Texto: Daniela Pastrana y Roger López / Pie de Página
31 de julio del 2019
Rubén Espinosa colocó la placa en uno de los escalones de la Plaza Lerdo: “Plaza Regina Martínez”. Era el 28 de abril de 2015. El rebautismo de la plaza central de Xalapa había sido ideado y convocado por un grupo de periodistas de la capital de Veracruz para conmemorar el tercer aniversario luctuoso de la emblemática reportera, asesinada en su casa en 2012.
Rubén Espinosa, fotógrafo, era parte de un grupo de periodistas que se comenzó a gestar el año del asesinato de Regina y que en los días siguientes se haría público con el nombre de Colectivo Voz Alterna. El grupo buscaba capacitar a periodistas en el estado y funcionar como un medio alterno, donde se pudieran publicar las historias que los medios de Veracruz no cubrían debido al fuerte control que había del gobierno estatal. Pero Rubén ya no vió la salida del colectivo en Xalapa. Cuarenta y dos días después de rebautizar la plaza, anunció su autoexilio del estado que, para entonces, sumaba 13 periodistas asesinados en 5 años.
— ¿Por qué te fuiste?
— Por sentido común —, nos dijo el 9 de julio en el programa de Periodistas de a Pie por Rompeviento TV.
Lo que contó no parecía tan grave: que saliendo de su casa vio a un hombre y que horas después lo volvió a ver en otro lado; un hombre alto, de corte militar, que estaba con otro hombre y que no hicieron nada por disimular que lo estaban vigilando. No le dijeron nada. No lo amenazaron. Sólo lo vieron. Sólo sintió su aliento cuando pasaron junto a él. Pero el contexto del estado, los 13 periodistas asesinados en cinco años, el hostigamiento constante de la policía estatal hacia los reporteros, sus propias amenazas previas, eran suficiente. No quería ser el próximo en la lista de bajas.
“Ayudo más vivo, que muerto”, dijo fuera de cámaras.
Tres semanas después de la entrevista, fue asesinado en la ciudad de México, donde se refugiaba.
Lo mataron junto con cuatro mujeres, tres de ellas (Nadia Vera, Mile Martín, Yesenia Quiroz) vivían juntas en el departamento de la colonia Narvarte donde fue el multihomicidio; la cuarta (Alejandra Negrete) trabajaba ahí.
Los periodistas de todo el país, pero sobre todo, los de Veracruz, quedaron paralizados con la noticia. El asesinato del fotógrafo, de 31 años, se convirtió en el asesinato más largamente anunciado de un periodista en México.
La primera vez que Rubén Espinosa llegó a pedir ayuda a la ciudad de México fue en octubre de 2013. Un domingo, en un restaurante de la colonia Roma, contó a cuatro integrantes de Periodistas de a Pie una historia que parecía difícil de creer: en el desalojo de maestros de la Plaza Lerdo, el 14 de septiembre, apagaron las luces y comunicaciones de la plaza y la policía uso perros y toletes eléctricos; a maestros y activistas los persiguieron por las calles aledañas; a los periodistas les quitaron sus cámaras. Rubén hablaba de muertos, que nadie podía confirmar (hasta ahora no se han confirmado); él mismo, juraba entonces, había visto a una patrulla aplastar a tres personas frente a la puerta de un banco.
Estaba aterrorizado. Contaba la historia de lo que definió como un “minitlateloco”, en relación con la matanza de estudiantes de 1968. Pero no había pruebas —ni siquiera los nombres de los maestros heridos, aunque otros testigos también lo vieron— y el gobierno estatal de Veracruz negó cualquier exceso durante el desalojo.
La misma historia que platicó ese domingo la contó después a directivos del semanario Proceso, donde colaboraba, y a un grupo de fotógrafos que, en solidaridad, crearon el colectivo FotorreporterosMx.
Con miedo, pero arropado por el apoyo que sintió en el gremio, regresó a Xalapa. Ahí se sumó a un grupo de periodistas que había estado reuniéndose desde 2012 para trabajar en la capacitación de reporteros y fotógrafos. Era la semilla de lo que en 2015 se presentó públicamente con el nombre de Colectivo Voz Alterna.
Rubén tenía contacto con este grupo desde finales de 2012. Entonces, él todavía trabajaba en el área de comunicación social del Ayuntamiento de Xalapa, aunque regularmente mandaba fotografías a Proceso y a Cuartoscuro.
Y en esta dualidad de empleadodegobierno-fotógrafofreelance, que es común en muchos lugares de Veracruz, había recibido la primera amenaza de su vida.
Él mismo lo contó, en una entrevista con SinEmbargo: “Cubrí el del 20 de noviembre del mismo año que asesinaron a Regina Martínez, en el desfile estaba Javier Duarte y no podíamos estar en frente del templete. A los fotógrafos y camarógrafos nos encerraban a los lados. Yo pedí que me dejaran tomar unas fotos y en el momento que me acerco, veo que despliegan una manta que decía: ‘Javier Duarte, el pueblo te tiene en la mira, no perdona ni olvida’. En eso viene un estudiante y me dice que estaban golpeando a unos de sus compañeros. Le di la cobertura y cuando tomo la foto de que estaban deteniendo a los estudiantes, me toma del cuello una persona de la Ayudantía del Gobierno del Estado y me dice: ‘deja de tomar fotos, si no quieres terminar como Regina’”.
Esa no fue la única vez que hubo una referencia a la periodista asesinada ese año. Por las mismas fechas, su nueva jefa en la oficina de comunicación, le prohibió seguir publicando fotos de manifestaciones en Proceso y Cuartoscuro.
“Hubo un cambio en la oficina de comunicación y entró Vicky Hernández; un día, ella le sacó un bultito de revistas donde estaban sus fotos y le dijo: ‘No creas que no te estoy viendo. Acuérdate de Regina, la asesinaron, ¿es lo que tu esperas?’” — cuenta un amigo cercano de Rubén — “finalmente lo corrieron, a principios de 2013. Él estaba molesto porque le querían dar 800 pesos”.
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Este trabajo fue elaborado por el equipo de Pie de Página y lo reproducimos como parte de la Alianza de Medios de la Red de Periodistas de a Pie.