Elidio Ramos Zárate

Este perfil fue elaborado por Reporteras en Guardia, un colectivo independiente y sin filiación política conformado por más de 100 periodistas, editoras y realizadoras de 24 estados de México y de su capital, entre ellos Guerrero, con la finalidad de realizar las historias de las y los periodistas asesinados y desaparecidos del año 2000 mil al 2019


 

Texto: Guadalupe Ríos/Reporteras en Guardia

13 de febrero del 2020

 

Pochutla, 1971-Juchitán, 2016
Asesinado con arma de fuego.

Ningún detenido.

 

Fue soldado raso y desertó porque no le gustaba recibir órdenes. Trabajó como taxista, vendedor de paletas, rescatista, pero el día en que lo mataron, el 19 de junio de 2016, acababa de cumplir diez años como reportero de nota policiaca en el diario El Sur, con sede en Juchitán.

Se llamaba Elidio Ramos Zárate, pero era más conocido como Guillermo Parie —de “Pariente”—, el seudónimo con el que firmaba sus notas.

En sus 45 años de vida tuvo varios sobrenombres: en su pueblo, de niño le decían Memo porque su padre se llamaba Guillermo, en Huatulco era conocido como el Flaco, ya en el Istmo de Tehuantepec se convirtió en el Fugitivo, y luego en el Móvil Negro cuando compró un Volkswagen de ese color. Parie fue su último apodo.

Nacido en Pochutla el 3 de agosto de 1971, acostumbraba visitar a sus padres en el pueblo de El Limón, en el municipio de Santa María Huatulco, donde hoy reposan sus restos.

Apenas terminada la primaria se enroló en el Ejército. Lo destinaron a Guerrero, pero después de unos años desertó. Se fue a Huatulco, donde trabajó como taxista; ahí conoció a su primera esposa y a un empresario paletero que lo invitó a trabajar en el Istmo como repartidor de helados y paletas.

“Cuando su mujer lo abandonó, la suegra se quedó con Elidio. Se hizo cargo de sus dos pequeños hasta que se hicieron grandecitos”, recuerda su madre, Ernestina Zárate. “Él trabajó muy duro para mantener a todos hasta el día de su muerte”.

Elidio manejaba mucha información pero solo escribía nota roja, nunca hizo un gran reportaje, refiere Iván Bragaña, encargado de la morgue en Juchitán, quien conoció y trató al periodista cuando comenzaba a trabajar en la fuente policiaca.

“Se ufanaba de tener un gran directorio con datos y fotos de los malandros, se relacionaba con los buenos y también con los malos. Siempre vivió en el filo de la navaja; se sentía más policía que periodista, se creía intocable”.

Recuerda que Elidio le contó que había trabajado como “clavero” para un mando de la Policía Federal en los retenes de la zona oriente, detectando los dobles fondos que hacen los delincuentes en camiones y vehículos para ocultar su mercancía. “Por eso conoció de todo”.

Tenía una mala redacción, pero lo compensaba con su habilidad para narrar los hechos, asegura Ivonne Flores, jefa de información de El Sur, donde el conocimiento de la fuente y el olfato periodístico lo convirtieron en coordinador de la sección policiaca.

“Daba detalles importantes en las notas y enseñaba a reportear a compañeros de la fuente; llegó como apoyo y pronto se ganó un lugar en el periódico”, recuerda.

Flores, quien además de compañera de trabajo era amiga de Elidio, considera que “la gente lo juzgó mal” porque también se dedicaba a la venta de coches usados. “El periodismo no deja mucho y de ahí sacaba un extra para mantener a sus tres hijos, pero me decía que antes de vender un auto se cercioraba de que no fuera robado”.

Su asesinato ocurrió en el momento más álgido de la lucha de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE) contra la reforma educativa del presidente Enrique Peña Nieto. Los líderes y las bases de la Sección 22, en protesta por la detención de dos de sus dirigentes, Rubén Núñez y Francisco Villalobos, establecieron bloqueos carreteros y barricadas.

En el Istmo, cinco puntos carreteros fueron bloqueados y, tan solo al norte de la región, se contabilizaban más de mil 200 vehículos varados a lo largo de 25 kilómetros.

Elidio cubrió las acciones violentas del magisterio y de los grupos radicales que lo apoyaban. El sábado 18 de junio grabó y tomó fotografías de los saqueos en los negocios cercanos a la barricada del Canal 33, sobre la carretera Panamericana. Ahí, un grupo de encapuchados lo amenazó para impedir que siguiera registrando los hechos.

Al mediodía del domingo 19 de junio, tras enterarse del incendio de dos autobuses, Elidio acudió a tomar fotografías y después de enviarlas se retiró al local de venta de automóviles donde trabajaba, en el cruce de la carretera Panamericana y la entrada de la ciudad. Ahí le anunció a su jefa, Ivonne Flores, que iría a cubrir el asalto a un Oxxo ubicado a escasos metros.

“(Cuando) dejamos de hablar a las 3:50 (de la tarde), él ya estaba en el crucero. Eran las 3:56 cuando lo mataron”, dice la periodista.

Sujetos a bordo de una motocicleta le dispararon desde la carretera por la espalda, y ya en el suelo le dieron un balazo en la nuca. A su lado cayó Raúl Cano, enfermo de autismo, y quedó herido su amigo Juan Carlos, el Cóker.

“A los cinco días mataron a dos que venían en un mototaxi y mucha gente dijo que esos eran los que habían matado a Parie (Elidio)”, agrega Flores.

Ese mismo 19 de junio, en Asunción Nochixtlán, un operativo de la Policía Federal para desalojar los bloqueos en la autopista y la carretera federal Oaxaca-México provocó la muerte de siete personas y más de 150 heridos.

A dos años de la muerte de Elidio, nada se sabe de sus asesinos. La Agencia Segunda Investigadora de la Fiscalía Especial para la Atención de Delitos cometidos contra la Libertad de Expresión (FEADLE) mantiene abierta la investigación en la carpeta FED/SDHPDSC/UNAI-OAX/0000076/2016. De manera paralela, la región del Istmo de la Fiscalía General del Estado de Oaxaca inició el legajo de investigación número 2554/JU/2016 por homicidio doloso.

Azalea, su segunda esposa, madre de su hijo menor, Memito, de 9 años, asegura que Elidio nunca tuvo miedo de morir: “Siempre me advertía: si un día me matan, no me vayas a ir a levantar luego luego, deja que la policía haga su trabajo”.

Recuerda con tristeza las horas previas al asesinato: “Era domingo al mediodía. Elidio calentó el caldo y las tortillas, nos sirvió, comimos, y cuando le avisaron de la quema de los dos autobuses que estaban haciendo los maestros se preparó para ir a trabajar”.

Memito, entonces de 7 años, le pidió que no se fuera. “Regreso en un rato y nos vamos a nuestro lugar secreto”, le contestó. Planeaba ir a celebrar el Día del Padre con su hijo.

En una pared de la humilde vivienda familiar hay una foto en blanco y negro de Elidio vestido con uniforme militar, empuñando un rifle, con la mirada fija en el horizonte. Hay también un pequeño altar con una veladora y flores, frente al que cada día su hijo se detiene para despedirse antes de ir a la escuela.

Azalea, quien trabaja como agente de ventas en una tienda de muebles, rechazó la oferta del diario El Sur para que aceptara cobrar el sueldo de Elidio hasta cubrir lo equivalente a una liquidación.

“Cuando murió, por tanto bloqueo la funeraria no pudo pasar con el cuerpo. Un compañero suyo, Roberto Agustiniano, vino desde Huatulco y se llevó la caja en su camioneta hasta El Limón”, explica.

La viuda de Elidio demandó al periódico ante la Junta Local de Conciliación y Arbitraje y finalmente logró una indemnización. El Sur continuó publicando notas policiacas sin tomar medidas de protección para los reporteros.

 

 

 

 

 

 

 

Este trabajo fue elaborado por el equipo de Reorteras en Guardia y lo reproducimos con su autorización