Hondureños, del sueño americano al tapachulteco

Texto: César Solis / Border Hub

Fotografía: Leonel Mejía

20 de marzo de 2022

 

La hondureña Carol Castro fundó la primera escuela de pole dance en Tapachula.

A 650 kilómetros de su hogar en Puerto Cortés, Honduras, Carol Yazmín Castro Martínez fundó la primera academia de pole dance establecida en Tapachula, municipio ubicado en la frontera sur de México.

Hace cinco años atrás, Carol dejó su tierra con el propósito de cumplir “el sueño americano” en Estados Unidos, sin embargo, los robos, asaltos y violaciones que han sufrido los migrantes al cruzar México la obligaron a quedarse a vivir en la frontera sur, en donde ahora ha emprendido su propio negocio que promueve la activación física.

Ella dejó su hogar porque los delincuentes impidieron que su negocio prosperara económicamente debido a los asaltos y el cobro de derecho de piso, así que un día cerró el establecimiento, tomó la maleta y huyó.

“Yo intenté dos veces irme a Estados Unidos, pero no me fue bien y dije: ‘si en Honduras sobrevivía, ¿por qué aquí en Tapachula no la voy a hacer? Aquí está tranquilo, andas por todos lados y no hemos tenido problemas’”, expresó Carol desde el interior del gimnasio que ahora es suyo.

“El pole dance es un ejercicio que permite quemar calorías, se trabaja todo el cuerpo, sin embargo, aún hay prejuicios en la sociedad tapachulteca, especialmente en algunas mujeres, por ello la escuela que inició hace unos ocho meses nada más cuenta con cinco alumnas”, narró la instructora y propietaria del negocio quién ha perfeccionado algunas técnicas a través de cursos online.

La psicóloga Fabiola Díaz Rovelo, de la Fundación Chiapaneca de Mujeres Migrantes, citó el estudio denominado “Las desigualdades de salud de género de las mujeres y niñas desplazadas en contextos de crisis prolongada en América Central y del Sur”, que elaboró la Universidad de Southampton del Reino Unido, que evidencia que aquellas hondureñas que tenían una actividad comercial en su país eran víctimas de los pandilleros que les cobraban una cuota de derecho de piso, que inicialmente era de 50 dólares mensuales y, tras la pandemia se duplicó a 100 dólares.

Y quienes se negaron a pagar la cuota o carecían de dinero, fueron agredidas físicamente y amenazadas de muerte, por eso algunas de ellas huyeron a través de las caravanas del éxodo.

El esposo de Carol es originario de El Salvador con quien ha procreado cuatro hijos: tres nacidos en Honduras y otro, el más pequeño, nacido en México. Ellos son la razón de su ímpetu para conseguir un trabajo y construir su nuevo hogar en la frontera sur de México. Para ella, esta tierra le ha ofrecido las oportunidades de rentar una casa, que sus hijos accedan a la educación a través de asistir a las escuelas y emprender su negocio de pole dance.

Carol renta una casa que ha habilitado en un gimnasio para ofrecer clases de pole dance a sus 20 alumnos.

Tapachula es uno de los últimos municipios del sur de México que hace frontera con Guatemala, con lo que se ha convertido en un paso natural del flujo migratorio proveniente de Centroamérica y que avanza hacia Estados Unidos. Es la segunda ciudad más importante de Chiapas, después de la capital Tuxtla Gutiérrez.

“Mi país no ha cambiado, todo sigue igual. Es por ello, que la gente sigue emigrando, buscando una mejor opción de vida y, la verdad, muchos ya no quieren ir a Estados Unidos, se quieren quedar aquí en Chiapas o irse a otro estado del país mexicano. Quizá hoy se podría decir que buscan el sueño tapachulteco”, consideró la instructora.

Carol denunció que los hondureños son discriminados y estigmatizados como personas malas. Lo cual, para ella, es erróneo, pues sus connacionales son honrados y trabajadores, quienes intentan progresar en la vida, “en esta bendita tierra tranquila y con un calor humano increíble”, expresó.

El negocio de Carol ha progresado rápidamente. Antes sólo tenía seis alumnas, quizá porque abrió sus puertas en medio de la pandemia declarada por la enfermedad de Covid-19 en 2020, sin embargo, hoy tiene aproximadamente 20 en los dos turnos.

“El que es trabajador en todas partes lo demuestra y le va bien. Quien quiere salir adelante mientras haya salud, va hacer el trabajo de manera honrada porque los hondureños que huimos por la difícil situación somos gente de paz, gente honrada. Incluso nosotros no nos olvidamos de nuestros familiares porque cada que podemos enviamos un dinerito”, contó.

El país más violento

El éxodo migratorio proveniente del Triángulo Norte de Centroamérica, conformado por Guatemala, Honduras y El Salvador, es consecuencia de la violencia provocada por grupos delictivos organizados.

La violencia es la razón principal por la que los migrantes salen del país. De acuerdo con el Sistema Estadístico Policial de Honduras, la Policía Nacional Civil de El Salvador y el Ministerio de Gobernación de Guatemala, se reportaron 25 mil 372 homicidios en Honduras de 2015 a 2020.

Un reporte de la Agencia de la ONU para los Refugiados (ACNUR) expuso cómo las pandillas utilizan las escuelas en Honduras como “casas de seguridad”, donde esconden drogas o armas. Mientras que los maestros son víctimas de desplazamiento forzado ante las extorsiones y amenazas.

En 2020 la tasa de homicidios fue de 37 personas por cada 100 mil habitantes, lo que ubicó al país entre uno de los más peligrosos del mundo. ACNUR estima que la violencia de las pandillas obligó a más de 247 mil hondureños a desplazarse al interior.

Tan sólo en 2021 fueron asesinadas 318 mujeres en Honduras, de acuerdo con el Observatorio Nacional de la Violencia (ONV) del Instituto Universitario en Democracia, Paz y Seguridad (IUDPAS), perteneciente a la Universidad Nacional Autónoma de Honduras (UNAH).

Las edades de las víctimas son distintas. El 11 por ciento de ellas eran niñas y adolescentes en edades que oscilaban desde los 0 a los 17 años; el 31 por ciento eran mujeres que tenían edades de los 18 a 29 años; el 41 por ciento, el mayor rango de porcentaje de las víctimas, son mujeres en edades de los 30 a 59 años; y el siete por ciento tenían edad superior a los 60 años.

El 70 por ciento fueron asesinadas con arma de fuego y el 14 por ciento con un puñal o cuchillo. De acuerdo con el estudio de la Universidad, cada 27 horas una mujer es asesinada en Honduras.

Luis García Villagrán, presidente de la Asociación Civil Dignificación Humana, que en los últimos 11 años ha defendido los derechos de los migrantes, dijo que Honduras es el país que más expulsa migrantes derivado de la violencia generada por el narco-estado y las pandillas.

“Tan sólo en los últimos 11 años, fecha en que llevamos trabajando con la población migrante, se ha trabajado principalmente con la gente proveniente de Honduras, el grupo más grueso, que podría dar el mayor ejemplo del porqué la gente deja sus casas, su familia, todo y viene con lo que traen puestos”, contó.

“En Honduras la pandilla es el Estado porque allá no manda el gobierno. Esto trae terribles consecuencias para los jóvenes, quienes no tienen otra opción más que unirse a la pandilla o emigrar. Las mujeres jóvenes, en un 80 por ciento de ellas tienen edades de 18 y 35 años, quienes son madres solteras, el índice más alto en todo Centroamérica, por ello salen porque no pueden vivir allá, algunas se prostituyen y otras se unen a pandillas, no tienen más alternativas”, expuso García Villagrán.

Cada noche Catalina se dedica a trabajar en el bar “El Marinero”.

Huir de la violencia

La comunidad hondureña en Tapachula es cada vez más visible, principalmente porque ha logrado insertarse en la economía local.

Debido a que anteriormente no contaban con un estatus migratorio legal, se empleaban en bares y cantinas, sin embargo, hoy algunas personas de la comunidad han recibido beneficios de ley, con lo que han pasado de ilegales a legales.

En el conocido cabaret “El Marinero”, Catalina, de 23 años y madre de una pequeña, trabaja como bailarina. Ella es originaria del Puerto de Cortez, en San Pedro Sula. Viajó a la frontera norte, pero sufrió vejaciones en el camino y regresó a Honduras.

Catalina, como la conocen en el cabaret, se embarazó a los 18 años y, para obtener ingresos, trabajó con su mamá en una cafetería, pero la crisis económica de su país y el incremento al cobro de piso impuesto por las pandillas a los negocios, la obligó a huir nuevamente de San Pedro Sula rumbo a Tapachula, ciudad del que le hablaron sus familiares que ya residían ahí.

“Decidí venirme por la economía, trabajaba con mi mamá en su cafetería, pero como yo tenía una niña, no me alcazaba para mantenerla. Por ello, decidí venirme, ahorré primero para los pasajes y a recomendación de unas primas que me dijeron viniera para acá, lo hice. Hace dos años llegué, cuando llegué empecé a hacer mis trámites correspondientes ante las autoridades migratorias y ahorita próximamente me saldrá la permanencia en la COMAR porque solicité refugio”, contó.

Catalina huyó de Honduras junto a su hija.

Con el sueldo y propinas que percibe como bailarina en el bar “Marinero” puede sostenerse económicamente junto a su hija. Ahora busca regularizar su situación migratoria y quedarse a vivir en Tapachula. Para ella, el “sueño americano” quedó atrás.

Lamentó que sus connacionales salgan de su país por la situación de pobreza y violencia. Huyen en caravanas, acompañándose unos a otros en el trayecto, algunos les va bien, como a Catalina, pero a otros les va mal.

“Los trámites ante autoridades migratorias ha sido muy difícil, cuando llegué perdí el primer caso por la pandemia, cerraron COMAR y, después, ya no supe cuando volvieron a abrir, tuve que meter otra solicitud para reiniciar otro caso y ya en este procedimiento sí me salió positiva la permanente. Sin embargo, la demás gente que no trae más dinero se las ve difícil porque también para nadie es un secreto, si tienes dinero y pagas, logras las cosas rápidas en el Instituto Nacional de Migración (INM)”, explicó.

Antonio Armas Hernández, presidente de la Asociación de Establecimientos de Entretenimiento de Tapachula, quien en los últimos 16 años ha administrado un negocio de cabaret, refirió que las olas de migrantes hondureños no paran.

“La mayoría de personas que trabajaban cuando yo empecé eran hondureños y hondureñas, como meseros, cocineros y bailarinas, esta gente no tenía papeles y se empleaba en estas actividades, la ley no les permitía en esos años que ellos pudieran iniciar algunos trámites legales para estar en el país, sin embargo después hubo una modificación que nos permitió legalmente y muchos se beneficiaron”, detalló.

Y hay quienes dominan diferentes oficios, como son los albañiles, carpinteros, mecánicos, peluqueros y cocineros.

“Si hablamos particularmente de la migración hondureña no se ha detenido, la mayoría huye por la situación económica y se recrudeció por el tema de las pandillas maras en las ciudades donde cobros de protección especialmente a los negocios, mucha gente decide cerrar y huir con la familia completa, otros dejan a sus seres queridos, se ponen a trabajar aquí y les envían ayuda económica”, añadió Armas Hernández.

El empresario Antonio Armas explica que los migrantes se emplean como meseros, cocineros y bailarines durante su llegada a Tapachula.

El narco-Estado

El incremento del flujo migratorio proveniente de Honduras ha sido la consecuencia de un “narco-estado” en los últimos 12 años, desatado por la inseguridad, pobreza, corrupción, mala gobernanza y vínculos con el narcotráfico, reconoció el Vicecanciller en Asuntos Consulares y Migratorios de Honduras, Antonio García, durante su primera visita al extranjero realizada a Tapachula, Chiapas el 11 de marzo pasado.

Reconoció que Honduras es el país de Centroamérica que más migrantes expulsa hacia México, sin embargo, ocupa el segundo sitio a nivel mundial, sólo por debajo de Haití.

“Llevamos pocos días del gobierno de la República de Honduras, el Presidente anterior (Juan Carlos Hernández) que estuvo 12 años en el poder está actualmente detenido esperando extradición a Estados Unidos acusado por narcotráfico”, señaló.

“El gobierno anterior es responsable de las caravanas, algo nuevo que no existía y que es producto de la mala gobernanza, corrupción; este nuevo gobierno trae la filosofía de atacar las causas de las caravanas, estamos empeñados en eliminarlas, somos un gobierno nuevo con credibilidad y que tendrá ayuda de Estados Unidos y México para generar inversión, empleos, para que nuestra gente no tenga que salir y con ello detener o reducir este flujo migratorio”, prometió el diplomático.

García mencionó que la intención del gobierno entrante encabezado por la Presidenta Xiomara Castro es reducir el número de personas que migran a través de caravanas. Consideró que migrar es un acto que debería evitarse porque transitar por México con la intención de llegar hacia Estados Unidos representa un peligro para la seguridad de los hondureños, a pesar de que el Estado mexicano brinda protección apegada al respeto a los derechos humanos, aún “somos víctimas de la violencia y de los grupos fuera de la ley”.

“Un porcentaje alto de los compatriotas que llegan a Chiapas o buscan llegar a Estados Unidos se quedan aquí porque hay seguridad y empleo, entonces, tienen oportunidades, trabajan, pagan impuestos, ponen sus negocios y contribuyen a la economía”, refirió.

Estimó que 30 mil hondureños radican en Chiapas, quienes en su mayoría tienen un estatus migratorio legal o bajo solicitud de asilo, quienes son reconocidos como refugiados. El 47 por ciento de los hondureños que solicitan asilo obtienen el reconocimiento, por lo que no todos migran por razones económicas, sino que hay gente que huye para proteger su vida, víctimas de la inseguridad, las maras y la pobreza.

Ellas sufren

A Díaz Rovelo, le entristece escuchar las historias de mujeres que llegan desde Honduras, quienes desde niñas han sufrido violencia sexual y vejaciones, y han padecido de hambre, por lo que dejan su hogar en búsqueda de mejorar su condición de vida.

Ellas se establecen en Tapachula, primordialmente porque no tuvieron éxito cuando intentaron alcanzar el “sueño americano”, generalmente son madres solteras y se emplean como meseras, cocineras o bailarinas en cabarets y bares. Otras más se dedican a la prostitución a través de anuncios publicados en internet o en las calles.

“En el trabajo de campo realizado hemos detectado que son pocas mujeres migrantes de Honduras que se establecen en Tapachula y deciden poner un negocio, quizá porque el tema de las rentas es muy alto, sin embargo, quienes se atreven, hoy son casos de éxito”, aseguró.

Doña Martha desde hace 24 años se dedica a la venta de comida hondureña.

Cocina Catracha

Doña Martha Elisabeth López llegó hace 28 años a Tapachula, proveniente de Sonaguera en el departamento de Colón, la situación de miseria e inseguridad en su país fueron las causas por las que abandonó Honduras. A diferencia de otros migrantes, ella puso la mirada en vivir en esta ciudad fronteriza y no en Estados Unidos ante los riesgos de ser víctima de la violencia al transitar por México.

“Yo vine aquí para mejorar mi situación económica, quizá no para hacerme millonaria, sin embargo, cuando me vine que estaba yo muy joven lo primero que me ofrecieron para trabajar fue en un bar, quizá porque es lo más fácil o porque no tenía papeles, pero la verdad a mí eso jamás me ha llamado la atención”, mencionó.

Narró que cuando logró establecerse en la ciudad preparaba comida “catracha”, como baleadas y tajada con pollo, en algunas ocasiones invitaba a sus paisanos. A partir de estas reuniones surgió la intención de establecer un local para vender la comida tradicional hondureña. Por lo que, Doña Martha Elisabeth decidió aventurarse hace 24 años en este negocio, que dice le ha dado la oportunidad de generar ingresos para mantenerse y emplear a tres personas más, quienes son sus connacionales.

Doña Martha añora su tierra, en ocasiones revisa redes sociales para saber lo que sucede en Honduras.

Contó que la vida no ha sido fácil en México porque ha enfrentado situaciones de xenofobia y discriminación. Para los lugareños, los hombres hondureños son percibidos como pandilleros y las mujeres como prostitutas.

“Cuando llegué, enfrenté mucha discriminación de mis vecinos por el simple hecho de ser hondureña, se han creado imagen de que somos malos o pandilleros. A nosotros nos gusta trabajar, prueba de ello es que hay una comunidad grande con papeles en regla ante migración, que estamos moviendo la economía de la región”, defendió.

Hoy Martha es dueña de uno de tres negocios existentes en Tapachula dedicados a la venta de comida hondureña ubicado sobre la Calle Novena, entre la Décima y la Doceava. Cuenta también que además de dar empleos, paga impuestos, se ha naturalizado como mexicana, tiene un esposo y dos hijos nacidos en México. Sin embargo, aún siente nostalgia por estar lejos del lugar donde nació y constantemente consulta las redes sociales para informarse de la situación de su país, el cual dijo sigue sumergido en la miseria e inseguridad.

“Hay demasiada migración porque la pobreza cada día es más extrema, la gente sale por montones de mi país y no sólo de Honduras, algunos ya no vienen en caravanas están entrando en pequeños grupos, pero vienen a sufrir y andan pidiendo limosna en las calles. Muchos conocidos han sufrido por irse a Estados Unidos y, la verdad, se regresan porque les pegan, los asaltan, algunas mujeres han sido violadas y asesinadas, quienes tienen la posibilidad de seguir con vida mejor se regresan a Tapachula y se quedan a vivir aquí”, apuntó.

Pobreza, el otro factor

La pobreza es el otro factor que ha contribuido a que la población hondureña abandone su hogar.

Tan sólo en 2020 la miseria aumentó 70 por ciento, lo que representó un crecimiento del 11 por ciento con respecto a 2019, ocasionado por la pandemia por Covid-19 y las tormentas tropicales Eta e Iota, de acuerdo con el informe de la Universidad Nacional Autónoma de Honduras (UNAH) publicado en 2021.

La pobreza alcanzó a 9.5 millones de habitantes, con lo que registró «un incremento sin precedentes al pasar del 59.3 por ciento en 2019 a una estimación aproximada del 70 por ciento en 2020».

Según el informe, la miseria ha mantenido un «comportamiento oscilante», una situación que «se agudiza por la caída en la producción» y, en consecuencia, provoca desempleo, disminución de ingresos y precarización social de la población.

La UNAH señala que, además, el 53 por ciento de los hogares vivía en pobreza extrema en 2020, un aumento del 16 por ciento con respecto a 2019.

Carlos Bonilla se dedica a la barbería, un oficio que aprendió en Honduras.

El otro sueño

El oficio de peluquero ha evolucionado rápidamente en Tapachula derivado de las oleadas de migrantes que arriban. Tan sólo en el primer cuadro de la ciudad se contabilizaron 30 negocios que son administrados por extranjeros: hondureños, salvadoreños, cubanos y haitianos.

Desde su negocio de barbería establecido en el mercado de la estación, Carlos Bonilla detalló que la nostalgia que siente por estar lejos de su país y compartió que establecerse en la frontera sur de México se le ha dificultado.

Aunque su negocio es más modesto que el resto de los ubicados en el centro de Tapachula y en los centros comerciales, comentó que ha prosperado en los últimos cuatro años.

“En esta peluquería han pasado muchos con ganas de irse a Estados Unidos, me cuentan que venden todo allá en Honduras para irse, pero nada más van a que los agarre la migra allá o que los asalten a medio camino. ¿Ahora qué crees? Están allá en mi país todos tristes porque no la hicieron, yo por eso no me voy, una vez tuve el sueño americano, pero quedó en eso: sólo un sueño”, confesó.

‘A mí no me interesa hoy irme a Estados Unidos, a mí me va bien aquí en México’, expresó Carlos Bonilla.
Insistió que en Tapachula hay trabajo, lo que les ha permitido mejorar su calidad de vida.

“Yo me salí de mi tierra en busca de estar mejor y conocer otro país, para empezar el sueño americano se sufre, si no sabes hablar inglés te cuesta, en un país ajeno hay que respetar y ponerse a trabajar sino no la haces no comes; dejé familia en Honduras y regreso a verlos, mi primer empleo es la peluquería, allá me dedicaba a la peluquería. A mí no me interesa hoy irme a Estados Unidos, a mí me va bien aquí en México, me trata bien la gente”, expresó.

Hondureños, los que más asilo piden

La Comisión Mexicana de Ayuda a Refugiados (COMAR) registró el número más alto de constancias en condición de refugiados provenientes de Honduras por motivos de migración forzada por la violencia generada por las pandillas, intolerancia política, religiosa y discriminación de género. En 2021, la cifra alcanzó a 36 mil 361 solicitudes.

La COMAR precisó que fueron presentadas 131 mil 448 solicitudes de refugio en México, el primer lugar lo encabezó Haití con 51 mil 827 procedimientos y en segundo lugar apareció Honduras con 36 mil 361.

De las oficinas de Comar en México ubicadas en Baja California, Ciudad de México, Tabasco, Veracruz, Chiapas Palenque y Chiapas Tapachula, en éstas dos últimas sedes se ha concentrado la mayor cantidad de atenciones, en Palenque se contabilizaron cinco mil 696 solicitudes y en Tapachula, 89 mil 668.

La cifra de atenciones en los últimos tres años es: 2019, 70 mil 341 solicitudes, 2020, 40 mil 996; y 2021, 131 mil 448.

Por su parte, el Instituto Nacional de Migración (INM) reportó que en 2021 se emitieron 23 tarjetas de residente temporal al mismo número de personas hondureñas, que permiten que las personas puedan viajar al interior de México.

Luego de que Carlos truncó su intención de alcanzar el “sueño americano” en Estados Unidos se dedica a dibujar sonrisas a los tapachultecos.

Hacer reír a la gente

Carlos Javier, es un hondureño que llegó a Tapachula hace ocho años, quien truncó su sueño de llegar a los Estados Unidos por la difícil situación de inseguridad que aqueja a México y especialmente a los migrantes que atraviesan el país para llegar al norte, como conectarse con polleros y llegar a su destino final.

Dedicado al espectáculo callejero, como payaso en su país de origen, y conocido en México con el nombre artístico “Peluchín”, nos cuenta que decidió abandonar su lugar de residencia por la difícil situación de violencia y la pobreza.

“Mi intención al salir de mi país siempre fue llegar a los Estados Unidos. Ese era mi sueño, pero a la mitad del camino se me acabó la economía y ya no pude continuar porque tenía que pagar un pollero para que me cruzara a mi destino final, por ello me tuve que resignar, regresarme y me quedé en Tapachula”, expresó.

Comentó que aquí empezó a trabajar y perfeccionar su técnica como payaso, desafiaba a las autoridades de migración, pues a bordo de vehículos del servicio público de pasaje él hacía sus espectáculos de entretenimiento y cuando realizaban revisiones migratorias lograba evadirse sin que le solicitaran sus documentos.

“Actualmente, tengo mis documentos en regla, me casé con una guatemalteca y mis hijos nacieron aquí en Tapachula. Me cambió mucho la vida porque he conocido la generosidad de la gente y de una región tranquila. Me gano la comida haciendo reír a la gente en la combi, en fiestas infantiles o en las plazas y parques públicos”, agregó.

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