían estado en el Comité Estudiantil tomaron medidas para su seguridad; nunca andaban solos fuera de la escuela, incluso, no fueron al baile de graduación para no estar expuestos a alguna represalia.