Tiene suerte de encontrarlo, dicen a una mujer que halla a su hijo asesinado

«Maldita violencia en Acapulco, ya no se puede vivir, es un infierno», dice Blanca Elvira Castrejón, quien en 2013 identificó el cuerpo de su hijo, Alejandro Iván Rosales, en el Servicio Médico Forense de Acapulco.


 

Texto: Amapola Periodismo

Fotografía: Especial

21 de junio del 2019

 

Chilpancingo

En la biblioteca del Congreso de Guerrero este jueves 20 de junio están de pie una treintena de mujeres que tienen colgadas en el pecho los carteles donde están los retratos de sus familiares desaparecidos o asesinados. En sus rostros se les nota el cansancio. Los manifestantes caminaron casi dos kilómetros por las calles de esta capital bajo un sol inclemente.

Uno de esos rostros, es el de doña Blanca Elvira Castrejón, de 49 años, de oficio mesera en un restaurante ubicado en  Puerto Marqués, en Acapulco. El 7 de febrero del 2013, Elvira, doña Viki, como le dicen, acudió al Servicio Médico Forense (Semefo) ubicado en la calle Vicente Guerrero de la colonia Progreso de Acapulco para verificar si uno de los cadáveres que estaban almacenados en alguna de las cámara frigorificas pertenecía al de su hijo, que cinco días antes desapareció.

El 2 de febrero, Alejandro Iván Rosales, de 21 años, hijo de Blanca Elvira, salió muy temprano de su casa para acudir al hotel Playa Suite, ubicado sobre la Costera Miguel Alemán, en donde sería contratado como intendente. Pero ese día, Iván, no regresó a su domicilio, y su esposa y madre, nunca supieron si llegó o no a la cita.

Esa fecha quedó marcada para toda su vida.

Aunque su hijo no bebía no fumaba, en un momento pensó que a lo mejor en el camino se había encontrado con sus amigos y se quedó con ellos para divertirse. Pero pasaron los días y nada supieron de Alejandro.

El 27 de julio se enteró a través de los medios de comunicación de que en varios puntos de Acapulco habían hallado algunos cadáveres, se animó acudir al Semefo.

Días antes ya había acudido a los hospitales, a la Cruz Roja y a la cárcel municipal sin hallarlo.

«Mi hijo no tenía ningún vicio», detalla.

Recuerda que cuando acudió al Semefo; fue con la idea de que ninguno de esos cadáveres fuera el de su hijo. Pero ahí estaba Alejandro. Blanca Elvira lloró, no recuerda cuánto tiempo. Creyó desmayarse en ese momento.

«Maldita violencia en Acapulco, ya no se puede vivir, es un infierno», dice la mujer.

En Acapulco, uno de los destinos turísticos que tenía la fama de contar con las mejores playas del mundo, ahora, desde el 2006, su gran notoriedad mundial, es la violencia, aparte de que tiene grandes cinturones de miseria en las zonas suburbanas.

Elvira revela que es la primera vez que participa en una marcha en las calles de esta capital para exigir justicia. Relata que ese mismo día que identificó el cadáver de su hijo, las autoridades ministeriales le dijeron que lo habían hallado muerto a balazos afuera del panteón en la colonia de El Pedregoso.

«Tuvo suerte de haberlo encontrado», le dijo para supuestamente consolarla un agente del Ministerio Público del Fuero Común que levantó la averiguación previa del caso de su hijo.

«Qué poca madre, las autoridades no tienen corazón», dice con coraje Elvira. 

 

 

 

 

Este trabajo fue elaborado por el equipo de Amapola. Periodismo transgresor. Se autoriza su reproducción siempre y cuando se cite claramente al autor.

 

Son más de las doce del día, el contingente de familiares de personas desaparecidas y asesinadas que están en varios colectivos, llegan al Congreso local. Quieren una reunión con los diputados.

Los gritos contra el gobernador Héctor Astudillo Flores a quien acusan de la inacción de su gobierno para frenar la violencia, no cesan.

«El prometió que todo iba a cambiar, y creo que estamos peor», dice Elvira.

Ella, al igual que las demás mujeres y hombres que les han asesinado a un familiar o en otros casos lo tienen desaparecido, claman por justicia, pero ella también pide que el gobierno de la «Cuarta Transformación» (el que encabeza el presidente Andrés Manuel López Obrador) le asigne becas de estudios a sus dos nietas que se quedaron en la orfandad.

Son dos niñas de nueve y siete años.

Debido a que su nuera, la esposa de su hijo, ya tiene una nueva pareja, a ella le dejó la custodia de sus dos nietas. Ashli, de nueve, va en la escuela primaria, pero Alejandra, de siete, no pudo estudiar en este ciclo escolar debido a las carencias económicas. Elvira, sólo tiene trabajo los fines de semana en un restaurante en la playa de Puerto Marqués en donde gana 100, 150 pesos diarios de propina que le dan los clientes. Cuando bien la va gana hasta 400 pesos diarios, pero eso sólo en temporada de vacaciones. Con esa cantidad de dinero, no le alcanza para mantener a sus dos nietas.

«Solo puedo trabajar de eso porque en los lugares donde hay empleo formal, me han dicho que no porque ya estoy vieja, pero no es así, si sólo tengo 49 años», exclama.

Blanca Elvira oye de pie las intervenciones que hacen los dirigentes de los colectivos que encabezaron la protesta.

Escucha con atención a un anciano que se identificó con el nombre de Osiel Jiménez Silverio.

«Lo que ocurre en Guerrero es un verdadero desmadre porque el gobernador no se faja los pantalones, ya casi cumple cuatro años en el gobierno y no puede poner orden y paz como dijo durante su campaña», reclamó don Osiel.

Los colectivos exigen al presidente de la Junta de Coordinación Política del Congreso, Antonio Helguera Jiménez y Ricardo Castillo, ambos de Morena, que llamen a cuentas al gobernador y al Fiscal General del Estado, Jorge Zuriel de los Santos, por no poder frenar la violencia en Guerrero. 

«Si no pueden que renuncien», gritan.

Doña Elvira, sigue de pie y con una cartulina color rosa en la que se lee: «Astudillo, ya basta, deja de ignorar tantas matanzas».

 

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