En reclamo de justicia por la masacre de El Charco, Raúl Vera acusa de omisión a AMLO para castigar a Ejército 

Texto y fotografía: Amilcar Juárez

8 de junio del 2023

El Charco, Ayutla de Los Libres 

 

Custodiada por montañas en una hondonada se divisa un caserío.

Es la comunidad del Charco, alzada a 841 metros de altitud del mar con una población de 146 habitantes en condiciones de pobreza extrema.

La madrugada del siete de junio de 1997, el 27 batallón de GAFES (Grupo Aeromóvil de Fuerzas Especiales) hoy Fuerzas Especiales del Ejército mexicano cometió ejecuciones extrajudiciales, tortura y graves violaciones a los derechos Humanos.

Este 2023 la masacre del Charco cumple 25 años, y el caso que ocurrió durante el gobierno de Ernesto Zedillo Ponce de León y del gobernador Ángel Aguirre Rivero, sigue impune, sin fincar responsabilidad a ningún mando militar ni civil.

Ayer siete de junio habitantes de El Charco y de comunidades cercanas se dieron cita en la cancha donde hace más de dos décadas el Ejército masacró a 10 indígenas y a un estudiante de la Universidad Autónoma de México (UNAM).

La versión del gobierno es de que habría sido un enfrentamiento entre el Ejército y miembros del grupo guerrillero del Ejército Revolucionario del Pueblo Insurgente (ERPI).

 

Sin embargo, organizaciones de derechos humanos aseguran que fue una masacre perpetrada por el Ejército Mexicano. El caso está en la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH).

Con una homilía oficiada por el Obispo de Saltillo Monseñor Raúl Vera el acto conmemorativo dio inicio, frente a la que en 1997 fue la escuela Caritino Maldonado Pérez, los vestigios de impactos de bala y granadas de fragmentación son la escenografía tras la silueta del clérigo que siempre ha dado acompañamiento a las luchas sociales de los campesinos e indígenas del país.

 

Raúl Vera, en su eucaristía pide por las almas de los diez indígenas asesinados extrajudicialmente en una campaña de contrainsurgencia en Guerrero y por el estudiante de la UNAM, Ricardo Zavala.

“Pensamos en Ricardo Zavala y en las diez personas de la comunidad naa savi, asesinados por el ejército, también pensamos en nuestro hermano Efrén Cortés y nuestra hermana Ericka Zamora que estuvieron presos y fueron torturados”.

Pidió por todas las familias que terminaron dañadas por la represión.

Con voz fuerte declaró: “el Ejercito es el culpable del crimen de lesa Humanidad, cometido contra esta población “esos asesinos”, que se escuche bien esos asesinos siguen impunes, esos son asesinos desde hace veinticinco años no se les puede llamar de otro modo”.

Dijo que “el actual jefe de las fuerzas armadas en el país no tiene porque seguir manteniendo en impunidad los asesinatos que se cometieron en El Charco y que de mantenerlo como hasta ahora Andrés Manuel López Obrador es cómplice por omisión”.


Para entender mejor: A 25 años de la masacre en El Charco, los pendientes son los mismos: verdad, justicia, reparación del daño

Masacre de El Charco, 24 años de impunidad


El Obispo Vera llamo a no olvidar, a buscar justicia y a permanecer unidos ante estrategias del estado por dividir a treves de recursos económicos por resarcimiento de daños; “todos somos iguales, todos somos hermanos, tienen una labor muy importante y es fortalecer el nuevo municipio autónomo Nu Savi”.

Las condiciones por las que luchaban hace 25 años están teniendo frutos a través de la colectividad, porque lo mismo que se buscaba en ese tiempo se busca hoy, vivir bien, vivir con dignidad, afirmó Raúl Vera.

Al finalizar la eucaristía, la ofrenda de velas y flores colocada en la cancha de baquetboll se trasladó a la cruz de los caídos, dentro de un aula desvencijada por el tiempo donde el sobreviviente y defensor de Derechos Humanos Efrén Cortés, agradeció la presencia de la gente y particularmente del Obispo Raúl Vera.

El obispo y activista Raúl Vera exige a AMLO que se investigue al Ejército por la masacre de El Charco. Fotografía: Amïlcar Juárez

«Sin este hombre de sotana (Raúl Vera) no hubiéramos podido llevar nuestro caso a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos en busca de justicia; no buscamos venganza, no existe odio, solo queremos justicia, clamó Efrén Cortés quien es sobreviviente de la masacre.

Cortés Chávez dijo que el caso de El Charco se ha demostrado ante la CIDH la participación de altos mandos militares como el General Retirado Juan Alfredo Garnica Oropeza y Luis Humberto Portillo Leal, en una masacre contra población civil desarmada en un contexto de contrainsurgencia.

 

A 25 años de la masacre en El Charco, los pendientes son los mismos: verdad, justicia, reparación del daño

Texto: José Miguel Sánchez

Fotografía: Tlachinollan 

Chilpancingo

Hace 25 años, el 6 de Junio de 1998, en la comunidad ñuu savi de El Charco, municipio de Ayutla de los libres, hubo una asamblea comunitaria para tratar problemáticas de la población, como la alfabetización, precios de producción, infraestructura, falta de agua y electricidad. A la madrugada siguiente, el 7 de junio, un grupo de militares llegó a la Escuela Primaria Caritino Maldonado, lugar donde se desarrolló la asamblea, y asesinó a 11 personas, otras 27 quedaron heridas.

25 años después de esos hechos la justicia para los habitantes de este pueblo ñu savi.

Durante la madrugada de ese 7 de junio de 1998, elementos del Ejército Mexicano arribaron a la comunidad El Charco, y rodearon la primaria, donde dormían varios de los que participaron en la asamblea. A las 4:50 horas inició un tiroteo cuyo fin fue hasta las 10:55 horas; fueron seis horas de balazos, de acuerdo al relato de un informe de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH).

Efrén Cortés Chávez, uno de los sobrevivientes de la masacre relató que el Ejército rodeó la primaria e irrumpió con disparos y granadas de fragmentación. “Esto provocó el fallecimiento de 11 personas y dejó cinco heridos, además de 25 detenidos”, mencionó en entrevista.

“Después de la masacre el Ejército sitió la zona y las comunidades cercanas, por lo que se impidió la entrada de periodistas y de organizaciones defensoras de derechos humanos; dos días después, por fin pudieron pasar pero las autoridades habían tenido suficiente tiempo para borrar todas las evidencias”, agregó.

Otra de las sobrevivientes y que hoy es parte de la Red Solidaria Década contra la Impunidad, Ericka Zamora Pardo, en ese momento era estudiante del Colegio de Ciencias y Humanidades Plantel Azcapotzalco de la UNAM, tenía 21 años y era la única mujer en la asamblea.

A 25 años de la masacre Zamora Pardo se pregunta: “¿Qué hemos hecho? ¿Dónde estamos? ¿Qué sigue?”.

En entrevista, la hoy activista informó que están a la espera del informe de fondo de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), con el que se decidirá si hubo o no hubo violaciones a los derechos humanos en el caso.

Es el primer caso en México “contra el Ejército mexicano por ejecuciones extrajudiciales contra población civil. El caso de la masacre de El Charco marcará un precedente importante en la justicia mexicana, en esta lucha contra la impunidad, contra la militarización que cada día esta intensificada en el país”.

Tanto Cortés Chávez y Zamora Pardo fueron detenidos ese 7 de junio por los militares y fue el 15 de junio del 2002 que un juez dictó auto de libertad a ambos.

Se les detuvo bajo cargos de delincuencia organizada, terrorismo y acopio de arma de fuego, pero su defensor de oficio, Héctor Hernández, logró asentar que los hechos no correspondían a la tipificación de los delitos.

Algunos años después, el 16 de julio de 2012, la Red Solidaria Década Contra la Impunidad A C, el Comité de Sobrevivientes de la Masacre de El Charco, y el Comité de Viudas de la Masacre de El Charco presentaron una petición ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) por los hechos ocurridos el 7 de junio de 1998.

Fue el 14 de diciembre de 2018 que la CIDH, mediante su informe No.166/18, declaró que “la masacre ocurrida en el poblado de El Charco, en un contexto de militarización en una zona de población predominantemente indígena la responsabilidad fue de los agentes militares por las muertes, los heridos y las detenciones ilegales”.

También observó la falta de investigación y sanción de los responsables de la masacre, “lo que podría caracterizar violaciones a los derechos consagrados en la Convención Americana sobre Derechos Humanos”, se lee en su informe.

Aunque este es sólo un informe, falta la sentencia y recomendación final, que es donde las víctimas esperan tener algo de justicia.

Aun cuando el caso está en la CIDH y que el organismo ha emitido un informe de admisibilidad, en el plano interno las graves violaciones cometidas en agravio de los habitantes ñuu savi no se han investigado.

“Por su parte la comunidad del Charco sigue sumida en la pobreza y marginación. No cuenta con servicios adecuados de salud y educación. El camino de terracería que lleva a la cabecera está en pésimas condiciones y la violencia indígena sigue azotando la comunidad ante la indiferencia de las autoridades. Por si fuera poco, las esposas y familiares de los indígenas ejecutados siguen sumidas en la miseria”, dijo Cortés Chávez.

El Centro de Derechos Humanos de la Montaña Tlachinollan informó en su comunicado por los 25 años de la masacre, que lo ocurrido en El Charco expone lo peligroso que es que el Ejército asuma labores de seguridad pública.

“Carece de controles civiles y mecanismos de rendición de cuentas. Estas masivas violaciones a los derechos humanos se suman a otras más que han acontecido en Guerrero. La impunidad en que se encuentran lacera la vida de las víctimas y de las familias y socava la vida democrática de la entidad”, se lee en ese comunicado.

A 25 años de la masacre, para las víctimas y organizaciones de derechos humanos el acceso a la justicia es un tema pendiente; el gobierno federal aún adeuda verdad, justicia, reparación integral del daño y medidas para la no repetición de los hechos.

“Graves violaciones como las de El Charco no deben ser soslayadas por los gobiernos, por el contrario, tienen el deber imperativo de esclarecer a cabalidad estos hechos”, planteó Tlachinollan.

 

Masacre de El Charco, 24 años de impunidad

Efrén Cortés sobrevivió a la masacre que encabezaron los Gafes, ese cuerpo táctico compuesto por militares de élite entrenados para operaciones especiales adiestrados en Estados Unidos. 


Texto: Amílcar Juárez 

Fotografía: Oscar Guerrero 

Chilpancingo 

 

La madrugada del 7 de junio de 1998, el 27 Batallón de Infantería cercó la comunidad de El Charco. Las botas de los militares sonaron en el techo de la escuela primaria Caritino Maldonado Pérez. 

“¡Salgan le vamos a dar su chilate con pan!”, gritaron los soldados. 

“¡Ríndanse, perros!”, insistieron.  

“¡Salgan putos, entreguen las armas!”, retaron. 

El 27 Batallón de Infantería, del entonces Grupo Aeromóvil de Fuerzas Especiales (Gafes) no mediaron más: lanzaron ráfagas con sus armas de alto poder a las  paredes de la primaria. 

En ese momento la región naa´savi del municipio de Ayutla de los libres y en toda la región Montaña, había una fuerte presencia organizada del movimiento guerrillero del Ejército Popular Revolucionario (EPR).  

Este movimiento, fue considerado como amenaza en la región por los aparatos de seguridad nacional y se desplegó un plan de contrainsurgencia y militarización. 

Entre noviembre y diciembre de 1997, el proyecto original del EPR se fracturó, en el movimiento insurgente en Guerrero surgió una nueva visión denominada “el poder popular”. 

La fractura, en esencia fue por la nueva estrategia: la lucha popular masiva ya no estaría caracterizada por las armas, por la construcción de núcleos de combate y por un Ejército. 

Esa diferencia provocó una escisión en el EPR.  

El 6 y el 7 de junio de 1998, en El Charco se convocó a los pueblos para consultarlos sobre dos temas: la ruptura con el EPR y su autonomía. 

“Ese 7 se estaba dando una consulta para tratar dos temas: la ruptura y el aspecto de la autonomía, pero la autonomía no nada más de la parte de Ayutla sino de toda la Montaña, se estaba replanteando sobre los municipios autónomos para que se empezara a construir una nueva forma de relación política con el estado y la Federación”, dice Efrén Cortés, uno se los sobrevivientes de la masacre.  

El 6 de junio, los pueblos decidieron adherirse al ERPI; al día siguiente se abordaría la autonomía pero eso no fue posible, los militares los atacaron. 

La columna. Los civiles 

Han pasado 24 años de esa masacre, Efrén Cortés sobrevivió a la masacre que encabezaron los Gafes, ese cuerpo táctico compuesto por militares de élite entrenados para operaciones especiales adiestrados en Estados Unidos.  

En este 2022 reconstruye esos días, esas horas que se vivieron en El Charco. 

“El Ejército se encontraba en dos poblaciones cercanas denominadas El Piñal y Coxcatlán, se sabe que hubo una fuga de información, aún es difuso si se trató de una delación. El Ejército sabía que había una consulta popular donde convergen la insurgencia armada y la base social, por eso la columna del ERPI estaba el día que se dio la masacre. 

“Lo que sucede es que se da la reunión el día 6, se pide a la base que se retiren, pero la población no se quiso retirar y deciden pernoctar en el mismo sitio donde se encontraba la columna de combatientes. 

“Cuando ellos llegan, llegan disparando y aniquilan a dos de los guardias (de la guerrilla) y se da el cerco, se empieza la negociación, se les dijo a los Gafes: `está la columna aquí, pero hay civiles´, 20 fueron detenidos, pero habían más. 

“La reunión aglutinaba alrededor de 300 personas la mayoría autoridades comunitarias de su población, pero muchos quedaron fuera del cerco militar. 

“Cuando sucede esto los responsables de la columna, le dijeron al Ejército que permitieran que saliera la gente civil, los mandos del Ejército dijeron no porque si están con la guerrilla algo tienen de responsabilidad. Es esto lo que propicia que la columna del ERPI abra fuego para tratar de romper el cerco. 

“Las primeras unidades que salen si rompen el cerco, salieron dos pelotones porque ahí había una concentración muy grande fuerzas regulares y base desarmada, se rompe el cerco y los Gafes se percatan de esto  y  emplean una táctica con granadas con aditivo ahí ya fue muy difícil romper cerco porque empezaron a tirar morteros. Son estas esquirlas la que han dejado huella en las paredes de la escuela primaria  

“Las granadas fueron arrojadas al interior de las dos aulas donde se encontraban los civiles y guerrilleros lo que provocó un sinfín de heridos por las esquirlas. Es por eso que nosotros decimos sí hay enfrentamiento, pero hay ejecuciones de rendidos y de gentes desarmadas. 

“La reunión se dio, si hubo una consulta social donde había una influencia del movimiento insurgente sobre un pueblo que si apoyaba, pero bajo una lógica diferente, la Montaña desarmó el vanguardismo, la dictadura del proletariado, lo desarmó por varias cosas porque los pueblos indígenas dijeron más que revolución tenemos que organizarnos”. 

El error. El Pitazo 

—¿Cuántos combatientes estaban el 7 de junio? 

—En la concentración de la consulta había cuatro columnas cada una con dos pelotones una suma de 48 milicianos con sus respectivos mandos, más la base por eso hubo una confrontación grande porque había poder de fuego. 

—¿Cuáles fueron los errores por parte de la insurgencia? 

—Hubo un problema de exceso de confianza y que violó los principios de seguridad, el error en particular que se cometió ahí fue que las columnas pernoctaron dentro de la población, eso jamás se debería cometer porque ahí no te puedes ni defender y si te defiendes como se intentó vine la represión sobre varias cosas. 

Existen indicios que alguien le dio el pitazo al Ejército que estaba muy cerca, pero eso fue un 20 por ciento, porque en un 80 por ciento fue un error de los responsables de no tomar las medidas que deben de tener una columna guerrillera. 

La columna guerrillera debe de moverse, nunca pernoctar tanto tiempo, tiene que moverse para evadir el cerco o la estrategia del Estado, porque el Estado siempre va estar con sus aparatos de inteligencia, con sus operativos, con sus infiltraciones. 

—¿Murieron altos mandos del ERPI en el enfrentamiento? 

—No cayó nadie de la dirección nacional, pero sí cayeron mandos regionales fundamentales para la región, murieron cuatro que eran fundamentales para el proceso. 

—¿Existió una campaña de contrainsurgencia antes de la masacre?í 

—Sí existió, después de la aparición pública del EPR en el vado de Aguas Blancas, la toma de Tecoanapa y la propaganda armada. El Estado sí consideró al EPR y a todas sus ramificaciones como un peligro para su existencia sobre todo por la capacidad de fuego, nunca se había presentado un movimiento con esas características, con esa estructura, con esa disciplina. 

El Estado comenzó a utilizar una estrategia llamada Aldeas, empezó a construir pequeñas aldeas en Coxcatlan Candelaria, en El Piñal, en Quiahuitepec y ya no se retiran, tomaron parte de la zona serrana, para estar observando desde dentro. La masacre se da dentro de un contexto de militarización y de contrainsurgencia. 

Basta recordar que al mando del batallón se encontraba Alfredo Oropeza Garnica, el encargado del plan Arcoíris empleado en 1994 en la selva Lacandona y los altos de Chiapas, en la zona de influencia del EZLN. 

En El Charco también tiene una lógica de contrainsurgencia porque ellos sabían que allí había base social y no permitieron salir a los civiles, la estrategia era contener o aniquilar a la insurgencia. 

El 27 Batallón Infantería llegó primero a Costa Chica a la población de Buena Vista, para esos años el batallón que se encontraba en el Tuci, en Atoyac, también era de Fuerzas especiales, posterior a la masacre se desplegó otro en la ciudad de Tlapa. 

En los manuales de guerra de amplio espectro del sociólogo Venezolano Carlos Lanz sostiene que una de las estrategias es golpear a la población con temas culturales. 

Antes de la masacre de El Charco se habían cometido violaciones sexuales por militares a mujeres en la región en su mayoría menores de edad, entre los 13 y 14 años, se registraron alrededor de 40 casos. 

En la reunión del 6 y 7 de junio se estaba tratando ese tema, la respuesta que se iban a emplear, además de que el Ejército influenciaba con drogas y alcohol a los jóvenes de las comunidades. 

—Nuevamente el 27 Batallón de Infantería, ahora en Iguala en el caso Ayotzinapa 

—Sigo sosteniendo que en el caso Ayotzinapa para mí fue una estrategia de contrainsurgencia, aunque se le ha querido quitar peso con las incorporaciones de grupos delincuenciales. 

Está documentado periodísticamente que desde que salieron de la normal los iba monitoreando el Cisen, hoy CNI, lo que planteo es que si los aparatos de inteligencia los iban monitoreando y se dieron cuenta que la Policía de Iguala los detuvo y esta policía se los entregó a los grupos delincuenciales porque no hicieron nada, si dicen que existe una coordinación entre instituciones donde participa el Ejército, la Marina la Policía Federal, las policías estatales y municipales, ¿por qué no evitaron esta barbarie¿. 

Ese mismo batallón que estuvo presente en la masacre de El Charco, algo sabe sobre lo que pasó. Otra situación sospechosa es que ocho estudiantes eran de Tecoanapa y cuatro de Ayutla, once en total, de los cuales muchos de esos padres de familia estuvieron con nosotros. 

Pareciera ser un mensaje de escarmiento. 

—¿Cómo es la situación jurídica del caso de la masacre de El Charco en la Comisión Interamericana de Derechos Humanos? 

—La demanda se realizó por dos argumentos: uno por ejecución extrajudicial y la segunda es por tortura. 

En la ejecución extrajudicial existen cinco compañeros que tienen “tatuaje”, lo que indica que fueron asesinados a quemarropa, se le denomina tatuaje cuando el hueso es quemado con la pólvora. 

El estado no puede negar eso porque está demostrado que hubo ejecución, porque eso es lo vimos primero, estaban heridos, después que nos llevaron hacia otro lado escuchamos balazos, eso da entender que fueron ejecutados. No lo vimos, pero lo escuchamos. 

En el caso particular de Ericka Zamora (también sobreviviente) y el mío está documentado que fuimos torturados, los médicos legistas dijeron: `estos vienen bien jodidos´. 

Esas son cosas que el Estado no se las puede quitar. 

La demanda fue recibida en 2012 por la CIDH y hubo admisibilidad por parte del Estado mexicano donde señaló que existen indicios, que se violaron muchos artículos, hay sospechas de que hubo ejecuciones extrajudiciales y está demostrado que hubo tortura. 

El Estado lo admite, ahora lo que estamos esperando es el informe de fondo y este busca establecer la violación de derechos humanos y ponerse de acuerdo entre Estado y victima del caso, de no llegar a un acuerdo se turnara a la Corte Interamericana de Derechos Humanos, esta es ya la segunda instancia. 

En estos momentos se está esperando el informe de fondo, lleva 10 años la demanda, pensamos que el informe saldrá a la luz a finales del sexenio de (Andrés Manuel) López Obrador o del siguiente, sabemos que es un juicio tardado. 

En los hechos ocurridos en la comunidad de El Charco, del municipio de Ayutla de los Libres, murieron 11 personas, cinco heridos y 22 detenidos. 

 

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