Lavaderos públicos de Chilpancingo, por años reunieron a mujeres y niños, y ahora una alternativa para ahorrar agua

Texto: Itzel Urieta

Fotografía: Amílcar Juárez 

Chilpancingo

Graciela Hernández restriega una camisa negra, le pone jabón y la deja sobre el lavadero mientras toma agua con una jícara, que después deja caer sobre la prenda. Cada ocho días acude a lavar a los lavaderos públicos del barrio de Tequicorral, un lugar conocidos como Los Túneles.

Para ella y muchas personas, los lavaderos son una alternativa en esta temporada sequía que el agua es más escasa en Chilpancingo.

Va de la colonia Margarita Viguri para lavar su ropa. “Ahorita vengo, tiene 15 días que no venía, como mis hijos apenas regresaron a la escuela ya se me van a juntar los uniformes”, comentó Graciela.

Frente a Graciela hay otra mujer. Mientras lavan platican de sus hijos, de sus vecinos y de otras cosas de su vida.

Este lavadero tiene una capacidad para que 20 personas laven ropa de manera simultánea, aunque Graciela acepta que por la pandemia del Covid-19 la afluencia de personas en los lavaderos bajó mucho.

“Antes eran espacios para saludarnos entre vecinos, platicar, aquí nos juntábamos todos, pero hoy ya es muy poca la gente que viene”, cuenta.

La historia de este lavadero comienza 36 años antes y está ligado a una mujer de nombre Ofelia Rodríguez Jiménez.

Ofelia se dedicaba a lavar ropa ajena, principalmente la de sus vecinos, y los lavaderos de la barranca Pezuapa fueron su centro de trabajo; día con día iba a lavar ropa.

En ese entonces la barranca Pezuapa era eso, una barranca por la cual bajaba el agua de los cerros del oriente de Chilpancingo.

El hijo de Ofelia, Fabián Ramírez Rodríguez, hoy encargado de los lavaderos, recuerda como era esa barranca hace casi 40 años.

Fue durante la administración del gobernador Alejandro Cervantes Delgado que se creó el parque conocido como Los Túneles, y remodelaron los lavaderos.

Los vecinos del lugar, sabían que Ofelia estaba a diario en los lavaderos, entonces la propusieron como encargada del lugar.

Cervantes Delgado aceptó la propuestas y por 35 años Ofelia fue responsable de los lavaderos; falleció a los de 93 años en 2015, a partir de ahí, su hijo Fabián es el encargado.

“Cuando mi mamá venía a lavar y nos juntábamos muchos niños jugábamos en el pequeño río que había, me acuerdo que a su lado había unos árboles enormes, por lo que recuerdo eran amates, guamúchiles y cazahuates, y hasta había sapos, ranas y algunos peces”, recordó Rodríguez Ramírez.

Fue debajo de esos enormes árboles que construyeron los lavaderos públicos que eran alimentados con el agua de un manantial cercano.

“Jugaba a hacer presas con piedras barcos de papel que iban se los llevaba la corriente”, recuerda Fabián.

Conforme la capital creció, la barranca fue canalizada y embovedada “y se convirtió en el parque que hoy conocemos”.

Historias de lavaderos en la ciudad hay muchas; este tipo de instalaciones son muy comunes, sobre todo en las zonas donde Chilpancingo comenzó a poblarse.

Hay un lavadero público en el barrio de San Mateo, a un costado de la Preparatoria Número 33 de la Universidad Autónoma de Guerrero (Uagro), donde también era una barranca.

Existe otro conocido como Las Cuevitas, al oriente de Chilpancingo, donde todavía emana agua. La dinámica es la misma, personas acuden con sus cubetas y bolsas de ropa y pagan por el tiempo que lavarán.

Los lavaderos públicos en la capital son alternativas para las personas que sufren el desabasto de agua en la ciudad, también como una medida para cuidar su agua, prefieran pagar los 15 pesos por estos espacios públicos, que gastar por agua en pipas.

De acuerdo a los datos consultados, las pipas cuestan entre de 300 y 400 pesos la chica (con 1,000 litros), y 700 y 1,000 pesos la grande (con 10,000). Cada tinaco tiene un costo de 120 pesos. Los costos también varían entre más apartadas estén las colonias o asentamientos del centro de la ciudad.

 

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