Ro, Job y Guillermo tienen en común haber enfermado de viruela del mono en la CDMX, la entidad del país con más casos de este padecimiento y desde donde acusan que el gobierno discrimina a la población LGBT y es omiso en prevenir contagios.
Texto: Montserrat Sánchez Maldonado
Fotografía: Montserrat Sánchez
18 de noviembre
“Parece que regresamos en el tiempo y que en realidad nada ha cambiado. A quienes nos estamos contagiando de viruela de mono nos señalan, nos juzgan por nuestra orientación, por nuestras prácticas, nos señalan y nos dicen que esto nos pasa por jotos. Es como revivir la discriminación y el estigma que se vivió con el inicio del VIH”.
Él es Ro Banda, quien hace tres meses se recuperó de viruela símica. Tuvo dos pústulas en el pene que le provocaron hinchazón, irritación y dolor al caminar. Y aunque su cuerpo no se llenó de heridas ni tardó tanto tiempo en recuperarse, la enfermedad le cayó como un balde de agua fría.
“En agosto presenté los síntomas. Un día me salí de bañar y fue cuando noté las heridas. Fui a mi cita médica y me confirmaron el diagnóstico. En ese momento no quería hacerlo público, no me sentía listo para ser doblemente estigmatizado, que si así soy una persona que vive con VIH ya fui alguien que tacharon de irresponsable, que dicen que no me cuidé; ahora, si voy y digo esto, va a ser: ‘¿Ves? Ahora tienes viruela y eres doblemente irresponsable’”, relata Ro, sentado en la sala de su casa en la CDMX.
A sus 36 años, el escritor y activista no desconocía la viruela símica cuando vio su diagnóstico. Desde mayo que se confirmó el primer caso en México, Ro comenzó a brindar acompañamiento y seguimiento a los casos, sobre todo a aquellos de la población LGBT.
Parecía que ya conocía los síntomas de memoria. Ro sabía que, de acuerdo con la Secretaría de Salud, un caso probable es cuando se presentan una o múltiples erupciones cutáneas o de mucosas: ese era el foco rojo.
Pero también, presentar fiebre, dolor de cabeza y muscular, inflamación de los ganglios linfáticos y fatiga.
Y a pesar de los cuidados, de la prevención que se ha intentado hacer entre este sector, Ro considera que la enfermedad se propagó rápido. “Primero era ver un caso por semana pero luego fueron cinco, seis, luego ya fueron más, y es cuando sientes que se va aproximando, pasa en tus círculos cercanos y fue cuando me tocó a mí”.
De acuerdo con organizaciones, colectivos y activistas, las acciones prioritarias contra esta enfermedad deberían ser la declaración de emergencia por parte del gobierno de México e iniciar de manera inmediata los procesos para adquirir vacunas.
Sin embargo, a pesar de las protestas en la Secretaría de Salud y de las exigencias al gobierno para adquirir la vacuna, hasta el momento las autoridades no se han pronunciado sobre si la van a comprar o no, lo que para Ro se traduce en una decisión homofóbica.
“Que no nos escuchen, no nos atiendan, nos deja ver el nivel de desinterés que existe hacia nuestras poblaciones. Es fuerte darte cuenta de que no eres importante, que hay una política de homofobia institucionalizada y ver que a este gobierno no le importan las mujeres, los niños, las personas trans, los jotos”, insiste.
Aunque estuvo acompañado y fue acuerpado por su red —que la conforman sus amigos y sus roomies—, Ro dice que la viruela símica no es solo un dolor físico sino también político y emocional, un dolor que golpea la sexualidad.
Para Ro y la población LGBT, la prioridad es la vacuna, la cual tiene una eficacia de 85%, según la OMS. Sin embargo, el escritor afirma que también se exige el derecho a la salud pública y a una salud sexual libre y sin estigmas.
“Al contagiarte te enfrentas a que la sociedad, las autoridades de salud que te culpan por tener sexo con hombres, por ser gays. Porque piensan que cogía con 50 en el lugar más cochino del mundo y por eso me pasó esto. Y no es cierto, y aunque fuera así, no merezco no tener atención. Al tener viruela símica experimenté algo que no viví con el VIH, con ese primer diagnóstico no me asusté como con la viruela; ya sabíamos qué hacer, qué pasos seguir, y con la actual pandemia es como caminar a ciegas”, concluye.
“Me sentí como un cero a la izquierda”
“Ya no me está haciendo efecto mi tratamiento para el VIH”. Eso fue lo primero que pensó Job Juárez, estudiante de 22 años, cuando descubrió las pústulas en su piel.
Desde su hogar en la alcaldía Iztapalapa, recuerda los 27 días que tardó en recuperarse de una enfermedad que lo hizo sentirse “como un cero a la izquierda por las autoridades de salud”.
“Se me inflamó un ganglio de la entrepierna y tuve sangrado anal. Cuando me levanto de la cama y veo la mancha de sangre, no sabía qué estaba pasando y de inmediato mi mamá y yo corrimos a urgencias esa misma noche”, relata.
Para Job, lo más difícil fue perder su autonomía. Durante los 27 días que tardó en caer la última costra, señal de que podía reincorporarse a sus actividades, su madre fue quien le cocinó, lavó e incluso lo llevaba al baño.
“No pueden hacer menos nuestras vivencias. ¿Por qué no adquieren la vacuna? ¿Porque somos una población que llaman minoría? Es como decirnos que no existimos, que no somos parte del Estado, del sistema, que nuestras experiencias y nuestra salud no les importan. Pero por eso protestamos, para decir: ‘Aquí estamos, mírame y conoce la enfermedad que ya está aquí y que exige una solución y contención’”, comenta Job, mientras su madre lo abraza en la sala de su casa y posan para una fotografía.
Job reconoce que ella ha sido un gran apoyo desde sus 19 años, cuando supo que vive con VIH; sin embargo, lamenta que en la sociedad no se tenga la misma actitud y se crea que “la propagación de la viruela símica es culpa de quienes la portan”.
“Parece que se repiten ideas con la viruela símica que se tenían con el VIH. Es como si la gente entendiera que solo es una enfermedad de transmisión sexual y no es cierto”, dice.
Para el estudiante, hay más de una coincidencia. De acuerdo con el Centro Nacional para la Prevención y Control del VIH y el Sida (Censida), entre las principales ideas erróneas referentes al VIH está que la infección es resultado de la irresponsabilidad o la promiscuidad, por lo que merece ser castigada. A Job le parece que esa misma idea se vive con quienes tienen viruela símica.
“Más que el paracetamol y el descanso, lo que me ayudó a recuperarme fue la música, la fotografía y hacerme autorretratos, pero también mi hermano, mi mamá. Gracias a eso he entendido que hay que aprender a vivir con esto y hacerle entender a la sociedad, a las autoridades sobre todo, que no es una infección de putos, es una enfermedad que le puede dar a cualquiera”, señala.
“Me cuidan mis pares, no las autoridades”
Ni la Secretaría de Salud ni el gobierno representan protección para Guillermo Moreno. Para él, quienes respondieron y cuidaron de él fueron sus amigos y sus pares.
A finales de septiembre, a Guillermo, publicista en la CDMX, le vino el dolor al cuerpo, que primero pensó que era un resfriado, luego COVID e incluso alguna ETS. No fue nada de esto, sino que fue diagnosticado con viruela símica.
Hasta el 9 de noviembre, la Secretaría de Salud confirmó cuatro muertes relacionadas directamente con la infección por viruela del mono, las primeras defunciones reportadas en México por el virus. Desde el registro del primer caso y hasta el 15 de noviembre, se confirmaron en el país 3 mil 145 contagios.
La CDMX, Jalisco y Edomex son las tres entidades con mayor número de casos, con mil 833, 355 y 320, respectivamente.
Desde su hogar ubicado en el Centro Histórico, Memo —como le dicen sus amigos— recuerda el primer caso en el país: no se le olvida que, cuando llegó la infección, decidió reducir su número de parejas sexuales, pero aun así lo alcanzó la enfermedad.
“Me sentía cansado, con bajones de energía, me dolía el cuerpo, pero pensé que era por hacer ejercicio, hasta que una noche sentí comezón en el brazo derecho y me rasqué. Al día siguiente me quito la sudadera, vi la ámpula en el brazo; apenas la vi y supe que no era un piquete de mosco, ya había visto esas heridas en fotos, en compañeros y amigos, yo sabía que era monkeypox”, recuerda.
Al ser atendido en la Clínica Condesa, se repetía que todo estaría bien. Esa era su forma de evitar el pánico y apagar sus ideas, aquellas en las que pensaba que tendría pústulas en todo el cuerpo, que habría incomodidad y dolor, pero sobre todo estigma.
“Yo tengo esta marca en el brazo derecho, es la única que tengo, pero sí llegué a pensar: ‘¿Qué sería si tuviera marcas en los genitales?’, que es el punto de contacto cuando queremos intimar; fue pensar que si me queda marca me van a rechazar, empiezas a crear este estigma de que un cuerpo enfermo es un cuerpo indeseable”, dice.
Con la puerta de su departamento abierta para que entre la luz del sol, Memo no duda en reclamar que el gobierno no está haciendo nada ante esta nueva pandemia.
“Las autoridades de salud están abandonando a quienes hemos enfermado, quienes están dando la cara y apoyo somos los pares, más allá de una ONG, del activismo, somos nosotros, porque la gente con el poder nos está dejando solos”, sostiene.
Al joven, que ha ido a protestar y tomar las calles, le queda claro que la enfermedad no es su culpa ni la de nadie que decida ejercer su sexualidad, pues señala que la solución “no es dejar de coger”.
“Yo no vivo con VIH pero tengo amigos que sí y los entiendo cuando comentan que la situación se está repitiendo. Hoy por el día la pregunta no es ‘¿Quién te contagió?’, sino ‘¿Quién está haciendo algo con algo que ya tenemos aquí?’”, cuestiona Memo, quien confía en que esta interrogante pueda ser contestada.
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