Claudia Sheinbaum, la primera mujer presidenta de México


La investidura de Claudia Sheinbaum se llevará a cabo en la sede del Congreso General y continuará con una celebración en el Zócalo capitalino en donde la mandataria recibirá el bastón de mando.


Texto y Foto: Animal Político 

Martes 1 de octubre 2024

Chilpancingo


Claudia Sheinbaum rindió protesta como la primera mujer presidenta de México este martes 1 de octubre en la Cámara de Diputados, cargo que ejercerá para el periodo 2024-2030.

Como dicta el protocolo para la ceremonia, Ifigenia Martínez, una representante histórica de la política mexicana, quien funge como presidenta de la Mesa Directiva de la Cámara de Diputados, recibió la banda del presidente saliente Andrés Manuel López Obrador, quien prometió retirarse para siempre de la vida política después de esta ceremonia.

A su llegada al recinto legislativo, López Obrador fue recibido con gritos de “¡Es un honor estar con Obrador!”, mientras los asistentes intentaban acercarse y tomarse fotos con él.

Sheinbaum llegó a San Lázaro alrededor de las 11:24 horas y fue recibida con ovaciones. “¡Es un honor estar con Claudia, hoy!” “¡Presidenta!” “¡Presidenta!”, gritaban.

Posteriormente, Ifigenia Martínez, de 94 años−que se presentó a la sesión asistida por un tanque de oxígeno−le pasó la banda presidencial a Sheinbaum, un símbolo emblema del Poder Ejecutivo Federal que marca el inicio de su mandato. La presidenta se colocó la banda asistida por una cadete del Heroico Colegio Militar.


Al tomar protesta al cargo, Sheinbaum pronunció las siguientes palabras:

“Protesto guardar y hacer guardar la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos y las leyes que de ella emanen, y desempeñar leal y patrióticamente el cargo de presidenta de la República que el pueblo me ha conferido, mirando en todo por el bien y prosperidad de la Unión; y si así no lo hiciere, que la Nación me lo demande”.

Legisladores de Morena y aliados gritaban “Viva Claudia” “Viva México” “¡Presidenta!” “¡Presidenta!”.


Inicia sesión en la Cámara de Diputados 

La ceremonia en la que Claudia Sheinbaum rindió protesta como la primera mujer presidenta de México contó con la asistencia de 118 integrantes del Senado y 466 diputados.

La sesión arrancó a las 9:02 horas con la declaración del quórum del Congreso General, seguido de la lectura del Bando Solemne expedido por la misma Cámara el pasado 1 de septiembre, así como el primer párrafo del artículo 87 constitucional.

Durante la sesión se abrió una ronda de posicionamientos, donde un legislador de cada uno de los seis grupos parlamentario que integran el Congreso fijaron su postura hasta por 10 minutos.


Los posicionamientos de los partidos 

Ivonne Pacheco, coordinadora de Movimiento Ciudadano, la primera en fijar su postura, destacó que es tiempo de sororidad, reconciliación y de mujeres. Señaló que en el partido la mandataria encontrará sororidad pero no complicidad, “encontrará también diálogo pero no sumisión, encontrará respeto más nunca sometimiento”.

En tanto, Alejandro Moreno, líder del PRI, convocó al nuevo gobierno a que la ruta a seguir contenga las rectificaciones necesarias ante un modelo presidencial agotado; los llamó a ser críticos y a no dividir. Aseguró que el partido sabe dialogar, construir acuerdos, pero también “sabe cómo defender a la República, a la Constitución y a las instituciones que nos garantiza nuestros derechos y libertades”.

“Nadie, nadie debe tener el derecho de usar su investidura para dividir, para sembrar odio e intentar justificar que lo hacen por el bien común. Ninguna posición ideológica justifica la destrucción de la República, debemos superar la defensa a ultranza del pasado reciente, salir de este laberinto solo será posible si revisamos el pasado y examinamos el presente con rigor para construir un mejor futuro”, dijo.

Manuel Velasco, coordinador parlamentario del Partido Verde Ecologista de México (PVEM), destacó que ellos aportaron 5 millones de votos al triunfo de Sheinbaum y fueron la fuerza política que tuvo mayor crecimiento en las pasadas elecciones. Sostuvo que ahora lo más importante es sacar adelante el proyecto de transformación. “Estamos listos para defender con todo el proyecto de la presidenta de México, sin titubeos ni regateos”.

Mientras que Guadalupe Murguía, coordinadora del PAN, pidió que la nueva presidenta gobierne para todos y apoye por igual a los gobiernos estatales y municipales. Asimismo, solicitó revalorar la eliminación de los órganos autónomos y que se oponga a que las fiscalías sean utilizadas para amedrentar a quien piense diferente. Durante su intervención,

“Si queremos un gobierno fuerte, los contrapesos tienen que ser fuertes. La historia se repite para quien no quiere aprender de ella. En México no hay cabida para caudillos ni para maximatos, no queremos una presidenta tutelada, la fuerza del voto se expresó en las urnas y nos ha enseñado una vez más que en democracia nadie gana todo y tampoco nadie pierde para siempre”, dijo.

“Los mexicanos merecemos iniciar una nueva etapa en donde no haya ni etiquetas ni descalificaciones, no solo un país o homogéneo, por eso pedimos a la presidenta Sheinbaum que gobierne para todos, hasta para elegir a la comisión de cortesía, en esta ceremonia, que respete la pluralidad”.


El último el posicionarse fue Ricardo Monreal, coordinador de los diputados federales de Morena, quien sostuvo que el movimiento lleva décadas luchando y nada es obra de la casualidad ni de la suerte. En su mensaje aprovechó para hablar de una de las reformas más polémicas de López Obrador: la reforma judicial.

“Nos propusimos también cambiar el sistema de justicia y lo vamos a lograr, comenzamos a sacudirlo y tendremos mejores jueces, magistrados y ministros, no vamos a descansar hasta lograr el propósito y el objetivo, por eso hoy les puedo decir que el pueblo de México está alegre, la mayoría del pueblo de México está contento con el arribo de Claudia Sheinbaum a la presidencia”, sostuvo Monreal.

Minutos antes del inicio de la sesión, pequeños grupos de manifestantes comenzaron a llegar a las inmediaciones del Palacio Legislativo de San Lázaro.

Los alrededores se encuentran fuertemente blindados con elementos de la Secretaría de Seguridad Ciudadana y vallas que impiden el acceso desde vialidades aledañas.


Sheinbaum en el Zócalo

Después de la toma de protesta en el Congreso General, Sheinbaum se dirigirá al Palacio Nacional, en donde ingresará por la puerta de honor aproximadamente a las 12:50 horas.

Después de saludar a la bandera, realizará una salutación individual a cada uno de las y los jefes de Estado que asistieron a la ceremonia y a quienes recibirá en el despacho presidencial. Posteriormente tendrá un almuerzo con todos los invitados en el Salón de Tesorería.

Minutos antes de las 18:00 horas, se llevará a cabo una ceremonia en el Zócalo con representantes de los 70 pueblos indígenas y afromexicanos del país quienes le harán la entrega del bastón de mando, simbolizando así la transferencia de gobierno.


Finalmente, la mandataria rendirá un discurso a las 18:20 horas, entonará el Himno Nacional y se retirará a Palacio Nacional, donde vivirá los próximos seis años al igual que su antecesor.

A partir de este 1 de octubre, cada seis años esta fecha será día de descanso obligatorio correspondiente al cambio de gobierno, de acuerdo a lo aprobado por el Congreso la semana pasada.


Este contenido fue elaborado por #AnimalPolitico y es publicado con su autorización. 

Rostros del agua: Donde nace un río

La lucha por la defensa del territorio y el agua en la ciudad de México tiene muchos rostros, uno de ellos es el de Doña Fili, la vecina del Pedregal de Santo Domingo que, en 2015, empezó una lucha contra una empresa constructora que trataba el agua como basura. Esta es su historia


Texto: Flor Pagola, Caro Bas, Made Wattenberger, Eliana Gilet / ChingadxMadre y Kaja Negra / Pie de Página
Foto: Lizbeth Hernández
Diseño: Paola Macedo
11 agosto del 2024

CIUDAD DE MÉXICO. – Las vecinas del Pedregal de Santo Domingo, una colonia de cien mil habitantes al sur de Ciudad de México, tienen su historia ligada a la lucha por el agua potable. Cuando a inicios del 2015 descubrieron que una empresa constructora trataba al agua como basura y la echaba al vertedero, instalaron un plantón en la calle durante más de dos años, en la Avenida Aztecas #215. Allí, fueron pioneras en reclamar su derecho al agua potable de forma organizada en la capital mexicana.

La historia cuenta que las mujeres tuvieron que acarrear agua desde que el barrio nació, a principios de los años 70. El aguantador, un palo que colocaban sobre sus hombros con un bote en cada extremo para llevar el agua desde el pozo o la llave pública hasta sus casas, se volvió su marca identitaria. Es que cuando se ocupa un pedazo de tierra para vivir y se construye un barrio junto a las vecinas, el acceso al agua se revela pronto como un problema común, que es más fácil resolver entre todas. Medio siglo después, la historia las parió como defensoras del agua potable ante la avaricia inmobiliaria.

María de los Ángeles Fernández, Fili, como se la llama de cariño, es una referente de la lucha por la vivienda en la capital, y desde su generosidad, comparte esa historia con las jóvenes visitantes que suele conocer en manifestaciones y charlas.

Cuando Doña Fili recibe una invitada a su casa, la mujer diminuta, de arrugas profundas y ojos sonrientes, tiene la costumbre de regalarle una piedra de su altar. El surtido de rocas volcánicas comparte espacio con imágenes de luchadores de todo el continente: Emiliano Zapata, Monseñor Romero y Víctor Jara, el periodista Javier Valdéz y el defensor nahua Samir Flores. Todos iluminados por la llama constante de una veladora.

A veces, Fili entrega las piedras envueltas en un paliacate rojo, el pañuelo típico del trabajador campesino, representativo también de la lucha indígena zapatista, quienes tuvieron que taparse la cara “para ser vistos”. Esas piedras han atestiguado el devenir de la colonia, el Pedregal de Santo Domingo, que tiene el mérito de haber sido, en 1971, la mayor ocupación de tierra urbana de América Latina.

“Las casitas eran tan iguales que te podías meter en una, como si fuera la tuya. Decíamos: que todos tengamos casa, aunque sea de lámina, pero que todos tengamos casa”, recuerda Fili.

En esta zona de suelo rugoso y hostil en la alcaldía Coyoacán, fueron las vecinas quienes se organizaron para comprar dinamita y abrir las calles. Mientras los hombres trabajaban en fábricas y las mujeres en hogares ajenos de zonas acomodadas, los fines de semana, todas salían a construir la colonia. Fili lo recuerda así:

“Fue algo muy bonito, porque compartíamos el trabajo. Tus manos quedaban sangradas de cargar tierra, piedra, y al otro día tenías que trabajar. Era un trabajo muy fuerte, pero como sabías que era para ti, no te cansaba, aunque no había luz ni agua, ¡no había nada! Ni el Gobierno estuvo, más que para intentar desalojarnos. Pero si no tenías agua, un chavito te llevaba un bote lleno y ya tenías agua. La misma gente era la que te ayudaba”.

Con el tiempo y el trabajo colectivo, los vecinos cambiaron las paredes de lámina por cemento. En 1997, el primer jefe de gobierno de izquierda, Cuauhtémoc Cárdenas, entregó a los pobladores de Santo Domingo las escrituras de sus casas. Luego de tres décadas de lucha, las vecinas lograron que el Estado reconociera su legitimidad y la de los hogares que habían construido. Con eso, llegó la conexión a la red de abastecimiento pública de agua potable, que cambió el aguantador por la fiscalización de su funcionamiento.

* Este reportaje forma parte de Los Rostros del Agua. Historias de defensoras urbanas en Montevideo y Ciudad de México que reúne experiencias de mujeres activistas que defienden el agua. Realizado por Kaja Negra y la Cooperativa de periodismo, este trabajo contó con el apoyo de la beca ColaborAcción 2024, de la Fundación Gabo y Fundación Avina.

Este texto es original de Pie de Página y es reproducido por Amapola Periodismo como parte de una alianza de medios. Puedes leer la nota original aquí.

“Es como un dolor eterno”: Aranza vio morir a su mejor amiga en el choque en la Línea 3; hoy, busca honrar su memoria

Aranza de la Cruz reconstruye el choque de trenes que hace un mes ocurrió en la Línea 3 del Metro, recuerda a Yaretzi Adriana Hernández —su mejor amiga, fallecida en el incidente— y exige que el hecho no se olvide: “La memoria colectiva es lo que nos dice quiénes fuimos, quiénes somos ahora y quiénes podríamos ser”.


Texto: Nayeli Roldán/ Animal Político
Fotografía: Ethan Murillo y cortesía Aranza 
7 de febrero del 2023

Es Aranza de la Cruz, una joven de 18 años sobreviviente al choque de trenes en la Línea 3 del Metro de la Ciudad de México, ocurrido el 7 de enero. Yaretzi Adriana Hernández, la víctima mortal del hecho, era su mejor amiga y estaban juntas hasta antes del impacto. Aranza no puede explicarse cómo es que ella terminó a metros de distancia del asiento que había tomado al ingresar al vagón, lo que le salvó la vida, mientras que su amiga quedó en el mismo sitio.

“Su cuerpo estaba prensado en el tren. Solo podía ver su tronco lleno de sangre y su cabeza ya estaba caída; sus cabellos, que eran largos, tapaban su rostro. Le empecé a gritar ‘¡Adri, Adri!’ pero no me contestaba; entonces, yo dije ‘está muerta’”.

Apenas habían pasado unos minutos del choque entre las estaciones Potrero y La Raza. Era sábado e irían a una clase muestra de pintura en la escuela del INBAL La Esmeralda, a la que Aranza quería ingresar y Yaretzi Adriana la acompañaría. Quedaron de verse a las 8:40 de la mañana en el Metro 18 de Marzo, pero ambas llegaron tarde, y se encontraron hasta las 9:00.

“El Metro se empezó a parar, pensé que era como de costumbre, no, pero esta vez era raro porque se paraba de verdad muy fuerte, casi nos caíamos. Cuando íbamos de Potrero a La Raza, nuestro tren chocó con otro que estaba parado adelante. Nuestros vagones empezaron a hacer movimientos trepidatorios y yo me asusté mucho porque se fue la luz al instante, yo salí volando, me golpeé contra todo. Cerré los ojos y no supe qué pasó, solo escuchaba los gritos de mi amiga”.

Eran las 9:06 de la mañana.

“Yo le gritaba, pero ya no me contestaba. Cuando el tren finalmente se detuvo, yo estaba una puerta más adelante de donde nos habíamos sentado. Sentí que había sido un milagro que estuviera viva. Empecé a buscar con las manos a mi amiga porque todas las personas estaban tiradas por todos lados. Empecé a sentir los cabellos, los brazos de otros, y pensé que ahí estaba Adri pero no, ella sí estaba en el mismo asiento”.

En ese momento todo era desconcierto. La otra treintena de mujeres del vagón también gritaba, lloraba, entre ellas, una madre desesperada viendo a su hija con una pierna prensada y quejándose. Aranza sentía que la cabeza le explotaría del dolor y su pierna lastimada le impedía caminar bien. Tenía las manos ensangrentadas, también la cabeza, tenía incrustados vidrios de las ventanas que se hicieron trizas tras el impacto.

Aún sin saber qué estaba pasando, quiso buscar su celular entre los escombros. Lo encontró dentro de su bolsa que había terminado debajo de un asiento. Le marcó a su madre, Miriam Coronel.

“¡Mamá, estoy viva, estoy viva! Yo me salvé, pero Adri murió”, le dijo.

El miedo a la oscuridad

Ha pasado un mes del choque y Aranza sigue asimilando lo que ocurrió. No ha sido fácil intentar retomar la vida después de ver morir a su mejor amiga, con quien tenía planes para los siguientes años. Tenían el sueño de poner una galería-café, porque el arte era una de las cosas que más las había acercado. Yaretzi Adriana dibujaba y Aranza pintaba. Querían crear un espacio de encuentro con otros artistas y apenas habían hablado de eso una tarde de diciembre, un par de semanas antes del siniestro.

Se conocieron en el último año de preparatoria y, aunque ya estaban en diferentes escuelas, la amistad seguía intacta. Yaretzi Adriana estudiaba en la Escuela Nacional de Artes Plásticas de la UNAM, en Xochimilco, y Aranza en la Facultad de Filosofía y Letras, en Ciudad Universitaria, pero eran vecinas y las visitas se podían alargar hasta entrada la noche.

Aranza es delgada, de cabello al hombro. Se expresa con claridad sobre lo ocurrido, sobre sus ideales y, aunque le cuesta trabajo hablar en pasado sobre Yaretzi Adriana, los ojos se le iluminan y sonríe al describirla. “Era muy talentosa. Era una artista. Sus flores favoritas eran los girasoles, le gustaba mucho el amarillo, le gustaba mucho los atardeceres. Era una persona muy cálida. Era una persona llena de amor. Le encantaba la ciudad, el Centro; por eso, ahora cualquier lugar del Centro que paso me acuerdo de ella”.

La joven concede esta entrevista para que las personas sepan quién era Adri y honrar su memoria: “No somos una más, no somos un dígito. No solo es un cuerpo, es una vida. Es una familia, son lazos de amistades. Adri pertenecía a una comunidad, a la UNAM, a un grupo de amigos; entonces, cuando una vida termina, no queda en esa vida, sino que afecta todo”.

Sin embargo, recordar es duro. Aún tiene pesadillas y a ratos está bien, pero en otros no puede controlar el llanto. Las noches tampoco han vuelto a ser iguales que antes.

“A mí no me daba miedo la oscuridad, pero después del accidente no puedo estar con la luz apagada, necesito correr como una niña chiquita a prender la luz porque siento que me voy a morir o siento que algo me persigue o recuerdo el cuerpo de mi amiga o los olores, esa sensación de que estoy en peligro, de que mi vida va a terminar”.

Mientras relata esto, Aranza tiene la mirada hacia sus manos. Tiene puesto un anillo, al que le da vueltas sobre su dedo una y otra vez. Ya avanzada la entrevista confiesa que era de Yaretzi Adriana y lo traía el día del choque; siempre lo usaba porque era regalo de su exnovia. Recuerda que, al ver su cuerpo inerte, ni siquiera intentó moverlo porque sería imposible hacerlo entre los fierros, pero en su mano sobresalía ese anillo, el dedo en el que lo usaba quedó estirado, como señalando.

Aranza pensó en que quería rescatarlo, “como un amuleto, como lo último que tuve de ella”. Por eso es que cuando personal acudió a su rescate, le pidió a un brigadista que le diera el anillo de su amiga. Ahora lo usa especialmente en las noches, cuando tiene miedo de la oscuridad y se siente protegida. “Es como si mi amiga me cuidara”.

Ha pasado un mes, y para Aranza cada día es una lucha permanente. “Han sido muchas emociones encontradas. Me duele mucho, mucho, y me hago bolita y no termino de llorar. Tengo llantos repentinos o hay días en los que la gente me vuelve a preguntar y de repente me encuentro con sensaciones nuevas, especialmente negativas, con las que no me había encontrado”.

Ninguna actividad cotidiana ha vuelto a la normalidad, explica Aranza. “Quizá salir al pan no vuelve a ser lo mismo porque me acuerdo que a mi amiga le gustaba este pan. Toda mi vida empieza a resignificarse de cierta manera”.

Este 30 de enero regresó a clases en la carrera de Desarrollo y Gestión Intercultural en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, pero volver también significará encontrar nuevas rutinas. Su camino comenzaba en la estación 18 de Marzo y concluía en la última estación, Universidad, pero aún no está lista para volver a subir a ese transporte. Solo de pensar en los túneles, en la oscuridad, “tan solo pasar por la estación Potrero me parte; entonces, no considero que esté preparada mentalmente”. Por eso, probablemente usará Metrobús, aunque haga casi dos horas de camino.

A esto se suma el dolor físico. Su diagnóstico es policontusión, pero el daño en la pierna le impide caminar sin la ayuda de muletas. Desde el día del choque fue atendida en el hospital San Ángel Inn y ha tenido pase abierto en las semanas siguientes para revisión, pero no está recuperada del todo. Se cansa rápido y, por supuesto, no puede moverse como lo hacía.

Aun así, intenta todos los días retomar su vida, porque eso es lo que hubiera querido Adri: es la mejor manera de honrarla, dice. Además, ha tomado algunas sesiones con una tanatóloga que el Gobierno de la Ciudad de México le ofreció, y también le ofrecieron terapia psicológica, que aceptará. Sabe que necesitará trabajar en su salud mental durante más tiempo.

También busca que su testimonio abone a la memoria colectiva: “Porque la memoria colectiva es lo que nos dice quiénes fuimos, quiénes somos ahora y quiénes podríamos ser. Si uno vuelve a pasar por Potrero, quizá lo ve como una estación, si uno no recuerda que ahí murió una persona. Por eso me gustaría que hubiera un mural en el Metro donde hablemos de quién era Adri”.

Después de todo esto, Aranza solo pide que cualquier ciudadano esté seguro al usar un transporte público. “No pedimos un lujo al viajar en el Metro, solo pedimos un transporte digno”, que cada uno de los funcionarios públicos redignifiquen su trabajo y que sepan que “su trabajo no solo repercute en ellos, sino que repercute en miles de personas”.

Este texto es propiedad de Animal Político y lo reproducimos con su autorización. Puedes leer el original en este enlace.

 

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