Paseo del Pescador entierra el astillero de Manzanillo

Texto: Margena de la O

Fotografía: Oscar Guerrero 

23 de julio del 2019

 

Acapulco

Alberto Lara de los Santos representa la tercera generación de trabajadores en el astillero de Manzanillo, donde se han construido las embarcaciones de fondo de cristal, uno de los atractivos turísticos de Acapulco. También a una de las 1,500 familias que no tienen un sustento fijo después de que les prohibieran construir y reparar las naves en la playa.

El número de familias sin certeza económica incluye a las de los 62 miembros de la Asociación de Trabajadores de la Transformación Náutica, astilleros Acapulco que preside Lara de los Santos, y a las de los propietarios de las embarcaciones, como Juan Enrique Cruz, quien andaba por la playa este viernes 19 de julio. Según un cálculo hecho por ambos grupos.

En febrero pasado la Marina, de acuerdo con la narración de los trabajadores del astillero, entró y se apoderó de Manzanillo como conclusión del procedimiento que la Procuraduría Federal de Protección al Ambiente (Profepa) inició en su contra, al vencer la concesión de la Secretaría de Comunicaciones y Transportes (SCT) para el taller de embarcaciones.

La razón que dicen les justificó la dependencia federal es la contaminación de la playa por la reparación de embarcaciones que los trabajadores del astillero no aceptan.

Con la clausura de la playa para taller también se hicieron acreedores a una multa de casi un millón de pesos que no han podido pagar. “Ahorita estamos contratando un abogado porque nos llegó una multa porque habíamos contaminado aquí. Estamos apelando. Si no tenemos trabajo menos vamos a pagar”, menciona Lara de los Santos.

 

Lo que pasaba a los trabajadores del astillero coincidió con la conversión que las autoridades hacían de Manzanillo a playa destino. En menos de un año y una inversión de 80 millones de pesos, el gobierno de Guerrero reconstruyó el Paseo del Pescador, un corredor que rodea la playa, para darle una nueva imagen. Esta nueva cara de la playa fue inaugurada el 14 de abril pasado.

Es así como convirtieron a Manzanillo, que funcionó por más de 50 años en un taller de reparación de embarcaciones, en una ruta de turistas.

“Esta playa siempre se ha ocupado como taller, nunca ha sido playa pública. Es buena la idea, a lo mejor nosotros teníamos un desorden, lo aceptamos, pero es necesario el lugar para reparar las embarcaciones”, dice el líder de los trabajadores.

Que la playa no esté preparada para los fines turísticos decidido por las autoridades quedó evidenciado con la última evaluación que realizó la Comisión Federal para la Protección contra Riesgos Sanitarios (Cofepris) sobre las playas, que declaró a Manzanillo, junto a otras cuatro playas del puerto, no apta para uso humano por los altos niveles de bacterias (enterococos).

La responsabilidad de la contaminación de Manzanillo los trabajadores del astillero la dejan en la Comisión de Agua Potable y Alcantarillado de Acapulco (Capama), por las 22 descargas directas del drenaje que mantienen sobre la bahía, según los propios datos oficiales. “Más que nosotros que contaminamos, es Capama el principal contaminador de la playa”, menciona el líder del astillero.

La concesión tuvo vigencia de 1958 al 2000, pero siguieron trabajando por algunos años más. Lara de los Santos explica que cuando estaba en funciones, buscaron al gobernador Ángel Aguirre Rivero para que los acompañara a gestionar una ampliación de la concesión. Aceptó y les propuso liberar la playa para los bañistas a cambio de un taller que les abriría en un hotel abandonado en la zona.

Los años pasaron, Aguirre Rivero terminó antes de tiempo y no se concretó el plan hasta con el gobernador Héctor Astudillo Flores, pero a medias, porque sólo les cumplieron con sacarlos de la playa.

La propuesta actual de los trabajadores del astillero a las autoridades es que les asignen un terreno fuera de la playa para las embarcaciones menores, y un pedazo de playa para las naves grandes, pero con medidas ambientales. Hasta hoy no les resuelven. “Nosotros le solicitamos al gobernador por lo menos una parte de la playa (para el taller)”, insiste el presidente de la organización.

En playa Manzanillo todavía hay tres embarcaciones grandes en las que algunos de los astilleros invierten su día. Una de ellas, la de fondo de cristal que apenas es construida, pertenece a Juan Enrique Cruz, quien logró un amparo judicial para que los trabajadores puedan terminarla en la playa o mejor dicho, en el antiguo astillero.

De no haberse amparado, Juan Enrique corría el riesgo de que los marinos se llevaran su embarcación y entonces después, de un complicado trámite, muy probable la trasladaría a uno de los dos varaderos particulares que hay en la bahía, con un alquiler de casi 2 mil pesos por día de alojamiento, para que la terminaran. “Pero, entonces, qué vamos a hacer, nos van a matar de hambre”, reprocha el prestador de servicios.

 

Al antiguo astillero también llegaban las embarcaciones turísticas para su mantenimiento de cada dos años que les exige Capitanía de Puerto, pero desde que lo cerraron, Juan Enrique contó a unos 15 de sus compañeros que temen les quiten sus naves por no tener dónde las revisen. “Tenemos para repararlas, pero no para pagar tanto. Te imaginas, 2,000 pesos diarios (de renta en un varadero particular)”, cuestiona Juan Enrique.

Con los cambios en el entorno de los trabajadores del astillero, que impacta en el entorno de los dueños de las embarcaciones, han improvisado la manera en que dan mantenimiento a las embarcaciones. Ahora lo hacen dentro del mar, porque de un lado no tienen espacio y del otro, dicen, no pueden pagar el alquiler de un varadero.

“Cada dos años Capitanía les exige que suban su embarcación a un taller para darles un mantenimiento preventivo y correctivo, y ahorita muchas están sufriendo las consecuencias. Algunos los están pintando dentro del agua y van a contaminar más”, advierte el presidente de la Asociación de astilleros.

Los trabajadores del astillero diversificaron sus opciones de trabajo para tener con qué mantenerse. Desde la nueva imagen de playa Manzanillo rentan mesas y sillas para los turistas que ahora llegan a bañarse.

En eso anda Ángel López, uno de los astilleros más viejos del grupo, con sus 73 años, aun con sus dificultades para caminar en la arena por sus rodillas arruinadas. A él le enseñó el oficio de reparador y constructor de embarcaciones Isidro Lara Navarrete, el padre de Alberto Lara de los Santos. Los Lara lo heredaron del abuelo.

No tiene manera de sacar algo extra por las reparaciones en el mar. “Muchos se van al agua, ¿pero yo cómo subo?”. Pero sí deshaciéndose de sus herramientas. “Tenía mis fierritos, pero ya los lleve a la casa de empeño”.

Su única fuente de ingresos continúa en Manzanillo, porque con la nueva cara de la playa llegó su condena, pero también parte de su salvación.

 

 

 

 

 

 

 

 

Este trabajo fue elaborado por el equipo de Amapola. Periodismo transgresor. Se autoriza su reproducción siempre y cuando se cite claramente al autor.