En al atrio de la Catedral de Santa María de la Asunción, en Chilpancingo, hay una campana que para muchas personas pasa inadvertida, pero su valor histórico se remonta a más de 200 años.
La Catedral de Santa María de la Asunción, ubicada en el zócalo de Chilpancingo, es uno de los lugares más emblemáticos e históricos de la capital. Es la única iglesia de México con elementos históricos y políticos plasmados en sus paredes.
Ahí el ilustre José María Morelos y Pavón encabezó el Primer Congreso de Anáhuac y leyó los Sentimientos de la Nación, primer marco jurídico y legislativo de México.
Pero su importancia no termina ahí, la campana de la que hablamos es un elemento histórico que data de 1749. Ahora luce algo envejecida, el tiempo le dio una coloración verdosa, pero todavía pueden apreciarla desde el costado derecho del atrio de la catedral.
La fundieron en 1749 y lleva en Chilpancingo 247 años al servicio de la catedral. Es grande, pesa aproximadamente una tonelada; tiene grabado el año en que la fundieron.
Algunas personas reconocen su valor histórico y se toman fotografías con ella; para otros su valor es desconocido y pasa desapercibida.
En 2018 la declararon descontinuada por su edad y porque presentaba agrietamientos; ya no sonaba bien. Todavía funcionaba, pero presentaba un riesgo, podía desprenderse. Ahora está es desuso por el riesgo.
“Cuando comenzó a presentar dichos agrietamientos fue que decidimos cambiarla y llamamos a expertos para hacer un diagnóstico y se llegó a la conclusión que podía desprenderse la parte de abajo con que remata la campana”, contó el párroco de la Catedral, Benito Cuenca Mayo.
Aunque la campana lleva cuatro años expuesta en el atrio, existen proyectos para conservarla como una reliquia histórica para Chilpancingo.
“Hace dos años uno de los proyectos que yo tenía era hacer un basamento y sobre eso colocar la campana para conservarla y exhibirla”, dijo Cuenta Mayo.
La campana antigua fue relevada en 2018 por una campana cual de grande, pesa una tonelada, que estuvo exhibida fuera de la catedral antes de subirla.
“La campana nueva fue bendecida una navidad de 2018 por monseñor (Salvador) Rangel, que en ese momento aún era el obispo”.
El sacerdote Cuenca Mayo se ausentó cómo titular de la catedral por dos años y a su regreso pretende retomar el proyecto.
“Por su importancia histórica no podemos venderla, regalarla y mucho menos fundirla, por eso queremos ver que quede para la admiración de los chilpacingueños y todos los que vengan”.
Para el trámite de bajar la campana y colocar una nueva se solicitó el permiso al entonces obispo de la Diócesis Chilpancingo-Chilapa, Salvador Rangel Mendoza, quien autorizó el cambio.
Para el proyecto de exhibir la antigua campana de 274 años, el sacerdote Cuenca Mayo piensa realizar actividades de fondeo que le permitan costear los gastos del basamento.
En Guerrero aún existen vestigios que nos cuentan la historia de México, edificaciones que existen desde la independencia y que muchos se niegan a que desaparezcan.
Uno de los casos es una pequeña casa ubicada en la cabecera municipal de Alcozauca, en la Montaña de Guerrero, que fue el centro de operaciones de Vicente Guerrero en 1817.
El inmueble está en venta desde hace un año y no hay institución que pretenda conservarlo.
La casa está a pocos metros de la iglesia de Alcozauca, es de adobe, con una puerta de lado derecho y una pequeña ventana en el costado.
Si no fuera por una placa que hay en la fachada donde se lee que ahí fue “donde se hospedó el general Vicente Guerrero de paso a Xonacatlán”, pasaría inadvertida y sería otra casa con el mismo estilo arquitectónico. Su valor radica en su historia.
Arriba de la placa también hay un lona amarilla donde se lee: “Se vende”.
En la actualidad la propiedad es de un particular que pretende vender el inmueble.
Vicente Guerrero acudía a esa pequeña casa a planear su estrategia de guerra en la última etapa de la Independencia.
En esa casa fue sitiado por tropas españolas en 1817 y en una batalla por defender la región asesinaron al hombre en el que descaragaba la mayor de su confianza, Juan del Carmen.
En lo que actualmente se conoce como La Montaña de Guerrero y anteriormente la Sierra de Tlapa, los colonizadores impusieron un orden administrativo, político, militar y religioso para sojuzgar a los pueblos originarios.
«Por toda la carga de trabajo y explotación, los pueblos originarios de La Montaña se incorporaron a la lucha insurgente por la Independencia en 1810, respaldando al cura José María Morelos y a Vicente Guerrero, quienes utilizaron la región como zona de operaciones y de resguardo. Vicente Guerrero instaló su cuartel general en Atlamajalcingo del Monte y en Alcozauca, donde recibió ayuda militar, comida y pertrechos por parte de la población», se lee en apartado histórico de la página del Ayuntamiento de Alcozauca.
Aun cuando el Ayuntamiento lo presuma con cierto orgullo, no hay autoridad que pretenda restaurar o poner atención a la casa en venta.
En la imagen, la casa donde se hospedaba Vicente Guerrero en sus visitas a la Montaña de Guerrero durante el movimiento de Independencia, ubicada en Alcozauca. Foto: Cortesía Masedonio Mendoza Basurto.
Cuenta la historia oral de Alcozauca que los pueblos originarios fueron un bastión importante para mantener viva la independencia, «suministrando carne seca, sal, agua, pinole, totopos, quelites, tortillas y alimentos para las tropas insurgentes».
«También aportaban información, recursos económicos, pertrechos, armas, leña, caballos y otros recursos para sostener la lucha revolucionaria», se lee en un artículo histórico sobre Alcozauca, escrito por Jaime García Leyva, poeta y cronista Ñu Savi.
La importancia de Vicente Guerrero en Alcozauca fue tal que el 18 de febrero de 1869 el gobernador del estado, Francisco O. Arce, publicó el decreto que nombra a Alcozauca como de Guerrero.
El decreto concedió, además, una feria anual que debía iniciar cinco días antes del primer viernes de cuaresma.
Actualmente la feria tampoco se realiza.
El decreto pretendía conmemorar la lucha en contra del dominio español que Vicente Guerrero desarrolló en la Montaña y Costa Chica entre 1814 y 1817.
De acuerdo con datos del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), existen varios testimonios sobre la estadía de Vicente Guerrero en la Montaña y de los diversos enfrentamientos armados que tuvo con las tropas del gobierno virreinal y de los cerros que fortificó.
Uno de esos relatos fue que en 1816 el comandante realista Gabriel Armijo informaba que “gavillas de rebeldes que se han establecido son las de Vicente Guerrero situado y fortificado en Xonacatlán, su fuerza constante es de 800 hombres, de ellos 500 con armas de fuego y el resto de machetera», establece un documento propiedad del INAH y publicado en su página oficial.
Sobre el mismo tema, la historiadora del INAH Guerrero, María Teresa Pavia Miller cuenta que Xonacatlán fue el cuartel general la mayor parte del tiempo que Vicente Guerrero acudía a la Montaña.
Pavia Miller también establece la hipótesis en la que es probable que el insurgente tixtleco se ubicará por Xonacatlán cuando ocurrió el famoso encuentro con su padre, quien lo buscó con la encomienda del gobierno realista de convencerlo para que se indultara.
Con más de 200 años de historia, el miércoles 18, el diputado de Morena, Masedonio Mendoza Basurto, presentó un punto de acuerdo para exhortar a la titular de la Secretaría de Cultura del estado, Aída Melina Martínez Rebolledo, para que haga las gestiones necesarias para el rescate del inmueble donde se hospedaba Vicente Guerrero.
En la imagen, el diputado de Morena, Masedonio Mendoza Basurto, durante su intervención sobre la casa de Vicente Guerrero en la sesión del 18 de enero. Foto: Congreso del estado
Mendoza Basurto pretende que la Secretaría de Cultura rescate dicho espacio histórico para se convierta en un centro cultural o museo que rinda homenaje a Vicente Guerrero.
Durante su intervención en tribuna, Mendoza Basurto resaltó en su propuesta, la importancia histórica de Alcozauca al ser «escenario de batallas militares durante varios años, hasta 1821, cuando se establece una tregua entre Guerrero e Iturbide para pacificar el país y lograr la Independencia».
«Por todo lo anterior es de suma importancia recuperar el bien inmueble donde se alojara el general Vicente Guerrero durante sus incursiones por la Montaña, y con ello coadyuvar a la conservación del legado histórico y memoria de un guerrerense ilustre y valeroso que hizo importantes aportaciones al país», mencionó Mendoza Basurto.
La propuesta fue turnada a la Comisión de Cultura para su correspondiente análisis y dictaminación.
Este es un texto patrocinado por el Congreso del Estado de Guerrero
Malaquías Amelia de Jesús Robles Ávila fue su nombre de pila, pero en la historia quedó inmortalizado como el coronel Amelio Robles, catalogado como el primer revolucionario transgénero en México.
Nació en 1889, en la comunidad de Xochipala, Guerrero. Desde su nacimiento hasta su juventud fue reconocido como mujer y en el libro Amelio mi Coronel, se describe su historia entre datos verdaderos y literarios.
De acuerdo con el libro, las personas cercanas a Amelio mencionan que era alguien diferente, que desde muy pequeño ya usaba armas, andaba a caballo y hacía actividades relacionadas con los hombres.
Durante 1910, en México comenzó la Revolución Mexicana, episodio histórico en el que muchas personas combatieron, contra el gobierno de Porfirio Díaz, impulsadas por el Plan de San Luis, un manifiesto publicado por Francisco I Madero, el 20 de noviembre de 1910, que llamaba a alzarse en armas para acabar con la dictadura de Porfirio Díaz y convocar a elecciones.
“Entre los que se unieron a esta guerra contra Porfirio Díaz, se destaca un coronel de nombre Amelio Robles, un hombre trans que, en esa convulsionada época, encontró la manera de ocultar su identidad”, mencionó Ignacio Casas Freire, autor del libro Amelio mi coronel, durante un conversatorio virtual organizado por el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH).
El libro es una ficción histórica que mezcla las historias de la Revolución Mexicana con la descripción del proceso por el cual pasó Malaquías Amelia de Jesús antes de ser conocido como Amelio Robles.
A los 23 años, todavía como Amelia, decidió unirse a las filas del Ejército Libertador del Sur, obtuvo trabajos de mensajería, contrabando de armas, víveres, lucha armada y misiones especiales.
Antes de que las tropas del Ejército Libertador del Sur pasarán por Xochipala, Amelio se tomó una foto y cuando se la entregaron exclamó “Yo soy y no soy ese personaje”. Acto seguido se cortó las trenzas que llegaban hasta su cintura.
En el libro se narra que después de ese episodio, la madre de Amelia guardó toda su vida las trenzas de su hija en una cajita de Olinalá.
Al ingresar a las tropas dejó a un lado las faldas y el rebozo por Casimira, la pistola de su difunto padre.
En los días que Amelia ingresó a las filas del movimiento revolucionario, les dijo a sus compañeros que se dirigieran a su persona como hombre. Cambió su nombre a Amelio y pidió respeto.
“En una ocasión alguien de su tropa se dirigió a Amelio como mujer y el estalló en cólera, no permitía esa falta de respeto”.
Durante la Revolución, las habilidades de Amelia se hicieron notar, principalmente, al planear y ejecutar emboscadas contra el Ejército federal en las montañas del sur de México.
Participó en la toma de Chilpancingo que llevó a la caída del presidente golpista Victoriano Huerta e incluso, en un combate, logró robarle el caballo a un general, lo que mostró su gran habilidad para dirigir asaltos y su destreza individual.
Ya como coronel tuvo a su cargo grupos de hasta 1,000 hombres.
En 1918, cuando Venustiano Carranza se convierte en presidente de México, Amelio fue nombrado soldado del Ejército Mexicano por haber participado en diferentes luchas con personajes como Chon Díaz, Heliodoro Castillo, Adrián Castrejón y Emiliano Zapata.
Su amistad con quien era su jefe en el Ejército, Adrián Castrejón, facilitaron muchas cosas a Amelio Robles ya que ese contacto político le permitió el reconocimiento en las filas militares.
El ejército zapatista le ofreció el título de coronel, pero éste no era reconocido por la Secretaría de Defensa Nacional (Sedena), así que dicho nombramiento no fue oficial y mucho menos se le otorgó la pensión militar que reciben los soldados.
En 1974 lo condecoraron y lo nombraron Veterano de la Revolución Mexicana, gracias a un acta de nacimiento apócrifa, la Sedena reconocía el género y el nombre de Amelio Malaquías Robles Ávila.
En el libro, Casas Freire explica que el carácter de Amelio era bravo, rudo. A quien le dijera algo con respecto a su género le disparaba y no le importaba quien fuera.
Tuvo novias, entre ellas está Ángela Torres con quien adoptó una niña y Lupita Barrón.
Amelio falleció en 1984 a la edad de 95 años.
El libro tiene pasajes que marcaron la vida de Amelio y mezcla investigación histórica con literatura para crear una novela que le hace homenaje a la vida de Amelio.
«El libro aborda esa transición que Amelio pasó durante la Revolución y como contrajo su identidad sin las herramientas teóricas que hay en la actualidad”, dijo Santiago Sosa, uno de los comentaristas del libro.
La vida de Amelio Robles origina un debate en torno a su figura. En nuestros días es motivo de discusiones sobre identidad de género y el avance de derechos de la comunidad LGBT y el feminismo.
También habría error en el apellido de su madre, así que el insurgente probablemente se llamaba Vicente Guerrero Rodríguez
Texto: Itzel Urieta
Fotografía: José Miguel Sánchez
Chilpancingo
El consumador de la Independencia, Vicente Guerrero Saldaña, nació un 10 de agosto de 1782, pero todos lo conmemoran el 9 de agosto debido a una confusión que existe en los registros oficiales.
La historiadora del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), María Teresa Pavía Miller, comenta que la fecha de aniversario y el año son diferentes a los que se conoce.
La historia que todos conocen basa la fecha del nacimiento de Vicente Guerrero en un acta de bautizo que es propiedad de la iglesia de Tixtla, en la cual se indica que nació el 9 de agosto de 1782.
De acuerdo con Pavía Miller, el documento que se debe tomar en cuenta es el Padrón de
Familias de Españoles, Castizos y Mestizos de Tixtla, realizado en 1791, y que resguarda el Archivo General de la Nación (AGN).
“Ahí se apuntó (en el padrón) que, en ese tiempo, el futuro insurgente apenas contaba con ochos años de edad, lo que nos indica que pudo haber nacido en 1783”.
Según este dato, el nacimiento de Vicente Guerrero se da un año después de la fecha que todos conocen.
Además, el día también es erróneo, de acuerdo con el libro Vicente Guerrero. El Carácter, del escritor José Mancisidor, la fecha de nacimiento de Vicente Guerrero es el 10 de agosto.
“Yo el bachiller D. Francisco Cavallero bauticé solemnemente, puse oleos, y crisma a Vicente Ramón, hijo de D. Juan Pedro Guerrero y de doña María Guadalupe Saldaña”, se lee en la cita del libro.
Otro dato que refuta Pavía Miller es el apellido. Todos conocen al insurgente como
Vicente Guerrero Saldaña, pero de acuerdo con el padrón antes mencionado, su madre se registró como María Rodríguez.
“De acuerdo con este documento, el personaje histórico que dio nombre a nuestro
estado, en verdad, se llamó Vicente Guerrero Rodríguez”, revela Pavía Miller.
Los datos en los que se basa la historiadora del INAH se hayan en el Archivo
General de la Nación, en el área de padrones, volumen 17, fojas 278 y 278r.
El biógrafo de Vicente Guerrero, Herminio Chávez Guerrero, en su libro Vicente Guerrero. El Consumador, aunque asume que la fecha de nacimiento de Vicente Guerrero asentada en las actas es del 10 de agosto, considera que en aquel tiempo a los niños se les bautizaba un día después de nacido, por lo que asumió que nació un 9 de agosto.
Muchas instituciones toman esa referencia y por eso conmemoran cada 9 de agosto el natalicio del consumador de la independencia.
El insurgente
De acuerdo con el libro Vicente Guerrero. El Carácter, Vicente Guerrero, desde joven tuvo afinidad con las ideas libertarias de los insurgentes y en diciembre de 1810 se unió a las tropas independentistas, por su arrojo y valentía quedó a las órdenes de José María Morelos y Pavón.
Cuando muere Morelos, en 1815, la conducción del movimiento recae en el mismo Guerrero.
El 9 de noviembre de 1820, el virrey envía una oferta de indulto a Guerrero a través de su padre, dando pie a una de las frases más célebres de la historia mexicana.
“Este venerable anciano es mi padre; viene a nombre del virrey a ofrecerme dádivas, que nunca aceptaré. Respeto a mi padre y le obedezco; pero como mexicano de honor y soldado de la libertad de mi pueblo, no puedo traicionar mi ideal, que piensan empañar los hombres faltos de amor patrio: Mi patria es primero”.
El 10 de enero de 1821 Guerrero recibió de Iturbide una invitación para negociar la Independencia; se reunieron en Acatempan y el jefe insurgente convino en luchar al lado de sus antiguos enemigos, ocupando un lugar subalterno. Aunque Guerrero reconoció a Iturbide como emperador pronto lo combatió.
En 1828 figuró como candidato a la presidencia, sin embargo, se designó a Manuel Gómez Pedraza, por lo que se produjo un movimiento subversivo y se declaró insubsistente la elección por lo que se designó entonces presidente a Guerrero y en la vicepresidencia se designó al general Anastasio Bustamante.
Anastasio Bustamante proclamó el Plan de Jalapa y desconoció al régimen de Guerrero y, a su vez, el Congreso lo declaró imposibilitado para gobernar la República, por lo cuál Vicente Guerrero se lanzó en una nueva guerra civil que se prolongó todo 1830.
En enero de 1831 Vicente Guerrero fue aprendido a bordo del bergantín El Colombo; un consejo de guerra lo condenó a muerte y lo fusilaron en la villa de Cuilapan.
La biblioteca Ignacio Manuel Altamirano está ubica en el centro de la ciudad, detrás de la iglesia central. Tiene 68 años de existencia y es la tercera más grande del estado y una de las más grandes del país, lo que la convierte en un espacio importante para las y los habitantes de Tixtla.
Texto y fotografía: José Miguel Sánchez
13 de junio de 2022
Tixtla
Entrar a la biblioteca Ignacio Manuel Altamirano en Tixtla es un viaje en el tiempo en muchos sentidos, por su arquitectura y su historia. El inmueble tiene un diseño que remonta a los años 60, con grandes ventanales y columnas, un pasillo que conecta a todas las áreas y dos patios, uno central donde está el busto del escritor que lleva su nombre –quien es considerado uno de los personales principales de este municipio– y el otro que da a la parte trasera que sirve como receptor de luz natural.
Desde el pasillo es posible ver una infinidad de libros ordenados minuciosamente por tema y orden alfabético que se distinguen sin luz artificial.
La biblioteca Ignacio Manuel Altamirano está ubica en el centro de la ciudad, detrás de la iglesia central. Tiene 68 años de existencia y es la tercera más grande del estado y una de las más grandes del país, lo que la convierte en un espacio importante para las y los habitantes de Tixtla.
Fueinaugurada el 27 de junio de 1954, pero la idea se gestó en enero de 1927, en una plática entre las guerrerenses María Luisa Ocampo y Beatriz Hernández García, quienes comentaron sobre su preocupación de que en Tixtla, tierra natal de Altamirano, existiera un espacio para el conocimiento.
Las dos mujeres gestoras de este espacio estuvieron dedicadas a la política, la escritura y la promoción cultural. La biografía oficial de María Luisa Ocampo indica que nació en Petatlán, región Costa Grande del estado, pero los recuerdos de infancia de Hernández García, resguardados en la misma biblioteca, la sitúan como un elemento importante de la ciudad de Tixtla.
A ambas mujeres les costó mucho esfuerzo la gestión de este espacio. “Antes de la Revolución Mexicana el predio fue propiedad municipal destinada a la Escuela Real de Niños. En 1912 fue vendido al sacerdote Adrián N. Cervantes para servicio de la iglesia”, se lee en las notas de Hernández García.
Por gestiones directas Hernández García en 1954, apoyada por pobladores, el sacerdote Adalberto J. Miranda, entonces a cargo de la iglesia, prestó el espacio detrás del edificio católico para que instalaran la biblioteca.
En 1955, el mismo sacerdote cambió de opinión, porque ya no le pareció correcto que una biblioteca estuviera en terreno sagrado, y comenzó un litigo para apropiarse de nuevo del espacio.
El litigio duro 13 años, comenzó el 11 de abril de 1955, cuando el sacerdote notificó al patronato de la biblioteca que recuperaría el predio, y culminó el 30 de octubre de 1963, cuando en el Diario Oficial de la Federación (DOF) se publicó un decreto donde el presidente de la Republica, Adolfo López Mateos, declaraba de “utilidad pública el espacio donde funciona la biblioteca David Prospero Cardona en la ciudad de Tixtla”, se lee en un recorte de la edición del DOF.
Los primeros 15 años la biblioteca llevó el nombre de David Prospero Cardona, en honor al director de la Escuela del Estado de Guerrero, quien falleció en un accidente meses antes de la inauguración de la biblioteca.
Prospero Cardona fue el primer impulsor de colocar un monumento a Ignacio Manuel Altamirano y a manera de homenaje donó un busto que fue colocado en el jardín central. Por los aportes del escritor a la ciudad se pensó que la biblioteca llevara su nombre.
Altamirano es un referente histórico del país nacido en Tixtla. Su trayectoria como militar, político y escritor fue determinante para México: luchó contra la Intervención Francesa de lado de Benito Juárez, como político impulso la educación laica y gratuita, y como escritor es considerado uno de los mejores novelistas de su época con obras como Navidad en las Montañas, Clemencia y El Zarco.
Una vez que concluyó el litigio por el predio comenzó la construcción del edificio de la biblioteca que perdura hasta la actualidad, inaugurándose en 1967, fecha en que también le asignaron el nombre de Ignacio Manuel Altamirano.
Su historia forma parte de la bibliografía de la misa biblioteca. Son seis libros que, en realidad, son los apuntes de Hernández García, donde incluyó fotos, documentos, periódicos, actas de cabildo y oficios.
La leyenda del libro de piel humana de la biblioteca
Durante la construcción de la biblioteca Ignacio Manuel Altamirano, que comenzó en 1954, fueron excavadas las cepas de los cimientos de un árbol de toronja, donde hallaron enterrada una olla de barro que estaba sellada con cera.
Al abrir la olla descubrieron tres objetos: unas pastas de libro medianas color marrón y de textura lisa, unas tijeras oxidadas y una hoja de papel con un escrito en el cual se explicaba de manera breve la procedencia y elaboración de las pastas.
Según este escrito, las pastas del libro eran de la piel humana de una curandera blanca llamada Benita la santera. Al parecer las forraron con la piel de su antebrazo y su glúteo.
Años después, pasaron por Tixtla un grupo de húngaros (gitanos), quienes acamparon en la Plazuela del barrio del Santuario. Al enterarse de la existencia del libro, el patriarca de los húngaros fue a la biblioteca para mirarlo y tocarlo y al hacerlo sintió algo especial; intento comprarlo, dijo, porque le transmitía cosas buenas, pero nunca se lo vendieron.
La directora de la biblioteca, María Estela Moreno Moya, comentó que han circulado muchas leyendas alrededor del libro, y otra de ellas es que solía cambiar de lugar. “Luego se dice que en la noche lo dejaban en un lugar y en la mañana estaba en otro lugar diferente”, menciona.
También comentó que al libro le atribuyen el poder de conceder deseos a quienes se lo piden con fe. Pero ninguna de estas leyendas la han confirmado.
En el 2014 hubo un concurso para rescatar vestigios históricos del estado. La finalidad era difundir cualquier indicio o vestigio tangible o intangible que pueda considerarse patrimonio cultural referente a las diversas etapas de la historia de México y cuya conservación sea de interés estatal o nacional.
Inés Araceli García Aburto, quien en ese entonces era la directora de la biblioteca Ignacio Manuel Altamirano, presentó la leyenda del libro forrado con piel humana.
Ella se encargó de redactar la historia con la información que se conocía del libro y, finalmente, el 28 de febrero del 2014 el libro de piel quedó oficialmente registrado como un vestigio histórico del estado. Para reconstruir esta leyenda, que es eso, una leyenda, acudió a las voces de los habitantes de Tixtla que, al final, son los que le han dado cierta lucidez a esa historia.
Pese a que la bibliopegia antropodérmica (técnica de forrar libros con piel humana) fue una práctica habitual en el siglo XVII, en México no se tienen registros de esta práctica. El libro de piel humana es una leyenda popular en Tixtla, en el estado y fuera de él.
El libro está exhibido en la sala de consulta virtual de la biblioteca. Moreno Moyao compartió que hay personas que acuden a verlo con curiosidad.
El contenido del libro son sonetos de Sor Juana Inés de la Cruz. Por mucho tiempo pasó desapercibido. Las personas que pedían libros de Sor Juana llegaban a este libro y los comentarios no pasaban de la peculiar textura de su pasta, y partir de eso la leyenda creció.
«Antes lo prestábamos para que las personas lo leyeran, pero dejamos de hacerlo para que se mantuviera en un mejor estado y preservarlo», comenta.
El libro se ha mantenido en buen estado con el paso de los años gracias a los cuidados que le brindan en la biblioteca, sin que sean especiales o diferenciados al del resto, y también a la comprensión de los asistentes, porque lo innegable del libro son los años acumulados.
Moreno Moyao dijo que lo limpian con un trapo semi humedo y antes con una brocha le quitan el polvo.
El libro de piel genera interés. Algunas personas que vieron y tocaron el libro dijeron que sintieron ciertas energías. «En una ocasión vino una persona que se dedica a la sanación espiritual con cuarzos, y al tocar el libro dijo que ella percibía a una persona que había sufrido mucho», comentó Moreno Moyao. Pero ella comentó que nunca ha visto algo raro en el libro.
En internet hay versiones que afirman que en el año de 1990 una investigadora holandesa realizó estudios al libro y que éstos confirman que sí está forrado con piel humana.
La directora de la biblioteca insistió que no hay certeza sobre la autenticidad de la piel. Aun así, la leyenda continúa.
Una biblioteca importante para Tixtla
Tixtla es cuna de hombres ilustres e importantes para la historia de México en muchos sentidos, como Ignacio Manuel Altamirano. La biblioteca lleva el nombre en honor a él y al legado que dejó como literato a nivel nacional, quien además de ser novelista fue periodista, fundo los periódicos La Tribuna y El Federalista.
La biblioteca Ignacio Manuel Altamirano forma de Tixtla parte de la Red Nacional de Bibliotecas Públicas.
“Si la comparamos con otras bibliotecas, obviamente hay otras más grandes que ésta, pero ésta es una de las pocas bibliotecas que tienen su espacio fijo, específicamente para ser biblioteca, porque otras bibliotecas están dentro las casas de la cultura de los ayuntamientos y después las mueven”, aclara Moreno Moyao.
La biblioteca comenzó con una colección de 50 libros, los cuales fueron donados por los mismos habitantes de Tixtla. Ahora suman 10,700 libros y, por el momento, ya no acepta donaciones por falta de espacio para colocarlos.
También los pobladores donaron mesas, sillas y muebles que aún conservan en buen estado en la biblioteca.
En la biblioteca Ignacio Manuel Altamirano es importante tener libros que se adapten a su contexto. “Tratamos de tener libros que vayan acorde con las carreras que se estudian aquí”, mencionó la directora.
La biblioteca tiene una sala de consulta electrónica en la que hay equipo de cómputo e internet, la salda de consulta habitual donde están todos los libros y un área infantil destinada únicamente para los niños y niñas.
El área infantil es totalmente diferente al resto de la biblioteca, es un área colorida, con dibujos, libros infantiles, cuentos y material didáctico. Esa área hay 813 libros y está a cargo de la educadora Generosa Gómez de la Cruz.
“Realizamos diferentes talleres de fomento a la lectura. En verano también damos cursos y hemos tenido buena aceptación de los niños. Incluso vienen niños de otras localidades a nuestros cursos”. compartió Generosa Gómez.
Uno de los objetivos principales de la sala infantil es que los niños y niñas adquieran el hábito de la lectura desde temprana edad.
Los libros de la biblioteca están divididos por secciones y prácticamente hay de todo. Desde generalidades, religión, ciencias naturales, lenguas, ciencias puras, tecnología, bellas artes y un área de revistas de investigación.
Una biblioteca en la era digital
Una de las dificultes que tiene que enfrentar la biblioteca es que con el acceso a internet la afluencia de visitantes bajó considerablemente, y quienes asisten más son las personas de comunidades donde no hay internet.
La pandemia por la Covid-19 también afectó su funcionamiento, porque estuvo cerrada por casi un año. Las encargadas sólo acudían a realizar el aseo y dar mantenimiento a los libros.
La biblioteca cuenta con el sistema de préstamo a domicilio, que consiste en prestar los libros a los usuarios para que se los lleven a sus casas y allá puedan ocuparlos. En el lugar ofrecen a los usuarios una credencial en la que agregan sus datos para hacerse acreedores a los libros con un plazo de entrega y así el usuario crea un historial. Esta practica de préstamo a domicilio fue de gran ayuda durante el confinamiento.
La biblioteca central de Tixtla es parte de un legado histórico para el municipio y sus habitantes, no sólo porque lleva el nombre de uno de los escritores tixtlecos más importantes del país, también porque su origen está ligado a dos mujeres destacadas, María Luisa Ocampo y Beatriz Hernández García, y porque su conservación es un reflejo de la dedicación de sus habitantes.
Desde hace décadas es la sede de la Normal Rural Raúl Isidro Burgos, donde los estudiantes siguen cosechando parte de sus tierras
Texto: Beatriz García
Foto: Amílcar Juárez
25 de mayo de 2022
Tixtla
En la hacienda de Ayotzinapa, ubicada en Tixtla, en la época de la colonia (1821), la vida estaba a cargo del campesinado, quienes hacían fluir la economía del municipio, con la siembra del maíz, frijol, algodón y la producción de derivados de la caña de azúcar.
“Las haciendas son construcciones que surgieron en nuestro país a partir del siglo XVII con las primeras encomiendas de tierra que la Corona Española otorgara a sus soldados de más alto rango, luego se consolidaron como el pilar de la economía colonial y la propiedad más característica del México Novohispano”, así lo define la organización Haciendas de México, situada en el estado de Morelos.
Ayotzinapa es una localidad de Tixtla, situada en la región Centro del estado que, en realidad funciona casi como una colonia de la cabecera municipal, porque está justo a su entrada. La ocupa casi por completo el casco de la antigua hacienda que es sede de la Escuela Normal Rural de Ayotzinapa Raúl Isidro Burgos desde hace décadas.
Es fácil ubicar la comunidad o la Normal Rural o, en su caso, la antigua hacienda. Está sobre la carretera federal Chilpancingo-Chilapa. Un arco de concreto color rojo con letras de gran tamaño la anuncian, pero es una calle pedregosa que lleva a su interior.
La estructura de la hacienda en la antigüedad con el tiempo fue modificada para la adaptación de la institución. Aún sobresale en el terreno una construcción al centro de la escuela de piedra y grandes ventanas en forma de arcos, al estilo colonial; esa área ahora son el auditorio, aulas y oficinas de la normal.
Ahora esta construcción la rodean dormitorios, canchas, lavaderos y el comedor de la escuela, construidas en una zona que antes fue de siembras. En la escuela todavía hay hectáreas que son cultivan; los alumnos, como parte de su formación, las hacen producir tal como lo hicieron los campesinos desde la fundación de la hacienda.
La normal Ayotzinapa es emblema del normalismo rural en México, de donde surgieron importantes luchadores sociales como el maestro Lucio Cabañas Barrientos, quien se inclinó por la lucha armada.También es referente de la lucha social estatal y nacional. Desde hace casi ocho años de la búsqueda y esclarecimiento de la desaparición de 43 de sus estudiantes.
Para conocer la historia del casco de la normal rural de Ayotzinapa fueron importantes los registros de dos cronistas de Tixtla, Prócoro Fernández Vargas y Ernesto Pastenes Adame.
Entre las tropas de Hernán Cortés, el español que tomó el territorio azteca, estaban los hermanos Martín y Pedro de Ircio, quienes se quedaron con el territorio de Tixtla que, en ese entonces, abarcaba hasta lo que ahora es el municipio de Tepecoacuilco (zona Norte).
A Martín de Ircio se le da el crédito de fundador de Tixtla, contó Pastenes Adame desde uno de los pasillos de la Casa Grande, otro inmueble del municipio plagado de historia. Entre Martín de Ircio y su yerno, Luis de Velasco II, mantuvieron la encomienda de Tixtla por cerca de 95 años.
Al fallecer el español, todas las propiedades pasaron a manos de su hija, María de Ircio Mendoza, quien después se casó con el virrey Luis de Velasco II, es por esa razón que la propiedad quedó en sus manos.
En una ocasión Tixtla sufrió una inundación –en la actualidad todavía son comúnes– y la gente que habitaba en la partes bajas migró a las zonas altas del territorio, lo que ahora es el barrio de El Fortín, y fundan Tixtlán, lo que antecede al nombre del municipio de Tixtla, que significa harina o masa de maíz en vocablo nahua.
La gente quedó dispersa. En esa disputa, el entonces virrey otorga la parte que ahora se conoce como Ayotzinapa a un hombre de Martín de Armendaris –el único dato que se conoce de él– a quien le da la encomienda de calmar el conflicto.
Martín de Armendaris decide construir la hacienda de Ayotzinapa para su descanso.
Prócoro Fernández Vargas, quien es un historiador egresado de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Autónoma de Guerrero (Uagro), en entrevista compartió que ya en la época de la Guerra de Independencia (que se tiene como referencia de inicio 1810), un personaje singular fue terrateniente Sebastián de Viguri, entonces dueño de los terrenos de Ayotzinapa, anunció que repartiría las tierras entre los comuneros.
De acuerdo con el cronista Ernesto Pastenes fue el 26 de mayo de 1811, cuando el independentistas José María Morelos y Pavón tomó Tixtla y manifiesta la importancia de controlar la miseria, por un lado, y la riqueza, por el otro. Fue su discurso el que “conmovió” a Sebastián de Viguri, quien le dejó los terrenos de la hacienda a los naturales de Tixtla.
“Es cuando se conceden por primera vez los derechos, se fracciona la hacienda y va a ser un antecedente directo de lo que será la escuela de Ayotzinapa. Cuando se da el nacimiento del México Independiente se da un proceso en el que se centraliza el poder y se federaliza, después del triunfo de independencia, hasta que llegamos a la Guerra de Reforma”, precisó Fernández Vargas.
Cuando se da el enfrentamiento entre conservadores y liberales en 1860, los liberales ganan la guerra. Los liberales pugnaban por una república democrática, donde no tuviera influencia la iglesia, y así conformar los poderes ejecutivo, legislativo y judicial, y los conservadores hablaban de establecer una monarquía, con ideas del orden social en el virreinato, y la iglesia mantuviera su influencia en la formación y educación.
Después de la Guerra de Reforma se genera un cambio de régimen y es cuando nace la propiedad privada legalmente en México.
“Nacen los ciudadanos y la propiedad privada, para esa época se le hacen diversos fraudes a los pobladores que habían sido beneficiados por Viguri y se les quita la propiedad, son despojados de ella y vienen juicios hasta que posteriormente, con el Cardenismo (1934), les vuelven a reconocer que tienen derecho a las tierras”, relató.
Para el cronista es importante destacar el significado de hacienda, porque para muchos era el lugar en el periodo porfirista –Porfirio Díaz mantuvo el poder por 32 años como presidente de México– donde hubo terratenientes opresores, pero, su aprtación es que una hacienda funcionó con un sistema de producción que movía la economía de una región. Ayotzinapa por cerca de 150 años fue el motor productivo de la economía local y regional.
¿Cómo confluía la vida en la hacienda?
La vida a una hacienda se la daban los campesinos y sus siembras de maíz, frijol, verduras; en Ayotzinapa además había algodón y la caña, según la documentación de Fernández Vargas.
Tixtla y la zona centro de Guerrero, incluyendo Chichihualco, los habitantes se dedicaban a los trapiches, la elaboración de los derivados de la caña de la azúcar, como el piloncillo. En la época colonial, los hacendados pagaban a los campesinos con usufructo, pero éstos debían pagar impuestos a la corona; hasta después les dieron una especie de pago.
Cuando Sebastián de Viguri concesionó o dividió su propiedad, los campesinos ya vendían de manera directa sus productos.
En el cardenismo –época de la histórica de México cuando fue gobernado por el político y militar mexicano, Lázaro Cárdenas del Río (1895-1970)– fueron creados los ejidos, es decir, una propiedad que no pertenece al individuo si no a una colectividad, contrario a la ápoca en que Sebastián de Viguri concesionó la tierra. Entonces nuevamente los campesinos adaptaron la forma de intercambiar o vender sus productos, porque ahora todo lo que producían tenía que repartirse en partes iguales.
Ayotzinapa fue históricamente un lugar de importancia económica que movía a la ahora región Centro y estaba conectada con haciendas como la de los Bravos en Chichihualco, era una red comercial importante, un engranaje que permitía el movimiento e intercambio comercial entre los productos que elaboraban y cultivaban.
“Si quitamos las haciendas en su momento no entenderíamos nunca lo que es la identidad tixtleca hoy”, destacó el historiador.
Un nueva utilidad para los cascos de las haciendas
Con el paso del tiempo las haciendas pierden su lugar en el sistema de producción mexicano y empieza la gran industria, sobre todo en la zona norte del país y en la Ciudad de México, donde surgen las grandes fábricas y las haciendas son olvidadas lentamente, de acuerdo con Fernández Vargas.
Cuando las haciendas ya no son redituables a los dueños, como la hacienda de Ayotzinapa, quedan en el olvido.
En 1920 llegó a la presidencia de México Álvaro Obregón, quien nombró a José Vasconcelos como secretario de Educación. Él retomó el ideal del general Ignacio Manuel Altamirano de educar al pueblo y creó las normales rurales.
En 1922 surgió la primera normal en Michoacán. Para Guerrero se proyectó fundar una normal en Tlapa, municipio de región Montaña.
Fue el profesor tixtleco Adolfo Cienfuegos y Camus, quien con sus amistades gestionó se fundara en su ciudad natal una normal.
Por gestión de Cienfuegos y Camus en 1930, la Secretaría de Educación creó la Normal Rural Mixta en Tixtla, en el centro de la ahora cabecera municipal, donde antiguamente asistían hombres y mujeres.
Como se necesitaba una normal mantuviera el enfoque rural, para que los estudiantes que provenían de zonas rurales y pueblos originarios continuaran con las prácticas del campo, comienzan a gestionar para que la normal se traslade a los terrenos de Ayotzinapa, donde había terrenos fértiles. Aquí sería la actual ubicación de la normal, con la condición de que sólo fuera para hombres, como funciona en la actualidad.
En Ayotzinapa la historia se sigue escribiendo, ahora desde la lucha de los estudiantes, quienes son hijos de campesinos, por mantenerla siempre como una opción educativa para los jóvenes del campo, y como muestra de resistecia y exigencia de justicia por las acciones en su contra, como la desaparición de 43 normalistas en Iguala el 26 de septiembre de 2014.
La Casa Grande data de hace más de 200 años y aún sigue de pie. Por sus pasillos caminaron personajes históricos como Vicente Guerrero, Ignacio Manuel Altamirano, Juan Álvarez y Vicente Jiménez.
Texto: Itzel Urieta Fotografía: Especial 27 de abril del 2022 Tixtla
En el corazón de Tixtla, en una de las habitaciones de la llamada Casa Grande, se promulgó la primera constitución del estado de Guerrero de manos del general Juan Álvarez Hurtado. Era 1851 y la Ley Orgánica Provisional promulgada en Iguala tenía que renovarse.
Fue así que en Tixtla se promulgaron los primeros 115 artículos, organizados en seis títulos y 25 capítulos que dieron legalidad al naciente estado sureño que hoy conocemos como Guerrero.
El 26 de junio de 1851, en la Casa Grande, la primera sede del Poder Ejecutivo, Juan Álvarez firmó la declaración de la primera constitución estatal. El inmueble de gran valor histórico está ubicado en el corazón de Tixtla; es un edificio con arquitectura colonial, con un jardín central con fuente y árboles frondosos al centro, rodeado de habitaciones enormes con balcones que dan al zócalo de la ciudad.
La Casa Grande data de hace más de 200 años y aún sigue de pie. Por sus pasillos caminaron personajes históricos como Vicente Guerrero, Ignacio Manuel Altamirano, Juan Álvarez y Vicente Jiménez.
La arquitectura consta de una sola planta y se desarrolla en función de un patio central, que está rodeado por cuatro corredores lineales, que forman un cuadrado, los cuales sirven de conectores a las habitaciones de la casa. Los pasillos son adornados por un mural donde se narra la historia de México, exaltando la importancia del estado y la historia de Tixtla.
A lo largo de su historia funcionó como casa, cuartel militar, sede del Poder Ejecutivo, internado, ayuntamiento y hoy centro cultural. Su nombre oficial en la actualidad es Centro Cultural Vicente Guerrero.
El libro Breve reseña histórica de Tixtla y su casa grande, narran la historia de este inmueble ubicado en el centro de la cabecera municipal. La antigua casona de estilo colonial funcionó en los últimos años como sede del Ayuntamiento.
De acuerdo con el autor del libro, Ernesto Pastenes Hernández, la historia del inmueble se remonta a la época virreinal. Por designio del primer virrey de la Nueva España, Antonio de Mendoza, el territorio comprendido por los actuales municipios y pueblos de Tixtla, Tepecoacuilco, Mezcala y Mochitlán son encomendados a su cuñado Martín Deircio, quien fundó el municipio de Tixtla y manda a construir la Casa Grande para vivir ahí. En toda la época virreinal, el inmueble funcionó como la casa de las familias ricas y poderosas de este municipio.
En la Guerra de Independencia y con la toma de Tixtla por parte del general José María Morelos y Pavón, la Casa Grande funcionó como cuartel militar de las tropas insurgentes. Con la muerte de Morelos, los insurgentes abandonaron Tixtla y las tropas virreinales vuelven a tomar el municipio, pero la Casa Grande sigue como cuartel militar.
En la consumación de la Independencia, Vicente Guerrero vivió en la casona y la convirtió en su centro de operaciones. Guerrero nació en Tixtla el 10 de agosto de 1782, provenía de una familia de campesinos. Era mestizo con descendencia afromexicana, y llegó a ocupar el cargo de presidente de la recién formada República mexicana en 1829.
Durante la Guerra de Independencia, Guerrero fue el guía de Morelos en sur del país, y a su muerte asumió la dirigencia del moviente independentista, logrando firmar la paz con Agustín de Iturbide, de acuerdo con la biografía del Instituto Nacional de Estudios Históricos de las Revoluciones de México (INEHRM). Por el destacado papel que jugó el tlixteco en este movimiento libertario, el estado lleva como nombre su apellido.
Con la creación del estado de Guerrero, en 1849 nombran a Tixtla como la capital, y durante 20 años la Casa Grande fue sede del Poder Ejecutivo estatal. Pastenes Hernández comentó que ahí despacharon 17 gobernadores, desde Juan Álvarez hasta Francisco O Arce.
“Desde aquí, la Casa Grande, se crearon los primeros 38 municipios, se redactaron las dos primeras constituciones del estado, la primer Ley Electoral y el Tribunal Superior de Justicia”, dice el autor, quien también es cronista de Tixtla.
En 1870, cuando trasladan la capital a Chilpancingo, la Casa Grande dejó de funcionar y estuvo abandonada por varios años. Fue hasta la Revolución Mexicana cuando las tropas de Emiliano Zapata la ocupan de nuevo como cuartel militar y sede de sus operaciones militares.
Pastenes Hernández compartió que por mucho tiempo la propiedad fue de la familia de Vicente Jiménez, un militar tixtleco que participó en la guerra de Reforma y la intervención francesa.
La Casa Grande en la actualidad
“Una de sus nietas se casó con el legislador Adolfo Cienfuegos y Camus, quienes después fueron los dueños de Casa Grande. Adolfo Cienfuegos gestionó los últimos años de su vida la creación de un internado en Tixtla, pero fallece y sus gestiones quedan inconclusas”, comenta Pastenes Hernández.
Años después, de acuerdo con lo que está documentado en el libro de Pastenes Hernández, la Secretaría de Educación Pública (SEP) compró a la hija de Cienfuegos y Camus la propiedad a un precio muy bajo y creó el Internado Adolfo Cienfuegos y Camus, que sigue funcionando en Tixtla.
En 1926, la Casa Grande fue sede de la Normal Mixta Honrado Abundes, primer antecedente de la Escuela Normal Rural Raúl Isidro Burgos de Ayotzinapa.
La ciudad de Tixtla también es conocida por ser es la sede de la Normal de Ayotzinapa, una escuela creada durante la presidencia de Lázaro Cárdenas para brindar educación a los hijos de campesinos y sectores vulnerables de la población. Uno de sus estudiantes más conocidos fue Lucio Cabañas, quien fundó el Partido de los Pobres, plataforma política y armada con la que se opuso a los gobiernos represivos de Rubén Figueroa.
La historia de Ayotzinapa no puede concebirse sin su antecedente en la Casa Grande.
Durante la segunda mitad del siglo XX y las primeras décadas del XXI, la Casa Grande funcionó como ayuntamiento de Tixtla, en 2021 fue reabierto al público ahora como centro cultural.
En 1984, el artista plástico Jaime Antonio Gómez del Payan pintó el mural que visten los cuatro pasillos principales del inmueble; son 730 metros que narran la historia de Tixtla y de México. El mural fue diseñado para que desde el jardín central se pudiera admirar. Está dividido en cinco partes: muro sur, poniente, norte, oriente y el vestíbulo.
De acuerdo con Pastenes Hernández, Ignacio Manuel Altamirano, otro destacado tlixteco, en su caso por la escritura y sus obras literarias, expresó sobre la Casa Grande: “Al llegar a esta Casa Grande tal parece que vive el espíritu de Vicente Guerrero, porque se siente el aire de la libertad”.
El joven coronel tixtleco, Vicente Jiménez logró ser gobernador de Guerrero al mismo tiempo que el presidente Benito Juárez proclamó las Leyes de Reforma, hizo cumplir el Estado laico, le tocó el inicio de la Guerra de Reforma; sin embargo, su nombre y su lucha no han sido reivindicados en la historia local, mucho menos nacional
Texto y fotografía: Itzel Urieta y José Miguel Sánchez 28 de febrero de 2022 Tixtla
Vicente Jiménez Bello fue un político y militar originario de Tixtla, participó en el bando liberal en la Revolución de Ayutla, la Guerra de Reforma, la Intervención norteamericana y francesa, y fue gobernador del estado de 1857 a 1861.
Originario de Tixtla, cuna de personajes como Vicente Guerrero e Ignacio Manuel Altamirano, quienes ocupan un lugar importante en los libros de historia, el nombre de Jiménez Bello no figura como el de ellos ni en monumentos ni homenajes, es difícil encontrar información oficial acerca de él.
La vida política y militar de Vicente Jiménez transcurrió en los momentos más decisivos del siglo XIX, luchó junto a Juan Álvarez, Ignacio Comonfort y Benito Juárez desde la proclamación del Plan de Ayutla en 1854 hasta la Intervención francesa en 1867.
De acuerdo con la Enciclopedia Guerrerense, la primera aparición de Vicente Jiménez en la historia es en 1857. Durante la Revolución de Ayutla Juan Álvarez reclutó militares y civiles para pelear contra los conservadores, quienes se oponían a las leyes liberales dictadas por el presidente Ignacio Comonfort.
El joven coronel tixtleco de nombre Vicente Jiménez se unió a las filas de Juan Álvarez y juntos derrotaron a los conservadores, ganando batallas en Iguala, Taxco, Pilcaya y Chilapa logrando pacificar el estado.
Por su participación y buen desempeño en batalla, Jiménez logró ser gobernador de Guerrero al mismo tiempo que el presidente Benito Juárez proclamó las Leyes de Reforma, el conjunto de normas promulgadas después de la Revolución de Ayutla con el fin de separar a la Iglesia del Estado.
Como gobernador ordenó el cumplimiento de las Leyes de Reforma en Guerrero, lo que ocasionó el descontento de la iglesia y los sectores conservadores en el estado, dando inicio a la Guerra de Reforma.
La Guerra de Reforma desgastó económicamente al país y el gobierno juarista tomó medidas para su reorganización. Una de ellas fue la suspensión temporal del pago de la deuda externa, lo que provocó que los franceses invadieran el país.
En 1861, Vicente Jiménez solicitó licencia para retirarse del cargo como gobernador y organizó un contingente para combatir a los invasores, junto a Juan Álvarez defendieron a México peleando contra soldados franceses.
Juan Álvarez combatió en la Tierra Caliente y las dos costas, Vicente Jiménez en la zona Centro y Diego Álvarez, hijo de Juan Álvarez, Acapulco, los tres defendieron el estado de las tropas conservadoras, en 1866 los franceses se retiran derrotados del país y un año después ejecutan a Maximiliano de Habsburgo, emperador y representante de los francés y conservadores.
Tras la muerte de Maximiliano de Habsburgo y la derrota de los franceses el panorama político del país cambió. Pero la derrota de la monarquía no logró estabilizar al país.
Diego Álvarez asumió la gubernatura de Guerrero, Vicente Jiménez no estuvo de acuerdo con las decisiones políticas que se tomaron y trató de desconocer al gobernador incitando una rebelión.
Cuando el conflicto empezó a rebasar las fronteras de la entidad intervino el presidente Juárez, y comisionó en marzo de 1868 al jalisciense Francisco O. Arce para que resolviera el asunto y lo nombró gobernador.
Ni Juan Álvarez ni Vicente Jiménez estuvieron de acuerdo con la decisión, pero el apoyo de Juárez hacia el nuevo gobierno fue determinante.
En las elecciones de 1871 contendió para presidente Benito Juárez, Porfirio Díaz y Sebastián Lerdo de Tejada, Juárez resultó ganador por tercera ocasión.
Vicente Jiménez se opuso a la reelección de Juárez y se une al Plan de la Noria, declarado por Porfirio Díaz y donde desconoce al gobierno juarista y comienzan otra rebelión que duró un año.
El general Porfirio Díaz volvió a ser derrotado en las elecciones de 1876, ahora frente a Sebastián Lerdo de Tejada, por lo que lanzó el Plan de Tuxtepec convocando al pueblo a levantarse en armas contra el Gobierno Constitucional, bajo el lema de No reelección.
Vicente Jiménez se adhiere a dicho plan y lucha por la causa de la No reelección encabezada por Porfirio Díaz.
El 14 de junio de 1877, fue aprehendido en la Ciudad de México, donde se inició un proceso en su contra. El 7 de diciembre recobró su libertad, pero permaneció en la capital hasta el 12 de julio de 1880, fecha en que fue sobreseída la causa militar.
Regresa a Guerrero donde vivió sus últimos años, y falleció el 7 de julio de 1894
Debido a las diferencias políticas con Diego Álvarez y sus levantamientos militares contra la institucionalidad, Vicente Jiménez fue borrado de la historia, actualmente hay poca información sobre su vida, pero en Tixtla, su pueblo natal, su descendencia emprendió una lucha para reivindicarlo.
Una lucha por reivindicar a Vicente Jiménez
Cesáreo Hernández Bello tiene 84 años, es sobrino de Vicente Jiménez y por 40 años luchó para que fuera reconocido como héroe de la Guerra de Reforma.
Hernández Bello pide que el nombre de Vicente Jiménez sea escrito con letras de oro en el Congreso del Estado, como lo están los de Vicente Guerrero e Ignacio Manuel Altamirano, y que en su natalicio y aniversario luctuoso se le rinda homenaje oficial.
Fue durante una caminata por las calles de Tixtla cuando Hernández Bellos descubrió su parentesco con Vicente Jiménez.
“Iba caminando y saludé a mi tío, cuando una señora que vive a lado me dice molesta, porque no me saludas a mi, si yo también soy tu tía”, recuerda.
Dicha persona resultó ser nieta de Vicente Jiménez y en la casa donde vivió hay una placa donde se lee, Casa del general Vicente Jiménez, una de las pocas maneras en que se recuerda al general en Tixtla.
En ese momento Cesáreo Hernández indago sobre la vida del general Jiménez, y se cuestiono el porque no fue reconocido como Guerrero o Altamirano, en su búsqueda llegó al Archivo General de la Nación (AGN) ahí encontró un expediente militar donde a Vicente Jiménez lo acusan de desobediencia.
Se propuso limpiar el nombre de su tío y emprendió una gestión con todo lo que tuvo a su alcance para hacerlo.
Fue al Congreso del estado y gestiono que se le otorgara el perdón por desobediencia, algunos diputados le proporcionaron abogados, pero con cada cambio de legislatura tenia que empezar de nuevo.
Con 84 años Cesáreo Hernández desistió de su lucha, pero en años recientes y con el apoyo del actual administración del municipio de Tixtla quiere hacer un último intento.
Gestionó una mesa de trabajo con el cabildo para exponer su investigación sobre Vicente Jiménez, y pedir ayuda para que le ayuden a gestionar el perdón, la inscripción con letras de oro en el Congreso y los homenajes oficiales.
Con 89 años Cesáreo Hernández admite que ya no tiene la fuerza de antes, que se le olvidan las cosas, pero tiene la esperanza de lograr su objetivo: reivindicar la lucha de Jiménez, quien pensó un país donde no hubiese desigualdad y donde las decisiones de Estado fuera separadas de la iglesia.
El cabildo se comprometió a gestionar reuniones con diputados e historiadores para investigar más sobre su vida y lograr que Vicente Jiménez, otro hijo de Tixtla sea reconocido como se merece.
Margarito Damián Vargas fue un músico y compositor nacido en Tixtla, compuso más de 140 obras entre valses, marchas, oberturas, e himnos.
Nació el 22 de febrero de 1873. Desde niño tuvo inclinación por la música, se cuenta que tocaba flautas de carrizo para tocar sencillas piezas. Estudió la primaria en su natal Tixtla. Ahí trabajó en la talabartería y después se dedicó a la sastrería.
De acuerdo con la Enciclopedía Guerrerense, Damián Vargas aprendío de forma empírica a tocar la guitarra y por su marcada afición por la música lo incorporaron a la Orquesta de los Damianes para que tocara el pandero. Desde muy joven empezó a tener responsabilidades en su casa. Estuvo en Chilapa de dependiente y en las horas libres estudiaba música.
A los 20 años, Damián Vargas se incorporó a las fuerzas rurales en Ayutla, en este lugar compuso el vals Matilde dedicado a la señorita Matilde Guillemaud, a quien tenía un gran aprecio.
Después de organizar una orquesta en Ayutla, volvió a Tixtla, donde fue reconocido por los éxitos que obtuvo en aquella ciudad, donde lo invitan a formar parte de la orquesta del tercer batallón.
Como militar recorrió buena parte del país y del estado, que le sirvió de inspiración para componer sus obras. A finales de 1892 y debido a la rebelión encabezada por el general Canuto Neri, Damián Vargas regresó a Guerrero. En Acapulco se da de baja del Ejército para continuar su carrera de compositor.
Para obtener dinero trabajó como minero en Huitzuco y posteriormente se fue a la Ciudad de México, donde ingresó a la orquesta de la gran compañía infantil donde salió de gira a Xalapa, Córdoba, Pachuca, Puebla y otras poblaciones.
Cansado de la vida errante decidió quedarse en México, donde se ganaba la vida tocando en las orquestas y arreglar piezas para el compositor Miguel Lerdo de Tejada, con quien llevó buena amistad.
Regresó a Tixtla en 1898, donde formó un grupo musical con sus amistades. Después emigró a Costa Grande y tocó en la orquesta que dirigían los maestros locales.
Estuvo en Acapulco de celador de la aduana marítima. Para vivir mejor vendía las piezas que componía, las obras que destacan en esta parte de su vida son: El vals Ondas del Pacífico, dedicado a las jóvenes Angela y Soledad Lobato y la danza Adiós Acapulco a su novia Jobita Mayani, y según sus conocedores aquí inició la etapa más brillante de su vida, pero sólo permaneció en el puerto de Acapulco hasta 1901.
Ese mismo año regresó a Chilpancingo y se hizo cargo de la Banda de Música del estado desde entonces hasta febrero de 1914.
En 1910, Porfirio Díaz visitó Chilpancingo y quedó gratamente impresionado al oír a Damián Vargas, obsequiándole con ese motivo una flauta con las iniciales de su nombre.
Al término de la Revolución Mexicana la Banda de música del estado pasó a pertenecer a las fuerzas rurales del general Ambrosio Figueroa y a la caída de Madero quedó adscrita al 25 Cuerpo de Exploradores en Chilpancingo y como director Margarito Damián Vargas, con el grado de cabo segundo.
Una infección intestinal y diabetes precipitaron su vida. Fue sepultado en el panteón municipal de Chilpancingo el 16 de septiembre de 1919.
Sus viejos amigos y compañeros de la banda tocaron durante el recorrido hacia el panteón la marcha fúnebre que el mismo compuso. Sus restos descansan en la Rotonda de los Hombres Ilustres en el panteón de Chilpancingo.
La vida de Damián Vargas es poco conocida en el estado y el país, la información acerca de él forma parte de la Enciclopedia Guerrerense.
En Tixtla, su ciudad natal, nombraron a la sala de conciertos Margarito Damián Vargas, dicha sala se ubica en el interior del Centro Cultural Vicente Guerrero.
La Escuela Estatal de Música del Estado Margarito Damián Vargas lleva su nombre en su honor.
Los murales fueron pintado por Jaime Antonio Gómez del Payán, originario de Aguascalientes, para conmemorar el natalicio de Vicente Guerrero.
Texto: José Miguel Sánchez
Fotografía: Itzel Urieta
25 de enero del 2022
Tixtla
Vicente Guerrero levanta su espada al tiempo que una llama de fuego tricolor lo rodea. Detrás del tixtleco más famoso de esta ciudad, por quien lleva el nombre el estado, hay un águila y un jaguar en posición de ataque. Junto a él están otros insurgentes guerrerenses como Juan del Carmen, Pedro Asencio Alquisiras, y los hermanos Galena y Bravo.
Esta imagen resalta al entrar al ex ayuntamiento de Tixtla. La representación de Vicente Guerrero es parte de un mural de 730 metros, que realizado en el año de 1984.
El mural fue pintado por Jaime Antonio Gómez del Payán, originario de Aguascalientes, para conmemorar el natalicio de Vicente Guerrero.
“Aquí a Vicente Guerrero se le representa como el auténtico consumador de la independencia”, comenta el maestro en artes plásticas, Manuel Hernández Marbán, quien colaboró en el proyecto.
Hernández Marbán, junto a otras cuatro personas acudieron al llamado de Gómez del Payán para la realización del mural, una iniciativa de la Asociación Nacional de Tixtlecos Amigos (ANTA).
La ANTA fue la encargada de gestionar los materiales para el mural. Gómez del Payán y los ayudantes no cobraron nada para realizarlo.
La obra pictórica está plasmada en los corredores de un antiguo edificio que data de la época colonial, ubicado en el corazón de Tixtla.
La historia oral indica que durante la colonia, las familias españolas más poderosas de la región vivieron ahí, posteriormente fue la casa de Vicente Guerrero, y por muchos años albergó al ayuntamiento municipal.
El inmueble consta de un jardín central, los corredores son el lienzo donde Gómez del Payán plasmó la historia de México. Ciclo mural es como lo denomina Hernández Marbán.
Fue diseñado para que desde el jardín central se pudiera admirar. Está dividido en cinco partes: muro sur, poniente, norte, oriente y el vestíbulo.
En el muro sur comienza la obra que se prolonga 180 metros sobre los muros. Hay varios temas, el primero es una descripción pictórica del valle de Tixtla.
“En esta parte tratamos de representar como era el valle antes de fuera habitado”, menciona Hernández Marbán cuando señala parte del mural.
La parte que señala es el valle de Tixtla desde las alturas, y se observa la laguna rodeada por montañas. Ignacio Manuel Altamirano, escritor, dramaturgo, político y diplomático mexicano originario de este lugar, describió a la laguna como El espejo de los dioses.
Por esa razón, el dios mexica Quetzalcóatl se refleja en la laguna.
Continúa el mural en La Conquista, la cual está representada con un guerrero mexica y un jinete español en un enfrentamiento. Luego aparece el suplicio de Cuauhtémoc.
Los murales cuentan la historia de Guerrero y México
Este paraje es una representación del momento histórico donde el conquistador Hernán Cortes le quema la planta de los pies al emperador Cuauhtémoc, para, según los historiadores, dijera dónde ocultaban sus tesoros.
De acuerdo a Hernández Marbán con está pintura se trató de representar el fin del conocimiento y los saberes del pueblo mesoaméricano.
El mural continúa. Ahora se observa la fusión de la cultura de Mesoamérica y española, así como la fundación de Tixtla.
Al extremo del muro sur se plasmó el inicio de la Guerra de Independencia con Miguel Hidalgo, José María Morelos y al último la consumación de la Independencia con Vicente Guerrero. Esa parte del mural se ocupó hace algunos años para ser la portada de los libros de historia de Guerrero de nivel primaria.
Así culmina la primera etapa del mural.
En el muro poniente del edificio comienza la segunda etapa. Ahí está representado el Plan de Ayutla, con sus principales personajes, militares, políticos e intelectuales. Sigue la Guerra de Reforma
La parte que Gómez del Payán denominó La patria nueva está representado con una mujer que trae el fuego de la sabiduría y está postrada sobre un pedestal con símbolos prehispánicos.
Termina el muro poniente con un homenaje a Ignacio Manuel Altamirano, donde lo representaron en todas sus etapas como escritor, político, militar y poeta.
Hay una parte del muro poniente que esta sin terminar, esta solamente el dibujo a lápiz, para Hernández Marbán esta es una de sus partes favoritas, pues considera que se puede ver el proceso más rudimentario de una obra de arte.
Sobre el muro norte continua el mural, aquí está plasmado el porfiriato, para esta época de acuerdo con Hernández Marbán se quiso representar la explotación del hombre por el hombre que vivió el país en aquellos años.
Más adelante plasman la Revolución Mexicana, son dos hombres en una batalla cuerpo a cuerpo, uno con uniforme militar y un campesino. “Aquí representamos la lucha del pueblo contra el pueblo, porque esa fue la revolución, un pueblo vestido de militar, contra uno vestido de campesino”, comenta Hernández Marbán.
Después de la revolución se pintó la Constitución de 1917 y se pintaron elementos que se contemplaron en la Constitución, el reparto agrario, el derecho a la salud, a la educación y al deporte.
En la última parte del muro norte se comienza a plasmar la historia de Tixtla, con personajes famosos, y una representación del fandango tixtleco, un baile de tarima, con los músicos y el público jubiloso.
El muro oriente es la última parte del mural, ahí lo que se observa son las tradiciones de Tixtla, la peticiones de lluvias que se realizan en la región, la producción de mezcal, leyendas locales, y danzas tradicionales.
Durante el recorrido la última y quinta parte del mural se le conoce como El Vestíbulo, aunque realmente es la entrada al edificio, ahí se pintó a Vicente Guerrero en dos etapas, la militar y la intelectual, junto con otros elementos. En esta parte Vicente Guerrero está acompañado del libertador de Colombia y Bolivia, el militar Simón Bolívar.
Para Hernández Marbán esto se debe a que Gómez del Payan consideró que Guerrero y Bolívar fueron los verdaderos libertadores de América.
“Los dos (Bolívar y Guerrero) fueron fundamentales para lograr la independencia de América”.
El edificio donde están los murales está abierto al público. Fue remodelado y se llama Centro Cultural Vicente Guerrero, continuamente hay exposiciones de arte y conciertos.
Este espacio no siempre se llamó Alameda Granados Maldonado y en su historia está uno de los personajes más importantes que hubo en el Guerra de Independencia.
Texto: José Miguel Sánchez
Foto: Isaac Rodríguez
26 de mayo de 2021
Chilpancingo
La actual Alameda Granados Maldonado cumple 170 años de existencia. De acuerdo con fuentes del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), fue Nicolás Bravo Rueda, el caudillo de la independencia y originario de esta ciudad quien pensó que a Chilpancingo le hacían falta espacios para el descanso de los habitantes.
En la actualidad es muy común ver a personas paseando o descansando en la alameda. Por el día disfrutando de un raspado y, en la tarde, un elote o esquite.
Este espacio no siempre se llamó Alameda Granados Maldonado y en su historia está uno de los personajes más importantes que hubo en el Guerra de Independencia.
El 10 de noviembre de 1850 Nicolás Bravo convoco a una reunión a los pobladores de Chilpancingo donde comentó la importancia de espacios públicos para el descanso de la población.
“Es deber de las autoridades y el vecindario procurar por cuantos medios sean posibles la comodidad, ornato y decoro de una población”, dijo el general Bravo en aquella reunión, según la historiadora del INAH, María Teresa Pavía Miller.
Fue así como Nicolás Bravo dona a la ciudad de Chilpancingo un predio destinado a la creación de espacios públicos. Dicha donación consta en un acta de asamblea que conserva el archivo del INAH, delegación Guerrero.
La alameda, lugar histórico
El terreno que donó era de su propiedad. Se ubicaba en un área conocida en ese entonces como El Chapitel. Dicho predio se extendía desde el río Huacapa hasta lo que hoy es la avenida Vicente Guerrero.
El espacio que donó Nicolás Bravo es la manzana donde actualmente se ubica el zoológico Zoochilpan, las instalaciones de la Universidad Autónoma de Guerrero, la Escuela de Música Margarito Damián Vargas y por supuesto la alameda Granados Maldonado.
Por mucho tiempo la alameda fungió como parque central de la ciudad y se le llamaba Alameda del Chapital. De acuerdo con datos de Pavía Miller, el 2 de febrero de 1912, en sesión del cabildo municipal se propuso el cambio de nombre por Jardín Francisco Granados Maldonado.
El cabildo de la ciudad invitó a la población a participar en la remodelación del jardín donando plantas y bancas, o ayudando en el construcción de las jardineras.
Meses después, en la sesión del 27 de abril, los regidores decidieron que el Jardín Francisco Granados Maldonado fuera inaugurado el 5 de mayo de ese año. Así la Alameda del Chapitel cambió su nombre a Alameda Granados Maldonado.
De acuerdo con la Enciclopedia Guerrerense, Francisco Granados Maldonado fue un educador, poeta y dramaturgo. Primer director del Instituto del Estado de Guerrero. Publicó junto con Francisco González Bocanegra una revista literaria titulada Semana de las Señoritas.
Se desconoce la fecha y lugar de su nacimiento solo se sabe que murió el 2 de febrero de 1872 en Chilpancingo.
En la historia moderna del estado, la Alameda Granados Maldonado ha tenido algunos papeles protagónicos.
El 30 de diciembre de 1960, tropas del ejército federal reprimieron el movimiento estudiantil y popular que se había organizado en los meses de octubre, noviembre y diciembre.
Dicho movimiento pretendía la autonomía del Colegio del Estado. En la represión, el ejército asesinó a 19 manifestantes ese día.