Para el GIEI, las incógnitas relacionadas con el autobús Estrella Roja es el elemento central para esclarecer el ataque a los normalistas de Ayotzinapa y la desaparición de los 43 estudiantes en Iguala.
Texto: Marlén Castro
Fotografía: Archivo Amapola Periodismo / Lenin Mosso
26 de febrero del 2020
Chilpancingo
JRLC, el chofer del llamado “quinto autobús”, una de las seis unidades utilizadas la noche del 26 y madrugada del 27 de septiembre del 2014, en la que desaparecieron 43 estudiantes de la Normal Rural Raúl Isidro Burgos de Ayotzinapa, es originario de una comunidad pegada a la capital guerrerense.
“Estaba por dormir cuando comenzaron a golpear el autobús, eran estudiantes que querían que los sacara de ahí. Tuve que levantarme y arreglarme para llevarlos, se subieron, no supe cuántos eran, pero unas cuadras adelante se bajaron porque el camión se jaloneaba y porque no es de los que llevan pantallas”. Es lo que recuerda de esa noche JRLC.
El Grupo Interdisciplinario de Expertos Independientes (GIEI) de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH)–un equipo de científicos extranjeros que coadyuvó con la Fiscalía General de la República (FGR), antes PGR, en la investigación de la desaparición de los normalistas–consideró, en los dos informes que rindió al respecto, que este quinto autobús conducido por JRLC es un elemento central para esclarecer la razón del ataque y el paradero de los estudiantes.
El equipo de científicos planteó como hipótesis central del ataque en su primer informe, línea que ratificó en el segundo, que este autobús tomado por los normalistas “podría estar cargado de heroína o dinero del narcotráfico” y que esta situación “suponía una posible explicación del nivel de un ataque de tal magnitud y extensión de la violencia contra los normalistas”.
Por el contrario, la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH) se centra en el sexto autobús, el 2513 de la línea Costa Line, del que casi nada ha hablado. Su planteamiento es que ahí pudieran estar las claves para el esclarecimiento del suceso. Este autobús fue abordado por los normalistas al llegar a Iguala, con la intención de quedárselo, pero el chofer y un pasajero negociaron que permitieran la llegada a la Central. Una vez en la Central, el chofer se bajó y dejó a los estudiantes encerrados.
JRLC –así aparece en las investigaciones hechas por la PGR, el GIEI y la CNDH –ahora es conductor de otra compañía, a donde migró después de los hechos en los que desaparecieron a 43 estudiantes de Ayotzinapa.
Accedió a la entrevista con la petición de mantener reservado su nombre y la comunidad donde vive.
El GIEI considera que la participación del quinto autobús es central en la trama del ataque y la desaparición, porque la entonces PGR excluyó la existencia de este quinto autobús en el expediente y las contradicciones del chofer acerca del trayecto esa noche en la ciudad así lo indican.
Las investigaciones sobre la desaparición de los 43 normalistas establecen que esa noche los estudiantes se movieron en seis autobuses. El 3278 de la Estrella Roja y dos de la línea Costa Line, el 2012 y 2510, que tomaron en la terminal de esa ciudad, el 2513 también de Costa Line que interceptaron en la entrada de Iguala y no pudieron sacar de la central, y los dos de Estrella de Oro en los que se trasladaron desde su escuela, en Tixtla.
La CNDH estableció que de los seis autobuses participantes en la trama de la desaparición, a cinco se les practicó un escaneo de 360 grados, con rayos X, para establecer si portaban droga o dinero ilícito, con resultados negativos. Sólo al autobús 2513 no se le practicó esta diligencia.
El contacto
En las notas al calce de los gruesos tomos de las investigaciones del GIEI y de la CNDH se revela el nombre del conductor del quinto autobús, aunque en las páginas se refieren a él sólo como JRLC.
Una breve búsqueda en las redes sociales fue suficiente para encontrar al chofer. Accedió con la condición de la reserva de su nombre porque, dijo, esta situación en la que circunstancialmente manejó un autobús en Iguala la noche del 26 de septiembre, le ha ocasionado problemas graves en su vida personal.
En septiembre pasado se concretó la entrevista y se llevó a cabo cerca del área de las terminales de autobuses de Chilpancingo. JRLC llegó puntual, aunque estar en la capital significó dificultades.
A los pocos meses de ingresar a la otra empresa, porque le ofrecieron mejores condiciones de empleo, según contó, tuvo un accidente. La unidad que conducía, contratado por maestros disidentes de Guerrero, volcó en la Autopista del Sol, en octubre del 2018. JRLC se lesionó un pie. Desde septiembre hasta ahora usa muleta y camina con dificultad. Tiene licencia médica hasta que se recupere.
Las contradicciones
JRLC declaró con respecto a la noche de Iguala hasta junio del 2015. El GIEI destacó que la PGR omitió la existencia de este quinto autobús en el expediente, aunque había testimonios de un grupo de normalistas sobrevivientes donde narraron que para salir de Iguala la noche del 26 de septiembre tomaron un camión de la Estrella Roja en la Central y este habría salido por la parte trasera.
El GIEI establece en la relatoría del primer informe que solicitó imágenes de video de la salida trasera de la terminal y halló que el autobús 3278 salió con estudiantes de ahí. En total en esa unidad iban 14 normalistas sobrevivientes. Hasta entonces la PGR incluyó en la investigación al quinto autobús.
El mismo documento revela que cuando “hizo evidente a la PGR que existía otro autobús, y recomendó que debía tomarse testimonio de su chofer, se tomó esa declaración sin que el GIEI pudiera estar presente”.
Los expertos reportaron que la declaración de JRLC sobre la ruta de esa noche del autobús no coincide con los testimonios de los normalistas sobrevivientes y las grabaciones del copiloto satelital del autobús.
Los sobrevivientes dan cuenta que salieron por la calle de atrás de la estación de autobuses, que el chofer accedió a llevarlos pero puso como condición hacer una parada para que una mujer le llevara unos documentos y ropa, lo cual realizó, y se tardaron mucho en ese punto, y que más adelante dos policías federales que los apuntaban con armas, los obligaron a bajar de la unidad. Hecho que debió ocurrir cerca del Palacio de Justicia, en la salida de Iguala, donde quedó el autobús 1531 de la Estrella de Oro y desaparecieron a 17 normalistas. Los sobrevivientes dijeron que pudieron ver a unos cien metros el autobús ya destrozado.
El GIEI revela que durante la investigación encontraron una relatoría sobre esa noche, supuestamente hecha por JRLC. Obraba en el expediente personal del chofer en la Estrella Roja, su anterior lugar de trabajo. La misma empresa la hizo llegar a la FGR. Esta versión sobre el trayecto del autobús coincide con la de los estudiantes y la que arrojó el satélite, gracias al GPS de la unidad.
La versión de JRLC cuando fue citado a declarar, de que sólo avanzó unas cuadras, y los estudiantes se bajaron, es diferente en ese testimonio escrito. En el cual dice que una patrulla con dos policías federales detuvo la marcha del autobús y bajó a los estudiantes.
El Grupo de Expertos también sostiene que el autobús que sale por la parte trasera de la central de autobuses “muestra numerosas diferencias” con el que fue mostrado al GIEI, cuando solicitaron tenerlo a la vista, lo mismo que la fisonomía del chofer que conduce y el que se presentó a declarar.
JCRL, como parte de la investigación, también hizo el reconocimiento del autobús. Aseguró que el que tenía a la vista y el que manejaba la noche del 26 de septiembre eran el mismo.
Los expertos dijeron en su informe que era necesaria la reconstrucción de la ruta de este autobús, con la participación de los sobrevivientes y el chofer. El Estado mexicano respondió que realizó un recorrido teniendo como base la información proveniente del sistema GPS porque era más objetivo. La CIDH insiste en que debe hacerse con la participación del chofer y los sobrevivientes, contrastando esas versiones, con la información del satélite.
–¿Sí era ese su autobús? –se le pregunta a JRLC.
–Sí. El autobús que me mostraron y el que manejaba era el mismo.
–¿Y usted era quien manejaba esa noche?
–Sí, esa noche yo estaba adentro del autobús alistándome a dormir, porque en la madrugada tenía el viaje a Jojutla (Morelos). Era la ruta que yo cubría. Cuando me despertaron los golpes en el camión. Eran estudiantes que querían que los sacara de ahí. La empresa nos dice que cuando eso pase que los llevemos. Me tuve que arreglar de nuevo para volver a conducir y salimos por la puerta trasera porque el autobús estaba al fondo. Sólo avanzamos unas cuantas cuadras, porque el autobús comenzó a jalonearse y aparte no es de los que tienen pantallas para ver películas, y a ellos no les gusta ir incómodos, siempre que toman autobuses, toman los que llevan aire acondicionado, asientos reclinables y pantallas. Me dijeron: ‘pérate, este camión no sirve, aquí nos bajamos’.
–¿Usted se regresó a la terminal?
–No, yo me comuniqué a la empresa, les dije lo que había pasado y me dieron órdenes de llegar a Jojutla.
–Pero estaba a sólo unas cuadras…
–Sí, pero eso fue la orden que me dieron.
–¿El informe escrito de esa noche, usted lo redactó?
–No, no es mi letra, aunque sí es mi firma, porque cuando entramos a trabajar nos hacen firmar una hoja en blanco para cuando nos despidan.
–Pero esos hechos sí coinciden con los testimonios de los normalistas y con la ruta que marca el GPS que llevaba el autobús.
–Desconozco quién haya redactado eso y por qué lo hizo a mi nombre.
–Y el GPS del autobús, la ruta que marca coincide con el informe escrito y los testimonios de los normalistas sobrevivientes.
–El GPS es un aparatito que se quita y se pone a los autobuses, pudiera ser la ruta de otro autobús, no del mío.
–¿Usted está tranquilo, no lo inquieta que 43 estudiantes sigan desaparecidos?
–Esa noche me ha traído muchos problemas en mi vida personal, los primeros meses que se supo que los estudiantes se subieron a mi autobús, mis compañeros me bromeaban que les dijera dónde estaban. Me divorcié por esa versión de que me vi con una mujer a la salida de Iguala. Mi (ex) esposa vive aquí cerca de Chilpancingo.
–¿Entonces está tranquilo, no se guarda nada que pueda ayudar a encontrar a los estudiantes?
–Dije todo lo que sé.