Un reportero llamó a no hacer preguntas en la conferencia del presidente López Obrador en solidaridad con las protestas por los ataques a periodistas. Es la segunda iniciativa en menos de un mes para reclamar justicia en el marco de esa conferencia. La discusión, más que en los dichos del presidente y Carlos Loret, debe estar en lo que ocurre en las regiones locales, advierte la periodista Jade Ramírez
Texto y fotografía: Arturo Contreras Camero / Pie de Página
17 de febrero del 2022
Ciudad de México
El mensaje fue claro y contundente, pero la reacción del mismo gremio fue pobre. Durante la conferencia matutina de este miércoles, un reportero intentó hacer un llamado a la reflexión y a la protesta por las condiciones de seguridad para periodistas en el país. Aunque tal vez pidió demasiado a sus compañeros.
Desde antes de que iniciara la conferencia, el compañero, de quien reservamos el nombre, empezó a hablar con los reporteros que se reunían en los Patios Marianos, la zona donde los periodistas aguardan para entrar a la conferencia del presidente.
“Estamos planeando no hacerle preguntas al presidente en esta conferencia, en solidaridad a las protestas de los compañeros ayer en Cámara de Diputados”, comentaba a los que llegaban al patio.
“¿Y los demás están de acuerdo?”, era la pregunta obligada. El reportero respondió que ya había hablado con varios, pero no con los reporteros de canales informativos en redes sociales. Él se mostraba optimista, confiaba que los compañeros responderían a su llamado.
Inició la conferencia. El presidente anunció que sería más breve de lo normal. Como todos los miércoles, Elizabeth García Vilchis hizo observaciones sobre lo que ella califica como mentiras de la prensa. Inmediatamente después arrancó la sesión de preguntas.
La esperanza de que nadie, ningún reportero, levantara la mano para reclamar la palabra, se rompió casi de inmediato. Una mano al aire, dos, tres… todos los reporteros querían participar. Colocar una pregunta en los oídos del presidente es como el fin último de asistir a la conferencia. Las primeras preguntas las formuló Nancy Flores, de la revista Contralínea.
Después tocó el turno al reportero de la protesta. Tomó el micrófono. “Con todo respeto, decirle que este día no le queremos formular preguntas en solidaridad con estas acciones que hizo el gremio periodístico en el Poder Legislativo el día de ayer, queremos replicarlo. Si así deciden el resto de los compañeros que están aquí presentes, adelante; si no, también están en su derecho”, dijo de cara al presidente, sin mencionar su nombre ni el medio al que representa.
“Nos queremos abstener, presidente, de hacerle preguntas, porque los principales asesinos de nosotros son servidores públicos y esa información la tiene el mecanismo (de protección a periodistas). Por eso también estamos convocando a un encuentro nacional de periodistas en San Cristóbal de las Casas para el 5 de marzo, que usted dijo que Alejandro Encinas (subsecretario de Derechos Humanos) estaría presente”.
La respuesta del presidente fue corta: “Yo estoy de acuerdo con lo que planteas de que hay que manifestarse y nuestro respeto, además es nuestra responsabilidad cuidar la vida de los periodistas y de todos los mexicanos, y lo vamos a seguir haciendo. Nada más lo único que debe de considerarse es que nosotros no mandamos a aniquilar a nadie, a nadie, o sea, ya no es el Estado, como era antes, el violador por excelencia de los derechos humanos”.
Después, López Obrador siguió hablando. Cuando terminó, ningún periodista se detuvo.Todos volvieron a alzar la mano para tomar la palabra, para ver si, de casualidad, el presidente tomaba otra pregunta. No hubo más; no por la protesta, sino porque al presidente se le hacía tarde para terminar la conferencia; López Obrador dio la vuelta y dejó el salón.
La protesta imposible
Esta no es la primera vez que un reportero o un grupo de reporteros busca alzar la voz ante el sentimiento de vulnerabilidad que deja el asesinato de un colega. Sin embargo, hacerlo en el que se ha convertido en uno de los escenarios informativos más importantes del país, la conferencia del presidente, parece rayar en la osadía.
Tres días después del 23 de enero, cuando asesinaron a la periodista tijuanense Lourdes Maldonado, el gremio estaba indignado, pero pobremente organizado. Así como hoy un reportero buscó a organizar a los asistentes, a los pocos días del asesinato de Lourdes, otro grupo de reporteros, principalmente fotógrafos, buscaron organizar una acción de protesta al interior de la conferencia.
El resultado no fue muy distinto al de este miércoles. Después de muchas pláticas, propuestas y chats de whatsapp, ninguna acción se llevó a cabo. Acaso uno de los principales frenos es la responsabilidad de representar a un medio. En esa ocasión, la solicitud de anonimidad y el miedo a las represalias al interior de las empresas, o desde la organización de la conferencia, neutralizaron las ideas de una protesta simbólica.
Ese mismo freno se hizo presente este miércoles 16 de febrero. Después de terminada la conferencia, una vez que había salido el presidente del salón de la conferencia, otro compañero se levantó. Se dirigió al compañero de la iniciativa de no formular preguntas. Le compartió un par de palabras al oído y ambos asintieron. Tras ello volteó hacia los presentes y pidió un minuto de silencio en honor a los colegas asesinados.
Al principio ninguno de los reporteros y camarógrafos supimos cómo reaccionar. Todos nos mirábamos unos a otros mientras, sin pensarlo, se formaba un círculo lleno de cámaras de televisión y celulares. Así, sin saber quién era la noticia y quiénes los reporteros, viéndonos unos a otros y apuntándonos con cámaras desde todos los ángulos y en todas direcciones para no dejar de reportar la noticia, pasamos un minuto en silencio, custodiados por la politización y lo que parece más una falta de empatía. Extraviados.
«El foco tiene que estar en lo que pasa en las regiones»
Jade Ramírez Cuevas, integrante del Consejo Directivo de la red de Periodistas de a Pie, asegura que centrar el discurso en los dichos del presidente desvía la conversación de lo que realmente está poniendo en riesgo a los periodistas. El foco, dice, tiene que estar en lo que está pasando en las regiones. La conversación no tendría que ser sobre Carlos Loret, sino sobre “la entrevista con el gobernador de Oaxaca, con el presidente municipal de Salina Cruz, que nos expliquen por qué hay un hermano del agente municipal involucrado, quiénes son las mafias que están operando ahí”, destaca.
La periodista recuerda que las condiciones de riesgo y de vulnerabilidad vienen desde otros sexenios. Lo que realmente pone en fragilidad a los perdiodistas, señala, es que el entramado político de justicia y derechos humanos no está haciendo lo que les toca, incluidas las fiscalías y las comisiones de derechos humanos.
“Que se particularice esta conversación en Carlos Loret, del cual se ha probado que cae en prácticas cero éticas, muestra que sí hay una desconexión de lo que está pasando en la realidad. Lo que tendría que preocuparnos es dónde, en lo cotidiano, en lo cortito, en lo local, en las regiones, se compromete la seguridad de los periodistas. Lo acabamos de ver con el caso de Heber López: es desde la presidencia municipal. Esa es la fragilidad de la que tendríamos que estar hablando en México, no de lo que diga el presidente todos los días, porque eso deslava la conversación, la desvía y queda en una conversación de cúpula, de la Ciudad de México. Para el análisis serio donde quedan comprometidas las vidas de periodistas, no aporta mucho».
Jade Ramírez.
Así, tendríamos que estar hablando en la sobremesa no de Carlos Loret sino de cómo apoyar al periodismo independiente.
«Setenta u 80 por ciento de los asesinatos se dan en el contexto de Heber: periodismo hiperlocal, temas coyunturales en las regiones, mafias en las regiones y narcopolítica. No hay mucho para donde irnos».