Texto: Vania Pigeonutt
Fotos: Franyeli García
28 de agosto del 2020
Cuajinicuilapa
El mar de El Faro, en Punta Maldonado, Cuajinicuilapa, amaneció con las aguas revueltas por las lluvias torrenciales del miércoles 26. Esteban Juárez y Roberto Gutiérrez, pescadores de toda la vida, tomaron videos de las afectaciones de las enramadas y prepararon su lancha para intentar pescar, al menos jureles, pero no pudieron.
Itzel una niña de nueve años camina junto a sus hermanos Barbie de cinco y Aldo de 11, sobre las aguas cafés de la playa, que lo mismo tienen pedazos de palmas que cayeron de las enramadas, palos de madera, piedras y basura. Buscan ojos de venado, una semilla tropical a la que la gente le otorga poderes de protección, con las que harán collares y que abundan en épocas de tormentas.
La Secretaría de Protección Civil en Guerrero informó que las lluvias por la tormenta tropical Hernán dejaron como saldo provisional una persona desaparecida y unas 600 casas inundadas en la región de la Costa Grande.
Acá en la Costa Chica también resintieron los daños. No sólo es el temporal, es la baja de turistas por la pandemia de la Covid-19 y la veda de langostas y caracol, lo que les afecta.
La Coordinación de Protección Civil Estatal precisó que la playa Hacienda de Cabañas, en el municipio de Atoyac; El Bejuco, en Coyuca de Benítez y Petatlán, fueron los puntos más afectados por las lluvias. Acá los pescadores y dueños de enramadas también requieren apoyos.
Desde lo alto de El Faro, emblemático en esta región de mujeres y hombres afrodescendientes, se observa cómo la fuerza del mar y las lluvias destrozaron parte de las 35 enramadas que componen la zona de playa de Punta Maldonado.
Los prestadores de servicios esperan que para noviembre, cuando ya no hay impedimento de pescar langostas y caracoles, también vengan los turistas. Han sido días muy tristes porque no tienen a quién atender. Tampoco el turismo local se acerca; no hay dinero.
Al menos, celebran varios pescadores, no hay casos de Covid-19.
“El gobierno no nos apoya. El gobierno sólo nos quiere cuando se van a sentar en la silla. Me hicieron pendejo, el presidente de Cuaji (Alejandro Marín), le di seis votos: voté, votó mi compadre El sapo, la mujer, son buenos seis votos. Y nada”, dice Roberto Gutiérrez, un pescador de 48 años, que está jalando de su red, junto a su hijo de 19.
Cuenta que él quería llegar a este mundo para casarse y que una mujer le echara tortillas. Es de la cuarta generación de pescadores y jamás habían vivido una temporada de tan feo panorama. Él y su hijo van de regreso con su lancha, que a la orilla dice Punta Maldonado, porque no se puede pescar cuando las aguas no están mansas.
“Aquí somos como unos 300 pescadores, y ahorita hay veda de langosta, de caracol, íbamos a pescar pero como se puso mal clima ya no fuimos”, dice con decepción. Ellos viven de la pesca. Y sin clientes no tienen qué vender, pero sin pescar, muchas veces, tampoco tienen para comer. Su familia está compuesta por cinco hijos, él y su esposa.
Esteban Juárez está tomando videos. Es una tarde donde el sol apenas se asoma. Después de un miércoles lluvioso, el jueves pinta más soleado, pero no descartan que les vuelva a llover en la noche. A unos metros de la playa, están reunidas unas 30 mujeres esperando apoyos gubernamentales, porque necesitan reparar sus enramadas.
Don Esteban, de 67 años, espera que para noviembre puedan tener otro panorama. El Día de muertos en la Costa Chica es emblemático: salen los diablos, una danza tradicional de Cuajinicuilapa, a bailarle a la muerte, a acompañar a los difuntos, y con esta celebración mucha gente viene a la playa. Espera que a pesar de la Covid–19, este año no sea la excepción.
Itzel, Barbie y Aldo dejan su cubeta de ojos de venado, para ellos el agua sucia y revuelta no es impedimento: se echan un chapusón. A lo lejos, entre palitos de madera y palmas en el suelo, se ven presurosas dos mujeres atendiendo a un par de personas. Les llevan pescadillas y aguachile. Doña Marcelina, la dueña de uno de los restaurantes, también está esperanzada a que en noviembre se componga la mala temporada económica.
Los niños lograron juntar ojos de venado y caracoles para sus pulseras. Guardan en una cubeta pequeña decenas de amuletos, que bien podrían vender para una mejor fortuna este próximo noviembre.