Texto: Amapola Periodismo
Foto: Andalucía Knoll
Este texto fue publicado el 11 de septiembre de 2022
Chilpancingo
Estudié en la Normal Rural de Ayotzinapa en la generación 2010-2014. Soy un normalista tocado por la tragedia de septiembre del 2014. La desaparición de nuestros 43 compañeros ha sido el episodio más negro de toda la historia de la escuela. De mi generación el secretario general del Comité Estudiantil fue Aquilino Florencio Mejía.
Te das cuenta de los infiltrados sobre todo en cuarto año. Los muchachos ya no son confiables del todo, empiezan a tener una actitud igual a los que dan aviso al gobierno de nuestras actividades. Yo veía que eran así; estaban muy cerca del Comité, se llevaban muy bien con ellos y al mismo tiempo te traicionaban.
Siempre el gobierno quiere saber quién dirige la escuela, cuántos son, también en las reuniones de base estudiantil, qué se dice del gobierno, qué actividades se van a emprender, qué actividad como urgentemente se tiene que realizar y eso; la estructura e incluso el pliego petitorio, cómo va estructurado, porque se tiene que informar, incluso los brigadeos.
Los infiltrados son parte del Ejército, según nos han heredado ese conocimiento por generaciones, en la mía no había; otros de alguna institución, en este caso de la Secretaría de Educación Guerrero (SEG), o del CISEN. Si no es de parte de los alumnos es de parte de los maestros. Los maestros así tienen una característica: no te dan clase, se ponen a platicar de sus vidas. Parte del trabajo de inteligencia está en la parte docente.
La misión de esas personas infiltradas no es sólo entrar a Ayotzinapa, sino como en muchas organizaciones sociales, como en todas las normales rurales y en todos los movimientos sociales, siempre hay personas interesadas en desastabilizar.
La misión que tienen ellos es: 1) Conocer la estructura, 2) Dar toda la información a las autoridades. El Comité es vulnerable. Los estudiantes de formación política son pocos, los demás somos parte de la base, entonces la decisión casi pertenece a dos, tres, seis personas, 16 ó 20, las que tienen como un círculo más cercano, para evitar decisiones equivocadas. Se llega a este círculo selecto por decisión de la base estudiantil demostrando aptitudes políticas, por eso si alguien de los infiltrados llega a este círculo, que sí ha pasado, puede ser muy peligroso.
Para entender al Comité Pro Clausura, la jugada es: se llevan bien, se visten igual como campesinos. Algunos sí lo son, pero están trabajando para el enemigo. En primer año se camuflan, en cuarto ya sacan lo que en realidad son: quieren plaza fácil, están dispuestos a negociar, a obtener beneficios, consiguen padrinos polémicos, como Silvia Ojeda, coordinadora de asesores de la SEG. De mi generación, buscaron como padrino al entonces gobernador Rogelio Ortega.
La idea es que nos iban a dar plaza a todos, ese era el acuerdo con los de Pro-clausura, habían hecho un acuerdo de que les iban a dar plazas a todos.
Dijeron que iban a dar plazas para todos, que íbamos a hacer un solo examen y sí, lo fuimos a hacer, nos pusieron autobuses hasta a Acapulco, al Poliforum, ahí en Mundo Imperial. Nos vinieron a traer a Chilpo y nos vinieron a dejar, parecíamos granaderos, en esos autobuses y fuimos a hacerlo. Pero no fue cierto. No todos tuvieron su plaza.
Ayotzinapa siempre se ha caracterizado de ser una escuela de lucha, de conciencia, durante los últimos años, del 2012 para acá, empezamos a padecer represión y estigmatización muy constante, igual, tenemos que ver mucho los estudiantes, porque no supimos medir algunas cosas, darle una buena dirección a la organización, se perdió poco la formación política, afectaron los conflictos internos de la normal. Cosas tan simples como quitar a un secretario y poner a otro. Muchas organizaciones nos dejaron de apoyar. Ángel Aguirre nos dividió.