De artesanías chinas al despojo de territorio: afecta turismo ‘excluyente’ a comunidades indígenas de Chihuahua

Diversos estudios antropológicos apuntan que el modelo de turismo actual en la Sierra Tarahumara de Chihuahua reduce la cosmovisión de los pueblos originarios a un simple producto de consumo y perpetua el despojo de sus territorios y recursos naturales. Las comunidades indígenas quieren cambiar las formas de hacer turismo, pero a los empresarios y autoridades gubernamentales poco les interesa.


Texto y foto:  Óscar Rosales/Raichalli  

Sábado 27 de abril del 2024

 

Tomarse una fotografía con un niño rarámuri, el uso de su idioma para vender un producto, o inventar una historia fantasiosa sobre una comunidad indígena. Podrían parecer actos inocentes, pero es parte de lo que el antropólogo Juan Jaime Loera define como “turismo excluyente”. Esa dinámica frivoliza la cultura y cosmovisión de los pueblos originarios de la Sierra Tarahumara, y a la par del despojo de su territorio por parte de empresarios mestizos, les impacta de manera negativa en la vida a corto, mediano y largo plazo.

Así lo explicaron los antropólogos Juan Jaime Loera y Marco Vinicio Morales, en el primer foro de “Diálogos de resistencia” organizados por la Consultoría Técnica Comunitaria (CONTEC) como parte de su vigesimoquinto aniversario.

En la charla realizada el 25 de abril en la Escuela Nacional de Antropología e Historia (ENAH), Loera y Vinicio detallaron cual fue el proceso para realizar tres peritajes antropológicos que midieron el impacto del turismo moderno en las comunidades de Mogótavo, Bakajípare (ubicados en el municipio de Urique) y Huetosachi (Guachochi), de septiembre a noviembre del 2022.

Los peritajes antropológicos son informes especializados que sirven para reconocer el derecho de los pueblos indígenas a preservar sus costumbres e instituciones. Además, se rigen bajo normativas nacionales e internacionales. En el caso de México, el artículo 4 de la constitución garantiza a los pueblos indígenas que “la ley protegerá y promoverá el desarrollo de sus lenguas, culturas, usos, costumbres, recursos y formas específicas de organización social”, describieron los ponentes.

Dichos estudios se utilizan para explicar el significado cultural de un hecho dentro de otra cultura. En este caso especifico de Chihuahua, como las actividades turísticas de personas no indígenas repercuten en las comunidades rarámuri.

“Cada vez más hay demanda y importancia a los peritajes antropológicos, por ejemplo, se pueden realizar para determinar la presencia histórica continuada de seres humanos en una región”, comentó Jaime Loera. En ese sentido, uno de los asistentes a la charla enfatizó que el incremento de las peticiones es debido a que desde hace 20 años los peritajes se utilizan como prueba en los juzgados para reconocer la existencia histórica de los pueblos indígenas.

Los peritajes realizados en las comunidades ubicadas en los municipios de Urique y Guachochi, demostraron que el modelo actual de turismo en Chihuahua tiende a generar despojo de territorio y de los recursos naturales de las poblaciones indígenas, además de afectar su cultura y forma de vivir, aseguraron los ponentes.

Los expositores señalaron que las personas inversionistas venden y compran parcelas en territorios indígenas por su atractivo natural, y que ya siendo “dueños” de dichos espacios, solicitan el cambio de uso de suelo para talar los árboles en la zona y construir complejos turísticos, como el Parque Aventura, ubicado en las Barrancas del Cobre, en el municipio de Urique.

Ese turismo que no toma en cuenta la cultura ni la voz de las comunidades indígenas, Juan Jaime Loera lo definió como “turismo excluyente”. Y aunque las comunidades rarámuri buscan cambiar la forma en que se hace turismo en su territorio, los empresarios mestizos y las personas funcionarias del gobierno estatal poco interés tienen en el tema.

Como muestra del desinterés, Marco Vinicio se refirió al actuar de las personas no indígenas en las reuniones del Consejo Consultivo de Barrancas del Cobre, creado en 2016.

“Estas reuniones de Consejo Consultivo todo lo hacen ‘express’, con el interés de sacar sus propuestas, obviamente me refiero al Gobierno, a los funcionarios de gobierno, quieren sacar su agenda pero sin realmente darles un espacio (a los rarámuri)”, explicó Vinicio. “Ni siquiera retoman las formas para discutir los temas, para dialogar, se llega, se imponen temas, se aprueban y no los dejan hablar.

Los antropólogos también señalaron que durante uno de sus peritajes, llegaron abogados a una de las comunidades indígenas para entregar una notificación de denuncia penal, lo que despertó el miedo en las y los habitantes.

Loera infiere en que ese tipo de denuncias llegan de los inversionistas que compran terrenos en la zona y buscan ahuyentar a las familias para construir sus proyectos turísticos. Un ejemplo de esto es el que se dio en el 2021, cuando un grupo de empresarios y políticos priistas no indígenas comenzó una demanda por despojo contra la comunidad rarámuri de Mogótavo, lo que generó una gran indignación entre activistas y sociedad en general.

Beneficios en chino

Loera y Vinicio afirman que los verdaderos beneficiados del modelo turístico actual en la Sierra Tarahumara son particulares y no las comunidades indígenas, quienes se han visto obligadas a cambiar su estilo de vida con tal de adaptarse a las nueva dinámica. Disminuyeron las reuniones durante los fines de semana y los rituales tradicionales, aseguraron.

En el mismo sentido, Loera mencionó que si bien la infraestructura turística da opciones laborales a las poblaciones indígenas, estos trabajos son precarios, que suelen ser de pocas posibilidades de superación y muy inflexibles con el tiempo.

“Se están moviendo fechas, se están moviendo los días importantes de la ritualidades, particularmente las que son más fijas en función de los tiempos que marca la afluencia turística a la Sierra Tarahumara”, agregó Vinicio.

Loera también advirtió de la compra masiva de artesanías manufacturadas en China por parte de los dueños y dueñas de los complejos turísticos, las cuales llegan a través de rutas comerciales del sur y centro de México.

“Calendarios mayas y aztecas vendiéndose en Creel (…) artesanías que vienen siendo también compradas por la población local para el turismo nacional e internacional”, comentó el antropólogo.

Cocina en Huetosachi, ejemplo de turismo responsable

Ya existen ejemplos en Chihuahua de como realizar turismo que respeta los territorios y a las comunidades que viven en ellos, indicaron Loera y Vinicio.

En la comunidad de Huetosachi, en el municipio de Urique, se encuentra un taller de cocina tradicional rarámuri, proyecto que es gestionado por mujeres indígenas, y que a su vez forma parte de un programa de turismo sustentable llamado Experiencias Rarámuri.

Durante los peritajes del 2022, las personas indígenas entrevistadas expresaron que imaginan un turismo responsable e incluyente, un manejo sustentable de basura y desechos, sin miedo a la violencia y al despojo de territorio, con agua limpia y animales, en un entorno propicio para realizar sus fiestas tradicionales de manera alegre.

Peritajes construyen política pública

Tanto Juan Loera como Marco Vinicio, remarcaron la importancia de los peritajes antropológicos como una herramienta para vincularse con la sociedad civil, que den paso a reflexiones sobre nuestra forma de ver a otras culturas.

“El peritaje antropológico tiene gran potencial, no solamente para la antropología social aquí en nuestra escuela, sino en todas las áreas, la arqueología, la lingüística creo que pueden aportar justamente su expertise”, señaló Loera.

De igual manera, uno de los asistentes al foro cuestionó la falta este tipo de trabajos en la ENAH y su aplicación para la defensa en casos judiciales.

 

 

 

 

 

 

 

 

Este texto pertenece a Raichalli Noticias y es reproducido en Amapola Periodismo como parte de la alianza de medios. Puedes leer el texto original aquí.

Escoltado por autoridades, pueblo ódami vuelve a su comunidad en la sierra de Chihuahua; exigen vigilancia permanente

Chihuahua.- Alrededor de 80 personas del pueblo ódami de Santa Tulita, de la comunidad Mala Noche en el municipio de Guadalupe y Calvo, en la sierra de Chihuahua, tuvieron que huir de su tierra por unos días para salvar su vida, ante la presencia de un grupo delictivo que se dedica a talar el bosque de manera ilegal.


Texto: Patricia Mayorga / Raíchali

Fotografía: Raúl F. Pérez / Raíchali

21 de diciembre 2023

 

Por la denuncia que ha hecho la Diócesis de la Tarahumara y organizaciones de la sociedad civil, cuerpos de seguridad federales y estatales los retornaron hoy a su comunidad con la promesa de garantizarles seguridad. Sin embargo, los dejaron sin resguardo en las rancherías.

Se desconoce la situación de otras comunidades cercanas, porque no hay señal. En el pueblo de Amador (localizado a una hora de Baborigame) el grupo delictivo los citó a unos hombres para platicar y al darles la espalda, asesinaron a dos.

Hay otros hombres desaparecidos. Liberaron a dos jóvenes del Puerto de Margarita, pero no se conoce de otros hombres más porque se querían llevar a todos los hombres de Puerto de Ánimas, les quitaron los celulares. Anoche no lograron irse 25 hombres de esa localidad que no lograron viajar en el operativo a Baborigame y se quedaron allá. Se desconoce aún si están a salvo, porque no tienen comunicación.

De las comunidades de Puerto Riyito, cercano a Mala Noche (a casi cuatro horas de Baborigame), tampoco se conoce cómo se encuentran. Y no todas las personas desplazadas decidieron regresar, por temor. Otras más continúan llegando a solicitar apoyo para no regresar.

Como en otros casos de desplazamiento forzado de comunidades indígenas completas, rarámuri y ódami, en ese mismo municipio, las autoridades se comprometieron a brindarles protección, pero temen que sea temporal como ha ocurrido y que la violencia regrese con mayor furia.

Los representantes de la Base de Operaciones Interinstitucional (BOI) que opera en la región, aseguraron que instalarán un destacamento para cumplir con el compromiso de protección a las comunidades de la zona.

La BOI está conformada por personal de la Agencia Estatal de Investigación (AEI), de la Secretaría de Seguridad Pública del Estado de Chihuahua (SSPE), el Ejército Mexicano (Sedena) y la Guardia Nacional.

Las personas indígenas desplazadas permanecieron en un internado de Baborigame, con el apoyo de la parroquia de la Virgen de Guadalupe. Anoche llegó personal de los cuerpos de seguridad para escuchar a las víctimas de desplazamiento forzado y a las y los representantes de la iglesia en la localidad, que les han dado apoyo humanitario.

 

Foto especial: Vehículos oficiales trasladan a personas desplazadas hacia Santa Tulita

Apaches esperan respuesta de AMLO, piden reconocer su identidad

Hace un año la comunidad indígena Ndee de Chihuahua solicitó al gobierno federal su reconocimiento; conocidos como apaches, estos habitantes resurgen para contar su historia


 

Texto: Iván Gómez Cruz / La Verdad

Fotografía: La Verdad

9 de febrero de 2022

 

Martín Cristóbal Rojas Guevara es descendiente de la comunidad Ndee, N´nee, Ndé, perteneciente a la etnia a la que coloquialmente se le conoce como apache, una comunidad indígena que, asegura, ha existido en lo que hoy es el estado de Chihuahua desde antes que llegaran los españoles al continente americano.

“Los libros de historia oficial siempre marcan a nuestro pueblo como un pueblo invasor y siempre le dan un origen más al norte, y que llegamos a esta tierra invadiendo o siendo desplazados por otras tribus, pero la verdad es que nuestro pueblo siempre ha estado presente en estas tierras”, afirma Martín Cristóbal, de 49 años, en entrevista para La Verdad.

En diciembre de 2021, la comunidad Ndee, N´nee, Ndé, envió una carta al presidente Andrés Manuel López Obrador, en la que solicitaban su intervención ante el Instituto Nacional de Pueblos Indígenas (INPI), para que se les reconozca como pueblo originario, pues aseguran, cuentan con todas las pruebas para comprobar cómo se les ha invisibilizado de la historia. La petición aún no ha tenido respuesta.

“Buscamos reivindicación moral. Que se haga un estudio antropológico a fondo, que se revise la historia del país, que se conozca realmente la historia tal como es, y que se sepa que nuestro pueblo ha permanecido en estas tierras, en estos lugares”, señala Martín Cristóbal, respecto a la carta enviada al presidente.

La petición es respaldada por integrantes de la comunidad Chiricahua también perteneciente al pueblo Ndee, descendientes de la nación Ndee, N´nee, Ndé. Su representante es Martín Javier Tafoya Domínguez, comerciante de 52 años nacido en Ciudad Juárez.

Martín Javier Tafoya Domínguez y Martín Cristóbal Rojas Guevara, descendiente de la comunidad Ndee. Fotografía: Rey R. Jauregui

 

Al igual que Rojas Guevara, Martín Javier también busca el reconocimiento para los Ndee, tanto a nivel local, como estatal. Ambos comparten las mismas costumbres y la misma lucha de reivindicación moral y reconocimiento.

“Hay una petición que no se ha hecho formalmente, yo se lo hice llegar informal al presidente municipal Cruz Pérez Cuéllar, para que nos ayudará a declarar área natural protegida atrás de lo que es el Cerro Bola; ahí hay una planicie muy bonita. Tratamos de que se nos cediera, para cuidarla y reforestarla, y hacer un área natural igual en Samalayuca”, comentó Martín Javier, de 52 años.

A pesar de que sus comunidades se encuentran registradas ante la Comisión Estatal de Pueblos Indígenas (COEPI), tanto Tafoya Domínguez como Rojas Guevara expresan que no se les ha tomado en cuenta porque “oficialmente no existen”.

Jesús Vargas, director de la COEPI, ha declarado que para que ellos puedan reconocer que existe una comunidad indígena, es necesario que un grupo de personas se reúnan, compartan costumbres y que se autoadscriban a un grupo indígena.

“Sé que hay una lucha por lograr el reconocimiento de su comunidad, y que incluso sea reconocida como uno de los grupos originarios del estado de Chihuahua, junto con los rarámuris, pimas, guarijíos y los tepehuanos del norte”, dice Vargas.

El director de la COEPI también comenta que ha estado en una de las reuniones de los Ndee, en una ceremonia de agradecimiento por la cosecha durante noviembre, y menciona que, aunque ellos ya no se dedican a cosechar, todavía mantienen esa costumbre.

Los apaches se denominan a sí mismos “Ndeh”, “Ndee”, “N’de”, “Dišnë”, “Tišnde” o “Inde”, según la tribu a la que pertenecieran. Quiere decir “la gente”, “hombre” o “el pueblo”, de acuerdo con investigaciones como la realizada por el historiador Gorka Alonso.

Martín Cristóbal Rojas Guevara y Martín Javier Tafoya Domínguez se reconocen como Ndee por la herencia cultural de sus familias, quienes siempre les hablaron de su ascendencia.

“Mi madre pertenecía al clan Golgalné o gente de las planicies, y mi padre al clan Chihene o gente pintada de rojo”, comenta Rojas Guevara. En el caso de Martín Tafoya Domínguez, él dice que sus abuelos paternos de quien proviene la sangre Ndee.

Actualmente se tienen registradas 25 familias de la comunidad Ndee, N´nee, Ndé, comenta su representante, lo que equivale a 250 personas en el estado de Chihuahua.

Martín Tafoya declara que en la ciudad de Chihuahua se han contabilizado 15 familias, aunque todavía no han terminado con ese proceso. Estas cifras solo incluyen a la gente que tiene ascendencia Ndee y se han reconocido como tal.

Rojas destaca un factor que tienen en común todas las familias Ndee que han encontrado e investigado a través del tiempo: el antecedente de las contratas de sangre efectuadas en Chihuahua a partir de 1839.

En aquél entonces se ofrecían recompensas económicas por las vidas de las personas de su pueblo, con el fin de despojarlos de sus tierras, recorda.

“En 1880 1885 ya no se pagaba, pero no era penalizado. Tenemos ejemplos de 1930 a 1940 donde todavía se asesinaba a nuestra gente y no se castigaba como un delito de asesinato, era como un deporte, como la cacería”, explica Martín Cristóbal, y asegura tener las pruebas documentadas de aquellos crímenes perpetrados en Chihuahua y Sonora.

Marzo de 1930 Nacori Chico Sonora, Cabelleras de Apaches “Cazados” Fotografía del libro “los diarios apaches: un viaje de padre e hijo de Greenville Goodwin y Neil Goodwin

Fue precisamente por aquel exterminio que actualmente se ignora lo que ha ocurrido con su pueblo. Explica que, para los gobiernos del estado, invisibilizar toda aquella cultura fue la opción más viable ante el derramamiento de sangre y el despojo; a pesar de aquello, menciona que representan una cultura que “nunca se fue aquí, nunca desapareció”.

Mantener un bajo perfil se convirtió en la única alternativa a la que el pueblo Ndee pudo aferrarse para sobrevivir durante el siglo pasado y antepasado, pero aquello implicaba ocultar su lenguaje, su vestimenta y a practicar sus costumbres a puerta cerrada, en situaciones controladas dentro de círculos familiares, sin gente que no perteneciera a su etnia.

“Tenemos mucha población descendiente que perdió su identidad cultural, algunas personas lo conocen, otras conservaron únicamente algunos restos de su cultura”, agrega Martín Cristóbal.

Rojas y Tafoya mencionan que hasta 1930 en Estados Unidos, a las personas Ndee se les consideraba prisioneros de guerra, a diferencia de México, donde si se mantenían ocultos, podían casarse, formar familias, trabajar y estudiar.

Fue a partir de las décadas de 1970 y 1980 que las comunidades Ndee comenzaron a resurgir para contar su historia y volver a organizarse lentamente, comenta Rojas. “Creo que hemos avanzado bastante desde los años 80”.

Las redes sociales, explica Rojas Guevara, han jugado un papel fundamental para unificar las causas de distintas familias Ndee dispersas en Chihuahua. “Teníamos personas en Guerrero, Chihuahua, personas en Casas Grandes, personas en Juárez, donde cada uno tenía su lucha por separado”.

Martín Cristóbal relata que durante los últimos 7 años han logrado identificar una gran cantidad de personas que persiguen el mismo objetivo. Aunque fue entre el 2007 y 2008, años en los que fallecieron sus padres, cuando emprendió su búsqueda para conectar con más personas de ascendencia apache, y comenzó con la familia de su madre. Fue a través de ellos que se le dio reconocimiento en una comunidad Ndee en Arizona.

Luego de ser reconocido por sus parientes de lado materno, participó en varios foros de historia, a través de los cuales conoció más personas con las que compartía la misma herencia cultural, incluido al representante de la comunidad Chiricahua, su tocayo y amigo, Martín Javier Tafoya Domínguez.

Más allá de las peticiones aún sin respuesta hacia los representantes de los tres niveles de gobierno, Rojas Guevara y Tafoya Domínguez también se enfrentan constantemente a otros retos que tienen que ver con instituciones gubernamentales, con las que deben lidiar en su búsqueda de reconocimiento en la historia oficial de Chihuahua y México.

Algunos de las situaciones con las que los representantes Ndee deben tratar, son derivadas de malentendidos y del desconocimiento de su cultura. “Cuando nos acercamos a las oficinas de gobierno a solicitar reconocimiento o la apertura de espacios, nos quieren dar despensas, y nosotros no vamos a pedir despensas. A lo mejor hay gente de nuestro pueblo que si llegan a necesitar ese apoyo, pero no es lo que estamos buscando”, relata Martín Cristóbal.

“Cuando nos llegan a invitar a mostrar un poco nuestra cultura”, expresa Martín Cristóbal, “lo primero que hacen es preguntarnos por nuestras artesanías o qué comida vendemos. Nos quieren ver como las demás etnias”.

El representante Ndee considera que el asistencialismo que el gobierno ofrece a las tribus indígenas resulta incluso perjudicial para estas, porque para él y otros miembros de su comunidad, no son más que formas de sobornarlas ante “necesidades verdaderas”, como la inclusión y la educación.

En el estado de Chihuahua, oficialmente se reconocen 4 grupos originarios: los rarámuris, los pimas, los tepehuanes del norte y los guarijíos, y a pesar de que el pueblo de Martín Cristóbal se encuentra registrado ante la COEPI, todavía no se les reconoce como pueblo originario, y es ese el eje central de su lucha.

Martín Tafoya y Martín Cristóbal aseguran que no pararán hasta que el pueblo Ndee recupere lo que históricamente les corresponde, algo que es intangible, la cultura, la lengua, sus tradiciones, el reconocimiento y una disculpa por el exterminio al que fue sometido su pueblo en dos siglos distintos.

No buscan tierras, beneficio económico o puestos gubernamentales. Para ellos, como grupo indígena, ser reconocidos como grupo originario de Chihuahua es una cuestión de honor y de preservación cultural.

 

*Este trabajo fue realizado por LA VERDAD, que forma parte de la Alianza de Medios de la Red de Periodistas de a Pie. Aquí puedes consultar el original.

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