«Hay una cacería de brujas contra las feministas»: fiscalías criminalizan a mujeres por protestar

Mujeres acusadas de supuestamente participar en hechos violentos en el marco de manifestaciones enfrentan vigilancia, citatorios de la FGR y la FGJCDMX, así como afectaciones económicas y de salud.


Texto: Eréndira Aquino / Animal Político

Ilustración: Andrea Paredes

7 de marzo del 2022

 

Desde octubre y noviembre de 2020, cuando se enteraron de que eran investigadas por delitos presuntamente cometidos durante protestas feministas en la Ciudad de México, las vidas de Érika, Mime y Linda cambiaron por completo.

Visitas constantes a sus domicilios por parte de decenas de policías, cateos, patrullajes por sus casas que se incrementan cada que se convoca a otra protesta, afectaciones físicas, psicológicas, económicas y hasta la separación de sus familias son algunas de las consecuencias que enfrentan desde que se iniciaron los casos en su contra, aunque hasta ahora las autoridades no las han vinculado a proceso.

“Yo creo que es una cacería de brujas en contra de las feministas, las que estamos luchando por justicia y contra el sistema que no nos ha servido para nada”, señala Érika Martínez, investigada por la toma de las oficinas de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH) ubicadas en la calle República de Cuba, en el Centro Histórico de la CDMX.

Érika, de 43 años, llegó a las instalaciones de la CNDH cuando estas fueron convertidas por colectivas y grupos feministas en un refugio para mujeres víctimas de violencia. No tenía dónde vivir, pues se quedó sin casa tras denunciar al hermano del padrastro de su hija menor, por abusar sexualmente de ella cuando tenía siete años.

La niña, que para cuando llegaron al refugio tenía ya 10 años, fue quien pintó sobre el cuadro de Francisco I. Madero que estaba en la CNDH. Esta y otras obras fueron intervenidas por feministas. Dicho acto fue públicamente criticado por el presidente Andrés Manuel López Obrador, a quien Érika reclamó por indignarse por una pintura: “¿Por qué no se indignó cuando abusaron de mi hija?”.

Junto con Yesenia Zamudio, madre de Marichuy, joven víctima de feminicidio por parte de un profesor del IPN y de uno de sus compañeros, Érika se convirtió en una de las caras visibles de la toma del inmueble de la comisión. Tras ello, fue denunciada por la CNDH ante la Fiscalía General de la República (FGR) por el delito de despojo.

Resignada, Érika señala que por estos hechos sabe que podría ser encarcelada en cualquier momento. Aun cuando la CNDH le otorgó el perdón, la FGR, en vez de desechar la denuncia, mantiene abierta la investigación en su contra y recientemente le envió un citatorio para una audiencia inicial. Esto quiere decir que las autoridades encontraron elementos que, a su parecer, acreditan que cometió un hecho constitutivo de delito, aunque hasta el momento no sabe cuál es porque no se lo han informado.

Lo que más le duele —dice— es que por la toma de la CNDH no solo abrieron un proceso en su contra, sino que las autoridades también incluyeron a su hija mayor, de 23 años, quien enfermó por el estrés que le genera saber que son investigadas. Además, le duele que ellas dejaron de protestar para exigir justicia por el caso de abuso sexual que inicialmente las llevó a las calles.

“Uno de los cambios que tuvimos que hacer fue ya no ser tan partícipes en los movimientos de protesta, en las marchas, dejé de pedir justicia por mi hija, y en cuanto a la salud, nos ha afectado… más a mi hija mayor, que le dan momentos de ansiedad, se le ha llegado a paralizar el intestino y ha dejado de dormir”, detalla.

A Érika no solo le quita el sueño la posibilidad de ser detenida y sentenciada por la toma de la CNDH, sino que el agresor de su hija, sentenciado a más de 13 años de prisión, logre quedar fuera del registro de agresores sexuales. Actualmente, ella está en proceso de apelación de la decisión de las autoridades del Tribunal Superior de Justicia, quienes calificaron de “excesiva” la medida de incluir al hombre en el listado.

Para Ximena Ugarte, abogada del Observatorio Ciudadano Nacional del Feminicidio que acompaña el caso de Érika, de su hija y de dos feministas acusadas de hechos violentos en la protesta del 8 de marzo de 2020 en la ciudad, las denuncias contra feministas son estrategias para criminalizar las manifestaciones y generar miedo en ellas y otras interesadas en acudir. Asegura que no existen pruebas en ninguno de los casos, pero las autoridades insisten en mantener las investigaciones abiertas y en llamar constantemente a las denunciadas para que amplíen sus declaraciones.

“Por supuesto que todo eso no lleva a nada en la investigación, porque no tienen ningún elemento de prueba para acreditar el delito que les tratan de imputar, pero lo que sí genera es angustia, miedo, tener que estar yendo al Ministerio Público, seguir teniendo la carpeta abierta en su contra y, además, la habilidad que también nos sorprende tienen los policías, porque consiguieron fotos, videos, ubicaciones y un montón de cosas que es muy difícil que encuentren cuando se trata de indagatorias, por ejemplo, de agresores sexuales o feminicidas”, advierte.

“Me arrebataron a mi hija”

Mime y Linda forman parte de un grupo de 12 mujeres —que no se conocen entre sí— contra quienes la Fiscalía General de Justicia de la capital (FGJCDMX) abrió carpetas de investigación por robo, lesiones dolosas y daño a la propiedad, por daños a un local durante la marcha del 8 de marzo de 2020. Esta averiguación se inició luego de que un perfil de Facebook las acusara de incitar a manifestantes a cometer actos vandálicos.

En el caso de Mime, además, hay otras dos investigaciones: una se abrió después de que las autoridades catearon el lugar donde vivía hasta el 7 de marzo de 2021 —un día antes de la protesta por el Día Internacional de la Mujer—, donde la FGJCDMX halló “objetos aptos para agredir que posiblemente serían utilizados en marchas”, y otra por presunto abuso físico y psicológico contra su hija. Por esto, perdió su casa, su trabajo y la custodia de la niña.

“Cuando pasa lo del cateo, me quedé al mismo tiempo sin empleo y sin dónde vivir, porque mis empleadores pagaban por la renta. Me aislé en un lugar seguro un tiempo, pero después, cuando volví a salir, me detuvieron en un baño público y me arrebataron a mi hija. Perdí la custodia, y como salí en las noticias, me volvieron a correr del trabajo”, cuenta Mime en entrevista.

“Lo de mi hija me mueve mucho, saber que solo puedo verla en fotos me da para abajo, que si no fuera porque se la dan a mi mamá con autorizaciones que solo duran tres meses y deben renovarse a criterio de las autoridades, ella se va al DIF. Sumado a eso, los cambios de trabajo y de casa, pagar los depósitos de renta aun cuando no hay nada estable… es muy difícil”.

Mime, de 27 años, afirma que las acusaciones en su contra son infundadas. Argumenta que, entre las “pruebas” que hay de su presunta participación en el saqueo de un negocio y de incitar a la violencia en protestas feministas, hay solo fotografías en las que aparece marchando o participando en mítines de apoyo a víctimas, y que lo que supuestamente se encontró en su casa durante el cateo realizado lo sembraron las autoridades.

Sobre el supuesto caso de maltrato a su hija, señala irregularidades en la acusación. Inicialmente, según las autoridades, fue denunciada por una vendedora de dulces por supuestamente gritarle y golpearla, pero ante el Ministerio Público le dijeron que había sido por la denuncia de una policía.

Pese al miedo a que abran más investigaciones en su contra, dice que continúa con su labor voluntaria como acompañante de víctimas y de mujeres y personas que buscan practicarse un aborto.

“No he dejado de salir a las calles, aunque varias compañeras sí han puesto sobre la balanza sus ideales o evitar que sus familias sufran, porque el hostigamiento es difícil, y cada día se incrementa la criminalización contra las protestas feministas”, alerta.

Este año, no sabe si podrá participar en alguna protesta, porque ya recibió un citatorio para presentarse a una audiencia en el penal de Santa Martha Acatitla el 8 de marzo, día de otra movilización feminista.

“Ojalá el sistema fuera así con las denuncias de víctimas”

Para Linda, acusada por el mismo saqueo atribuido a Mime y otras 10 mujeres, lo más indignante de la persecución que viven es que las autoridades prefieran iniciar procesos contra participantes de protestas feministas antes que actuar contra agresores a quienes las víctimas denuncian a través de redes sociales y de manera formal.

“Nos acusaron a través de un perfil de Facebook llamado ‘Ana Pérez’, y nos abrieron investigaciones por una publicación que hizo, en la que dio nuestros nombres, lo que me parece indignante, porque como acompañante de víctimas conozco varios casos que cuando denuncian en redes a sus agresores no se hace nada, y tampoco quieren abrir carpetas de investigación cuando acuden con autoridades”, refiere en entrevista.

“(Este proceso) ha afectado mi salud psicológica y física, porque me causa mucha ansiedad pensar que, a pesar de que mi caso no se ha judicializado, a otras compañeras les han abierto más carpetas, y si a mí ya me acusaron de algo que no hice, más adelante pueden hacer lo mismo que a ellas”, añade.

“Las otras compañeras y yo sufrimos acoso policiaco. En mi caso, pasa la patrulla y pita frente a mi casa, sobre todo cuando se acercan las marchas, y ha habido ocasiones en las que no he podido salir porque está estacionada en la esquina y no sé si al salir me vayan a detener acusándome de otros delitos”.

Las pruebas de las autoridades para inculparla por los hechos presuntamente ocurridos en la marcha del #8M de 2020 son algunas capturas de pantalla de sus redes sociales y fotografías en las que aparece en movilizaciones feministas: en una, carga un cartel con el rostro de Isabel Cabanillas —artista víctima de feminicidio en Chihuahua— y en otra recolecta juguetes para niñas y niños huérfanos porque asesinaron a sus madres.

“Y con eso ya dicen que nos juntamos y somos líderes del Bloque Negro (grupo que en las protestas realiza pintas y se confronta con policías), que tenemos grupos donde invitamos supuestamente a que se unan al bloque para destrozar y no sé qué tantas cosas… nada de eso es cierto, solo coincidimos en espacios cuando acompañamos a víctimas y sus familiares”, insiste.

Aunque su proceso no ha avanzado, Linda señala que su salud se vio afectada por el miedo que le provocó conocer la denuncia. Por ello, de inicio, decidió no participar en las protestas feministas que se organizaron después de que le notificaron que era investigada.

Sin embargo, después volvió a salir a las calles. “Protestar no es un delito, es un derecho, y creo que están haciendo esto de criminalizarnos no solo para que quienes estamos acusadas no queramos asistir a las marchas, sino para que también otras que van sepan que pueden ser procesadas penalmente y les dé miedo, para que ya no quieran ir”.

Fabiola Vite, directora del Centro de Derechos Humanos Zeferino Ladrillero, que acompaña legalmente a otras dos de las 12 investigadas por las acusaciones en Facebook, coincide en la opinión de que los casos abiertos contra las manifestantes son una estrategia del gobierno capitalino para desincentivar y criminalizar la protesta.

Hasta ahora —explica—, las audiencias a las que se las ha citado son solo para pedirles que amplíen declaraciones. “No hay pruebas y hay una dilación anómala en el proceso”.

“Es un mensaje de las autoridades para inhibir su participación en las protestas, pareciera un recordatorio hacia ellas y otras mujeres de que podrían tener consecuencias penales; forma parte de una campaña para que no se movilicen, cuando lo deseable sería que en vez de eso garanticen condiciones adecuadas para que las ciudadanas puedan manifestarse tranquilas, digna y libremente”, concluye.

México, denunciado ante la CIDH por criminalizar feministas

En octubre pasado, asociaciones civiles denunciaron a México ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) por estigmatización y criminalización de la protesta feminista por parte de actores de los tres niveles de gobierno, “siendo objeto de constantes abusos y violencias particulares debido a un ambiente patriarcal y un marco normativo represivo al derecho a la libre asociación, la libre expresión y al derecho a defender derechos humanos por parte de mujeres, colectivos y movimientos sociales”.

En el 181 periodo de sesiones de la CIDH, las organizaciones Espacio OSC para Personas Defensoras de Derechos Humanos y Periodistas, el Frente por la Libertad de Expresión y Protesta Social, la Comisión Mexicana de Defensa y Promoción de Derechos Humanos y el Centro por la Justicia y el Derecho Internacional, con el acompañamiento de Amnistía Internacional, denunciaron “un contexto patriarcal caracterizado por una fuerte violencia contra mujeres y niñas”.

De acuerdo con las organizaciones denunciantes, las mujeres y niñas “han levantado movimientos feministas y de derechos humanos que, ante la urgencia y gravedad del contexto, han hecho uso de su derecho a la protesta social para exigir al Estado acciones de prevención y erradicación de dichas violencias”.

Sin embargo, les han respondido con “violencias patriarcales, como el uso indebido de la fuerza, violencia sexual e incluso tortura sexual, acoso y hostigamiento físico y digital”, conductas que se han visto exacerbadas en el marco de las protestas sociales feministas.

Las organizaciones señalaron que, específicamente, las manifestaciones encabezadas por mujeres, a pesar de ser mayoritariamente pacíficas, han comenzado a ser estigmatizadas como violentas, violando el derecho a la reunión pacífica y a la libre expresión.

Durante esta audiencia, el representante de la Oficina de la Alta Comisionada de las Naciones Unidas instó al Estado mexicano a que reconozca la legitimidad de las protestas de mujeres y niñas, a abstenerse de realizar declaraciones que las estigmaticen, a investigar las violaciones de derechos humanos cometidas en el contexto de las manifestaciones y a atender las causas estructurales de las violencias contra las mujeres.

Este texto fue elaborado por el equipo de Animal Político y lo reproducimos con su autorización.

 

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Por presunto acoso sexual, destituyen a Eduardo López Betancourt del Tribunal Universitario

López Betancourt estuvo presente en la sesión extraordinaria del Consejo Técnico por su garantía de audiencia; sin embargo, ma destitución fue una decisión aprobada por la mayoría. Sólo un consejero votó en contra de separarlo de sus funciones


Texto: Amapola Periodismo

Fotografía: Internet

25 de febrero del 2022

Chilpancingo

 

Por enfrentar un proceso por el presunto delito de hostigamiento sexual agravado,
el Consejo Técnico de la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) destituyó como consejero a Eduardo López Betancourt.

Esta resolución lo quita al frente del Tribunal Universitario

Mediante un comunicado, el Consejo informó que le suspendió de manera provisional las actividades docentes a López Betancourt en la facultad de Derecho.

En sesión extraordinaria para abordar el proceso penal de López Betancourt por el delito de hostigamiento sexual agravado tras la denuncia de una alumna.

El documento descarta los siguientes acuerdos del Consejo:

“Como medida cautelar y sin desconocer el principio de presunción de inocencia del consejero Raúl Eduardo López Betancourt, pero para la salvaguarda de la seguridad física y psicológica de la alumna M. L. O. S., se le suspenden de manera provisional sus actividades docentes dentro de la facultad”.

También en la sesión el Consejo Técnico tomó protesta a Eduardo Moreno Cruz, como nuevo decano del órgano colegiado.

Todo lo anterior, en respuesta a la vinculación a proceso que enfrenta Eduardo López Betancourt, por el delito de hostigamiento sexual agraviado.

López Betancourt estuvo presente en la sesión extraordinaria del Consejo Técnico por su garantía de audiencia; sin embargo, ma destitución fue una decisión aprobada por la mayoría. Sólo un consejero votó en contra de separarlo de sus funciones.

Eduardo López Betancourt, aparece en algunas fotografías con el ex gobernador Héctor Astudillo Flores.

El académico le dijo a la alumna que lo denunció: “Tienes muy buenas nalgas para estar en mi cama, y no de revoltosa. Pinches viejas, por eso las matan. También: “zorra, no te queda claro que no vas a lograr nada”.

 

La vuelta a la vida de Alejandra Mateos

El caso de Alejandra es el primer caso de violencia de género que se juzga en el estado desde la implementación de la ley 553 de Acceso de las Mujeres a Una Vida Libre de Violencia, aprobada por el Congreso local, desde el 2008.


Texto: Itzel Urieta 

Fotografía: José Miguel Sánchez

25 de noviembre del 2020

Chilpancingo 

 

Alejandra Mateos Jiménez, de 29 años, después de dos horas de audiencia, se quiebra.

Pide a la jueza Tanya Yamel Alfaro Zapata, a través de su abogado, una pausa. No aguanta un minuto más.

La madrugada del 8 de abril del 2018 pudo ser asesinada.

Sobrevivió y acusó a Víctor Manuel Enríquez Lezama, su novio durante 54 días, de intento de feminicidio.

Por eso, Alejandra Mateos, hoy 5 de marzo del 2020, está en este Juzgado de Guerrero, sentada frente a la jueza.

Es el primer caso de violencia de género que se juzga en el estado desde la implementación de la ley 553 de Acceso de las Mujeres a Una Vida Libre de Violencia, aprobada por el Congreso local, desde el 2008.

La aplicación de la ley nunca ha sido expedita y, la justicia, menos.

La primera audiencia de Alejandra contra su agresor fue el 19 de febrero del 2020. La jueza dictó entonces una sentencia condenatoria de seis años y seis meses de prisión a Víctor Manuel. El acusado apeló.

Alejandra ha escuchado durante unas dos horas la lectura de todo el expediente porque así lo pidió el agresor. La jueza lee una, dos, tres, innumerable número de veces, los detalles de lo que pudo ser la última noche de Alejandra.

A Alejandra la franquean el abogado de oficio José Miguel Rosete Rodríguez y un representante de la Agencia del Ministerio Público.

El hombre que la conquistó pero en el día 54 de su noviazgo intentó matarla también está aquí. Víctor Manuel Enríquez Lezama tiene la compañía de dos abogados.

La jueza tiene enfrente a quien se salvó de morir y a quien quiso asesinarla.

En la sala hay público. Hay mujeres de colectivas que acompañan a Alejandra. Su caso es importante para la lucha feminista. El público ve de frente a la jueza. De Alejandra, Víctor Manuel y los abogados, sólo sus espaldas.

La víctima está a la derecha, el agresor a la izquierda. Cuando voltean a los costados, parcialmente, se pueden apreciar algunos rasgos y gestos de sus rostros. Alejandra se seca las lágrimas. Víctor Manuel se mira imperturbable.

La justicia también es fría. La Sala Uno del Tribunal Superior de Justicia (TSJ) es la mejor prueba. El aire acondicionado está al máximo de su capacidad. Dice el personal que la jueza Tanya Alfaro así lo pide. Los querellantes, sus abogados y el público se aguantan.

Cuando Alejandra se quiebra, dice algo al oído de su abogado y éste pide permiso para interrumpir la audiencia.

La jueza Tanya Alfaro contesta con rudeza.

-No es necesario que la víctima esté presente, se puede retirar.

Alejandra, antes de Víctor Manuel Enríquez Lezama

A Alejandra, la vida le sonreía. Conoció a Víctor Manuel cuando comenzaba su cosecha de logros.

Estudió la Licenciatura en Gastronomía, y una especialidad en cocina mexicana y cocina del mar, en Puebla.

Cuando terminó regresó a Guerrero a hacerse cargo de la empresa familiar, un lugar famoso de tacos al pastor, dentro del mercado de San Francisco.

Diseñó la marca familiar. El negoció florecía. Ella recibía alrededor de 15 a 20 mil pesos mensuales por su trabajo, un ingreso que le permitió independizarse.

Rentó un departamento y lo amuebló.

EL divorció de su mamá y su papá fue un momento amargo, pero para entonces ya estaba superado, y la relación con sus progenitores, restablecida.

Alejandra tiene dos hermanos. Es la única hija del matrimonio Mateos Jiménez.

Una alerta no tan pequeña

Alejandra y Vïctor Manuel se conocieron porque tienen amigos en común. Se veían en las fiestas familiares, hasta que un día, convivieron. Fue el 14 de febrero del 2018. De ahí se empezó a tejer una relación.

Salieron juntos a varias fiestas, aunque esto pasó en un momento delicado en la vida de Alejandra porque ella se recuperaba de la operación de un fibroma.

De esos 54 días de novios, Alejandra recuerda que Víctor Manuel se portó siempre bien, cariñoso y tenía un trato respetuoso.

Sólo una ocasión pasó algo que no encajó con esta forma de ser.

Un día, por cansancio, Alejandra se durmió durante el día, y cuando despertó vio que tenía como unas 40 llamadas perdidas de Víctor Manuel.

Al mismo tiempo, le tocaban a su puerta de forma desesperada. Abrió. Era Víctor Manuel con un gesto de enojo.

–¡¿Por qué no me contestas, Alejandra?¡ –le reclamó fuera de sí.

–Estaba durmiendo, ¿Qué pasó? –le respondió con calma.

–Como no me contestabas me preocupé, pensé que te había pasado algo, –le reviró.

Alejandra pensó que quizá si estaba así por preocupación.

“No lo vi tan alarmante, porque sí pensé que pudo haberse preocupado por lo de mi operación, pero hasta ahora lo veo que si fue bastante raro”.

Alejandra recuerda que después de eso, Víctor Manuel le pidió pasar al baño. Se metió hasta el fondo del cuarto y vio que él se metió como a buscar algo.

Ahora tiene la certeza de que su ex novio entró a cerciorarse de que estaba sola en el departamento.

Día 54

El 8 de abril del 2018, Alejandra y Víctor Manuel fueron a comer pozole a Mochitlán, cabecera del municipio del mismo nombre, a unos 40 minutos de Chilpancingo, acompañados de amigos y amigas de él. Era un jueves.

En toda la entidad guerrerense, los jueves de pozole verde son días de fiesta, de mezcal y de cerveza. Las sobremesas se prolongan hasta entrada la noche, también es habitual que la tarde de pozole, mezcal y cervezas continúe en un botanero, un bar, o una disco.

Después del pozole en Mochitlán, Alejandra, Víctor y los amigos de él, regresaron a Chilpancingo. Estaban felices y acordaron continuar la fiesta en el bar La Condesa, ubicado al sur de la ciudad. Víctor Manuel encontró en el bar a otras amigas y se puso a platicar con ellas, como si Alejandra no estuviera ahí.

Alejandra aguantó un largo rato lo que parecían filtreos de su novio con una de las amigas, después dijo que se retiraba y se salió del bar. Eran los primeros minutos del 8 de abril. Víctor Manuel la alcanzó en el estacionamiento. Ahí comenzó a jalonearla y a insultarla. La acusaba de que era ella la que estaba coqueteando con uno de sus amigos.

Víctor Manuel es un tipo alto y fornido. Tiene alrededor de 1.80 metros de estatura y unos 90 kilos de peso. Alejandra es baja, no llega a 1.60 metros y, en ese entonces, pesaba alrededor de 55 kilos.

Fácil, la subió al auto con fuerza, pero ella fue la que terminó conduciendo porque Víctor Manuel estaba demasiado ebrio.

Alrededor de la una de la mañana del 8 de abril llegaron al departamento de ella. Víctor Manuel se metió con el pretexto de que necesitaba ir al baño. Adentro siguió agrediéndola.

Víctor Manuel le preguntaba a Alejandra que con quién lo engañaba. Le preguntaba y la cacheteaba. Alejandra tenía algunas botellas de vino en su casa y cervezas en el refrigerador. Víctor Manuel las empezó a abrir y a tomárselas. Seguía tomando, golpeándola e insultándola.

Cuando terminaba una botella las aventaba contra la pared. Hizo lo mismo con perfumes que él le había regalado.

Le decía que no se iba a librar de él fácilmente, porque en esos días de noviazgo ya había invertido mucho dinero en ella, en los regalos que le hacía y en llevarla a comer y a divertirse.

También la manoseaba. Le metía los dedos en la entrepierna y se olía las manos, y le decía que le daba asco.

La desvistió e intentó violarla, agarró su cuerpo y la azotó contra la pared. Ya casi desfallecida, la tiró en la cama, en donde intentó estrangularla con una sábana.

Los detalles de la agresión, los escuchó Alejandra durante las cuatro horas que duró la audiencia del 5 de marzo del 2020, en la que la jueza Tanya Alfaro ratificó la sentencia de seis años y seis meses de cárcel contra Víctor Manuel, dictada en la audiencia el 22 de febrero.

“Dicen que en esos momentos ves pasar tu vida. Yo vi a las personas por las que no me quería morir, no quería ser una más en la estadística”, contó Alejandra en una entrevista posterior a esta audiencia.

Alejandra sentía que la vida la abandonaba. Vio a sus seres queridos. Vio el rostro de su padre, de su madre, de sus amigos de la infancia. Sentía que este era su último instante y no quería que fuera así.

Ella, una mujer independiente, decidida, iba acabar como un número, una estadística.

De pronto Víctor Manuel dejó de apretar su cuello. Ella, poco a poco, recuperó el aliento y así estuvo por unos instantes. Cuando abrió los ojos, vio que su novio los últimos 54 días, se había quedado dormido.

Se lo quitó de encima, se vistió y salió corriendo de su propio departamento. Su papá vivía cerca y fue a la casa de él a pedir ayuda.

Juzgar con violencia de género

La golpiza de Víctor Manuel ocasionó daños físicos graves en Alejandra. Ella tuvo lesión en las vértebras del cuello por el estrangulamiento, situación por la que estuvo 22 días inmóvil. Víctor Manuel también le rompió la nariz y las costillas. Además de que todo el cuerpo presentaba hematomas.

Su padre no observó las lesiones con las que llegó a Alejandra en la madrugada del 8 de abril. Todavía no amanecía. Al día siguiente, la vio bien y se alarmó.

Sin embargo, fueron su mamá y el hermano mayor de Alejandra, los que la convencieron de acudir al Ministerio Público a interponer la denuncia.

El papá de Alejandra no estuvo de acuerdo en denunciar, porque sentía que era vergonzoso para la familia.

La mañana del 8 de abril, a pocas horas de la agresión, Alejandra Mateos llegó al Ministerio Público a denunciar el intento de asesinato de Víctor Manuel, su ex novio.

“Desde que llegue al Ministerio Público fui revictimizada, lo primero que me preguntaron fue ¿qué hiciste para que te agredieran?

Quien la atendió en el MP fue una mujer.

“Yo conté lo que me pasó y ella lo redactó a su modo”, recuerda Alejandra.

Los hechos, como los dejó escritos la ministerio público, no se podían tipificar como violencia de género.

“La sábana con que Víctor Manuel intentó asfixiarme, como ella redactó los hechos, no fue considerada un arma”.

Alejandra contrató un abogado para que llevaran su caso. Después de unos meses ya no pudo pagarlo, entonces pidió un defensor de oficio y le asignaron a José Miguel Rosete Rodríguez, quien la acompañó hasta la fecha actual del proceso penal.

El caso pasó por dos jueces. Edgardo Mendoza Falcón fue el primer juzgador. Mendoza Falcón difería las audiencias y no juzgaba con perspectiva de género.

“Él quería mediar con las dos partes, o llegar a un acuerdo mutuo. Yo necesitaba que el juez admitiera la violencia de género y así lo juzgara”, dice con firmeza Alejandra.

Finalmente, Mendoza Falcón dejó el caso por cuestiones laborales. Daba clases en la Facultad de Derecho de la Universidad Autónoma de Guerrero (Uagro) y tenía sobrecarga laboral.

Cuando el intento de asesinato que sufrió Alejandra llegó a manos de la jueza Tanya Alfaro comenzó una nueva etapa en el proceso, ya no se diferían audiencias y Alejandra consideró que la jueza conocía bien la ley 553 y que iba juzgar con perspectiva de género.

Después del último instante

 


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