Fotografía: Andalucía Knoll

Cadena de infiltrados crecía cada día, y era difícil controlar a los cooptados

Entré a Ayotzinapa en la generación 2008- 2011. El contexto previo al asesinato extrajudicial en la Autopista del Sol, de Jorge Alexis Herrera Pino y Gabriel Echeverría de Jesús. En ese entonces, el secretario general fue Jerzain Peñaloza, cuyo nombre de batalla era Eduardo, porque por seguridad, nosotros nos cambiamos el nombre, sobre todo si estás en el Comité.

Fueron tiempos de decisiones importantes para la normal. Yo recuerdo que el compa Jerza llegó a ser además de secretario general de la normal, secretario general de la Federación Estudiantil de Campesinos Socialistas de México, igual que Lucio Cabañas fue a finales de los 50.

Cuando uno ingresa a la normal de Ayotzinapa aparecen en nuestro lenguaje palabras que muchos no habíamos escuchado en nuestra vida.

Se naturaliza un lenguaje político, entre las nuevas palabras que aparecen son “infiltrado, Estado, lucha social, represión, oprimidos, guerra, entre otras”, es ahí cuando por voz de quienes ya son estudiantes se conoce que en la diversidad de movimientos sociales o de izquierda el Estado tiende a infiltrarlos de manera histórica con diferentes objetivos.

Cuando algún dirigente estudiantil se inclinaba a los intereses del gobierno y no de los estudiantes algunas veces se les denominaba “infiltrados” sin que esto implicara veracidad, era una manera de acusarlos.

Dirigentes pasados dentro sus anécdotas nos contaban que habían localizado alumnos que resguardaban pequeñas libretas con apuntes sobre lo que ocurría en la normal, fechas, lugares, número de autobuses a utilizar, en las manifestaciones, por eso siempre se intentaba no hacer pública esa información hasta el final.

Existieron sospechas, ya que es difícil identificar a una persona infiltrada, sobre todo comprobarlo de algunos trabajadores de la misma normal que se mantenían informando de las actividades de los alumnos en ese momento a Silvia Ojeda Jiménez, coordinadora de asesores de la SEG; curiosamente ella tenía datos muy particulares de la normal que nos manifestaba en las reuniones.

Los infiltrados iban desde alumnos, trabajadores y maestros. Como toda organización política al Estado le interesaba conocer a detalle toda su capacidad de organización, información financiera, y el pensamiento o ideología que se gesta en su interior, nosotros supimos que el Ejército ante la histórica acusación de la relación de la normal con el movimiento armado de Guerrero tenía informantes matriculados como alumnos.

En el gobierno de Zeferino Torreblanca con apoyo de Silvia Ojeda se ventiló que ella tenía contacto directo con diferentes alumnos sin que fueran del Comité estudiantil, a quienes convencía con algunos apoyos.

Utilizó los grupos culturales de danza, rondalla y banda de guerra apoyándolos sin que el Comité se lo solicitara para que ellos la mantuvieran informada e incluso logró que los propios alumnos la buscaran como madrina de generación junto a Héctor Vicario.

Durante esa época los asesinatos habían aumentado, desmembrados, decapitados, la supuesta ofensiva contra las drogas que inició Felipe Calderón estaba cobrando muchas vidas, y por otra parte música, películas estaban inquietando a los jóvenes; la narcocultura se desarrollaba en el país y en el interior de la escuela se empezaban a contagiar: en sus tonos de llamada sonaban narco corridos, mientras iban a lavar su ropa, cuando salían a botear (recolectar dinero) y fuertemente en las bocinas por la tarde; los narcocorridos estaban minando el pensamiento de los alumnos.

Algunos empezaron a agruparse, la mayoría originarios del Ticuí, Atoyac de Álvarez, Costa Grande de Guerrero, no participaban en las actividades del Comité; fueron empoderándose y ganaron simpatizantes, comenzaron a distribuir marihuana; crecieron los índices de consumo de alcohol y de marihuana y con esto el desorden la desobediencia.

Estos alumnos comenzaron a no participar, a violentar las reglas, causar destrozos al interior de la escuela, robos de ropa, dinero, celulares, eso causaba una gran desestabilización en la organización estudiantil, era peor que tener los infiltrados del pasado. Me recuerda a la infiltración de la CIA en Estados Unidos contra las Panteras Negras.

Estos chavos se encargaban de desprestigiar a la Normal en Tixtla, Chilpancingo, sus escuelas primarias, en cualquier lugar en el que estuvieran. Pero son chavos que poseen protección del Estado, o de quienes los infiltran.

En una ocasión, al intentar sancionar a dos de ellos por haberse hallado varios gramos de marihuana en su dormitorio, acudieron a los jefes de grupo, quienes decidirían en una asamblea mediante votación su expulsión por no respetar el reglamento de la escuela, y bajo amenazas decidieron no aprobar su expulsión.

Esos tiempos fue una constante y rígida la pelea, ya no nos preocupábamos por exigirle al gobierno, era sobre cómo terminar con ese grupo de alumnos que no paraba de crecer. Desde esos momentos los alumnos desestimaban el papel del Comité de alumnos, ya éramos amenazados, se nos retaba a los golpes; decidimos protegernos entre nosotros mismos, buscábamos nunca estar solos, no salir de noche a Tixtla o a Chilpancingo.

Creemos que el grupo fue creciendo desde entonces, que entre ellos fueron invitando a conocidos a ingresar, eran estudiantes y sí buscaban ser docentes, pero eran utilizados para la distribución y control dentro de la normal, como muchos jóvenes en la actualidad. A diferencia de los infiltrados por el Ejército que son preparados o son activos, ellos fueron desarrollándose en el transcurso de la normal.

*El gobierno de Zeferino Torreblanca Galindo (2005-2011) iba terminando. Periodo en el que en 2007, se vivió una de las represiones más fuertes próximas al 12 de diciembre de 2011, ya con Ángel Aguirre. Cuando entró este estudiante, el gobierno de Felipe Calderón, ya había iniciado su llamada “guerra contra las drogas” en 2007, que marcó un hito en el combate a la delincuencia aumentando todos los delitos.

Fotografía: Andalucía Knoll