El gobierno traslada estudiantes para desactivar movimientos en su contra

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Texto: Marlen Castro 

25 de septiembre del 2020

Fotografía: Cortesía de redes

Especial Amapola


Soy Jorge Alberto Cabañas Cienfuegos. Formé parte de la generación 1965-1971 de la Normal Rural Raúl Isidro Burgos de Ayotzinapa. Ingresé cuando tenía 12 años para estudiar el nivel de secundaria y terminé la Normal a la edad de 18 años.

No me acuerdo quien fue el secretario general del Comité Estudiantil de mi generación, ni formé parte de los grupos de orientación política e ideológica de la dirigencia estudiantil. Formé parte de una generación apolítica. Nuestras intereses eran diferentes y las preocupaciones que yo tenía como estudiante también. Era muy joven. El movimiento del 68 y el llamado halconazo que ocurrió en 1971 para mi pasaron de noche.

En mi generación ingresamos 75 estudiantes, clasificados de la siguiente manera: 50 estaban becados, es decir, tenían acceso a todos los beneficios de estudiar en la Normal, tenían habitación, alimentación, calzado, ropa y una ayuda mensual al que le llamábamos PRE, en ese entonces, equivalía a 32 o 40 pesos mensuales; 20 estudiantes eran de los llamados excedentes, quienes tenían derecho a habitación y alimentación pero no recibían la ayuda mensual y cinco éramos externos. Los externos sólo íbamos a estudiar. Éramos hijos de los trabajadores. Mi papá era un trabajador del área agropecuaria.

Todos entramos al mismo grupo. En esos tiempos había únicamente seis grupos, tres eran de los estudiantes de secundaria, que correspondían a los tres años que duraba ese nivel educativo y los tres grupos de los tres años en los que se cursaba la Normal.

En el año escolar 1969-1970, los alumnos de secundaria fueron trasladados a Zaragoza, Puebla, mientras que los alumnos de la Normal de Champusco, Puebla llegaron a Ayotzinapa, formándose de esta manera cuatro grupos de 50 alumnos aproximadamente. En esos años, recuerdo que había por lo menos una normal rural en cada estado.

Fuimos una generación de normalistas muy confrontada, en donde imperaba el regionalismo, recuerdo que los que venían de Tierra Caliente hacían grupos entre ellos, los de la Montaña entre ellos, también.

Creo que el gobierno federal y las autoridades educativas tomaron esta medida de cambiar a los estudiantes de Normal porque seguramente había estudiantes con actitudes críticas a las diferentes manifestaciones del autoritarismo gubernamental. Yo creo que veían al normalismo rural como un problema subversivo.

Durante mi época de estudiante, se modificaron los horarios de clase. Cuando entré teníamos clases de seis a ocho de la mañana, de ocho a nueve era el desayuno, de nueve a una había clases, por las tardes teníamos más actividades escolares y en la noche eran noches de estudios. Cuando se modificó el horario, la primera actividad del día, a las seis de la mañana era el desayuno, y de las siete en adelante clases, pero no funcionó ese horario.

Cuando ingresé eran pocos los que tenían beca, pero a partir de ese año todos fuimos becados. Nos restringían las salidas de la Normal, aunque sólo fuéramos a Tixtla. En mi caso, yo soy originario de Tixtla.

Recuerdo que vivimos al menos una huelga convocada por la Federación de Estudiantes Campesinos Socialistas de México (FECSM).

Yo de manera particular nunca escuché hablar o me enteré de alguna infiltración en mi época de estudiante, pero no descartó que se hayan vivido situaciones así. Se hablaba con mucha secrecía de que algunos estudiantes podían tener relación con la guerrilla, pero personalmente nunca supe de alguien en concreto que estuviera con Lucio. Lucio ya era alguien muy conocido. Mi papá, quien trabajaba en la Normal, platicaba de que cuando Lucio estuvo en la Normal era alguien muy callado, introvertido, pero muy inteligente.


Estudiantes normalistas de Ayotzinapa de la generación 1965-1971 proporcionada por Jorge Alberto Cabañas.


Este es el primer testimonio de nuestro especial Ayotzinapa. Vivir Infiltrado (segunda parte).

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