Es fácil ser asesinado en Chilpancingo, el homicidio del secretario general del Ayuntamiento, una prueba


Crónica y Foto: Marlén Castro

Chilpancingo

Viernes 4 de octubre del 2024


Aquí ocurrió un crimen. Se extinguió una vida. Dos horas y media antes de que la gente volviera a pasar apresurada por aquí, a pie y en carro, Francisco Gonzalo Tapia Gutiérrez, quien tenía tres días como secretario general del Ayuntamiento, estaba vivo. No era ese bulto boca abajo en la banqueta, frente a la casa mostaza de dos pisos de la calle Teófilo Olea y Leyva, casi esquina con Francisco I. Madero, en el primer cuadro de la ciudad. Es tan fácil morir, basta tan poco.

Frente a esta casa color mostaza asesinaron al secretario general del Ayuntamiento de Chilpancingo.

A una mínima parte de capitalinos, únicamente a los que viven en las dos cuadras entre las calles Morelos y Madero, la cotidianeidad se les trastocó dos horas y media por este homicidio. El asesinato de un funcionario municipal, en el centro, con balazos a quemarropa, fue un contratiempo de dos horas y media. A las seis de la tarde, Francisco Gonzalo Tapia Gutiérrez fue baleado por la espalda por un tipo solitario, de acuerdo con los testimonios disponibles. A las ocho y media de la noche, la banqueta donde quedó tirado y corrió su sangre, ya estaba lavada con amoniaco, y la gente volvió a caminar por ahí, sobre el lugar en donde una persona dejó el último aliento.

Algunos ni siquiera supieron que este fue el lugar de un crimen, quienes sí supieron de todos modos pasaron por encima. La vida sigue para los vivos. Hay que caminar, tomar el transporte público, llegar a casa, cenar, dormir. No hay tiempo para contemplar la escena de un crimen, para no pisar donde alguien pasó de un cuerpo tibio a un cadáver.

Los comerciantes y prestadores de servicio del centro de Chilpancingo están familiarizados con los balazos y cadáveres a media calle. A varias personas las asesinaron en un día normal, en una hora normal, en una calle normal. Todo tan normal en un país de más de 300 mil asesinatos.

Durante dos horas y media, dos cuadras del centro fueron cerradas a los autos y personas por las diligencias forenses del asesinato del funcionario municipal.

“Esta vez ni siquiera escuchamos los balazos”, contó una comerciante de Los Portales, un pasillo comercial a un costado de la Iglesia de la Asunción. Explica que, a esa hora, por la víspera del festejo de San Francisco, escucharon cohetes, trompetas y los latigazos de los tlacololeros (personajes de una danza tradicional local). Pero no los balazos.

Hoy viernes 4 de octubre es la fiesta de San Francisco y, en la víspera, realizan la cuelga, un recorrido por las principales calles para anunciar la fiesta. Y de verdad hacen fiesta. Por eso en esta ocasión las balas que quitaron la vida a Francisco Gonzalo no se escucharon.

Francisco Gonzalo tenía tres días en el cargo de secretario general del Ayuntamiento. Protestó el lunes 30, junto a los demás integrantes del gobierno municipal encabezado por Alejandro Arcos Catalán, quien también lleva el mismo tiempo al frente del gobierno capitalino. Arcos Catalán todavía no llegaba al poder cuando ya le habían matado, el viernes 28 de septiembre, a quien sería su secretario de Seguridad Pública, Ulises Hernández Martínez, en el momento más aciago de la contingencia por la presencia del huracán John, fue también en una vía pública y bajo la lluvia.

“Yo no escuché nada y eso que venía hasta adelante de la cuelga”, contó una habitante de San Francisco. A pocos metros de la fiesta ocurrió el asesinato. La cuelga, o sea el recorrido de habitantes y danzas por las calles del barrio de San Francisco, en donde la mayoría no se enteró del crimen, impidió que llegara pronto al sitio del homicidio, la policía y los peritos forenses.

Cuando la policía y los peritos llegaron acordonaron con cintas amarillas dos cuadras céntricas de la ciudad, alrededor de las 6:40. Los autos particulares y las unidades del transporte público dejaron de circular por esas dos cuadras, bajaron por la Morelos y luego subieron por la Galeana y de ahí hacia el mercado. Los comerciantes cercanos, los vendedores de frutas en carretillas, la señora de los elotes, continuaron en sus sitios y hasta vendieron más, porque aparecieron los curiosos, el público antropófago.

-“¡Ya mamá, vámonos! –Imploró un adolescente que llevaba un perro y lo sujetaba por la correa. “¡Ya estuvo bueno!”.

La vida continúo en la esquina de Teófilo Olea y Leyva/Morelos aunque a pocos metros ocurrió el asesinato del funcionario municipal.

-Pérate, aguanta un ratito más, –respondía la madre. Para unos era dolor, para otros espectáculo.

Como a las 8:10, la unidad del Servicio Médico Forense (Semefo) entró a la zona acordonada a recoger el cadáver. A las 8:20 lo recogió. A las 8:25 lavaron la sangre con agua y amoniaco y tallaron la banqueta con una escoba de cerdas negras. A las 8:30 retiraron las cintas amarillas. A las 8:32 la calle fue libre de nuevo.

Es tan fácil morir, basta tan poco.

 

Salir de la versión móvil