Texto y fotografía: José Miguel Sánchez
Chilpancingo
Rodrigo Ramírez García era un joven de 18 años. A punto de recibir su certificado de preparatoria huyó de Guerrero a consecuencia de la persecución política de la que fue objeto por su militancia en los movimientos estudiantiles de la década de 1970.
Una noche de 1974 Rodrigo llegó a su domicilio particular y le dijo a su esposa, “arregla las cosas porque nos tenemos que ir a Mexicali”.
En aquel momento, la esposa de Rodrigo no comprendió su actuar ni el motivo tan repentino de la decisión.
A Rodrigo jamás lo vieron portar un arma, para él sus armas eran los libros de Carlos Marx y Federico Hengels que, en ocasiones, enterró en el patio de su casa para evitar ir a prisión.
Era la década de 1970, el periodo mas “sanguinario” de la guerra sucia, época que muchos académicos prefieren llamar terrorismo de Estado. Pues, el Estado, a través del Ejército y la Brigada Blanca, un cuerpo paramilitar creado para disolver a los movimientos sociales, tenían en la mira a cualquier personas cercana a los movimientos sociales de la época.
Desde movimientos estudiantiles, campesinos, obreros y colonos en contra del Estado eran objetivos de los militares.
Si te veían con un libro en la calle con tintes de izquierda era motivo suficiente para que la Brigada Blanca o Ejército actuara y detuviera a las personas con total impunidad.
Apellidarte Cabañas, o ser originario de Atoyac, de la Sierra o de San Luis Acatlán, de donde era originario el guerrillero Genaro Vázquez, eran motivos suficientes para que el Estado desapareciera a las personas sin ningún proceso judicial de por medio, de acuerdo con lo que han narrado familiares de desparecidos de etapa época, como lo hicieron durante el viernes y el sábado pasado en el conversatorio Diálogos por la Verdad y Justicia, convocado por el Mecanismo para la Verdad y el Esclarecimiento Histórico de la Guerra Sucia en el auditorio de la Unidad Deportiva Chilpancingo
Fue así que Rodrigo, quien participó activamente en los movimientos universitarios en apoyo a los colonos de Acapulco que eran despojados de sus terrenos, y se solidarizaba con las causas internacionales del Che Guevara y Salvador Allende, huyó de Guerrero para resguardar a su familia.
Entonces tenía 18 años y su esposa 16, y ya tenían a su primer hija de un año, a la que llamaron Tania, en honor Haydée Tamara Bunke Bider, conocida como Tania La Guerrillera, quien junto con el Che combatieron al Ejército en Bolivia.
Eso hizo evidente la ideología de izquierda y revolucionaria que movía Rodrigo, aun cuando apenas culminaba sus estudios de preparatoria en la Universidad Autónoma de Guerrero (UAG, ahora Uagro); estaba a días de recibir su certificado cuando huyó de Guerrero.
“Transcurría el año de 1979, la familia de Rodrigo había crecido y habían procreado a su segunda hija; Julia Araceli, y un tercero estaba en camino”, contó Rodrigo Ramírez Wences, el hijo que venía en camino.
Aun con su huída, Rodrigo no pudo escaparse de la desaparición forzada.
Construir la memoria de lo desconocido
La historia de Rodrigo Ramírez García es contada por su hijo, Rodrigo Ramírez Wences. Él no conoció a su padre, la historia que contó la reconstruyó con las memorias de su madre y con la investigación que hizo en archivos, hemerotecas, documentos oficiales y apuntes.
“Yo nací un mes después de la desaparición de mi padre”, cuenta Rodrigo.
Este proceso que además de ser un homenaje familiar, tiene el objetivo de contar la historia de uno de los tantos desaparecidos que hubo en Guerrero durante la guerra sucia.
A través de esa historia, Rodrigo exige justicia y la aparición con vida de su padre.
El contexto social en el que creció Rodrigo, con un padre desaparecido por el Estado, lo llevó a buscar respuestas, y para eso debió prepararse.
En la actualidad es maestro de Análisis del mundo contemporáneo en la Facultad de Odontología de la Universidad Autónoma de Guerrero (Uagro). Está por realizar un doctorado en el que su proyecto de tesis es un comparativo de las comisiones de la verdad en America Latina.
La desaparición de Rodrigo
Rodrigo se fue a Mexicali, Baja California, donde logró hacer una vida más tranquila, los maestros de la Universidad Autónoma de Baja California (UABC) solidarios con estudiantes exiliados, le ayudaron a conseguir un empleo de jardinero el edificio de la institución.
Con el ánimo de continuar sus estudios, en 1979, con dos hijas y otro más en camino, decide regresar a Guerrero a tramitar el certificado que hace cinco años no pudo recibir.
“En septiembre de 1979, mi padre le comentó a mi madre que tenía que venir a Acapulco a tramitar su certificado de preparatoria, porque tenía la intención de continuar estudiando”, contó su hijo.
Rodrigo dejó dicho que si no regresaba de Acapulco, a su hijo que estaba próximo a nacer le pusieran el nombre de Vladimir Lenin, en honor al revolucionario ruso.
Al llegar a la Ciudad de México, envió un telegrama a su familia para decirles que estaba bien, días después, desde Acapulco envío otro telegrama y avisó que se quedaría “unos días más”.
Rodrigo se alojaba en la casa de un compañero de preparatoria desaparecido en 1975, de nombre Arturo.
La casa en la que se alojaba estaba a unas cuadras de la preparatoria y una mañana, de acuerdo a lo que pudo documentar su hijo, salió con dirección a la preparatoria y desde ahí nadie más lo volvió a ver.
“La desaparición de mi padre dejó a una madre con tres hijo de entre las edades de uno, tres y siete años”.
Rodrigo no reveló el nombre de su madre, pero hizo énfasis en todo lo que tuvo que enfrentar de manera emocional por la desaparición de su esposo.
“Mi madre, todos los días miraba por la ventana y venía a su mente la imagen de la silueta de la espalda de mi padre con su típica camisa de manga larga el día su partida, ella anhelaba ver de nuevo la ventana, pero ahora con el regreso de mi padre”, contó Rodrigo, el hijo.
Meses después, la familia Ramírez Wences regresó a Acapulco para emprender la búsqueda de Rodrigo.
Con la política emprendida por el entonces rector de la Universidad Autónoma de Guerrero, Rosalio Wences Reza, de apoyar a las familias de los universitarios desaparecidos. La esposa de Rodrigo logra ingresar a laborar a la Universidad.
Mientras trabajaba en la prepa 17, en Acapulco, escuchó rumores de que en un periódico local, como nota principal, se publicó “que en el mar había flotado un cuerpo, el cual pertenencia a Rodrigo Ramírez García”.
La información de ese cadáver nunca pudo ser confirmada por la familia de Rodrigo, por lo que hoy, a 43 años de su desaparición, su hijo continúa con su búsqueda. Exigió a los representantes del Mecanismo para la Verdad se realice un memorial en la Uagro para honrar a los desaparecidos.
“Que ese memorial recuerde que a pesar de todas las injusticias cometidas estamos hoy en un proceso de justicia transicional”.
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